14/6/23

Mary Beard y John Henderson. El mundo clásico









Mary Beard y John Henderson.
El mundo clásico. 
Una breve introducción.
Traducción de Manuel Cuesta.
Alianza Editorial. Madrid, 2023. 


Esa imagen del único manuscrito conservado de los libros XI-XVI de los Anales de Tácito ilustra este brillante párrafo de El mundo clásico, de Mary Beard y John Henderson, que publica el libro de bolsillo de Alianza Editorial con traducción de Manuel Cuesta:

Nuestro conocimiento de la literatura clásica pende de un hilo sutilísimo, y que algo caiga dentro de lo que conocemos o de lo que no conocemos se debe puramente al azar; que valga como ejemplo el que unos arqueólogos quisieran excavar exactamente aquella fosa de desperdicios —no otra— de aquel campamento romano concreto y, al hacerlo, hallaran la única muestra que tenemos de la poesía de Galo; o el que a un monje medieval pudiera vertérsele el vino encima de un manuscrito que se disponía a trasladar, y con ello, se cerrase la puerta a la pervivencia de una obra clásica de la que aquella resultase ser la última copia. Semejante indefensión de los textos antiguos ante posibles accidentes o negligencias ha dado lugar lo mismo a malos pensamientos que a innumerables obras de ficción. Pensemos en las novelas de Robert Graves Yo, Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina, que recrean la autobiografía perdida de este emperador romano, o en El nombre de la rosa, donde Umberto Eco imagina una versión todavía más siniestra: un monje que acaba, incendiándola, con la biblioteca de su monasterio, y junto a ella, con la única copia del tratado que Aristóteles dedicara a la comedia.

Con una visita al Museo Británico comienza el primer capítulo del libro. En la sala 6 de la planta baja están los frisos griegos de Basas: “Estos relieves —nos informan— en otro tiempo constituían el friso, esculpido hacia finales del siglo V a. C., del habitáculo interior del templo del dios Apolo que había en un lugar llamado Basas, en la Arcadia, región recóndita del extremo suroccidental de Grecia.”

Esos frisos representan en sus veintitrés piezas dos batallas en las que intervienen los guerreros griegos: una contra los Centauros y otra -capitaneados por Heracles- contra las Amazonas. Pero igual que hay un abismo de dos mil quinientos años entre aquel tiempo histórico y el presente, hay un abismo entre la situación en el templo y la que se ofrece al visitante del museo, que ofrece una representación del pasado, no una reproducción exacta.

Y ahí empiezan a surgir las preguntas: “¿Es que nadie iba a visitarlo, en lugar de como pío peregrino, como turista, por su interés? De entre los visitantes de la Antigüedad, ¿ninguno quería que le explicasen alguna de las escenas representadas, apenas visibles a siete metros de altura? ¿En qué medida su visita era distinta de la nuestra al museo? ¿En qué medida podemos calibrar, dicho de otro modo, el mencionado abismo que nos separa de ellos, lo que tenemos en común con quienes visitasen en el siglo V a. C. este templo (peregrinos, turistas, devotos…) y lo que nos aleja?”

A partir de ese momento, Mary Beard y John Henderson se cuestionan el abismo que nos separa a nosotros de los griegos o los romanos y establecen la conciencia de ese abismo como punto de partida para estudiar nuestra relación con el mundo clásico.

Una relación que está distorsionada en primer lugar por las imágenes idealizadas que nos transmiten el arte, la literatura o el cine, y además porque lo que conocemos del mundo clásico es un débil reflejo de una realidad que nos ha llegado filtrada por ejemplo por la mirada selectiva de los monjes que conservaron algunas obras con sus copias en los monasterios medievales:

El estudio del mundo clásico se da, precisamente, en ese abismo que se interpone entre nosotros y los antiguos griegos y romanos; plantea preguntas derivadas tanto de nuestra distancia con respecto a «su» mundo como de nuestra cercanía a él, del carácter familiar de su mundo en el nuestro (en nuestros museos y en nuestra literatura, pero también en nuestras lenguas, culturas y maneras de pensar). El estudio del mundo clásico no solo apunta a descubrir o desvelar el mundo antiguo (aunque ese es igualmente su fin, como dejan ver el redescubrimiento de Basas o la excavación de las avanzadillas más extremas del Imperio romano en la frontera escocesa); su objetivo consiste, además, en determinar y debatir nuestra relación con dicho mundo.

Y por eso, “las cuestiones que saca a relucir Basas nos permiten enfrentarnos al mundo clásico —y a su estudio— desde la perspectiva más amplia posible, porque enfrentarse al mundo clásico trasciende, por supuesto, el estudio de los restos físicos de la antigua Grecia y la antigua Roma (la arquitectura, la escultura, la cerámica y la pintura); implica aproximarse, por no citar sino unos pocos ejemplos, asimismo a la poesía, el teatro, la filosofía, la ciencia y la historia escritas en la Antigüedad, que hoy seguimos leyendo y discutiendo como parte de nuestra cultura. Sin embargo, también en estos casos se nos plantean cuestiones comparables, interrogantes sobre cómo se supone que hemos de leer una literatura con más de dos mil años de historia, escrita en una sociedad muy alejada y diferente de la nuestra.”

Con esa perspectiva, los diez capítulos del libro utilizan los frisos del templo de Basas como hilo conductor para abordar la impronta del mundo clásico en la posteridad y la construcción de su imagen cultural: desde la Oda a una urna griega de Keats a Astérix, desde el mito de la Arcadia en la obra de Virgilio a Ben-Hur, desde el turismo a la lectura de los textos antiguos, desde la reconstrucción arqueológica a la tragedia griega o la invención de la filosofía.

Y en definitiva, para “transmitir con estas páginas lo difícil que sería para el arte, la literatura y la filosofía de Occidente —así como para el resto de nuestra herencia cultural— hablar a nuestras vidas sin, al menos, una Introducción al mundo clásico.”

Aunque más que una introducción como la que anuncia el título del volumen, este es un ensayo de interpretación y un acercamiento al mundo clásico grecolatino y a su realidad histórica, literaria, cultural, social y económica.

Santos Domínguez