22/3/24

José Antonio Sáez. La memoria en llamas

  


José Antonio Sáez.
La memoria en llamas.
[Poesía reunida 2010-2020]
Editorial Alhulia. Granada, 2022


No hay piedad para el hombre 
cuya memoria en llamas 
los dioses han prendido.
Nadie más extraviado 
entre los seres y las cosas.
Nadie más indefenso 
y a merced del terror. 
Nadie más favorable 
para afrontar la muerte 
que un dios enloquecido.

Así termina La memoria en llamas, el poema que da título a la recopilación de la Poesía reunida 2010-2020 de José Antonio Sáez en Editorial Alhulia.

Diez años de poesía y cuatro libros -En gran silencio, Luminaria, Unción y Arroyo de las torcaces- que combinan intimismo y reflexión en la configuración de una honda poesía del conocimiento en la que arde la memoria y alienta la esperanza.

Y mientras la conciencia indaga en el interior desde el silencio, la palabra existencial y meditativa de José Antonio Sáez se hace carne contemplativa con la intensidad de unos destellos emocionales y verbales que dan sentido al mundo en su búsqueda de la esencia del ser y en la presencia de la luz desde la devastación de las sombras:

Blanco muro de sombras: tras de ti está el vacío.
En mis ojos la luz. Nadie podrá arrancarla.

Un mundo que ordena en sus versos bien afinados, de solemne porte clásico, con la autenticidad de una voz poderosa en su deslumbrante viaje interior hacia la luz de las revelaciones, de la música o el pájaro desde la oscuridad germinativa del silencio o el vacío:

Se diría que el silencio germina 
en las nocturnas sombras, que discurre 
desde su centro y se expande en un punto 
de luz donde los ecos reverberan.
[…]
Y siempre el sol, ardiendo, en la distancia.

Ese viaje interior, que culmina con la celebración de la vida en la poesía amorosa de Arroyo de las torcaces, había comenzado en el primer poema de En gran silencio

CITA A SOLAS 
Ante mí, ve el silencio. Ese espacio que abarca, 
absorto, cuanto intuyes perdido en el abismo.
La ausencia me delata. Las pupilas vagando  
en el vacío. Puedes despojarte de todo, 
ahora que eres nada y se cierra la noche 
a los sentidos. Deja que escuche, si no suena. 

Vienes tras mí girando. Me envuelves en tu círculo 
y damos vueltas breves en torno a la vorágine. 
Más allá del sonido, la región de los hielos. 
Aguzas el oído y nadie te responde: 
al otro lado del sueño, la música del agua.

Influida por el quietismo de Molinos, filtrado por la razón poética de María Zambrano y la poesía del silencio de Valente, en la voz poética de José Antonio Sáez arde el fuego que conjura la muerte en el acecho de la palabra salvadora o en la actitud receptiva ante la música y el paisaje:

                                                       y recibes la luz 
con beatitud solemne, como un réquiem de Mozart.

Una palabra poética que resiste al tiempo desde la conciencia de la fugacidad con la serenidad de la aceptación, con la incansable búsqueda de la armonía en la mística del paisaje y en el despojamiento del desierto:

                        Perfilados 
cerros caídos de mi patria: 
no moriréis si no es conmigo.

A vuestro lado me sitúo 
con el espíritu apacible, 
pues siempre supe que esperaba 
la hora final que ha de llegarnos.

Porque antes de esa hora, el retiro ascético del mundo permite al poeta encontrarse consigo mismo, como en ‘Beatitud’, el poema inicial de Luminaria:

Dulces son, y apacibles, los días de retiro 
en que al presente tiempo me refugio, entregados 
a la contemplación y al cultivo interior. 

Quizá el azar quisiera, gozosamente ahora, 
favorecer mi tránsito; pues mi espíritu obtiene, 
en su disfrute oculto, la rara plenitud.

Bendigo este sosiego que me aleja del mundo 
y me lleva al encuentro de mi propia conciencia.
Otra vida no sé, mas su perfume anhelo.

En ese proceso espiritual, el tercero de los libros -Unción-, atravesado por la explícita influencia de María Zambrano y sus Claros de bosque, es un paso decisivo hacia la afirmación de la luz y la plenitud del ser. Así termina el espléndido ‘Himno del despojado’:

Mira al cielo azulado, contempla su esplendor 
y siente que en las nubes aguarda la promesa 
de un vigoroso día, de una noche vencida 

tras la cerrada niebla que oculta el claro anhelo.
Son posibles los pájaros, el sol que nos alumbra 
y la ascendente música regalo de los dioses.

Las canciones a la esposa de Arroyo de las torcaces son una confirmación de ese triunfo -momentáneo, pero pleno- de la luz sobre las sombras, amor más poderoso que la muerte:

Ha vencido tinieblas que atenazan su espíritu 
y clama en la esperanza de un nuevo amanecer 
donde la luz lo acoja, desposado y triunfante.

Poesía, verdad y belleza en la intensidad poética y humana de un poeta verdadero, en diálogo creador y capaz de versos como estos:

Afortunado aquel a quien le fue otorgada 
la gracia perdurable de admirar la belleza. 

Santos Domínguez