Thomas Love Peacock.
Abadía Pesadilla.
Prólogo de Carlos Pardo.
Traducción de María Cuenca Ramón.
El olivo azul. Córdoba, 2008.
Abadía Pesadilla.
Prólogo de Carlos Pardo.
Traducción de María Cuenca Ramón.
El olivo azul. Córdoba, 2008.
Una noche en la sátira titula Carlos Pardo el prólogo que ha escrito para Abadía Pesadilla, el antimanual satírico del Romanticismo que publica El olivo azul con traducción de María Cuenca.
Abadía Pesadilla es una parodia en clave de los temas y los autores de aquel movimiento que inauguró la sensibilidad contemporánea. Se pasean por su páginas, no siempre bien tratados, Percy y Mary Shelley, Byron y Coleridge, Wordsworth y el mismo Peacock, apenas encubiertos bajo nombres grotescos, como Lugubrino o Ceñudo, Marionetta Languídez, Hilarántez o Terríblez.
Se reúnen en una mansión en ruinas para recitarse poemas, para practicar ensoñaciones evasivas y viajes imaginarios a Grecia, para protagonizar un enredo amoroso en torno a las jóvenes Celinda y Marionetta.
Lo pintoresco, las ruinas, las desgracias amorosas y la desilusión sentimental, el culto a los muertos, las abadías medievales, los fantasmas y las calaveras, los pájaros nocturnos, la exaltación libertaria, la nostalgia de los oscuros tiempos feudales idealizados, lo exótico y los impulsos suicidas que constituyeron el universo temático del imaginario romántico son el objeto de la ironía de Peacock, uno de esos raros escritores capaces de reírse de sí mismos.
Con la literatura epistolar y Las penas del joven Werther al fondo, entre la mística y la nigromancia, con citas integradas en el texto y diálogos teatrales de tono exaltado y retórica hueca, Abadía Pesadilla es una autocrítica ingeniosa, una incursión en el tópico y una ridiculización del exceso gesticulador, la fantasmagoría y las grandes palabras en las que acabó embarrándose aquel movimiento radical y renovador:
- ¿Qué son los pantanos comparados con el amor?, ¿qué son los diques y los molinos comparados con Marionetta?, dice Lugubrino/Shelley.
- ¿Y qué es el amor, hijo, comparado con un molino?, le contesta su padre, Don Cristóbal Ceñudo.
Abadía Pesadilla es una parodia en clave de los temas y los autores de aquel movimiento que inauguró la sensibilidad contemporánea. Se pasean por su páginas, no siempre bien tratados, Percy y Mary Shelley, Byron y Coleridge, Wordsworth y el mismo Peacock, apenas encubiertos bajo nombres grotescos, como Lugubrino o Ceñudo, Marionetta Languídez, Hilarántez o Terríblez.
Se reúnen en una mansión en ruinas para recitarse poemas, para practicar ensoñaciones evasivas y viajes imaginarios a Grecia, para protagonizar un enredo amoroso en torno a las jóvenes Celinda y Marionetta.
Lo pintoresco, las ruinas, las desgracias amorosas y la desilusión sentimental, el culto a los muertos, las abadías medievales, los fantasmas y las calaveras, los pájaros nocturnos, la exaltación libertaria, la nostalgia de los oscuros tiempos feudales idealizados, lo exótico y los impulsos suicidas que constituyeron el universo temático del imaginario romántico son el objeto de la ironía de Peacock, uno de esos raros escritores capaces de reírse de sí mismos.
Con la literatura epistolar y Las penas del joven Werther al fondo, entre la mística y la nigromancia, con citas integradas en el texto y diálogos teatrales de tono exaltado y retórica hueca, Abadía Pesadilla es una autocrítica ingeniosa, una incursión en el tópico y una ridiculización del exceso gesticulador, la fantasmagoría y las grandes palabras en las que acabó embarrándose aquel movimiento radical y renovador:
- ¿Qué son los pantanos comparados con el amor?, ¿qué son los diques y los molinos comparados con Marionetta?, dice Lugubrino/Shelley.
- ¿Y qué es el amor, hijo, comparado con un molino?, le contesta su padre, Don Cristóbal Ceñudo.
Santos Domínguez