17 noviembre 2015

Un paseo por la literatura de Grecia y Roma

Richard Jenkyns.
Un paseo por la literatura de Grecia y Roma.
Traducción de Silvia Furió.
Crítica. Barcelona, 2015.

A dos motivos -la distracción o el ejercicio- atribuye el Diccionario de la Academia las características del paseo. Y eso es exactamente lo que plantea Richard Jenkins en Un paseo por la literatura de Grecia y Roma que publica Crítica en su colección Ares y mares con traducción de Silvia Furió.

Un ejercicio gustoso cuyo itinerario se convierte en una espléndida guía de lectura de la literatura clásica por antonomasia, porque “la palabra clásico tiene varios significados habituales; este libro utiliza uno de ellos: un término descriptivo que abarca la antigüedad griega y romana hasta más o menos mediados del primer milenio d. C., pero el origen de la palabra reside en la idea de un cuerpo de obras con una autoridad especial y en el hecho de que, durante mucho tiempo, se consideró que los griegos y los romanos eran los pueblos que deberían enseñarnos a escribir, a esculpir, a construir y a pensar. En otro sentido, clásico se contrapone a romántico, debido a la idea de que la literatura clásica es la que más valora el control, las normas, la tradición, la disciplina y la belleza formal.”

De la épica homérica a la novela de Apuleyo, un recorrido por la raíz de la civilización occidental, por una literatura clásica en la que se conjugaron genialidad, profundidad y originalidad, pero también variedad y osadía, “un estudio razonablemente completo de los grandes autores y un retrato a grandes rasgos de la historia literaria” de dos lenguas y un milenio.

Y ante un horizonte tan amplio como ese, hay una necesidad previa de seleccionar lo relevante, las obras de los autores más estimulantes, de aquellos que han dejado una semilla inmortal que ha dado sus frutos en la literatura posterior: además de Homero -“Hoy en día, el criterio mayoritario es que hubo dos poetas, pero el problema no puede ser resuelto de manera concluyente. No obstante, sí podemos utilizar «Homero» como abreviación para los dos poemas juntos”-, los grandes trágicos griegos y los grandes historiadores latinos o los poetas de la Edad de Oro de la literatura latina: Virgilio, Horacio y Ovidio para articular una narración que incluya "lo mejor de lo que los griegos y romanos escribieron y mostrar en la medida de lo posible qué es lo que lo hace mejor.”

En ese paseo el lector encontrará a un Odiseo arrastrado por el viento este hacia el país de la fantasía y la aventura, al colérico Aquiles, un insólito guerrero, a Hesíodo y la historia de las edades, a Safo y el sufrimiento amoroso de su poesía pura.

Verá la serenidad de Píndaro, un espléndido análisis de la Orestiada de Esquilo, una obra tan inagotable “como el mar púrpura”, a Tucídides, que eliminó los dioses de la historia, a Sófocles y su Edipo rey, “magistral en cuanto a construcción” o a Platón, “un artista literario de alto nivel.”

Y llegará a la literatura latina, que conservó siempre su dependencia de la griega no sólo en el material argumental de la mitología, sino en la adopción de los modelos métricos griegos, hasta alcanzar con Virgilio su punto más alto y el resumen del canon de la antigüedad.

Se encontrará con Cicerón, de personalidad compleja y de obra sometida a valoraciones contradictorias; con Lucrecio y su fusión de poesía, ciencia y filosofía, de lo didáctico de lo heroico que venían de Hesiodo y de Homero; con Catulo y sus epigramas, que se mueven entre la meditación y el desconcierto, entre la sensualidad y la burla.

A Virgilio, el referente poético de la poesía clásica, se le dedica -como a Homero- un capítulo en el que se estudian sus Bucólicas y sus Églogas antes de llegar a la Eneida, que lo convirtió en el perfeccionista que creó un poema imperfecto.

Otros encuentros en este paseo: Propercio, excesivo y provocador, brillante y apasionado; Horacio, que “nos cuenta más sobre sí mismo que cualquier otro poeta antiguo” y dejó una huella imborrable en Shakespeare o en Ovidio, el “más joven, más rico, más frívolo y más prolífico” de todos los poetas de la época de Augusto, pero sobre todo un autor de intensa influencia en la Edad Media europea; el talento lacónico de Lucano en los epigramas y, ya al final del siglo I, en plena Edad de Plata, la narración oscura y poética de Tácito y Juvenal, el declamador que se ríe de sí mismo, dos autores muy distintos, pero que comparten además del talento “una especie de grandeza saturnina y un oscuro resplandor.”

Distracción y ejercicio, dos razones para acompañar a Richard Jenkyns en este paseo, porque “los antiguos griegos y romanos son nuestros padres, y en general han sido buenos padres”.

Santos Domínguez

16 noviembre 2015

Roberto Arlt. El amor brujo


Roberto Arlt.
El amor brujo.
Drácena. Madrid, 2015.

En 1932 Roberto Arlt publicaba su última novela, El amor brujo, un alegato contra el matrimonio burgués y la familia, una crítica de la moralidad burguesa y de los intereses económicos que se ocultan bajo la apariencia de una relación afectiva.

Con una mezcla explosiva en la que unen la parodia de la literatura de folletín, la crítica social y la herencia de Dostoievski, El amor brujo, que acaba de publicar Drácena en su serie Ficciones y relatos,  habla de un protagonista, el ingeniero Balder, un personaje en busca de su drama, y de su relación con la adolescente Irene Loayza.

Entre lo novelesco y lo teatral, entre el diario íntimo y el flujo de conciencia, entre el monólogo y el diálogo, entre la confesión y la narración, El amor brujo tiene como fondo un Buenos Aires presentado con mirada futurista y cinematográfica. Un espacio urbano que se convierte en la metáfora del choque de mentalidades y épocas a través del contraste entre la arquitectura tradicional y los soñados rascacielos de acero. Y a lo largo de todas sus páginas, la prosa potente y descuidada de Arlt, aquel malevo desagradable y extraordinariamente inculto que evocó Borges.

Santos Domínguez

13 noviembre 2015

Angelina Gatell. La oscura voz del cisne


Angelina Gatell.
La oscura voz del cisne.
Bartleby. Madrid, 2015.

Como en una despedida, Angelina Gatell reúne en las dos partes de La oscura voz del cisne un conjunto de poemas marcados por su tono elegiaco, por la presencia la muerte como una inminencia que desata la memoria -el ayer es mi historia y mi patria-, un componente fundamental en toda su poesía que se había acentuado en los últimos libros, Noticia del tiempo y Cenizas en los labios.

Pero esa oscura voz del cisne que canta en la cercanía de la muerte convoca con serenidad los recuerdos en forma de nombres y de afectos y los pone en orden para hablar de presencias y pérdidas, para rescatar imágenes confusas que el tiempo ha ido difuminando y que la palabra serena y firme de Angelina Gatell restaura como se restauran las fotografías antiguas, para curarse de la ausencia y para dejar constancia escrita de la vida como en un testamento hológrafo antes de que falten las palabras.

Una elegía imprescindible como la que da título al último poema de un espléndido libro en donde se reúne / la hermosa arqueología / de todo / lo que empecé a perder una mañana / del año veintiséis del siglo veinte.

Santos Domínguez

12 noviembre 2015

Kathleen Raine. Utilidad de la belleza


Kathleen Raine.
Utilidad de la belleza.
Traducción de Natalia Carbajosa.
Vaso Roto Cardinales. Madrid, 2015.

¿Qué es lo que le pedimos a la poesía hoy? Tal vez me equivoque respecto a lo que le pedimos exactamente, pero creo que no me equivoco si concluyo que el momento actual no le pide -ni recibe- lo suficiente. Mucha poesía publicada no parece marcarse ningún objetivo más allá de la descripción, a veces agradable, pero con la misma frecuencia desagradable, de cosas vistas o sentidas. Dudo que se aprenda algo de tales descripciones o de la expresión individual de estados subjetivos tal como se reflejan en tanta poesía contemporánea. Por el contrario, lejos de expandir nuestra conciencia, para comprender dichos estados a menudo hemos tenido que empequeñecernos, igual que Alicia, antes de penetrar en esa reducidas estancias que se nos abren. Tal vez el poeta gane algo al artícular y objetivar su neurosis (aunque dudo que esa sea la cura de almas que pretende ser), pero no alcanzo a comprender qué puede esperar el lector como ganancia.

Así comienza Utilidad de la belleza, el ensayo de la poeta y ensayista inglesa Kathleen Raine (1908-2003) que da título al conjunto de tres textos -Sobre el símbolo y Sobre la mitología son los otros dos- que Vaso Roto publica en su colección Cardinales con traducción de Natalia Carbajosa.

Un conjunto que reivindica la poesía de alto vuelo órfico y ambición visionaria que ha dado lugar a la poesía europea más potente, de Dante a Shelley o de Milton a Blake, sobre cuya obra escribió Kathleen Raine Ocho ensayos sobre William Blake, las páginas más esclarecedoras, publicadas no hace mucho por Atalanta.

Frente a las teorías positivistas y materialistas de la poesía, Raine reivindica la fuerza del símbolo y del discurso simbólico como cauce expresivo de un arte imaginativo que enlaza con la tradición de las epifanías y las revelaciones del poeta inspirado. 

Frente a una poesía rebajada a la expresión de emociones personales, anclada en temas triviales y limitada a la descripción directa de realidades palpables, hay en estos tres ensayos una defensa de la metáfora como método de conocimiento de la naturaleza profunda de las cosas, la visión interior de la realidad exterior de la poesía imaginativa y simbólica:

Para aquellos que están familiarizados con el lenguaje universal del discurso simbólico, es evidente de inmediato si un poeta (cuando escribe sobre mar o río, viento o jardín o cueva o pájaro) emplea esos términos como palabras tomadas del lenguaje universal, o de modo personal e imaginativamente ignorante; quienes conocen el lenguaje secreto lo reconocen enseguida o detectan su ausencia; mientras que, por el contrario, quienes no lo conocen puede que lean incluso la “Oda al viento de poniente” de Shelley bajo la impresión de que sus imágenes son meras descripciones de apariencias naturales; para ellos no existe diferencia de ninguna clase entre Shelley y Swinburne.

En esa reivindicación de la poesía numinosa, de la imaginación creadora basada en el símbolo y en la analogía, frente a la literalidad de lo que Raine llama el discurso cuantitativo del materialismo naturalista y del realismo, el mito ocupa un lugar fundamental.

Es una manifestación de ese arte imaginativo e intemporal, de la función reveladora del símbolo y el arquetipo frente a la razón discursiva del positivismo. Por eso afirma Kathleen Raine: dentro de las figuras poéticas, el mito es la más completa.

Y tras la reivindicación de la belleza como valor poético, pese a su descrédito en el realismo -Esta es al menos en parte la verdad inmemorial que subyace en “La belleza es verdad, la verdad belleza” de Keats. Los realistas que sostienen lo contrario: que la belleza es falsa porque no se corresponde con las imperfecciones de la realidad privan a la poesía de toda función, al tiempo que hacen de la realidad una prisión de la que no hay escapatoria- esta luminosa conclusión con la que Raine cierra su Utilidad de la belleza: 

La forma lírica es en sí misma la encarnación suprema del orden arquetípico, que está más cerca de la música y el número; es la belleza misma conformando palabras de por sí comunes; y como escribió Platón en el "Ión", no está al alcance del poeta que escribe desde su conciencia mundana, sino sólo en esa locura divina en la que la “otra” mente se apodera de él.

Toda una poética contenida en esas pocas líneas.

Santos Domínguez

11 noviembre 2015

El círculo de agua clara


Gavin Maxwell.
El círculo de agua clara.
Traducción de Manuel de la Escalera.
Hoja de Lata. Gijón, 2015.

Como un Thoreau del siglo XX, retirado a un paraje deshabitado de la costa occidental escocesa, entre las Highsland y las Hébridas, Gavin Maxwell publicó en 1960 El círculo de agua clara, un libro que llevaba muchos años descatalogado en España y que acaba de recuperar Hoja de Lata con traducción de Manuel de la Escalera.

La libertad, la soledad, la relación con la naturaleza, la descripción de un paisaje agreste y lejano recorren un libro que, en palabras de su autor, trata sobre mi vida en una casita solitaria de la costa nordeste de Escocia, de los animales que la compartieron conmigo y de los que fueron mis únicos vecinos en este paisaje rocoso y marino.

La Bahía de los Alisos, en una costa rocosa llena de cavernas de una belleza profunda y primaria anterior a la civilización es el paisaje en el que Gavin Maxwell, con un perro y una nutria como únicos compañeros, sitúa esta espléndida obra.


Un elogio de la vida retirada con una capacidad evocadora y una facilidad para transmitir en sus descripciones la visión plástica del paisaje que envuelven al lector en una vivificante experiencia de lectura.


Santos Domínguez

10 noviembre 2015

Shestov. Apoteosis de lo infundado


Lev Shestov.
Apoteosis de lo infundado.
Traducción y notas de Alejandro Ariel González.
Hermida Editores. Madrid, 2015.


Intento de pensamiento adogmático subtitula Lev Shestov (Kiev, 1866-París, 1938) su Apoteosis de lo infundado, un conjunto amplio y hondo de aforismos que publica Hermida Editores con traducción y notas de Alejandro Ariel González.

Adogmático y -habría que añadir- asistemático, porque se trata de un conjunto de pensamientos sueltos, de aforismos y reflexiones certeras como dardos que van directamente al núcleo de las preocupaciones morales, estéticas y literarias de Shestov, que decidió escribir un prólogo para justificar el uso de este género extraño en la tradición rusa, pero que representa uno de los precedentes de la modernidad, que hace del fragmento uno de sus cauces de expresión y de la variedad de asuntos uno de sus signos de identidad.

Con la libertad del pensamiento que fluye incluso contradictorio y que es consustancial al género, el tanteo en lo incierto, lo subjetivo, lo fragmentario, lo infundado es el campo de interés de estos textos porque las reflexiones inacabadas, desordenadas y caóticas que no conducen al objetivo previamente planteado por la razón, contradictorias como la vida misma, ¿no son acaso más próximas a nuestra alma que los sistemas -no importa su grandeza-, cuyos creadores procuraban no tanto conocer la realidad como “entenderla”?

Y porque además el orden con el que sueñan los filósofos existe sólo en las aulas, que tarde o temprano el hombre deja de hacer pie en el terreno firme y que tras ello, pese a todo, sigue viviendo sin terreno o sobre un terreno siempre vacilante, y que entonces deja de considerar los axiomas del conocimiento científico como verdades que no requieren demostración, que deja de considerarlos verdades y los llama mentira. Y que la moral, siempre que sea posible llamar moral su relación con el mundo y con las personas sin jugar con las palabras, considera el saber por las causas como el más imperfecto. Su lema: la apoteosis de lo infundado…

El aforismo es, por tanto, la manera de abordar un mundo fragmentario y vivo al que aludió Heine en la cita que abre la primera de las dos partes en las que se organiza el volumen, porque ¿cómo se puede exigir precisión y claridad en los juicios a aquellos a quienes la curiosidad ha condenado a errar por los arrabales de la vida?

Tolstoi y la ociosidad libre y consciente de la inacción, el hombre superfluo de Turguénev, el secreto de la armonía interior de Pushkin, Sócrates y Platón, Kant y Nietzsche, Gogol y Dostoievski, Shakespeare y Chéjov son referentes constantes en estas páginas, proclives a la ironía, como en estos dos ejemplos: 

Como se sabe, la coherencia es obligatoria sólo para los discípulos, no para los maestros.

La literatura trata siempre las cuestiones más complejas e importantes de nuestra vida, y sobre esa base los literatos se consideran las personas más relevantes. Con la misma razón los asistentes de un banquero, que siempre están dando vueltas alrededor del dinero, podrían considerarse millonarios. La importancia de las cuestiones incomprensibles e insolubles debería más bien desacreditar a los escritores ante nuestros ojos, pero estos saben hablar tan bien de sí mismos y de su elevada misión que, al fin y al cabo, terminan convenciendo a todos y -lo principal- también a sí mismos.

Unas páginas en las que Shestov denuncia la impostura de los tartufos:

Cuando el hombre advierte en sí  mismo un defecto del que no puede librarse por ningún medio, no le queda más que declararlo una virtud. Y cuanto más serio y grave sea el defecto, más imperiosamente se manifiesta la necesidad de ennoblecerlo. De lo ridículo a lo majestuoso también no hay más que un paso.

O se sitúa frente al dogmatismo: 

Las personas morales son las más vengativas y utilizan su moral como la mejor y más refinada herramienta de venganza. No se contentan simplemente con despreciar y condenar a sus prójimos; lo que ellas quieren es que su condena sea universal y obligatoria, es decir, que junto con ellas todo el mundo se pronuncie contra el condenado para que incluso la propia conciencia de este quede de su lado. Sólo entonces se sienten plenamente satisfechas y se tranquilizan. Salvo la moral, nada en el mundo puede producir resultados tan brillantes.

En la segunda parte -Sólo para los que no sufren de vértigo- Shestov ofrece aún una mayor amplitud de campo de interés, un rasgo que caracteriza la dispersión temática del género aforístico y la libertad de las deambulaciones del pensamiento. Una enorme variedad de temas sobre literatura y filosofía que apuntan finalmente a un mismo centro: la ética individual y la actitud del hombre ante la vida.

Dos ejemplos, dos exponentes del estilo de Shestov, de su capacidad para el análisis y de su ironía en relación con la creatividad literaria:

No sabemos formar poetas y decimos que poeta se nace. Desde luego, si obligáramos a un niño a estudiar diferentes modelos literarios, empezando por los antiguos y terminando en los modernos, no haríamos de él un poeta; de igual modo, nadie nos oiría en América por más fuerte que gritáramos en Europa. Para hacer al hombre poeta no es preciso “desarrollarlo” en el sentido habitual de la palabra. Quizás hasta convenga ocultar los libros de él. Quizás haya que realizarle alguna operación que a nuestros ojos nos parece peligrosa, funesta; por ejemplo, fracturarle el cráneo o arrojarlo desde un cuarto piso. Entiendo muy bien que estos métodos son arriesgados, y no tengo la menor intención de recomendarlos para su uso público en lugar de los viejos procedimientos pedagógicos. No se trata de eso. Lean la historia de los grandes individuos y poetas. Salvo John Stuart Mill y otros dos o tres pensadores positivistas cuyos padres eran letrados y cuyas madres eran virtuosas, ningún personaje notable puede jactarse, o mejor, quejarse de haber recibido una educación correcta. En su vida, el papel decisivo lo ha desempeñado casi siempre el azar, azar que nuestra razón no dudaría en calificar de absurdo si la razón se atreviera a levantar su voz incluso cuando se halla ante el éxito evidente. Algo al estilo de un cráneo fracturado o un salto desde un cuarto piso -no sólo en el sentido figurado, sino a menudo en el literal de estas palabras-: ese suele ser el comienzo, a veces admitido pero en general ocultado, de la actividad de un genio. 

El escritor que no sabe mentir con inspiración -y sólo hay que mentir con inspiración, habilidad que a no todos ha sido dada- gusta de fanfarronear de su franqueza y sinceridad. No le queda más remedio.

Santos Domínguez

09 noviembre 2015

Historia de la canción protesta


Dorian Lynskey.
33 revoluciones por minuto.
Historia de la canción protesta.
Traducción de Miquel Izquierdo.
Malpaso. Barcelona, 2015.

“Las canciones protesta se ven perjudicadas tanto por sus valedores incondicionales como por sus críticos más feroces. En tanto que los detractores desechan todo el muestrario como didáctico, tosco o simplemente aburrido, los entusiastas tienden a comportarse como si las buenas intenciones no precisaran un mínimo de calidad musical, cuando todo amante de la música sabe que la gente hace malos discos por razones encomiables y buenos discos por razones deleznables. El propósito de este libro consiste, ante todo, en tratar la canción protesta como una forma de música popular”, escribe Dorian Lynskey en el prólogo de 33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta, un monumental volumen centrado sobre todo en el ámbito anglosajón que publica Malpaso con traducción de Miquel Izquierdo.

Desde Strange Fruit, de Billie Holiday, que Time proclamó en 1999 la canción del siglo, y su denuncia de los linchamientos de los negros, la extraña fruta ahorcada que colgaba de los árboles, al American Idiot que Green Day dedicó a Bush con motivo de la invasión de Irak, un recorrido por la historia, la política, la sociedad y la cultura de las últimas décadas a través de 33 canciones –33 biografías de canciones, como ha señalado Lynskey– en las que Bob Dylan, Víctor Jara, The Clash, U2, Public Enemy, o Rage Against the Machine proyectaron su responsabilidad ética como agitadores de conciencias; usaron las canciones como armas arrojadizas contra la injusticia, las guerras, la pobreza o las dictaduras y pusieron letra y música a su compromiso, sus convicciones y actitudes a la espera de que alguien, explicaba Woody Guthrie, "tendrá tu mensaje en la cabeza, le dará vueltas y se dará cuenta.”

“No todas las canciones que aparecen en las páginas siguientes -advierte Lynskey- son artísticamente valiosas, pero muchas lo son, ya que el pop se crece ante la contradicción y las tensiones. El hueco que se abre entre la ambición y el logro, el sonido y el sentido, la intención y la recepción, se ve recorrido por una corriente de electricidad crepitante.”

Pero, añade, “casi todas las canciones que aparecen en este libro nacen de la preocupación, el enojo, la duda y, casi siempre, de la emoción sincera. Algunas son un derroche espontáneo de sentimiento, otras son panfletos elaborados con esmero; algunas son claras como el agua, otras cautivan por su ambigüedad; algunas son una respuesta, otras plantean preguntas imprescindibles; algunas fueron fruto de una valentía extraordinaria, otra se beneficiaron de una coyuntura excepcional. Hay tantas maneras de escribir una canción protesta como de escribir una de amor.”

This Land Is Your Land, de Woody Guthrie, una canción escrita en un hotel de mala muerte; la defensa de los derechos civiles por Pete Seeger en We Shall Overcome; el aire espectral de relato gótico de Masters of War, de Bob Dylan; Mississippi Goddam, de una Nina Simone ácida y llena de furia; el orgullo negro y coral de Say It Loud - I'm Black and I'm Proud, de James Brown; la autocelebratoria y pacifista Give Peace a Chance, de Lennon y la Plastic Ono Band, las últimas horas de Víctor Jara y Manifiesto, su canción inacabada...

Y así hasta Green Day y American Idiot, una canción en la era de la paranoia antiterrorista, al final de un recorrido que nos devuelve una imagen del mundo contemporáneo, porque, afirma Dorian Lynskey, “las mejores canciones políticas son periscopios que nos permiten ver una parte de la historia.” y "abren una puerta por la que se cuela el mundo exterior"

Y ante estas canciones surgen una serie de preguntas que plantea el propio autor de este volumen:

“¿Una canción protesta da mayor vigor tanto a lo político como a lo musical o sólo lo trivializa? ¿Pueden separarse sus méritos musicales de su significación social o esto último distorsiona y oscurece a los primeros? ¿Tiene de verdad el poder de cambiar mentalidades, por no hablar de decisiones políticas? ¿Expone con eficacia una cuestión vital ante un público nuevo o sólo la desvirtúa reduciéndola a unas pocas líneas, adaptándola a una melodía para ser interpretada ante personas a las que quizá les importe un rábano? ¿Se trata, ante todo, de una forma artística apasionante y necesaria o sólo de arte malo cuyo objetivo es distraer?”

Santos Domínguez

07 noviembre 2015

Rubén Martín Díaz. Arquitectura o sueño


Rubén Martín Díaz. 
Arquitectura o sueño.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2015.

Escribo porque pienso que es la forma más humana y sincera de vivir conmigo mismo. Escribo deshaciéndome en paisajes, retorciendo sueños, por un amor sin condiciones a la vida, afirma Rubén Martín en uno de los textos de Arquitectura o sueño, que publica La Isla de Siltolá.

Las prosas de este libro, organizado en cuatro partes, trazan el itinerario de un viaje que tiene como referente París, su paisaje urbano, sus edificios y sus monumentos, su río y sus museos, sus cementerios, sus tardes o sus árboles.

Pero ese viaje exterior, como suele ocurrir, dibuja el mapa de un múltiple viaje interior hacia el amor, hacia la escritura, hacia la conciencia creativa, hacia el centro. Un camino de perfección, un viaje a la armonía y al fondo de sí mismo a través de la arquitectura interior o del sueño creativo que ordena el mundo.

Es la escritura que propone el orden dentro del desorden, la fusión de los contrarios -dentro y fuera, noche y día, realidad y ficción, lucidez y sueño, porque ¿acaso la vida no obedece siempre a esta mecánica donde acaba el sueño y da comienzo la arquitectura que obra el día y su lucidez?

Y hay también mucho de fusión en la variedad de estos textos que van de las notas de lectura a los poemas en prosa, del aforismo a la anotación de dietario; de la reflexión sobre pintura y poesía a las evocaciones autobiográficas, pero siempre en una dirección: la que busca el propio centro en un orden sin orden /.../ Y es entonces cuando el hombre /.../ debe acometer fielmente su tarea: armonizar tal desorden. Esto es, fluir con la luz y hacia la luz.

Santos Domínguez

06 noviembre 2015

Poesía actual en lengua catalana


Alfons Navarret (ed.)
La necesidad y la esperanza.
Poesía actual en lengua catalana.
Antología bilingüe.
Libros del Aire. Madrid, 2015.

En su colección Jardín Cerrado, Libros del Aire publica La necesidad y la esperanza, una panorámica de la poesía actual en lengua catalana que muestra la voz de dieciséis poetas a los que une –señala el editor Alfons Navarret en el prólogo-  “el deseo de buscar una voz propia, y a la vez la esperanza de llegar a unos lectores que parecen cada día más escasos /.../ Y es que lo que en los años setenta y ochenta fue abundancia ahora se ha vuelto escasez: los autores actuales, los que vemos en la presente muestra poética y muchos otros, se han visto obligados a sobrevivir a la crisis económica que se ha cebado duramente con el mundo de la cultura. La poesía ya no da prestigio y tampoco genera grandes beneficios, y esto ha supuesto un cambio de orientación de los nuevos editores, que se han refugiado en la edición de premios y en los valores seguros, siempre a partir de ediciones de pocos ejemplares, cosa que ha supuesto una dificultad añadida para todos aquellos que continúan intentando dar a conocer su propuesta estética y su voz.”

El responsable de la edición, Alfons Navarret, que se ha ocupado también de la traducción de los textos, se declara consciente de que “toda antología, por muy extensa que se pretenda, deberá por fuerza hacer una reducción de la realidad a unas dimensiones que permitan controlarla y darnos una perspectiva de conjunto” y reconoce que “escoger es descartar, dejar a un lado, obviar las complejidades que una literatura guarda en su seno” y que por tanto “tradicionalmente, los criterios de inclusión habían sido muy subjetivos y en su totalidad dependientes de los gustos estéticos del realizador de la misma y de los distintos compromisos y amistades a las cuales debiera responder. Esto ha motivado que, muy a menudo, nos encontremos con acusadas ausencias y con presencias que no llegan a aportar gran cosa al conjunto.” 

Por eso ha querido fijar un criterio de selección claro: son los propios poetas los que se han responsabilizado de la selección: los poetas de esta antología cuentan con el apoyo de otros poetas mediante un sistema de votación que recoge aquellos mejor valorados por sus coetáneos. Y ese criterio se combina con el de la paridad de género, de manera que se incluyen aquí el mismo número de mujeres que de hombres.

Se completa así una antología cremallera, con ocho mujeres y ocho hombres, nacidos entre 1970 y 1986, no sólo en Cataluña, también en Valencia, Baleares, París o Italia, autores de una poesía que tiene en común la utilización del catalán.

Hay entre ellos una notable y enriquecedora variedad de tendencias, de temas, de estilo y de métrica. Entre lo confesional y los reivindicativo, entre el intimismo del sentimiento y la memoria de la niñez, cada poeta aporta cinco textos de diversa extensión, poemas en los que la reflexión sobre la palabra y la poesía convive con la meditación existencial.

Poemas directos y figurativos o elípticos y abstractos en los que los poetas fijan  su lugar en el mundo y perfilan su identidad en los espacios abiertos de la ciudad o en el ámbito cerrado de lo doméstico; en las estaciones de metro o en las sucesivas estaciones del año.

Una muestra significativa de la poesía que se está escribiendo ahora mismo en catalán, semejante –y ese es junto con el cuidado del lenguaje su rasgo más significativo- a la que se está escribiendo en otras zonas de Europa y América.

Un ejemplo, La mesa, después, del castellonense Josep Porcar:

Ahora la mesa limpia, triste, reseca, 
resaca del marasmo, como un cálculo 
de evasivas después de un teorema, 
infinita, de tan vacía, evanescente 
y brutal como una ecuación errónea 
que apenas vibra del haber 
al debe, del rocío al pozo, de mí a ti,
como una exclamación que fue plena 
en melodías, afinidades y decepciones.
Ahora la mesa limpia, expectante, este decir, 
un decir qué, un decir cómo, a qué islas, 
a qué fulgor encomendar la sal
que ha dejado de temblar, como yo, 
como todo, en el remanso de la ola.


Santos Domínguez

05 noviembre 2015

Cinco llaves del mundo secreto de Remedios Varo


Cinco llaves del mundo secreto 
de Remedios Varo
Atalanta Imaginatio Vera. Gerona, 2015.

Como una revelación y a la vez como un misterio define la pintura de Remedios Varo Alberto Ruy Sánchez en el prólogo –“Cinco pájaros salen del hielo”- que abre el espectacular libro Cinco llaves del mundo secreto de Remedios Varo con el que Atalanta aborda el universo creativo de Remedios Varo (Gerona, 1908-México, 1963) a través del enfoque multidisciplinar que sustenta los textos de Tere Arcq, Fariba Bogzaran, Peter Engel, Walter Gruen, Janet A. Kaplan y Sandra Lisci.

Cinco llaves para entrar en un mundo secreto y mágico: la llave esotérica que nos abre un nuevo modelo visual del universo; la llave arquitectónica que da paso a sus moradas del inconsciente y a su escenografía onírica; la llave literaria con la que accedemos a una pintura esencialmente poética y narrativa; la llave surrealista que nos permite entrar en los símbolos de este entramado pictórico y la llave onírica con la que penetramos en el fondo psicoanalítico de muchos de estos desconcertantes y magnéticos cuadros, herméticos y turbadores, que provocan en el espectador tanta inquietud como fascinación.

Una pintura en la que lo delirante forma parte de un sistema coherente de símbolos y formas, de manera que su discurso plástico, como señala Alberto Ruy Sánchez, “establece una rigurosa lógica del sinsentido” a partir de un complejo sistema conceptual y simbólico cuyas claves se explican detalladamente en este libro a partir de decenas de espléndidas ilustraciones que reproducen la parte fundamental de la obra pictórica de Remedios Varo.

Depurada técnicamente y sometida a una enorme precisión constructiva, en su pintura coexisten una inusual fuerza expresiva y una delicada fragilidad de formas y trazos y se conjugan la sensibilidad y la inteligencia, lo sensorial y lo conceptual para construir “un delirio que se vuelve lenguaje”, la expresión de una búsqueda abierta y paradójica llena de incertidumbre y de iluminaciones hasta encontrar en su etapa mexicana un lenguaje plástico propio que le permitió acercarse a otra realidad que está más allá de la percepción. 

Estas cinco llaves nos permiten acceder a un mundo tan potente como asombroso, “uno de los más grandes e inquietantes logros del arte moderno” en palabras del prologuista. Un mundo en el que una difícil combinación de coherencia y delirio -"pinta lentamente rápidas apariciones", decía Octavio Paz- genera una pintura en la que se desborda la imaginación pero que nunca deja de ser rigurosa y exigente consigo misma. 

Cinco claves que desentrañan los múltiples sentidos, las múltiples lecturas de estos cuadros enigmáticos, llenos de secretos y de iluminaciones, reflejos de una búsqueda espiritual que va más allá de la lógica y que concibe el arte como medio de conocimiento de lo invisible a través de la fusión de influencias diversas: arte y filosofía, ciencia y religión, alquimia y literatura, arquitectura y poesía.

Y como resultado de esa búsqueda, Remedios Varo funda una iconografía propia y la sitúa en medio de un universo que responde a leyes físicas y lógicas distintas de las racionales, en un espacio multidimensional que evoca la cuarta dimensión a la que sólo puede aspirar la pintura con su descomposición del espacio y la superposición de perspectivas.

Pero además dota a esta pintura de un evidente carácter narrativo: sus cuadros están concebidos como relatos desde su imaginería hermética y su simbología literaria para construir una obra que se alimenta de un fondo conceptual y onírico, visionario y poético, que va de los cuentos de hadas a las correspondencias órficas de Baudelaire, de Bretón a Péret, de la influencia del Bosco, el Greco o Goya al surrealismo como estímulo creativo y a los sueños alquímicos de transformación que están en la raíz de su iconografía fantástica. 

Un volumen cuidado hasta el último detalle para ofrecer al lector un recorrido visual por la pintura mágica y turbadora de Remedios Varo a través de decenas de ilustraciones a toda página que reproducen unos cuadros sobre los que flota un silencio misterioso y solitario.

Santos Domínguez

04 noviembre 2015

Lo que dicen los dioses


Alberto Ávila Salazar.
Lo que dicen los dioses.
Versátil Ediciones. Barcelona, 2015.


La fusión de géneros, la hibridación de subgéneros y la integración de niveles estilísticos son algunos de los rasgos fundamentales de la posmodernidad artística y una de las tendencias más significativas de la narrativa posmoderna.

Lo confirman entre nosotros las últimas novelas de Muñoz Molina y Javier Cercas y también Lo que dicen los dioses, en la que Alberto Ávila Salazar funde subgéneros narrativos como la novela negra o el relato gótico de fantasmas que tiene en el Henry James de Otra vuelta de tuerca o El altar de los muertos su modelo más acabado.

En torno al eje de unos crímenes cometidos en el Madrid de la primera posguerra por Rosendo, un carnicero asesino de niñas, obseso sexual convencido de ser un instrumento al servicio de seres superiores, esa fusión se prolonga en la superposición de tiempos y espacios, en un eficaz diseño en el que se complementan dos investigaciones: una policial en los años 50, llevada por el comisario Iríbar, y otra periodística, de la mano de la joven periodista Mariana, que retoma el caso en el 75.

Sobre la estructura policiaca básica de Lo que dicen los dioses se levanta otra trama relacionada con la literatura de fantasmas. Y las dos quedan conectadas por un personaje crucial: Serena, la medium italiana que se convierte en una sensitiva cuando enviuda y en 1954 ve a cuatro o cinco chicas muy jóvenes y vestidas de novia una vez que el asesino ha huido a América. 

Y a partir de ese planteamiento se da una vuelta de tuerca al género: desde las primeras páginas se sabe quién ha sido el asesino, cuáles han sido sus móviles, se descubren los cadáveres de las cinco niñas e incluso el carácter de iluminado de Rosendo, que tiene una experiencia epifánica ante la estatua de Cibeles el día que las tropas franquistas la dejan al descubierto tras la guerra civil.

Ante la presencia de la estatua, a la altura del Ministerio del Ejército capta a su primera víctima, una niña de diez años con la que esa misma noche, creyéndose impulsado por fuerzas sobrenaturales, comete su primer asesinato.

Si el interés del lector crece vertiginosamente en lugar de desinteresarse de la intriga, es un mérito que habla de la capacidad narrativa de Alberto Ávila Salazar, que ya había dado muestras de su solvencia en Todo lo que se ve, del sólido trazado de los personajes, del manejo eficaz de varios tiempos y diversos espacios, de su soltura en la técnica del flashback, de la agilidad en el ritmo del relato y de su mirada cinematográfica, de la que ha dado muestras en la realización de algunos cortometrajes.

El presente y el pasado, los dioses y los hombres, lo público y lo privado, lo visible y lo invisible, lo natural y lo sobrenatural, lo aparente y lo oculto, la cordura y la demencia acaban difuminando sus fronteras y construyendo una imagen de indeterminación de la realidad que como señala en su prólogo el editor, David G. Panadero, da la clave de la intriga desde el título.

Hablaba al principio de la fusión de subgéneros en Lo que dicen los dioses. Pero no es lo fundamental ese carácter híbrido, sino el acierto con que las peculiaridades narrativas de esos modelos genéricos se ponen al servicio del interés de la historia, sostenida por unos personajes complejos, llenos de matices y con un comportamiento nada plano.

Por eso Madrid, a través de distintos tiempos y lugares, acaba desempeñando un papel central en la novela, en la que hay una ciudad visible y otra oculta donde en plena posguerra nacional católica persisten los cultos paganos y los crímenes rituales consagrados a Cibeles, una diosa cruel ávida de la sangre de los sacrificios. 

Santos Domínguez


03 noviembre 2015

Goya Gutiérrez. Grietas de luz



Goya Gutiérrez.
Grietas de luz.
Vaso Roto. Madrid, 2015.

Una mirada hacia la casa:
sus cuadros enmarcando
los signos a la umbría de siluetas informes,
albergue de lo apenas intuido, lo que se desconoce,
lo no concebido, lo no nato, lo que aún no se descarna,
lo que aún no sucumbe, lo empezado a mermar.
Lo no renovado, lo aún no regresado hacia sí mismo,
lo no ausente, lo ya comenzado a abrir la noche
colgando en las paredes del tiempo que habitamos,
del resto de lo que nos faltaba por vivir.

Con esos versos comienza Desde la oscuridad, el primero de los poemas con que Goya Gutiérrez construye Grietas de luz, que edita Vaso Roto. 

Y desde esa mirada inicial hacia el pasado, desde esa oscuridad y desde ese aún, las tres partes de este libro trazan un itinerario emocional que va de la ausencia al con-vivir que cierra el último poema, del dolor a la promesa, de la pérdida al encuentro.

Los textos de Grietas de luz desarrollan una concepción de la poesía como consuelo y como refugio, como conocimiento pero sobre todo como salvación del náufrago en tierra firme. Poesía que explora la memoria y sana las heridas y levanta un antorcha de esperanza para iluminar en lo oscuro y se proyecta en el paisaje con palabras que levantan el vuelo y abren grietas de luz en la sombra.

Desde el interior opaco a la luminosa transparencia del aire, desde lo subterráneo al alto vuelo del ave, estos textos describen -como los pájaros que los sobrevuelan- vuelos circulares: todos sus poemas llegan al último verso para volver al título, tomado de ese verso de cierre que es también de esa manera su apertura, porque en su principio está su fin como en un eterno retorno:

un retorno sin fin hacia otra boca, 
hacia otro orden

 Santos Domínguez

02 noviembre 2015

Mihai Eminescu. Cezara


Mihai Eminescu. 
Cezara.
Traducción de Doina Făgădaru.
Ardicia. Madrid, 2015.

Era una mañana de verano. El mar extendía su azul infinito y, paulatinamente, el sol ascendía en la profunda serenidad celeste. Tras el largo sueño de la noche, las flores despertaban lozanas. Las rocas negras exhalaban vapor a causa del rocío, tornándose grises poco a poco; de vez en cuando, pequeñas lascas de arena se desprendían de ellas perezosamente.
Hacia el oeste, entre unos picos, se erigía el antiguo monasterio. Semejante a una fortaleza, se encontraba por completo rodeado de zarzas, detrás de las cuales apuntaban las copas verdes de algunos chopos y castaños. Los puntiagudos tejados de tejas mugrientas, la parda cúpula de la iglesia, la muralla derruida e invadida en su abandono por las malas hierbas,  las rojas  hormigas que colonizaban cada rincón en largas procesiones -avanzando bajo el sol con enorme parsimonia-, el secular portalón de roble, las escaleras de piedra, rotas y desgastadas de tanto trasiego... Todo  hacía pensar que aquello era, más que una vivienda propiamente dicha, un montón de ruinas por las que andar curioseando.

Así comienza Cezara, una novela corta del rumano Mihai Eminescu (1850-1889) que Ardicia publica por primera vez en español con traducción de de Doina Făgădaru.

Más conocido por su obra poética, considerado el padre de la literatura rumana, fue un romántico tardío, exaltado y bohemio, que contribuyó decisivamente a la creación de una identidad nacional que se concretó en la unificación política de Rumanía en 1877.

Un año antes había publicado esta novela en la que reunió los rasgos característicos de un romanticismo que aquellas alturas del siglo había sido superado en la mayor parte de la literatura europea: el amor pasional de Cezara y el satanismo de Ieronim, la naturaleza como reflejo de los sentimientos, las ruinas y la muerte, el ensoñamiento y la evasión, el irracionalismo y una mezcla de hastío y exaltación que se acaba proyectando en el estilo algo grandilocuente de su constante voluntad descriptiva.

Con un aire narrativo que se mueve entre la leyenda y el cuento de hadas, la edición de Cezara se completa con El pobre Dionis, una narración anterior que comparte con ella ese mismo aire de fábula sentimental al servicio de una meditación casi metafísica sobre el destino y la identidad, el tiempo y el espacio, el sueño y lo demoniaco o la transmigración de las almas. Un paseo por las zonas oscuras a través de un relato fantástico en el que la reflexión tiene como fondo una escenografia inconfundiblemente romántica y como apoyo un fragmento de una carta de Téophile Gautier que corrobora la tesis misteriosa del relato.

Santos Domínguez

30 octubre 2015

Pablo García Baena. Antología poética (1946-2006)


Pablo García Baena.
Mientras cantan los pájaros.
Antología poética (1946-2006).
Edición de Felipe Muriel.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2015.

“Poeta de ascendencia platónica, concibe la poesía como rapto, como fuego que consume y se adueña del espíritu, como un don. A pesar de la fuerza numinosa que le anima a escribir -Viene cuando ella quiere- es un poeta que domina su oficio. Del grupo Cántico es el más preocupado por la palabra exacta, el modulado del verso y el ritmo. /.../ Como los románticos ingleses, García Baena encuentra la inspiración inicial en la realidad visible. Las impresiones sensoriales espolean el poder de la imaginación, que proyecta su luz mágica sobre las cosas resignificándolas”, escribe Felipe Muriel en el extenso estudio introductorio que abre la edición de Mientras cantan los pájaros, una amplia antología de la poesía de García Baena que publica Cátedra Letras Hispánicas.

Pablo García Baena (Córdoba, 1921) es uno de los poetas españoles fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. En 1947, junto con Ricardo Molina, Julio Aumente y Juan Bernier, fundó la revista Cántico, de importancia capital en la renovación de la poesía española contemporánea. En torno a esa revista se organizó un grupo de escritores andaluces que practicaban una poesía de gran exigencia estética y recuperaban la brillante tradición culta del 27 que había interrumpido la guerra civil.

Alejado por igual del oficialismo madrileño del grupo Garcilaso y de la fría luz leonesa de la reivindiicativa Espadaña, el grupo Cántico fue una realidad literaria equidistante del preciosismo retórico de unos y del tremendismo negro y solanesco de los otros. Frente a la poesía arraigada y a la del desarraigo, Cántico creó un oasis de calidad en la poesía española de los años cuarenta y cincuenta.

De todos los poetas del grupo, Pablo García Baena es el de obra más sólida y dilatada. La publicación de sus libros se ve marcada por un prolongado silencio central. Al comienzo edita con evidente continuidad Rumor oculto (1946), Mientras cantan los pájaros (1948), Antiguo muchacho (1950), Junio (1957) y Óleo (1958). Hay luego un largo paréntesis hasta que en 1971 Almoneda recupera la voz de García Baena, que tiene una de las cimas de su segunda madurez en Antes que el tiempo acabe (1978). Y tras recopilar en Recogimiento su obra escrita entre 1940 y 2000, en 2006 añadió a su bibliografía poética un libro mayor: Los Campos Elíseos.

Marcada por la influencia del simbolismo juanramoniano, de Cernuda y los metafísicos ingleses, de Góngora y Aleixandre, la poesía de Pablo García Baena, de palabra estilizada y exuberante, es a la vez meditativa y sensual. Su tono elegiaco ante el tiempo y su marcado pesimismo de fondo no ocultan una celebración constante de la vida, la belleza y la naturaleza.

Cuerpo y espíritu, ascetismo y sensualidad, paganismo y religiosidad se funden con naturalidad en la poesía de Pablo García Baena, un tapiz tejido con la reunión de palabra, mirada y música sobre la que se levanta el conjunto de su obra.

Así en este Viernes Santo:

Y está el Pretorio frío con el alba,
jaspes yertos, columna,
y desnudo, desnudo hasta la sangre,
nos desnudamos, rito, sobre el lecho, cordeles lacerantes
de los besos, caricias aprietan,
tiran, tinta la res del sacrificio,
soldados, carcajadas, extinguidas antorchas humeantes,
oh, qué hambrienta vesania, brasas, bocas
ardiendo, crepitantes leños rojos,
la túnica de loco arrodillado busca,
ya no blanca, ni grana, ni violeta,
sí rígida por las costras,
por el rayo fulmíneo que derriba
y no apagues la luz quiero verte los ojos.

Misterio y precisión son dos de las claves creativas de una poesía que surge de un conocimiento transfigurado y de la mirada elegiaca ante lo que fue –las palabras son del propio García Baena- gloria momentánea: canción, carne, perfume. Dos claves de una poesía de la mirada que culmina en Los Campos Elíseos, donde se vuelven a fundir el misterio y la precisión que reivindica en el primer texto de ese libro, El concierto, un poema en el que se dan cita esas dos claves de toda la poesía de Pablo García Baena:

El joven violinista del cabello revuelto,
la mano del arco en el regazo amado
dice: tal vez sea la música,
igual a esa palabra almenada,
sólo misterio y precisión.

Precedida de un estudio sobre las ideas estéticas y la concepción de la poesía en García Baena y con un análisis minucioso de cada uno de sus libros y de comentarios sobre sus textos más significativos, esta generosa antología recoge más de la mitad de su obra publicada, además de un inédito de 2009 –El verano – y tres poemas no incluidos en ninguno de sus libros.

Con esta antología el lector tiene una muestra inmejorable de la poesía - esa arpa tensa ansiosa de vibrar entre los dedos solemnes de la noche del monumental Llanto de la hija de Jephté- de García Baena, puede acceder a las claves de su intensidad emocional y comprobar su tensión verbal, recorrer las constantes temáticas y tonales que atraviesan sus libros o conocer la importancia de las artes plásticas y la asimilación poética y vital del universo clásico en la configuración de su estética.

Santos Domínguez




29 octubre 2015

Cavafis. Poesía completa



C. P. Cavafis.
Poesía completa.
Traducción de Juan Manuel Macías.
Epílogo de Vicente Fernández González. 
Pre-Textos. Valencia, 2015.

Cuando,  de pronto, se deje oír a medianoche
el paso de una invisible comitiva, 
con músicas sublimes y con voces,
tu suerte que cede, tus obras
malogradas, los planes de tu vida
que acabaron todos en quimeras, será inútil llorarlos.
Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,
despídete de ella, de l a Alejandría que se marcha.
Sobre todo, no te engañes, no digas que fue
un sueño, ni que se confundieron tus oídos;
no te rebajes a tan vanas esperanzas.
Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,
como te corresponde por haber merecido tal ciudad,
quédate firme frente  a la ventana
y escucha con emoción 
- no con las súplicas y las quejas de los cobardes-
el rumor, cual un último deleite,
los sublimes instrumentos de la secreta comitiva,
y despídete de ella, de la Alejandría que pierdes.


Así suena El dios abandona a Antonio en la traducción de Juan Manuel Macías para la edición bilingüe de la Poesía completa de Cavafis que acaba de publicar Pre-Textos en su Biblioteca de Clásicos Contemporáneos con epílogo de Vicente Fernández González.

Escrito con ese tono de voz inconfundible de Cavafis, un tono del que Auden decía que no puede ser descrito, sólo imitado o parodiado, con una voz que no envejece, ese texto memorable podría ser la cifra de una poesía que intenta retener por un momento el brillo de lo efímero desde la memoria de las pérdidas.

El dios abandona a Antonio es un poema que ha deslumbrado a generaciones de lectores, a Cernuda ("me parece una de las cosas más definitivamente hermosas de que tenga noticia en la poesía de este tiempo”), a Gil de Biedma o a Leonard Cohen, que se inspiró en este poema memorable para escribir una de sus canciones más prodigiosas, Alexandra Leaving.

Lo contaba Plutarco en sus Vidas paralelas: Antonio supo una noche en Alejandría que el dios familiar le había abandonado a su suerte ante Octavio. Sobre ese momento, que va más allá de la anécdota histórica y se convierte en metáfora del hombre que asume con valentía conmovida su destino mortal, Cavafis escribió en 1911 uno de los grandes poemas del siglo XX.

Fue el primer poema de Cavafis que se tradujo al inglés, y E. M. Forster, que evocó al poeta por las calles de Alejandría, utilizó sus versos en 1922 como centro de un magnífico libro sobre la ciudad: Alexandria: A History and Guide.

En esos versos se pueden resumir las claves fundamentales de la poesía de Cavafis: Alejandría, la ciudad helenística, "la capital del recuerdo" –como la definió Forster-, portuaria, decadente y cosmopolita en la que nació y murió el poeta el mismo día del mismo mes, el 29 de abril (1863-1933).

Y en torno a ese eje espacial, a esa ciudad en la que se cruzan el pasado y el presente y la historia antigua con el destino personal, crece una poesía elegiaca en la que la historia es una metáfora del presente, un ingrediente fundamental de una escritura iluminada muchas veces por la tenue luz melancólica de una vela temblorosa. 

Porque, como escribe Juan Manuel Macías en su prólogo, “a pesar del juego temporal que superpone épocas y motivos, Cavafis escribe siempre desde un inevitable presente, y su poesía habla sin embozo al presente del lector posible que quiera acogerla.”

Cavafis decía “soy un historiador-poeta” y con frecuencia un personaje de la antigüedad -Juliano el Apóstata, Nerón, Antíoco, Herodes Ático, César- o el recuerdo de un episodio histórico le sirven para hablar sin patetismo del viaje, la soledad, la destrucción del tiempo o de su homosexualidad, para asumir con dignidad su destino en unos poemas crepusculares que dejaron una honda huella en el último Cernuda y en Gil de Biedma y, a través de ellos, en la poesía española contemporánea.

En aquella Alejandría en la que convivían tres culturas: la griega, la egipcia y la británica, Cavafis escribió casi toda su obra en griego, pero marcó de forma decisiva la literatura anglosajona, de Durrell a Eliot, de Forster a Auden, que escribió sobre él estas palabras:

"¿Qué es entonces lo que, en los poemas de Cavafis, sobrevive a la traducción y es capaz de emocionar? Algo que sólo puedo llamar, aunque de forma insuficiente, un tono de voz, una forma personal de hablar. He leído numerosas traducciones de Cavafis, muy distintas entre sí, y puedo asegurar que todas ellas son inmediatamente reconocibles como un poema de Cavafis; nadie más podría haber escrito poemas como esos."

Pocos poetas tendrán tantos poemas recordables y tan intensos como Ítaca (Ten siempre a Ítaca en la mente./ Llegar allí es tu destino), otro poema de 1911, como Idus de marzo (Huye de la grandeza, oh alma) o los más antiguos Murallas (Fuera del mundo, sin darme cuenta, me encerraron), Esperando a los bárbaros (Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros) o La ciudad, el poema que Cavafis prefería de entre los suyos, que se cerraba con estos versos desolados:

No habrás de hallar nuevos sitios, ni encontrarás otros mares.
Te seguirá la ciudad. Las calles donde deambules
serán las mismas. En estos mismos barrios te harás viejo.
Y mudarás a gris en estas mismas casas.
Siempre vendrás a esta ciudad. A otros lugares -ni lo esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Igual que malgastaste aquí tu vida, en este rincón menor,  
así la has arruinado en el resto de la tierra.

Juan Manuel Macías ofrece en una cuidadísima edición que recoge los 154 poemas canónicos seleccionados por el propio poeta, además de los poemas ocultos, inéditos hasta 1968,  y de tres poemas en prosa, un conjunto que fija el corpus poético completo del autor alejandrino. 

Y algo más, su traducción de Cavafis propone una nueva lectura de su obra, porque, como señala en su prólogo, “ante la poesía, la lectura crítica más extrema es una traducción.” 

Una traducción de la que Vicente Fernández escribe en el epílogo: “tras la lectura de esta nueva traducción de los poemas de Cavafis compartimos agradecidos, con el traductor, la pasión y la mirada, junto al deslumbramiento de nuestro propio, humano, necesariamente incompleto, viaje a Ítaca.”

Santos Domínguez




28 octubre 2015

Lo que miran los vagos


Pedro Sorela.
Lo que miran los vagos.
Menoscuarto. Palencia, 2015.

Es una tarde inmóvil, en Tánger, tan inmóvil que casi se puede ver el tiempo pasar, cuando el hombre llega a la plaza de los Cañones, también llamada De los Vagos por la cantidad de hombres que ahí, por la tarde, se sientan a ver... a ver... qué es lo que miran los vagos es un misterio. No es el paso del tiempo, es otra cosa.

Con párrafos como ese, Pedro Sorela consigue atrapar al lector y envolverlo en el mundo de sugerencias que recorren los relatos de Lo que miran los vagos, un volumen que publica Menoscuarto Ediciones en su colección Reloj de arena.

Veintitrés relatos unidos por el tema del viaje; de un viaje planteado no como desplazamiento geográfico, sino como búsqueda de lo inalcanzable, de una realidad inaprensible que no está más allá de nosotros, sino más acá, más hacia dentro que hacia fuera.

De Tokio al Bilbao de la posguerra, de Bogotá a Lisboa, de Bangkok a un château francés, los cuentos de este libro delatan a un escritor que disfruta contando y que hace transitiva esa capacidad para narrar y ese gusto por contar. Por eso los relatos de Lo que miran los vagos son una invitación constante al lector, un arte de la sugerencia que habla no sólo del paisaje que ven los ojos sino sobre todo de la experiencia interior del viaje.

Santos Domínguez

26 octubre 2015

Kierkegaard. Diapsálmata


Søren Kierkegaard.
Diapsálmata.
Traducción del danés, introducción y notas 
de Enrique Bernárdez.
El Jardín de Epicuro.
Hermida Editores. Madrid, 2015

¿Qué es un poeta? Una persona desdichada que oculta hondos sufrimientos en su corazón, pero cuyos labios son de tal naturaleza que si de ellos brotan sollozos y alaridos, suenan como una bella música. Le sucede como al desdichado que era torturado lentamente, a fuego lento en el toro de Falaris, y cuyos alaridos no llegaban hasta los oídos del tirano para horrorizarle, pues a éste le sonaban a dulce música. Y las personas se apiñan en torno al poeta y le dicen: vuelve a cantar, es decir, deja que los sufrimientos atormenten tu alma y que tus labios conserven su anterior forma; pues el alarido no haría sino angustiarnos, pero la música es deliciosa. Y los críticos intervienen diciendo: cierto es, así ha de ser según las reglas de la estética. Ahora bien, se entiende, un crítico se asemeja también a un poeta como una gota de agua a otra, con la salvedad de que aquél no tiene sufrimientos en el corazón ni música en los labios. Y por eso prefiero ser porquero en Amager y que me entiendan los cerdos, antes que ser poeta mal entendido por las personas.

Es el primero de los textos breves que forman parte de Diapsálmata, un conjunto de textos breves y reflexivos que, entre el microrrelato, la fábula y el aforismo, escribió Kierkegaard en 1843, a los treinta años.

Con su cuidado habitual lo publica Hermida Editores con una nueva traducción directa del danés a cargo de Enrique Bernárdez, autor de un esclarecedor prólogo y de las notas que iluminan los textos.

Exponentes iniciales y esbozos del existencialismo cristiano de Kierkegaard, se suceden los recuerdos, los comentarios o las sentencias en estos textos cuyo título alude a una pausa entre los salmos, a “un instante sin voz y sólo con el sonido de un instrumento musical al final de cada uno de los salmos del rey David”, como señala Enrique Bernárdez en su introducción.

Precedidos de un prólogo del propio autor, que atribuye la obra a dos autores anónimos mediante el socorrido recurso del manuscrito encontrado, estos textos breves se mueven entre la filosofía y la literatura, entre el ensayo y la fantasía imaginativa. Son anotaciones autobiográficas, esbozos y preludios de ideas que desarrollará en obras posteriores, expansiones sentimentales y desahogos de los estados de ánimo en torno a temas como el amor y el tiempo:

Esta es mi desventura: a mi lado va siempre un ángel de la muerte, y no es la puerta de los elegidos la que embadurno con sangre como señal de que ha de pasar de largo ante ellas; no, es precisamente la puerta de aquellos en la que entrará…, pues sólo el amor recordado es feliz.

Aparece con frecuencia en estos textos un pesimismo existencial que en ocasiones convive con un innegable vitalismo en torno al conocimiento y el dolor, el pensamiento y la música, la escritura y la vida: 

La vida se me ha vuelto una bebida amarga, y sin embargo hay que tomarla como las gotas, despacio, contándolas.

Estas pocas páginas contienen una expresión condensada de las preocupaciones vitales y filosóficas, éticas y estéticas del danés. Lo resume Enrique Bernárdez en estas líneas:“con un tono que con frecuencia pasa de lo irónico a lo humorístico, estas breves piezas vienen a representar, por tanto, algo así como una condensación del mundo filosófico de Kierkegaard.”

Un ejemplo final:

Ay, la puerta de la felicidad no se abre hacia dentro, no podemos entrar por ella como una tromba, dándole un empujón; sino que se abre hacia afuera, y nada se puede hacer.

Santos Domínguez

24 octubre 2015

Psicogeografía



Merlin Coverley.
Psicogeografía.
Traducción de Pilar Cáceres.
Carpe Noctem. Madrid, 2015

Aunque sus límites son aún imprecisos, la psicogeografía es una disciplina que se sitúa en un territorio donde se cruzan la psicología y la geografía para explicar la repercusión de los espacios urbanos en el comportamiento.

Prácticamente desconocida en España, Carpe Noctem publica, con traducción de Pilar Cáceres, Psicogeografía, de Merlín Coverley, una interesante introducción a esta disciplina y una renovadora aproximación a las tradiciones literarias en las que se origina este método: desde Defoe, Blake o De Quincey hasta Baudelaire y Benjamin.

Un recorrido en el que se acompaña al paseante sin rumbo, al caminante nocturno o al viajero mental en sus travesías por dos espacios urbanos: Londres y París. Imágenes de la ciudad y la vida urbana del paseante que vagabundea sin rumbo para anotar luego sus observaciones (Defoe), del que busca la ciudad espiritual que oculta la trama urbana visible (Blake), de los paseos a la deriva estupefaciente de De Quincey, de la deambulación como un arte en Arthur Machen o de la cartografía londinense de Iain Sinclair. 

Y, cómo no, el  flâneur que atraviesa los libros de Baudelaire, que tiene su precedente en El hombre de la multitud de Poe.

Santos Domínguez

23 octubre 2015

Wilfred Owen. Poesía completa



Wilfred Owen.
Poesía completa.
Traducción e introducción 
de Antonio Linares Familiar.
Linteo. Orense, 2015.


Esta noche, la helada se apropiará de este fango y de nosotros,
marchitando muchas manos, frunciendo la frentes vigorosas.
La comitiva fúnebre, con picos y palas asidos temblorosamente,
Se para ante rostros medio conocidos. Todos sus ojos son hielo,
pero nada sucede.

Así termina Intemperie, uno de los poemas más estremecedores de Wilfred Owen que Antonio Linares Familiar ha traducido para la edición bilingüe de su Poesía completa en Linteo.

Owen murió en acción de guerra a los 25 años, cuando faltaba una semana justa para que terminara la Primera Guerra Mundial. Era el 4 de noviembre de 1918 y hasta entonces sólo había publicado tres poemas, pero el tiempo le convertiría póstumamente en el más significativo de los poetas que murieron en aquella masacre ilimitada.

En Tengo una cita con la muerte, la antología de poetas muertos en la Primera Guerra Mundial que publicó esta misma editorial, Owen era el poeta más relevante incluso cuantitativamente: se seleccionaban de él seis poemas y se le dedicaban veinticinco páginas.

Fue la experiencia traumática de la Primera Guerra Mundial la que provocó en él un terremoto interior que le hizo pasar del sosegado esteticismo tardorromántico y su naturaleza armónica a una poesía que se convierte en denuncia de la crueldad de la guerra de la que fueron víctimas miles de jóvenes como él, llevados al desastre por la irresponsabilidad de sus dirigentes. Una juventud condenada a la que dedicó un memorable Himno que comienza con este verso: ¿Qué campanas suenan por los que mueren como ganado?

El sufrimiento de la guerra no sólo hizo madurar a Owen como persona, además provocó en él una explosión creativa con la que se defendió ante la catástrofe y le otorgó una voz poética propia forjada en la compasión, que es -como escribió en uno de sus poemas- la sangre que mana de la herida. Es la compasión –incluso por el enemigo- que se convierte en el eje de Extraño encuentro, uno de los mejores poemas que escribió, donde se lee soy el enemigo que mataste.

“No me interesa la Poesía –explicaba Owen-. Mi tema es la guerra y la pena de la guerra. La poesía está en esa pena”, una reflexión que recuerda Antonio Linares Familiar en la esclarecedora introducción de su edición bilingüe, donde añade estas intensas líneas sobre Owen y una poesía “que utiliza para sacudir al lector y hacer más cruel el horror de la guerra, como cruel es el entorno del campo de batalla: el barro, las noches, las ratas, el gas, las alambradas, el gorgoteo de la sangre de los moribundos. La iconografía del desastre llevada a lo más íntimo del dolor y el sufrimiento del que, gracias a Owen, todos somos partícipes, testigos, cómplices y de su mano vamos, como acompañados por Dante, del infierno a la excitación pasando por la desesperanza.”

Es la guerra que le lleva en el intenso Insensibilidad a compadecerse de lo que gime en el hombre / ante el último mar y las desafortunadas estrellas; / de los que lloran cuando muchos abandonan estas orillas; / de los que comparten / la reciprocidad eterna de las lágrimas.

Así pasó Owen de una poesía dulzona, primaveral y algo afectada al invierno del mundo que alimenta la semillas con sangre, a una naturaleza atravesada por el horror de la destrucción en la que los árboles se convierten en metáforas de los cuerpos de los soldados.

Es -escribe Antonio Linares Familiar –“la realidad del campo de batalla donde sangre y fuego conforman el mismo surco” que ocupan los proyectiles y el gas, los muertos, los heridos, los mutilados. Una siniestra danza de la muerte que Owen resumió así al final de un espléndido poema, Dulce et decorum est:

Si en algunos sueños sofocantes tú también pudieras caminar
tras el carro en el que lo arrojamos,
y ver los ojos blancos que se retuercen en su cara,
su cara desencajada, como un endemoniado;
si pudieras oír, en cada sacudida, la sangre
que gorgotea de los pulmones destrozados,
obsceno como el cáncer, amargo como la mascadura
de llagas repugnantes, incurable sobre lenguas inocentes,
amigo mío, no contarías con tanto entusiasmo
a los jóvenes enardecidos, sedientos de gloria,
la vieja Mentira: Dulce et decorum est
pro patria mori.

Santos Domínguez