13/5/07

¿Qué es la 'patafísica?



Enrico Baj.
¿Qué es la ‘patafísica?
Seguido del Calendario patafísico y otros documentos.

Traducciones de Carlos García Velasco,
Margarita Martínez y Cinthia Daiban.
Pepitas de calabaza. Logroño, 2007.


Para Enrico Baj (Milán, 1924 -Varese, 2003) la patafísica, la ciencia de las soluciones imaginarias que fundó Alfred Jarry, es una actividad anarquista, surreal, escandalosa y absurda, un ariete poderosísimo contra la ciencia, el robot consumidor y consumido, la masificación de la sociedad posindustrial, megaindustrial o industrial a secas. El triunfo de la imaginación frente al racionalismo economicista, el humor que desafía y desnuda al poder, la alegría de vivir pese a todo y contra todo. Lo explica el autor en este párrafo:

En el fondo la ‘patafísica, como el arte y como la anarquía, defiende el principio de la libertad y de la libertad existencial y recomienda precisamente la imaginación fantástica como la mejor arma de defensa para preservar por lo menos la autonomía de nuestro pensamiento.

En definitiva, y tal como la definió el propio Baj, en la falsa entrevista que simula ser este ¿Qué es la ‘patafísica?, se trata de una manera de resistencia del individuo contra toda forma de abuso de poder, de arrogancia.

Pepitas de calabaza ha reunido en un volumen esta obra y dos complementos imprescindibles para entender las claves de la patafísica, un Calendario Patafísico perpetuo y el Cymbalum Pataphysicum, un cuadro recopilativo de las Comisiones, Co-comisiones, Sub-Comisiones & intermisiones del Cymbalum Pataphysicum.

José Manuel Rojo ha escrito el prólogo y el epílogo de esta edición. Dos textos que sitúan la vida y la obra de Enrico Baj y de sus compañeros de la Internacional Situacionista en el marco de los movimientos de resistencia intelectual de la segunda mitad del siglo xx, herederos del dadaísmo y del Cabaret Voltaire.

Baj, pintor y escritor, fue una figura capital en las vanguardias culturales y artísticas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, un revolucionario y un artista en un tiempo en el que ser ambas cosas era inevitable, porque una implicaba a la otra. La creación artística, la imaginación y la poesía fueron su forma de ser y los vehículos con que ejerció una crítica feroz, sutil e irónica contra la degradación de la realidad contemporánea, del hombre contemporáneo, diríamos mejor, en una época que ha engendrado monstruos como Berlusconi o ese Andreotti que parece, en palabras de Baj, hijo de un Papa:

Más que vivir una vida real o aprender de los acontecimientos reales a través de un discurso coloquial o mediante la lectura de un periódico, accedemos al conocimiento de hechos monitorizados. Nuestras mismas emociones, que derivan de la visión de la sangre, de una tragedia o de un niño al cual se debe amputar una pierna o extirpar un ojo, se suministran normalmente por la televisión. Después de un cierto ciclo de representaciones de esas cosas, como ha ocurrido con la reciente guerra del Golfo o con la guerra yugoslava, se produce en nosotros la indiferencia y el rechazo de esas violencias sanguinarias. Totalmente privados de cualquier capacidad de entender y querer, caemos en brazos de FIAT y de Renault, de Dash y de Swatch, del «pague uno y llévese dos». Esa es la visión virtual, hacernos repeler y olvidar también nuestras más inmediatas reacciones humanas frente a la sangre, el homicidio, el hambre y lo que sea.

José Manuel Rojo cierra su epílogo, titulado Los robots no pasarán. De cómo el Cardenal de Anti-Espacio desafió a la Máquina de Descerebramiento, y qué sucedió después, con estas palabras, que reproducimos para terminar porque nos parecen el mejor resumen del libro:

Resistir, poner palos en las ruedas de la Máquina de Descerebramiento, esbozar un camino de salida hacia delante o hacia atrás o mejor hacia la otra parte, invocar los poderes perdidos y restañar lo roto, agitar a los que duermen bajo el letargo de la gran incubadora para que recuerden que el verdadero sueño está ausente, rehacer una a una las piezas del entendimiento humano, sabotear la mercancía, reinventar el amor y reapasionar la vida: todo es utópico, todo es imaginario. Son soluciones imaginarias, como la ‘patafísica, como la poesía. Por eso Baj no quería dejar de imaginar. Y esta será su última y mejor lección ‘patafísica. ¿Será verdad, como pensaba Alain Jouffroy, que «en la medida en que sean felices, los hombres futuros deberán a Baj algunos secretos de su alegría»?

Luis E. Aldave