Juan Benet.
Ensayos de incertidumbre.
Edición de Ignacio Echevarría.
Lumen. Barcelona, 2011.
Ensayos de incertidumbre.
Edición de Ignacio Echevarría.
Lumen. Barcelona, 2011.
Yo creo que son la misma obra, decía Juan Benet cuando se le preguntaba por la relación entre sus ensayos y sus textos narrativos. Lo recuerda Ignacio Echevarría en el prólogo que ha escrito para presentar la cuidada antología de los ensayos literarios de Juan Benet posteriores a La inspiración y el estilo.
Ordenados cronológicamente, estos Ensayos de incertidumbre que acaba de publicar Lumen son una selección representativa de los temas y las preocupaciones teóricas de un novelista fundamental en la literatura española de los últimos cincuenta años.
Un novelista que desarrolló su obra narrativa a la vez que indagaba en la técnica literaria con inusual capacidad analítica, con voluntad polémica, con curiosidad intelectual e ironía, con una agudeza crítica y una lucidez que hunden sus raíces en el escepticismo y la incertidumbre, una actitud que caracteriza a Benet en sus ensayos y que justifica el título elegido para la selección.
Y es que, como señala Ignacio Echevarría, “la incertidumbre es el territorio en el que Benet se adentra sin pretensiones de alcanzar la verdad, pero sin renunciar por ello a tener razón.” Por eso uno de los lugares centrales de esta selección es el ensayo Incertidumbre, memoria, fatalidad y temor.
En estos ensayos y artículos está el mejor autorretrato personal de Benet y de su mundo literario: la épica y la lírica, la metáfora y la hipérbole de su Ética, noética, poética; un agudo análisis del Rey Lear en Cordelia Khan; un elogio de la nueva novela hispanoamericana (Carpentier, Rulfo, Vargas Llosa y García Márquez) en De Canudos a Macondo; la famosa carta abierta a Pedro Altares sobre su desinterés por la novela galdosiana; el divorcio de la narrativa de Joyce; la difícil relación con los editores; la crítica de la crítica; la pobreza novelística de la posguerra y el “bajorrealismo”; un espléndido análisis del punto de vista en ¿Se sentó la Duquesa a la derecha de Don Quijote?; una reflexión sobre el arte narrativo a partir de Thomas Mann; un examen diferenciado de la técnica del argumento y la estampa como "formas extremas de composición” en Onda y corpúsculo en el Qujote o un irónico repaso crítico de la novela española en Pan y chocolate, un artículo tan divertido como imprescindible.
Las páginas de estos Ensayos de incertidumbre contienen una sostenida reflexión sobre la teoría y la práctica de la literatura desde la doble perspectiva del escritor Benet, que reconoce en ellos su deuda como novelista con Cervantes, Conrad, Proust o Mann; y del Benet lector, que aparece con frecuencia en estas páginas y no evita la descalificación de Virginia Woolf - “su obra, aburrida y carente de interés, está bien para quien le guste mucho tomar el té a las cinco de la tarde, pero si alguien quiere regodearse en una obra literaria para sacar un buen pensamiento no le dejará más que hambre... Lo más meritorio de Virginia Woolf fue su muerte, una muerte heroica, eso sí.”-; su distancia de Joyce -“nadie ha leído su Finnegan’s Wake, que es intraducible y nada produce (como no sea quinientas tesis en las universidades norteamericanas); es una obra, como le dijo Wells, que sólo le había divertido y le divertiría a él.”- y su cercanía a Kafka: “al leerlo se me abrió el mundo.”
En esa declaración de afinidades, Faulkner aparece como una referencia constante, como un faro literario. A él le dedica uno de sus mejores ensayos, Una vida con Faulkner: “el escritor que más he admirado, el que más he leído, es una constante en mi vida, me ha influido como el cielo que me ha visto nacer o como el mismo lenguaje.”
En Una época troyana, otro texto imprescindible, escribe Benet estas líneas que son una declaración de principios y un programa intelectual, una forma de estar en el mundo y de mirarlo desde una óptica narrativa:
“La cualidad más decisiva para formar al creador, sobre todo en literatura (y que Shakespeare poseía en grado sumo), era una “capacidad negativa”, esto es, aquello que permite a un hombre sostenerse sobre la incertidumbre, las dudas y los misterios sin una irritable apoyatura en los hechos o en la razón.”
En el apéndice – Opiniones impertinentes- se recoge un buen número de pasajes de entrevistas en las que Benet practica la impertinencia o la provocación en sus ideas literarias sobre la novela y el compromiso, sobre la crítica y los lectores, sobre los editores o el estilo.
Se completa así una síntesis panorámica que en pocos párrafos insiste en las ideas que había ido perfilando entre Puerta de tierra (1970) y La construcción de la torre de Babel (1990) y que son el soporte teórico en el que se cimenta su renovadora obra narrativa.
Un novelista que desarrolló su obra narrativa a la vez que indagaba en la técnica literaria con inusual capacidad analítica, con voluntad polémica, con curiosidad intelectual e ironía, con una agudeza crítica y una lucidez que hunden sus raíces en el escepticismo y la incertidumbre, una actitud que caracteriza a Benet en sus ensayos y que justifica el título elegido para la selección.
Y es que, como señala Ignacio Echevarría, “la incertidumbre es el territorio en el que Benet se adentra sin pretensiones de alcanzar la verdad, pero sin renunciar por ello a tener razón.” Por eso uno de los lugares centrales de esta selección es el ensayo Incertidumbre, memoria, fatalidad y temor.
En estos ensayos y artículos está el mejor autorretrato personal de Benet y de su mundo literario: la épica y la lírica, la metáfora y la hipérbole de su Ética, noética, poética; un agudo análisis del Rey Lear en Cordelia Khan; un elogio de la nueva novela hispanoamericana (Carpentier, Rulfo, Vargas Llosa y García Márquez) en De Canudos a Macondo; la famosa carta abierta a Pedro Altares sobre su desinterés por la novela galdosiana; el divorcio de la narrativa de Joyce; la difícil relación con los editores; la crítica de la crítica; la pobreza novelística de la posguerra y el “bajorrealismo”; un espléndido análisis del punto de vista en ¿Se sentó la Duquesa a la derecha de Don Quijote?; una reflexión sobre el arte narrativo a partir de Thomas Mann; un examen diferenciado de la técnica del argumento y la estampa como "formas extremas de composición” en Onda y corpúsculo en el Qujote o un irónico repaso crítico de la novela española en Pan y chocolate, un artículo tan divertido como imprescindible.
Las páginas de estos Ensayos de incertidumbre contienen una sostenida reflexión sobre la teoría y la práctica de la literatura desde la doble perspectiva del escritor Benet, que reconoce en ellos su deuda como novelista con Cervantes, Conrad, Proust o Mann; y del Benet lector, que aparece con frecuencia en estas páginas y no evita la descalificación de Virginia Woolf - “su obra, aburrida y carente de interés, está bien para quien le guste mucho tomar el té a las cinco de la tarde, pero si alguien quiere regodearse en una obra literaria para sacar un buen pensamiento no le dejará más que hambre... Lo más meritorio de Virginia Woolf fue su muerte, una muerte heroica, eso sí.”-; su distancia de Joyce -“nadie ha leído su Finnegan’s Wake, que es intraducible y nada produce (como no sea quinientas tesis en las universidades norteamericanas); es una obra, como le dijo Wells, que sólo le había divertido y le divertiría a él.”- y su cercanía a Kafka: “al leerlo se me abrió el mundo.”
En esa declaración de afinidades, Faulkner aparece como una referencia constante, como un faro literario. A él le dedica uno de sus mejores ensayos, Una vida con Faulkner: “el escritor que más he admirado, el que más he leído, es una constante en mi vida, me ha influido como el cielo que me ha visto nacer o como el mismo lenguaje.”
En Una época troyana, otro texto imprescindible, escribe Benet estas líneas que son una declaración de principios y un programa intelectual, una forma de estar en el mundo y de mirarlo desde una óptica narrativa:
“La cualidad más decisiva para formar al creador, sobre todo en literatura (y que Shakespeare poseía en grado sumo), era una “capacidad negativa”, esto es, aquello que permite a un hombre sostenerse sobre la incertidumbre, las dudas y los misterios sin una irritable apoyatura en los hechos o en la razón.”
En el apéndice – Opiniones impertinentes- se recoge un buen número de pasajes de entrevistas en las que Benet practica la impertinencia o la provocación en sus ideas literarias sobre la novela y el compromiso, sobre la crítica y los lectores, sobre los editores o el estilo.
Se completa así una síntesis panorámica que en pocos párrafos insiste en las ideas que había ido perfilando entre Puerta de tierra (1970) y La construcción de la torre de Babel (1990) y que son el soporte teórico en el que se cimenta su renovadora obra narrativa.
Santos Domínguez