30/5/07

Descrédito del héroe



José Manuel Caballero Bonald.
Descrédito del héroe.
Lectura de Joaquín Pérez Azaústre.
Bartleby Editores. Madrid, 2007.

Cuando apareció en 1977 Descrédito del héroe, de José Manuel Caballero Bonald, que acaba de reeditar Bartleby en su serie Lecturas 21, su autor llevaba casi quince años sin publicar poesía. Desde Pliegos de cordel había editado, en la antología Vivir para contarlo, un anticipo, Nuevas situaciones, de lo que sería este Descrédito del héroe, un libro que abre una nueva línea en Caballero Bonald.

Un libro nocturno, como la excelente novela Ágata ojo de gato, escrita a la vez que los poemas de este libro oscuro y visionario en el que la memoria es no evocación sino indagación, no recuerdo sino conocimiento.

Este es un libro fundacional en el que están ya presentes, como en una obertura, temas, formas y actitudes que a partir de ese momento serán centrales en la poesía de Caballero Bonald, especialmente en los dos libros siguientes, Laberinto de Fortuna y Diario de Argónida.

Con el ejemplo de Juan Ramón Jiménez y de Cernuda, conviven en Descrédito del héroe el verso y la prosa, la memoria y la palabra, el sarcasmo y el culturalismo en una poesía alucinatoria, exigente en sus planteamientos estéticos y rigurosa en sus exigencias éticas.

Poesía como crítica moral, como búsqueda y revelación de lo que desconoce el poeta, memorial nocturno de gran densidad de contenido, de tensión verbal sostenida y enorme fuerza sonora, con Descrédito del héroe Caballero Bonald entra en su plenitud poética, en la plenitud de una poesía indagadora y depurativa, en la que la palabra asume una función alucinatoria que tiene en este libro la intensidad del fulgor y una carga eléctrica de alto voltaje.

Como suele ocurrir en sus libros, el poema inicial, Hilo de Ariadna, da muchas pistas sobre el tono y los temas del conjunto, sobre las claves y falsificaciones de la memoria. Termina así:

Si pudiera
reconstruir un solo

rincón de aquella playa

sin salida posible, si pudiera
volver al sitio aquel, reconocer
la cerrazón de la cabaña, andar
a tientas hasta el último
recodo del silencio, ¿oiría

algo distinto a la fricción
de unas piernas con otras, al barrunto

de alguien aproximándose

en lo oscuro? ¿Vería
aún desde allí, ya en el terrado
de Sanlúcar, asiéndome

al parteluz de la ventana, el bulto

azul de los faluchos y, más cerca,
la agitación de las fogatas

que encendían los sigilosos areneros?

Imágenes sin ojos
pasan
con más tenacidad que el giro

extenuante del recuerdo. Hortensia,

hija de Minos, no

es tarde todavía, ven, veloces

son las noches que hemos vivido ya:
aún estamos a tiempo
de no querer salir del laberinto.


Irracionalistas y a menudo herméticos, coexisten en estos poemas la exuberancia sonora, la ironía y un lenguaje que es instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras del poeta.

Poesía interrogativa cuya modernidad heterodoxa se elabora sobre el rico sustrato artificioso de Lucano, Mena o Góngora, hay en Descrédito del héroe un tono de fábula mitológica, como en Ágata ojo de gato, una tendencia constante a sustituir de la realidad por el mito, a fundir lo mitológico y lo lírico, lo narrativo y lo emocional, como en este Argónida, 13 de agosto, una indagación autorreflexiva en la realidad, en la memoria y en la biografía que lo convierten en uno de los textos emblemáticos del libro:

Luciente espejismo que vi
en los idus de agosto por la linde

crepuscular de la marisma, cerca
del arenal de Argónida,
mientras las monocordes
dependencias del sueño disputaban

su parte de ficción al predominio
de la brumosa realidad,
¿cómo podría yo olvidarme
no de lo incierto de esa historia

por nadie atestiguada,
sino de la razón que me ha asistido

desde entonces, habitante

de otro espejismo donde sólo
sigue siendo verdad lo que aún no conozco?

La lectura de Joaquín Pérez Azaústre, la espléndida lectura generacional de un poeta joven, destaca tres de las claves de este libro: Visión, lenguaje, música: en la sonoridad está el latido exacto de una voz acompasada.

Y, en una segunda parte, la lectura da lugar a la escritura, a una reflexión creativa que se acerca al collage con que un poeta homenajea a otro.


Santos Domínguez