12 diciembre 2008

Navidades de libro. Narrativa hispánica


Cristina Fernández Cubas.
Todos los cuentos.
Tusquets. Barcelona, 2008.


Sobre los mundos inquietantes de Cristina Fernández Cubas y sus límites imprecisos escribe Fernando Valls en el prólogo de esta edición que reúne los cinco libros de relatos (Mi hermana Elba, Los altillos de Brumal, El ángulo del horror, Con Agatha en Estambul y Parientes pobres del diablo) de una de nuestras narradoras imprescindibles. La recopilación de todos sus cuentos permite apreciar la coherencia de un recorrido que se inició en 1980 con Mi hermana Elba y se ha mantenido en una línea de creciente exigencia. El problema de la identidad, el universo de la infancia son algunos de los temas que recorren unos cuentos construidos desde dentro, desde la mirada de la primera persona que predomina en ellos, con la verosimilitud como principio y objetivo. El admirable cuidado de la frase es otra de las constantes de unos textos que viven en el territorio literario de la libertad. Y en un apéndice, el magnífico experimento narrativo que continúa el inacabado El faro, de E. A. Poe.



Cabrera Infante.
La ninfa inconstante.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2008.


El Lector puede, si quiere, creer que nada ocurrió o que esta historia del periodista pobre y su hallazgo nunca tuvo lugar -excepto, claro, en mi memoria
, escribe Cabrera Infante en el prólogo de este libro póstumo, autobiográfico e ingenioso, melancólico y humorístico. Como Tres tristes tigres, como La Habana para un infante difunto, La ninfa inconstante tiene como fondo la Cuba precastrista y es también una suma de experimentos verbales, de juegos de palabras y de planos narrativos, de referencias cinematográficas y humor elaborado. Una maquinaria verbal al servicio del recuerdo y la imaginación.



Manuel Longares.
Romanticismo.
Cátedra Letras Hispánicas.
Madrid, 2008.

En una edición preparada por Juan Carlos Peinado, que ha realizado un minucioso análisis de la obra, Cátedra Letras Hispánicas incorpora a su catálogo a un clásico contemporáneo: Romanticismo, la monumental novela en la que Manuel Longares hace de la Transición materia narrativa de alta calidad. Con el barrio de Salamanca, ámbito de la alta burguesía franquista, como eje espacial y sociológico, con la inconfundible brillantez estilística del excelente prosista que es Manuel Longares, en quien se actualiza la voz y la mirada de Quevedo, Galdós o Valle, Romanticismo es un análisis lúcido del posfranquismo y una novela fundamental en el panorama narrativo de los últimos cincuenta años.




Felisberto Hernández.
Por los tiempos de Clemente Colling.
El Nadir. Valencia, 2008.


La evocación del músico ciego Clemente Colling en esta novela de su discípulo, el escritor y pianista uruguayo Felisberto Hernández (1902-1964), al que García Márquez y Cortázar reconocían como uno de sus maestros. Novela corta construida sobre la memoria, sobre la mirada infantil y la búsqueda interior. Una obra en la que importa lo que se recuerda, pero sobre todo el método: en un juego de asociaciones involuntarias y sensaciones, la música y los colores son los mecanismos que ponen en marcha el recuerdo: Los pianos negros nunca me sugirieron nada fúnebre, pero aquel piano blanco tenía algo de velorio infantil.



Francisco García Pavón.
Otra vez domingo.
Rey Lear. Madrid, 2008.


Con prólogo de Alicia Giménez Bartlett (creadora de Petra Delicado), Rey Lear rescata la penúltima aventura de Plinio. Otra vez domingo, una novela policiaca protagonizada por Manuel González, jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, ambientada en los meses de la agonía de Franco. Ha pasado, pues, medio siglo desde de los primeros casos de la serie del detective rural, que transcurrían en otra dictadura, la de Primo de Rivera. Con el un fondo sociológico de ridiculización del franquismo y de crítica de su pequeñez moral, Plinio es un hombre desengañado en una novela en la que el protagonista y la serie se han teñido ya de un inconfundible tono crepuscular. No es una casualidad que las dos primeras líneas de la obra presenten a Plinio y a don Lotario en un atardecer inane y otoñal por el Paseo del Cementerio tomellosero.



Ignacio Padilla.
El androide y las quimeras.
Páginas de Espuma. Madrid, 2008.


Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968) es uno de los narradores más interesantes del panorama literario hispánico. El androide y las quimeras, segunda entrega de la tetralogía Micropedia, reúne una docena de cuentos en torno a dos ejes: El androide en nueve tiempos y Quimeras de tres orillas. Con su acreditado talento narrativo y su potencia en las distancias cortas, Ignacio Padilla ha escrito un libro unitario de relatos con el hilo conductor de las mujeres y los autómatas. Como siempre, lo más asombroso tiene una base real que Padilla transforma en literatura a través de la fuerza creadora del estilo. Y así lo fantástico acaba proyectando su denuncia en la realidad de los malos tratos y la violencia contra las mujeres. Especialmente memorables los tres últimos relatos (Galatea en Brighton, Miranda en Chalons, Circe en Galápagos), sobre tres creaciones femeninas (de Cervantes, de Shakespeare, de Homero) revisitadas.

Santos Domínguez

10 diciembre 2008

Ensayos de Valente



José Ángel Valente.
Obras completas II. Ensayos.
Edición de Andrés Sánchez Robayna.
Recopilación e introducción de Claudio Rodríguez Fer.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2008.


Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores publica el segundo volumen de las Obras completas de José Ángel Valente, que agrupa su obra ensayística en una edición de la que se ha encargado Andrés Sánchez Robayna.

Están aquí los libros de prosa crítica y ensayística que aparecieron en vida de Valente (Las palabras de la tribu, La piedra y el centro, Variaciones sobre el pájaro y la red, Notas de un simulador) y los que dejó preparados y ordenados para su publicación (Elogio del calígrafo o La experiencia abisal), que adquieren cada vez más claramente un carácter de legado testamentario.

Claudio Rodríguez Fer ha escrito la introducción y recopilado una gran cantidad de artículos periodísticos dispersos, inéditos en libro y algunos prácticamente desconocidos. Además de los ensayos, y ordenados cronológicamente, todos esos materiales reunidos ahora en libro por vez primera permiten ver con claridad la evolución intelectual del poeta y ensayista gallego, uno de los nombres fundamentales de la literatura en lengua española del siglo XX.

Poeta y ensayista indócil, por la obra extensa y abierta de Valente discurren distintas tradiciones -la hispánica, la europea, la oriental-, distintas épocas y una enorme diversidad de intereses. No hay más que echar una ojeada a las cien páginas del apretadísimo índice alfabético para darse cuenta de esa variedad temática que refleja la curiosidad intelectual de José Ángel Valente: la poesía contemporánea, las distintas tradiciones místicas y la filosofía occidental y oriental, las preocupaciones éticas y estéticas, la pintura, la escultura, el cine.

Aparece en ellos la prosa afilada de un escritor no ensimismado, sino atento a lo que le rodeaba, la voz crítica e independiente de un autor que en Las palabras de la tribu (1971), La piedra y el centro (1982) y Elogio del calígrafo (2002), fija los tres ejes que suscitan su interés: la literatura, la mística y las artes plásticas.

Las casi dos mil páginas de este segundo tomo completan la imagen total del Valente ensayista, en la línea de otros poetas contemporáneos que también frecuentaron el ensayo, como Eliot, Auden, Valèry, Juan Ramón, Octavio Paz o Cernuda. Como en esos otros autores, la palabra poética y la reflexión crítica son indisociables en Valente y convergen en el mismo centro de interés: en una preocupación intelectual sobre la creación y los límites del lenguaje y en un pensamiento crítico que se replantea a sí mismo en su constante evolución.

La indagación continua en el acto creador, la literatura como forma de conocimiento y comunicación, el carácter inefable de la experiencia estética son algunas de las constantes temáticas de estos ensayos y de una obra global en la que Valente une creación y reflexión, escritura y pensamiento, con la guía de Molinos o de María Zambrano, de Celan o Jabès.

Esa preocupación está ya en Conocimiento y comunicación, el texto que abre Las palabras de la tribu y es una obertura de la totalidad de su obra. Tras explicar que “todo momento creador es en principio un sondeo en lo oscuro”, ese primer ensayo concluye con estas palabras que el tiempo irá matizando, pero en las que están en germen el pensamiento y la poesía de José Ángel Valente: “El poeta no escribe en principio para nadie y escribe de hecho para una inmensa mayoría, de la cual es el primero en formar parte. Porque a quien en primer lugar tal conocimiento se comunica es al poeta en el acto mismo de la creación."

Santos Domínguez

08 diciembre 2008

Cuadernos y consejos de Baudelaire


Charles Baudelaire.
Cuaderno de notas y
Consejos a los jóvenes escritores.

Selección e introducción de Jordi Julià.
Traducción de Javier del Prado y José Antonio Millán.
Almuzara. Córdoba, 2008.


La Editorial Almuzara ponía en marcha este verano su nueva colección blu minor, con cuidadas ediciones de clásicos en un formato más cómodo y asequible que los de la Biblioteca de Literatura Universal, su hermana mayor.

A los dos primeros títulos, Navegación a Oriente y noticias del reino de China, de Bernardino de Escalante, y una breve selección de la poesía amorosa de Sor Juana Inés de la Cruz, acaba de añadirse una jugosa selección de casi trescientas páginas con textos de los Cuadernos de notas y Consejos a los jóvenes escritores, de Baudelaire, y un apéndice antológico (Materiales para una poética) que pone de manifiesto la estrecha vinculación entre la vida, la obra y el pensamiento de uno de los padres de la poesía contemporánea.

Con selección e introducción de Jordi Julià y traducciones de Javier del Prado y José Antonio Millán, estos textos, fragmentarios y póstumos, estos cohetes disparados con el corazón en la mano, reflexionan sobre la creación poética, sobre la inspiración y el estilo, sobre el trabajo y la envidia, sobre la crítica, los acreedores y las queridas.

Cohetes, Higiene y Con el corazón en la mano son tres proyectos inacabados de Baudelaire. Se publicaron por primera vez veinte años después de su muerte, en un apartado de sus Obras completas, bajo el rótulo genérico de Diarios íntimos.

Pero no se trata exactamente de eso. Estos textos, que comparten con la literatura diarística el fragmentarismo y su referencia constante al yo, son cuadernos de apuntes, notas de trabajo, reflexiones y proyectos de obras, aforismos o esbozos de ensayos.

Desde el distanciamiento irónico o cínico de Cohetes e Higiene, hasta la visceralidad de Con el corazón en la mano, más radical en su enfoque y más agresivo en su lenguaje, se compaginan en estos textos ética, estética y autobiografía, la reflexión sobre la literatura y la vida, el dandysmo y la religión, el amor o el trabajo: Trabajar seis horas de la mañana al mediodía, en ayunas. Trabajar como un ciego, como un loco.

En estos apuntes Baudelaire concibe la escritura como una forma de venganza o de defensa frente al mundo, como una confesión (Sentimiento de soledad, desde mi infancia. (...) Sin embargo, atracción muy intensa de la vida y del placer) o como una práctica que canaliza el odio y funda la modernidad. En sus páginas conviven los elogios de Poe, Chateaubriand, De Maistre o Banville con descalificaciones como la de George Sand (ante todo, y más que otra cosa, un mastuerzo) o este proyecto de Retrato de la chusma literaria:

Doctor Tabernitus Crapulosus Pedantisimus.
Su retrato, hacerlo a la manera de Praxíteles.
Su pipa.
Sus opiniones.
Su hegelianismo.
Su roña.
Sus ideas sobre arte.
Su hiel.
Su envidia.
Un bonito fresco de la juventud moderna.

Está aquí el Baudelaire más provocador, el antiburgués que busca el escándalo con reflexiones como esta:

Sólo hay tres seres respetables:
El sacerdote, el guerrero, el poeta. Saber, matar y crear.
El resto de los humanos están cortados por el mismo patrón y son aptos para el tajo, hechos para la cuadra, es decir, para ejercer lo que se llaman profesiones.

En la sección Materiales para una poética el libro ofrece una amplia y significativa antología del resto de la obra de Baudelaire, de Las flores del mal a Los paraísos artificiales pasando por los artículos de crítica literaria y musical con Poe y Wagner al fondo.

Santos Domínguez

06 diciembre 2008

Tiempo y materiales


Robert Hass.
Tiempo y materiales.
Prólogo y traducción de Jaime Priede.
Bartleby. Madrid, 2008.


Tiempo y materiales, que obtuvo en 2007 el Nacional Book Award y el Pulitzer de Poesía en 2008, es la primera obra que se publica en España de Robert Hass (San Francisco, 1941). En sus poemas se refleja la mirada limpia de Hass, “un hombre que cruza la calle tomado por el asombro,” como lo define Jaime Priede en Círculos azules, el prólogo que ha preparado para su traducción en Bartleby de este libro que es el resultado del trabajo poético de Haas durante los diez últimos años.

Leer a Hass -escribió el crítico Stanley Kunitz- es “como adentrarse en el océano cuando la temperatura del agua no es muy diferente a la del aire. Uno no sabe que ha entrado en otro elemento hasta que se siente arrastrado por la corriente.”

Tiempo y materiales insiste en los temas que recorren la obra poética que Hass ha ido desarrollando en las tres últimas décadas: el arte, la naturaleza, el tiempo, la memoria y las relaciones humanas, a través de una constante estilística: la fuerza de la imagen y de asociaciones en las que queda convocado algún elemento del mundo natural. Consciencia es uno de los poemas del libro en los que mejor se refleja esa relación constante de escritura y naturaleza.

Traductor de Milosz al inglés, lector de Ginsberg y Rexroth, Hass es un poeta de una honda conciencia ecológica que queda reflejada en El estado del planeta; un lector de Thoreau y Withman que ahonda en el espíritu del paisaje en poemas espléndidos como el que titula Cosas del último instante; un antibelicista militante que escribe poemas intensamente testimoniales como La guerra de Bush

Con el impulso no muy firme de que un poema
Me ayude a esclarecer,
Aunque no estén a mi alcance,
Los hechos de forma ordenada.

Como Wordsworth, Hass extrae de las caminatas la materia que nutre su poesía reflexiva, o escribe poemas memorables sobre la pintura de interiores con figuras de Vermeer y Hopper. Y como en los cuadros del norteamericano, la incomunicación de la pareja o la soledad del individuo atraviesan las relaciones humanas como en el diálogo de Deriva y vapor (Lentas las olas) o en el estremecedor El mundo como deseo y representación.

Comprometido con los círculos progresistas y ecologistas de Estados Unidos, Robert Hass hace compatibles en su poesía el lirismo y la denuncia, la narratividad y la atención a la forma, el asombro de la mirada inocente ante el paisaje y la militancia pacifista.

O la reflexión sobre los límites del lenguaje para describir un color o un árbol en un poema, porque

Es bueno a veces para la poesía que nos decepcione.

Santos Domínguez

05 diciembre 2008

Homero


Jasper Griffin.
Homero.
Traducción de Antonio Guzmán Guerra.
Alianza Editorial. Madrid, 2008.

Analizar la mentalidad que sustenta los poemas homéricos, el fondo histórico del que surgen y la proyección en la posteridad de la Iliada y la Odisea, dos poemas tradicionalmente atribuidos a Homero, aunque separados al menos por una generación. Esos son los objetivos de Jasper Griffin en Homero, el ensayo que Alianza Editorial publica en formato de bolsillo en la biblioteca temática Clásicos de Grecia y Roma.

Además de desmentir la leyenda romántica de Homero como un aedo ciego y de tomarlo como sinónimo de la propia épica, Griffin aborda un análisis evolutivo de los comportamientos de dioses y héroes y del papel del poeta en la creación del universo poético homérico a través de la Iliada y la Odisea.

La cólera de Aquiles es el motor del primero de esos poemas, un texto trágico en sus planteamientos, en su desarrollo y en su desenlace, así como el relato de las aventuras que jalonan el regreso de Ulises y la preparación de su final feliz son el eje de la Odisea.

Con esos dos poemas portentosos que tienen la guerra de Troya como centro o como telón de fondo arranca la literatura occidental. En ellos están los modelos de Virgilio, de Tennyson o de Joyce, por poner tres ejemplos dispares en el tiempo, en enfoques estilísticos y en técnica literaria. Acercarlos al lector actual, bucear en la profundidad de sus ideas y en sus actitudes morales, indagar en la fragilidad y la grandeza del héroe son los logros de este ensayo tan intenso como la poesía de la que se ocupa.

Y es que si el punto de partida del libro es justificar el juicio de Matthew Arnold, que afirmaba que Homero es grande "por la noble y profunda adecuación de sus ideas a la vida", su conclusión se resume en estas líneas finales:

Los poemas de Homero no nos dicen que el mundo está hecho para el hombre, ni que nuestro estado natural en él sea el de felicidad. Lo que sí dicen es que el mundo puede comprenderse en términos humanos, y que la vida humana puede ser algo más que una insignificante e innoble lucha en la oscuridad. (...) Este espíritu, escarmentado pero no desesperado, que contempla el mundo sin ilusión y se enfrenta a él sin autocompasión ni evasión, fue el regalo de Grecia al mundo, y es el más profundo componente del pensamiento homérico.

Santos Domínguez

03 diciembre 2008

Dietario voluble




Enrique Vila-Matas.
Dietario voluble.
Anagrama. Barcelona, 2008.


A veces me detengo a mirar el curso de las nubes, miro todo con curiosidad flemática de diarista voluble y paseante casual.

Entre diciembre de 2005 (Aquí estoy en mi cuarto habitual, donde me parece haber estado siempre. Como en tantas mañanas de mi vida, me encuentro en casa escribiendo. Suena, contundente, la música de Be My Baby, cantada por The Ronettes) y abril de 2008 (Y vi que el capitán Ahab sin rostro, desaparecidas las fronteras entre la vida y la muerte, se quedaba oscilando en el océano, a medio camino entre el salón de casa y la suave corriente del Bronx) fecha Enrique Vila-Matas su último libro.

Dietario voluble, que publica Anagrama, es un texto híbrido de dietario y narrativa, un conjunto coherente de fragmentos recorridos por una mirada que se proyecta sobre la totalidad del mundo.

Es la mirada llena de ironía y distancia de quien se sienta a contemplar en una terraza el espectáculo del mundo: los turistas merluzos en París o la distancia que hay de Georges Perec a Dan Brown. Y a anotar después lo que pasa cuando no pasa nada, para hacer de cada hecho trivial un suceso extraordinario, para reflejar lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia: lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes.

En este Dietario voluble está y no está Vila-Matas, que no por azar posa de espaldas en la fotografía de Olivier Roller que ha elegido para la portada. Ese trasvase de diario y narración da como resultado una obra no confesional en la que el yo de la realidad se desdobla en un yo ficticio cuya mirada se proyecta sobre autores, viajes, ciudades, películas y amigos.

Con el modelo de Monterroso y su Movimiento perpetuo, libro en el que el autor “zigzaguea de un género a otro, y pasa del ensayo al relato, y de éste a la digresión o el divertimiento, Vila-Matas practica la disolución de fronteras entre ficción y ensayo, entre narrativa y diario autobiográfico. De esa manera, los personajes reales o de ficción, los viajes y las lecturas de Vila-Matas completan su autorretrato vital e intelectual.

Mallorca y París, Cortázar y Sebald, Nueva York y Verona, Coetzee y Pessoa, Buenos Aires y Praga, Kafka, Jules Renard, Win Wenders y Kurosawa, Walser y Bolaño son algunas de las referencias de una memoria espacial que persiste en los exteriores y en los interiores y sostienen una identidad que se alimenta de la literatura y el cine.

Viajo para conocer mi geografía, escribió un loco anónimo en un manicomio francés a comienzos del siglo pasado. Y esa declaración la asume Vila-Matas en un libro que es el diario de lecturas y el cuaderno de notas de quien viaja por lugares y tiempos, por el presente y por su memoria personal y literaria, tan pareja de la de Claudio Magris, otro de los hilos conductores del libro:

¿Y cómo no pensar entonces en algo que le oí decir, el año pasado en Madrid, al propio Magris: "La literatura no salva la vida, pero puede darle sentido"? No hay cita que sintetice mejor su visión de la íntima relación entre literatura y existencia.


Santos Domínguez

01 diciembre 2008

Héroes


Bruce Meyer.
Héroes.
Los grandes personajes
del imaginario de nuestra literatura.

Traducción de Ernesto Junquera.
Siruela. Madrid, 2008.


En su colección de ensayo, El Ojo del Tiempo, la editorial Siruela publica Héroes, un voluminoso y hondo estudio en el que Bruce Meyer analiza la tipología y el significado de los grandes personajes que novelistas, dramaturgos y poetas, de Homero a Faulkner, de Shakespeare a Byron, han aportado al imaginario cultural y literario de Occidente.

Lo explica Meyer en su prólogo, Creando héroes del polvo: Lo que he intentado hacer en este libro ha sido examinar los diferentes tipos de héroes que la literatura occidental, y muy particularmente la inglesa, ofrece a los lectores. Trato de explorar aquí las posibilidades que tiene la conducta humana en la definición de unos personajes que son los que más activamente actúan en nuestra imaginación.

La función de lo heroico es, por tanto, responder a nuestros propios interrogantes, porque los héroes son imágenes de nosotros mismos y buscan respuestas a nuestros retos diarios.

Del héroe clásico al hombre corriente frente al mundo, del código antiguo al nuevo modelo que surge en el siglo XX, Bruce Meyer hace un recorrido pormenorizado, y a veces un poco selvático, por los prototipos heroicos que ha fijado la literatura: del héroe trágico al infausto, del épico al sobrenatural, del romántico al divino, se trata de personajes que se sitúan frente al mal o están dentro del laberinto o ante un espejo en el que nos reflejamos.

Porque más allá de la clasificación tipológica, Héroes propone un itinerario por las manifestaciones y variedades de lo heroico, por su significado y la profunda individualidad de personajes como Hamlet, Hércules, Fausto o Ulises. Personajes de cuyo comportamiento se hace un análisis demorado en busca de las claves que justifican su aparición y su permanencia en nuestra imaginación.

Porque el dios quiere conocerse a sí mismo en ti, como explicó un Rilke heroico y desorientado en un verso memorable.

Santos Domínguez

29 noviembre 2008

Poesía completa de Olvido García Valdés


Olvido García Valdés.
Esa polilla que delante de mí revolotea.
Poesía completa (1982-2008).
Prólogo de Eduardo Milán.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2008.


Impresión, diálogo y huella: experiencia y memoria de la experiencia: sentir saber.

Esas palabras, que forman parte de uno de los textos de teoría poética recogidos en Esa polilla que delante de mí revolotea, resumen para Olvido García Valdés la materia y el alcance de su poesía. Poesía del conocimiento a través del doble filtro de la palabra y la memoria, que reconstruyen la experiencia (El poema es siempre retrospectivo) y hacen de la escritura una experiencia más alta o más intensa, una entrada en la oscuridad del bosque, la caza nocturna en un lugar extranjero que es la creación poética.

En este volumen, prologado por Eduardo Milán y editado en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, se recogen cinco libros de poesía de Olvido García Valdés, desde La caída de Ícaro -fusión reelaborada de los dos primeros que publicó- a Y todos estábamos vivos, pasando por Ella, los pájaros, Caza nocturna y Del ojo al hueso.

De un poema de Caza nocturna proceden los versos que se han elegido como título del volumen (Es por esta/ irrealidad, esa polilla/que delante de mí revolotea). Es ese un significativo poema en el que la mirada de la poeta se posa en la incertidumbre y en la temporalidad, dos claves de su obra, que se completa en esta edición con once poemas inéditos escritos en este último año y medio y un apéndice, De la escritura, con cinco textos de reflexiones teóricas y notas de poética.

Desde la conciencia del tiempo y la experiencia de fugacidad que atraviesa toda su obra, Olvido García Valdés remonta su mirada -más metonímica que metafórica- desde lo concreto a lo abstracto, desde la sensorialidad de la contemplación de la naturaleza a la elaboración del pensamiento y la poesía, desde la experiencia plástica de la pintura a la indagación verbal. Y todo ello a través de la palabra y la imagen que construyen así una nueva experiencia de lenguaje y de conocimiento, de descubrimiento en la oscuridad.

Es esta una poesía del conocimiento, sí, pero de un pensamiento construido con un lenguaje que no es el de la lógica o la filosofía, sino un instrumento de exploración en lo hondo o en lo oscuro, una vía hacia la revelación de otra realidad, hacia la alucinación en la que se funden lo real y lo irreal, el sueño y la vigilia, el pájaro y el árbol.

En el último texto de la sección De la escritura escribe Olvido García Valdés: En los bosques moramos. Es decir, en la intemperie de las sensaciones de las que surge esta poesía, honda y alta y finalmente luminosa tras las aproximaciones y los tanteos en la penumbra, tras el buceo en lo subterráneo antes de la subida hacia la luz y el aire.

Una poesía que se sustenta en su mirada a lo plástico, en el diálogo con la pintura y la naturaleza y en una práctica constante de la yuxtaposición como método, como el tropo del cine y de la vida.

Una poesía que

Es del reino del ala, de lo que eleva
y cae, de lo que horada
agua o tierra en su caída.

Santos Domínguez

28 noviembre 2008

Capri


Alberto Savinio.
Capri.
Posfacio de Raffaele La Capria.
Traducción de Francesc Miravitlles.
Minúscula. Barcelona, 2008.



En su colección Paisajes narrados, la editorial Minúscula rescata una verdadera joya de la literatura de viajes: Capri, de Alberto Savinio (Atenas 1891-Florencia 1952), seudónimo de Andrea de Chirico.

Escritor, músico y pintor, como su famoso hermano Giorgio, amigo de Apollinaire y miembro de la vanguardia del París de entreguerras, en 1926 escribió estas páginas tan luminosas como la isla.

Por una vez –afirma Raffaele La Capria en el posfacio-, felizmente, Capri ha encontrado a un escritor a la altura de su mito.

Desde la fantasía inicial, en la que el ensueño del viajero transforma la breve travesía de Nápoles a Capri en un periplo peligroso que lo convierte en víctima de bucaneros, se muestran las dos caras de la isla: la tranquila intrahistoria de sus naturales y la agitación turística de quienes llegan allí atraídos por la fama de uno de los lugares magnéticos del universo.

Sus páginas, musicales, leves, aladas, en palabras de La Capria, construyen la crónica de un viaje, un relato poético luminoso con la viva descripción de la actividad del muelle, entre las casas del extremo napolitano y las montañas de Ischia, con el Vesubio al fondo.

Con Circe como guía y Spadaro el pescador como símbolo de Capri, en el libro conviven Ulises y las sirenas, la mitología y la historia, Homero y un gigoló napolitano, Tiberio y un perro misterioso en el que se refugia su alma, Augusto y el Café más acogedor del mundo, la geografía y la antropología, las terrazas pompeyanas y los atardeceres.

Entre lo real y lo imaginario, entre lo local y lo cosmopolita, lo pagano y lo cristiano, el recorrido del viajero de Capri a Anacapri, de la Marina al valle, tiene su última etapa, de la mano de la musa Clío, en la Grotta Azzurra.


Santos Domínguez


26 noviembre 2008

Cuentos largos de Juan Ramón


Juan Ramón Jiménez.

Cuentos largos y otras prosas narrativas breves.
Edición de Teresa Gómez Trueba.
Menoscuarto. Palencia, 2008.

Si el año pasado la editorial Menoscuarto reunía la prosa narrativa de García Lorca en el volumen Pez, astro y gafas, ahora publica los Cuentos largos y otras prosas narrativas breves de Juan Ramón Jiménez en Reloj de arena, la colección que dirige Fernando Valls y que está dedicada al relato y al microrrelato.

Cuando al final de su vida Juan Ramón proyectaba una edición de su prosa, una Historia complementaria de Leyenda, reservaba un apartado, el quinto, para los cuentos. Antes había agrupado una buena cantidad de textos en prosa en un volumen que anunció en 1924 en la revista España, un libro que irónicamente iba a titular Cuentos largos.


A ese proyecto, que dejó sin rematar, pero siguió creciendo y permaneció inédito a la muerte del poeta, pertenecen muchas de estas prosas, para las que escribió este prólogo que es un elogio de la brevedad:

¡Cuentos largos! ¡Tan largos! ¡De una pájina! ¡Ay, el día en que los hombres sepamos todos agrandar una chispa hasta el sol que un hombre les dé concentrado en una chispa; el día en que nos demos cuenta que nada tiene tamaño, y que, por lo tanto, basta lo suficiente; el día en que comprendamos que nada vale por sus dimensiones –y así acaba el ridículo que vio Micromegas y que yo veo cada día-; y que un libro puede reducirse a la mano de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo el universo!


En ese texto entrevé Juan Ramón –como explica la profesora Gómez Trueba en el excelente análisis que ha puesto al frente de esta edición - “esa tensión entre el silencio y la escritura que está en la misma esencia del género” y es la clave de lo que luego se llamaría microrrelato.



La prosa desnuda de Juan Ramón Jiménez es el título del prólogo que Teresa Gómez Trueba ha preparado para esta excelente antología de prosas juanramonianas, de narraciones breves representativas de sus distintas etapas creativas.

Juan Ramón tuvo un primer modelo cercano y frecuentado en Azul, un libro en el que Rubén Darío explora un territorio aún no bautizado que más tarde se llamará microrrelato.
Con la depuración posmodernista, la búsqueda de la brevedad se fue convirtiendo en la norma estética que orientó su obra posterior, orientada a conseguir la intensidad artística, porque -como escribió en Ideolojía- la vida no es larga sino intensa.


La organización cronológica de los textos permite seguir la evolución de una obra en prosa paralela en tantos sentidos a su poesía. Entre los más tempranos, de 1903, y los que forman parte de Crímenes naturales, escritos ya en el exilio como bocetos de novelas que hubiera querido escribir, son textos que prescinden de la estructura narrativa y desprecian el asunto: Yo he desdeñado siempre, y más cada día -escribía en La corriente infinita-, el asunto y la composición.


La estética de la brevedad de los Cuentos largos es paralela temporalmente al proceso de desnudez estilística que significan Eternidades o Piedra y cielo en su poesía.

Y en su conjunto
los 161 textos recogidos en esta edición, alejados del estatismo del poema en prosa y dotados de un carácter narrativo embrionario, reúnen la narrativa breve de Juan Ramón, precursor de un género que aspira a dibujar esa mano de la hormiga que se ha tomado luego como clave del microrrelato.

Santos Domínguez


24 noviembre 2008

Georges Perec. Lo infraordinario


Georges Perec.
Lo infraordinario.
Traducción de Mercedes Cebrián.
Introducción de Guadalupe Nettel.
Impedimenta. Madrid, 2008.

Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo?

Frente a lo extraordinario, no lo ordinario, sino lo infraordinario, frente a la grandilocuencia de los titulares periodísticos, la fuerza del suceso trivial. Esa es la propuesta de Georges Perec en los textos de Lo infraordinario, el libro que publica Impedimenta ahora en español, con traducción de Mercedes Cebrián y prólogo de Guadalupe Nettel. Los ocho textos que lo integran fueron apareciendo de manera dispersa en revistas entre 1973 y 1981, un año antes de la muerte de Perec, y se recogieron en libro en 1996.

Descifrar el espacio con una descripción minuciosa de la rue Villin, la calle de su infancia; reflejar la minucia cotidiana (Doscientas cuarenta y tres postales de colores auténticos); explorar la intrahistoria callada, inventariar la rutina humilde (Tentativa de inventario de los alimentos líquidos y sólidos que engullí en el transcurso del año mil novecientos setenta y cuatro) es el propósito de un Perec que utiliza las listas y los recuentos tan característicos de su literatura para hablar de esas pequeñas cosas que constituyen lo infraordinario, o mejor, para que esas cosas se expresen, para darles un sentido, un idioma: que hablen por fin de lo que existe, de lo que somos.

Como en la propuesta intrahistórica de Unamuno que ejecutó Azorín, como en la historiografía francesa de lo cotidiano, pasado y presente, personas y objetos habitan un espacio sobre el que se construye la identidad. En ese ámbito busca su contexto y sus referencias la memoria y surgen los distintos signos que relacionan espacio y personaje en su existencia diaria.

Las descripciones, el nivel humilde del estilo, los juegos verbales, son los cauces para las revelaciones y los hallazgos de esos hechos infraordinarios, que en Perec no son nunca primores de lo vulgar, sino la expresión de una realidad artística captada por una mirada irrepetible, atenta al matiz, a la invención y al adjetivo.

Transmitir esa mirada matizada tan característica de Perec, que reconstruye el mundo a partir de su propia biografía y elabora la ficción y la ancla en el lenguaje, era uno de los retos que afrontaba la traductora y es el mérito más destacable de su versión.

Santos Domínguez

22 noviembre 2008

Poesía reunida de Vicente Núñez


Vicente Núñez
Plaza Octogonal.
Poesía Reunida 1951-2002.
Edición y estudio introductorio de Miguel Casado.
Ciudad del Paraíso. Ayuntamiento de Málaga, 2008.



Sobre la desobediencia titula Miguel Casado el prólogo que ha escrito para su edición de la Poesía Reunida (1951-2002) de Vicente Núñez. Y Plaza Octogonal es el título que ha elegido el editor para este volumen que hace el número 9 de la excepcional colección Ciudad del Paraíso que publica el Ayuntamiento de Málaga y dirige Francisco Ruiz Noguera.

De la desobediencia de la mirada surge la poesía de Vicente Núñez, que busca la tercera cara de la moneda de la realidad:

Eso es lo que yo quisiera, si es que vuelvo a la poesía, buscarle a la moneda la cara que no tiene, pero ha de tenerla, seguro. [...] ¿No va a tener una tercera cara la realidad, que no esté escrita por falta de una mirada independiente, desobediente?


Entre la ambición expresiva y la inseguridad creadora, entre el retraimiento y la pasión de vida se mueve la obra de Vicente Núñez, una poesía que surge de la alucinación y asume el riesgo de la palabra como reto y la precisión como ejercicio.

Es esta una poesía ligada a la vida y arraigada por tanto en la contradicción, en el designio fatal del poeta llamado al desorden del canto, entre la oralidad y el ímpetu visionario.

El tema amoroso marcado por la frustración, la mirada al paisaje desolado del otoño, que avisa de la muerte, hacen de Vicente Núñez un poeta del tiempo en la mejor tradición de la poesía andaluza clásica y contemporánea, desde el barroco antequerano granadino a Ricardo Molina o Pablo García Baena.

Plaza octogonal se abre con Elegía a un amigo muerto, de versos “lentos, abrazadores” (como los definió Vicente Aleixandre) en los que resuenan los ecos de Miguel Hernández y el superrealismo.

La ingenuidad anterior a la desdicha y al desengaño amoroso, otros dos frutos del tiempo, (y entonces me pregunto si merece la pena/que otra vez venga otoño y mueran las acacias), la precisión de la mirada sinestésica para expresar la melancolía del presagio del abandono y la pérdida (Pero yo sólo sé, amor, que ya es otoño) son los ejes de Los días terrestres, un libro tras el que Vicente Núñez abrió un paréntesis de dos décadas que se rompió en 1980 con los Poemas ancestrales.

En ese libro, escrito antes del silencio aunque publicado veinte años después, lo concreto, la materialidad de los objetos y los lugares cobra vida en la voz del poeta y ocupa el centro de una misteriosa escenografía de la desolación, de la ruina y la soledad, ante la que, pese a todo, se yergue la esperanza:

mi corazón alerta continuará vagando
indiferente al mundo y al transcurso del tiempo,
bajo la escarapela triunfal de la esperanza.

Ocaso en Poley, el topónimo medieval de Aguilar, es el título elegido por Vicente Núñez para reunir un conjunto de poemas sobre su resurrección amorosa y literaria, sobre la plenitud y el abandono desde la palabra y el deseo. Es su vuelta a la poesía y al infierno irreparable del amor con un libro de variado registro, entre lo culto y lo popular, entre el verso corto y paralelístico de la canción y el discurrir solemne de los alejandrinos con un tono celebratorio y elegiaco:

Canta llorando a un tiempo tu amor y tu amargura.

Si Poley era el nombre medieval de Aguilar de la Frontera, Ipagro era su nombre latino, el que está en la raíz de sus Epístolas a los ipagrenses, un libro de poesía reflexiva y temporal, un ejercicio de meditación moral sobre el inmundo breviario de los días.

Junto con Ocaso en Poley, las Epístolas marcan la cima creativa de Vicente Núñez, que tras ese límite expresivo y existencial, escribió un contrapunto satírico, un anticlímax desenfadado. Teselas para un mosaico tituló esos poemas de tema erótico y tono clásico, una práctica de tiro con el dardo envenenado del epigrama con Catulo al fondo.

Vinieron después Himnos a los árboles, la obra que Vicente Núñez prefería entre las suyas, y Rojo y sepia, un libro que dejó inédito y que se publica aquí parcialmente.

Como la Plaza Octogonal de Aguilar que da título a este volumen, octogonal era también la lluvia que arrasaba al poeta en uno de los fragmentos de Rojo y sepia que se recogen en el libro:

Pero la lluvia octogonal me arrasa.

Santos Domínguez

21 noviembre 2008

J. G. Ballard. Milagros de vida

J. G. Ballard.
Milagros de vida.
Una autobiografía.

Traducción de Ignacio Gómez Calvo.
Mondadori. Barcelona, 2008.

Nací en el Hospital General de Shanghai el 15 de noviembre de 1930, tras un parto difícil que a mi madre, de constitución delgada y caderas finas, le gustaría describirme años más tarde, como si aquello revelara algo sobre la desconsideración del mundo. Mientras cenábamos solía decirme que mi cabeza se había deformado mucho durante el parto, y creo que en su opinión ese detalle explicaba en parte mi carácter rebelde en la adolescencia y la juventud.

Así comienza Milagros de vida, la memoria autobiográfica y el testamento de J. G. Ballard que publica Mondadori con traducción de Ignacio Gómez Calvo.

Conocido renovador de la ciencia ficción contemporánea, autor de novelas como El mundo sumergido o Crash, inventor de mundos inquietantes en los relatos cortos de Fiebre de guerra, decidió escribir su autobiografía, Milagros de vida, el año pasado, cuando le diagnosticaron un cáncer de próstata.

Organizada en dos partes, la primera se centra en su infancia feliz en Shanghai (Una parte de mis obras de ficción han constituido un intento por evocarla a través de otros medios aparte de la memoria), en la invasión japonesa y en la experiencia decisiva de la Segunda Guerra Mundial en un campo de concentración que noveló en El imperio del sol, su obra más conocida, que fue llevada al cine por Spielberg.

Esa experiencia en Lunghua, dos años y medio de ajedrez y vida tranquila entre gente agradable, marcó positivamente la vida de Ballard, espoleó su imaginación y despertó en él al futuro escritor imaginativo: La cárcel, que tanto recluye a los adultos, ofrece oportunidades ilimitadas a la imaginación de un adolescente.

La segunda parte arranca con el final de la guerra y el regreso de parte de la familia a una Inglaterra destrozada tras la guerra, un país en ruinas cuyos habitantes parecían derrotados.

De ahí en adelante se suceden los años que determinarían el futuro del escritor, la vida en un internado, el ingreso en el King's College de Cambridge, la sala de disección y las clases de anatomía antes de abandonar los estudios de medicina, que dejarían una huella imborrable en su formación intelectual y en su visión del mundo, y el despertar de la vocación literaria, su vida como escritor, su relación con el alcohol y las drogas o la evocación de su ambiente familiar, su mujer o sus hijos Fay, Jim y Bea, a quienes dedica estos Milagros de vida.

Escrita con urgencia y lucidez, con una prosa rápida y eficiente siempre atenta a fijar el detalle plástico, hay en esta autobiografía, además de un repaso de su vida, una reflexión constante sobre la literatura, sobre sus novelas y sobre la ciencia ficción, la auténtica literatura del siglo XX, con una enorme influencia en el cine, la televisión, la publicidad, y el diseño de consumo(…), el único rincón en el que sobrevive el futuro, del mismo modo que los dramas de época televisivos son el único rincón en el que sobrevive el pasado.

Santos Domínguez

19 noviembre 2008

El juego del diábolo


Juan Pedro Aparicio.
El juego del diábolo.
Páginas de Espuma. Madrid, 2008.


Juan Pedro Aparicio, que forma parte de una espléndida generación de narradores leoneses de la talla de Luis Mateo Díez o José María Merino, es el más minoritario del grupo, el menos conocido y posiblemente también el de una apuesta literaria más radical y arriesgada.

El juego del diábolo es su nuevo libro de microrrelatos que completa el anterior La mitad del diablo, publicado como este en Páginas de Espuma.

El sentido del conjunto del díptico lo explica Aparicio en su Prólogo cuántico:

Diávolo es diablo en italiano. Un diábolo es asimismo un juguete que tiene la forma de dos conos unidos por su parte más estrecha. (...)
Hace dos años publiqué en esta misma colección un libro titulado La mitad del diablo. Este libro es su complemento. Entre los dos forman un diábolo. Aquel correspondería a la mitad izquierda; este, a la derecha. Aquel iba de más a menos, pues empezaba por el relato más extenso para concluir en el más diminuto; mientras que este va de menos a más, del cuento de apenas una línea al de poco más de una página.


Si el orden decreciente, que iba desde el relato de página y media hasta el de una línea, marcaba la primera entrega, en este el orden es creciente en tensión y en extensión. Ordenados de menor a mayor, los primeros textos apenas ocupan una línea y los últimos superan la página, con lo cual se completa un díptico que tiene exactamente la forma de un diábolo y suma 333 microrrelatos, la mitad justa del número del diablo.

La ley que rige el funcionamiento de estos relatos es la elipsis, la sugerencia. Como en el lenguaje poético, con el que la minificción tiene tantos puntos de contacto, importa en ellos mucho más lo que se calla que lo que se dice:

A estos cuentos los he llamado cuánticos. En ellos lo que no está a la vista pesa mucho más que lo que está. A veces se trata del eco de un mito, otras de una leyenda, en ocasiones se alude a personajes históricos, a clásicos de la literatura, incluso a comics o a lugares comunes de nuestra cultura.


Desde el inicial Desayuno (Cuando regresó, el funcionario seguía ausente), homenaje y tributo doble a Monterroso y a Larra, el tono predominante del libro es la ironía. Detrás de esa ironía del narrador, detrás de su humor negro (El epitafio) o de su sarcasmo (Nada), parece resonar la carcajada inteligente, lúdica y diabólica de alguien que juega al diábolo.

Y así, entre el chispazo de la greguería (Rivalidad) o el brillo de la imagen (El aire que respiramos), entre los personajes que cobran vida propia y acobardan a su autor (Apocamiento sincero) y los objetos que se personifican (Misil inteligente), entre el microrrelato de aire oriental (El ciego que contaba historias) y el humor del Viajero enamorado, van creciendo los textos con medida pericia, como en un efecto mariposa de carácter narrativo antes de llegar a este Final:

-DOCTOR, ¿SE ACUERDA DE MÍ? Soy el escritor que preparaba un libro con trescientos treinta y tres relatos cuánticos y que se atascó dos veces. Pues bien, he acabado el libro, pero me extraña que ahora no se me ocurra ninguno más.
-Lo recuerdo. Usted soñaba con que al llegar a muy pocos metros de la orilla se ahogaba. Vimos que el agua representaba la lluvia diluvial de aquellos días que, al impedirle el paseo diario con su perra, no le permitía tener ideas, pues se había acostumbrado a tenerlas estimulado por ese paseo. Ahora ha acabado el libro. Se había propuesto una meta y la ha logrado. No sea usted impaciente. No se puede nadar en tierra firme, que eso es lo que parece pretender usted ahora. En tierra firme hay que caminar. Quiero decir: prepare usted otra cosa, otro libro, otra novela. Ya verá como de nuevo se le llena la imaginación.
-Así lo haré doctor.

Santos Domínguez

18 noviembre 2008

Ronda Marsé


Ronda Marsé.
Edición de Ana Rodríguez Fischer.
Candaya Ensayo. Barcelona, 2008.

En un amplio tomo coordinado por Ana Rodríguez Fischer, que ha escrito el texto introductorio (Impulso y nostalgia) sobre la historia de este libro, Candaya edita en su colección Ensayo Ronda Marsé, un recorrido riguroso por la obra del narrador barcelonés a través de setenta y ocho textos críticos.

Casi medio siglo de asedios y lecturas que van desde el estudio académico a la reseña volandera de sus novelas o relatos en una pluralidad de enfoques que viene exigida por el carácter poliédrico del universo narrativo de Marsé.

La editora, Ana Rodríguez Fischer, explica en el prólogo que ha puesto especial empeño en rescatar aquellos textos valiosos que habían visto por primera vez la luz en las revistas culturales (las académicas o universitarias son, naturalmente, una cuestión aparte), en la creencia de que la crítica literaria de este país no se hace únicamente desde los suplementos literarios de los periódicos (según deben de creer los responsables de los departamentos de prensa y promoción de las editoriales, a juzgar por lo que he visto y comprobado en “las carpetas” de Juan Marsé), ni son los de tirada nacional garantía de excelencia (algo que sostengo precisamente por haber colaborado en unos y en otros). De ahí la voluntad de incluir algunos trabajos tal vez menos conocidos por haberse publicado en diarios de circulación restringida.

Y así se van sucediendo textos críticos de círculos académicos y universitarios (Antoni Vilanova, Joaquín Marco, José-Carlos Mainer), de suplementos literarios de prensa (Rafael Conte, Miguel García-Posada, Ignacio Echevarría, José María Pozuelo Yvancos) o de novelistas tan distintos como Lobo Antunes, Caballero Bonald, Eduardo Mendoza, Muñoz Molina, Vargas Llosa, Vázquez Montalbán, Pérez Reverte, Martín Garzo o Vila-Matas.

El libro incluye un DVD con el documental de Xavier Robles Sàrries Un jardín de verdad con ranas de cartón. Rodado en Barcelona y Calafell, es un documento de media hora en que un Marsé sarcástico y auténtico habla y mira, recuerda y reflexiona sobre su escritura y sobre la vida, sobre la escenografía barcelonesa (un jardín de verdad) en la que se desenvuelven los personajes de sus novelas (las ranas de cartón). O cuenta un episodio con Robles Piquer, censor patético, y habla de su anticlericalismo y antinacionalismo (catalán, español, andorrano o chino), de su relación con el catalán y el castellano, del mundillo literario. En los dos extras del DVD Marsé lee un capítulo de la novela que está escribiendo y cuenta la historia de la marquesa amante de un ministro de Franco y protectora de escritores como Ángel González, García Hortelano o él mismo.

Es Juan Marsé visto por Juan Marsé, como en los dos autorretratos, uno de 1975 y otro de 1988, que abren un libro que traza la semblanza humana y literaria de un gran tipo, chamarilero de la memoria o pirata del Caribe, de su rabia discreta y su melancolía distante, de su relación con Barcelona y con el barrio mental de la memoria, de la función de lo real y lo imaginario en su literatura, de su mirada cinematográfica, de su trabajo artesanal de la frase, de las imágenes de su infancia y adolescencia, marcadas por la guerra y la derrota.

Es, también, en gran medida, un recorrido completo por sus libros. Por la figura del charnego Pijoaparte y la izquierda señorita desmitificada en Últimas tardes con Teresa, una novela desdoblada en la siguiente, La oscura historia de la prima Montse.

Por Si te dicen que caí, por las aventis y los laberintos de la guerra civil; por La muchacha de las bragas de oro y el cambio de camisa y el maquillaje del pasado de un conocido intelectual falangista.

Por la historia de vencedores y vencidos de Un día volveré; por la Ronda del Guinardó y el paisaje urbano y moral de los cuentos; por la ironía polifónica de El amante bilingüe; por la metáfora de la decepción y la imagen nostálgica de los perdedores en El embrujo de Shanghai; por la vuelta a las aventis y el juego de pasado y presente que es Rabos de lagartija; por el homenaje al cine y a los derrotados de Canciones de amor en el Lolita’s Club.
En definitiva, una guía de lectura para internarse en la obra imprescindible de un autor cuya actividad real es -las palabras son del propio Marsé- matar el tiempo y el espacio con espejismos que reflejen el rojo sol de la verdad.

Santos Domínguez

17 noviembre 2008

Los hermanos


Brigitte Reimann.
Los hermanos.
Traducción y prólogo de Ibon Zubiaur.
Narrativa Bartleby. Madrid, 2008.

Será una de las revelaciones de la temporada. Se titula Los hermanos, la escribió Brigitte Reimann (1933-1974), una autora de la República Democrática Alemana, y se publicó en 1963. Con esa novela, que ahora publica Bartleby, obtuvo Brigitte Reimann el premio Heinrich Mann.

Era la respuesta de la autora a la reciente construcción del muro de Berlín y a la huida de su hermano, como recuerda en el prólogo Ibon Zubiaur, que se ha encargado también de la traducción de esta novela en la que se mezclan la peripecia individual y la colectiva para hablar del mismo mundo sombrío, de la misma atmósfera inquietante que ha reflejado el cine en La vida de los otros.

En mayo del 45 se acabó la eternidad, y por las escaleras antes silenciosas retumbaron las botas de los sudorosos miembros del Ejército Rojo.

Habían pasado quince años desde el comienzo de esa posguerra y las cosas habían ido cambiando a peor. Se habían desmoronado los ideales, devorados por la burocracia, y el aparato de poder y espionaje había suplantado al socialismo. Ese fracaso se visualiza en el muro de Berlín, que acababa de construirse para separar dos mundos.

Narrada desde la perspectiva femenina y autobiográfica de Elisabeth, una pintora joven en la que Brigitte Reimann proyecta sus puntos de vista, es el resultado de un mundo que ya no existe, el del telón de acero, pero va más allá de esa peripecia circunstancial. Más allá de su voluntad crítica, del interés de su denuncia y de su valentía testimonial, es un análisis de las relaciones humanas, de los laberintos de la conciencia, de las contradicciones ideológicas y existenciales.

La mirada retrospectiva de la narradora reconstruye los recuerdos infantiles, ligados a la guerra, el conflicto generacional con el padre y se detiene en la figura central de Uli, el hermano idealista, radical y decepcionado al que admira y con el que mantiene unas relaciones ambiguas, posesivas y de celos más propios de dos amantes que de dos hermanos. Uli ha decidido pasar el muro:

Me voy el miércoles por la mañana. /.../Me voy al Oeste, me voy a Hamburgo. Pasado mañana.

Otros personajes como Konrad, su otro hermano, o su novio Joachim, completan un complejo entramado de relaciones personales y discusiones ideológicas que hacen de esta novela, de final abierto y ambiguo (¿Pero qué clase de gente sois?), un denso y contradictorio reflejo de un mundo problemático y unos seres forzados a elegir entre sus contradicciones y sus convicciones ideológicas:

"Quizá termines en chirona por eso."
"Mejor que cuando son los tuyos los que te meten en chirona", dijo Uli.
Dije con sarcasmo: "Claro, el socialismo está muy bien siempre que no lo tenga uno en su propio país."
"Siempre que se pueda luchar por él, siempre que no lo hayan desacreditado unos idiotas", exclamó Uli.

"Tú sí que eres idiota", exclamé yo.


Santos Domínguez

15 noviembre 2008

Intermedio de Luis Cernuda


Luis Cernuda.
Intermedio.
Fragmentos para una poética.
Edición de Gabriel Insausti.
Pre-Textos. Poéticas. Valencia, 2004.


La reflexión crítica y teórica de Luis Cernuda sobre la poesía fue, seguramente, la más profunda y rigurosa del 27. Aunque no escribió nunca una poética canónica, meditó sobre su propia actividad poética en su abundante obra ensayística.

No le movía una voluntad programática ni prescriptiva, sino el propósito de entender la raíz de su propia escritura, muchas veces a través de la lectura de otros poetas. Esa voluntad reflexiva se intensifica en el exilio, a medida que su obra creciente va cambiando de sentido e integrando tradiciones ajenas a la poesía española.

Con el propósito de aclarar y resumir el pensamiento poético de Luis Cernuda, Gabriel Insausti ha reunido en un volumen que publica Pre-Textos una selección significativa de textos y fragmentos en los que Cernuda aborda los distintos aspectos de la creación poética, desde la postura moral del poeta o su función social a una filosofía de la composición que se plantea cuestiones técnicas, como la rima, la imagen o el lenguaje de la poesía.

Organizados en cinco apartados, se suceden cronológicamente las reflexiones del poeta sobre la naturaleza de la poesía, el poema, el poeta como lector o su canon de lecturas, lo que permite hacerse una idea cabal no sólo de las ideas de Cernuda, sino también de cómo se van matizando o evolucionando con el tiempo una poética de la creación y de la recepción, el sentido de la tradición en su formación poética o el papel del poeta en la sociedad.

Y ese es el mérito fundamental de esta recopilación, fruto de un rastreo preciso y de una meticulosa labor de filtro que permite integrar en un pequeño volumen el pensamiento poético de Cernuda. Una poética que Cernuda nunca sistematizó, pero que fue dejando cada vez más perfilada en muchas páginas de ensayos, artículos y conferencias. Esos textos, reunidos orgánicamente, ayudan a comprender la coherencia interna de su teoría poética y permiten una lectura guiada de gran parte de la obra de su autor o de algunas de sus constantes técnicas que gran parte de la crítica sigue pasando por alto. Por ejemplo, la iluminadora distinción entre imagen y metáfora que está en la base de muchos de sus poemas.


Santos Domínguez

14 noviembre 2008

Ensayos literarios de Juan Villoro


Juan Villoro.
De eso se trata. Ensayos literarios.
Anagrama. Barcelona, 2008.


De eso se trata, la nueva recopilación de ensayos y artículos literarios que Juan Villoro publica en Anagrama, toma su título de un hallazgo de Tomás Segovia en su traducción de Hamlet. En vez del clásico Esa es la cuestión, el poeta hispanomejicano encontró en la sencillez de esa frase una nueva propuesta, creíble por su naturalidad, para acercar el monólogo del príncipe danés al lector.

Narración y diarios son los ejes de estos textos. Dos ejes con una estrecha vinculación entre ellos, como recordaba Gide, que hablaba del diario como género narrativo cuando reivindicaba "una suerte de sinceridad inversa en el artista. No debe narrar su vida como la vivió sino vivirla como va a narrarla."

Los ensayos de Villoro se mueven en ese tono intermedio característico de la crítica angloamericana de Auden, Wilson o Connolly y son, más que análisis académicos o interpretaciones eruditas, "cambiantes corazonadas de quien lee por gusto."

El lector encontrará aquí unidos el talento narrativo y la lectura creativa en las propuestas interpretativas de Villoro acerca de muchos de sus referentes: La crónica del camino hacia el Hamlet de Tomás Segovia que pasa por su asistencia a un seminario de Bloom sobre Shakespeare y la originalidad. Bloom estaba ultimando por entonces (enero del 94) su libro Shakespeare, la invención de lo humano, que tradujo también Tomás Segovia.

Una lectura fronteriza, profunda y contemporánea, del Quijote; una semblanza de Casanova, en la que el conquistador comparte espacio con Ovidio y Bruce Springteen; Lichtenberg ante la Cruz del Sur y Goethe en sus afinidades electivas completan las dos primeras secciones del libro, que se centra luego en el equilibrio inestable entre escrituras secretas e identidades públicas.

Esa tercera parte se ocupa del diario como forma narrativa en Josep Pla, Thomas Mann o Kafka; de la imagen de Borges en los diarios de Bioy o de los itinerarios extraterritoriales en busca de la identidad mejicana.

Completan el libro una mirada a la habitación iluminada de Chéjov, el lugar del que salen sus relatos; tres prólogos para la Biblioteca Hemingway que proyectó Constantino Bértolo; el acercamiento a exaltados eminentes del tamaño de Lowry, D.H. Lawrence, Yeats o Klaus Mann.

Cierra el volumen el ensayo La fisonomía del desorden, que Villoro escribió como prólogo al primer tomo de las Obras completas de Onetti en Galaxia Gutenberg.

Como los otros, ese ensayo presupone la compañía, una forma de complicidad a la que se suma el lector de estos textos reunidos.

Porque también de eso se trata.

Santos Domínguez

12 noviembre 2008

El libro de los filósofos muertos


Simon Critchley.
El libro de los filósofos muertos.
Traducción de Alejandro Pradera.
Taurus. Madrid, 2008.


He de admitir que escribir un libro sobre cómo mueren los filósofos –advierte Simon Critchley en los capítulos iniciales de El libro de los filósofos muertos que publica Taurus- es una forma realmente extraña de pasar el tiempo. Puede que leer un libro así lo sea aún más.

Pero el lector no se arrepentirá de entrar en un libro como este, inteligente y –por paradójico que parezca- divertido.

Organizado en capítulos rápidos y precisos, Critchley ha elaborado un recorrido que es el lapidario de 190 filósofos muertos, un cementerio como el de la Antología de Spoon River, pero en esta ocasión llevado a la filosofía con personajes reales.

Aprender a morir ha sido la preocupación esencial de la filosofía de todas las épocas y civilizaciones. De hecho, Cicerón señalaba que “filosofar es aprender a morir.” La filosofía sería, por tanto, una educación para la muerte y ese sería su principal objetivo: preparar al hombre para la muerte.

Unos siglos antes Sócrates, en el Fedón, señalaba que el filósofo debía mostrarse alegre ante la muerte, porque “los verdaderos filósofos hacen del hecho de morir su profesión.”

Y Montaigne señalaba en los Ensayos inaugurales de la mentalida moderna: “Quien ha aprendido a morir ha desaprendido a ser un esclavo.”

Sobre esa misma idea insiste al final de la cadena temporal Simon Critchley, en una de las frases más concluyentes de su libro: “Filosofar es, pues, aprender a tener la muerte en la boca, en lo que uno dice, en lo que come y en la bebida que degusta.”

Pero una cosa es la teoría y otra la práctica, y de lo que trata este libro es de las muertes reales de los filósofos a lo largo de la historia. Y lejos de cualquier propósito lúgubre, su autor indaga en lo que nos puede enseñar la filosofía acerca de cuál sea la actitud idónea ante la muerte.

En ese sentido, es muy esclarecedora la cita inicial del libro, en la que se recurre a Montaigne: “Si yo fuera un hacedor de libros, haría un registro comentado de las distintas muertes; quien enseñara a los hombres a morir les enseñaría a vivir.”

Además de la muerte filosófica que toma su modelo en Sócrates –el primer filósofo que aprendió a morir- y se radicaliza siglos después en Séneca, el lector se encontrará aquí con excentricidades y muertes dolorosas, con suicidios y asesinatos, como el de Pitágoras, que se negó a cruzar un campo de habas; con un Heráclito que se ahogó en excrementos de vaca o un Platón que murió por una infección de piojos; con la sandalia de bronce de Empédocles en el Etna o con aquel Diógenes que murió conteniendo la respiración.

Y con la locura de Lucrecio, que se suicidó tras enloquecer con un filtro de amor; con un Avicena muerto de sobredosis opiácea tras dedicarse compulsivamente a la actividad sexual; con un Tomás de Aquino que falleció por un golpe en la cabeza contra la rama de un árbol; con un Bacon que murió en las calles de Londres por rellenar un pollo con nieve y así comprobar los efectos de la refrigeración; con un Descartes que contrajo una neumonía mortal por dar clases a la reina Cristina de Suecia a primera hora de la mañana, en el crudo invierno de Estocolmo; con un Montesquieu que murió en brazos de su amante y dejó sin terminar un tratado sobre el gusto o un Diderot que se atragantó con un albaricoque.

Hay también un muestrario de últimas palabras: el «Sufficit» (es suficiente) de Kant, la frase de Hegel:«Sólo un hombre me ha comprendido... Y aun él creo que no me comprendió» o la de Wittgenstein, que murió al día siguiente de su cumpleaños: «No habrá más», había predicho.

En el marco de una reflexión optimista sobre el sentido de la felicidad, aprender a morir, pues, debería enseñarnos a vivir. Para eso, siguiendo el consejo de Montaigne, Critchley ha elaborado, no un libro de los muertos, sino una colección de recordatorios, el plano de un cementerio con lápidas organizadas cronológicamente. Como en un cementerio real, el visitante puede ir siguiendo un orden o bien desplazarse al azar, mirando aquí y allá o buscando los nombres que le resulten familiares.

Presocráticos, fisiólogos, sabios y sofistas; platonistas, cirenaicos, aristotélicos y cínicos; escépticos, estoicos y epicúreos; filósofos chinos clásicos; romanos (serios y ridículos) y neoplatonistas; santos cristianos y filósofos medievales: cristianos, musulmanes y judíos; humanistas del Renacimiento; racionalistas (materialistas e inmateriales), empiristas y disidentes religiosos; philosophes, materialistas y sentimentales; alemanes del siglo de las luces; los maestros de la sospecha y algunos estadounidenses no sospechosos...

Y así hasta el largo siglo XX, con la filosofía en tiempo de guerra; analíticos, continentales, algunos moribundos y una experiencia cercana a la muerte, la del propio autor, que escribe en su lápida:

Simon Critchley
1960-¿?
Sale, perguido por un oso.

Santos Domínguez

10 noviembre 2008

Stendhal. Recuerdos de egotismo

Stendhal.
Recuerdos de egotismo.
Traducción, introducción y notas
de Juan Bravo Castillo.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2008.

Los años que pasaron entre 1821 y 1830 -lo recordaba Consuelo Berges en su indispensable Stendhal y su mundo- fueron los más intensos de su biografía y los más densos de su vida de escritor. En esos años que vivió en el París de la Restauración publica seis libros, algunos tan centrales en su obra como Del amor, Paseos por Roma o Rojo y Negro.

A evocar esos años parisinos dedica Stendhal estos Recuerdos de egotismo que acaba de publicar la editorial Cabaret Voltaire con traducción, introducción y notas de Juan Bravo Castillo. Stendhal escribió estos textos en Civitavecchia de forma compulsiva, entre el 20 de junio y el 4 de julio de 1832. Combatía así el hastío de una ciudad aburrida y sin tono social. Y como la Vida de Henry Brulard, otra obra autobiográfica que comenzaría poco después, no llegó a terminarla.

Stendhal tenía entonces 49 años y estaba aburrido, cansado y confuso, lleno de dudas y de interrogaciones:

¿He extraído todo el partido posible para mi felicidad de las situaciones que el azar me ha puesto durante los nueve años que acabo de pasar en París? ¿Soy un tipo sensato? ¿Poseo un auténtico sentido común?
¿Tengo una inteligencia notable? La verdad es que no lo sé. (...)
No me conozco a mí mismo, y esto, cuando algunas noches pienso en ello, me deja desolado. ¿Soy bueno, malo, inteligente, tonto?

El 13 de junio de 1821 Stendhal emprendía el viaje desde Milán a París. Eran tiempos apasionados de intensa vida social con amigos y amantes, con desengaños propios del mal du siècle romántico:

En 1821 me costaba mucho resistir a la tentación de pegarme un tiro. (...) Creo que fue la curiosidad política lo que me impidió poner fin a mis días de una vez; puede que acaso, sin darme cuenta, fuera también el miedo de hacerme daño.

El proyecto literario que arrancaba ese día de junio debía llegar hasta el día de noviembre de 1830 en que Stendhal abandonó París camino de Trieste, pero se interrumpe en el capítulo XII, cuando el recuerdo está en 1822, en los salones aristocráticos poblados por hombres y mujeres refinados, bondadosos o depravados.

Sin embargo, a esas alturas del relato inconcluso, cuenta mucho menos el tiempo que el espacio, que se ha convertido ya en el eje de la obra, y la escritura ha terminado por imponerse a los impulsos suicidas del personaje.

Como la Vida de Henry Brulard, los Recuerdos de egotismo están escritos no para exhibirse, sino para comprenderse a sí mismo en una indagación psicológica retrospectiva. De ahí su intensidad emocional y su fuerza literaria, que hacen de este libro inconcluso una referencia inevitable en la que está el mejor Stendhal y su mundo inconfundible.

Sobre su importancia escribe Juan Bravo Castillo al final de su introducción:

Los Recuerdos de egotismo constituyen, dentro de la obra de Stendhal, una pieza básica que nos da la clave del paso de la vida a la consagración del arte; una vida que proseguirá con altibajos y en la que aún continuará desempeñando, desde luego, su papel fundamental el amor, por más que, perdidas ya parte de sus ilusiones relativas a la esperanza de cimentar cierto grado de felicidad en la tierra, el grenoblés tienda a refugiarse definitivamente en una escritura que poco a poco ira trenzando su hilo de Ariadna en torno a una serie de personajes alimentados con la vasta gama de posibilidades vividas o soñadas. Se trataba, en resumen, de recluirse en la ficción liberadora; hacer de la escritura catarsis –como su héroe por antonomasia, Fabrizio del Dongo– en cualquier cartuja lejana, rememorando las horas de amor recreadas por el ensueño.

Santos Domínguez