Desde tiempos remotos, la música fue una actividad omnipresente en la sociedad griega: este hecho, hoy ampliamente reconocido, ha sido durante largo tiempo poco tenido en cuenta por los estudiosos de la Antigüedad.[…]
El pensamiento heleno surge en ese proceso que asocia indisolublemente una técnica especializada, como la del constructor de navíos –de la cual depende la supervivencia en el mar, el comercio, la colonización de nuevas costas y la suerte de la guerra–, con el soporte musical de la tradición poética; y este, a su vez, con las conveniencias de la argumentación lógica. La música asegura la transmisión entre los extremos de la necesidad perentoria y las artes del intelecto. […]
Nuestra investigación se apoya en la renovación del helenismo acontecida a lo largo del siglo XX, debida a los descubrimientos arqueológicos, etnográficos y tecnológicos que llevaron a contrastar el legado textual con un conocimiento cada vez más preciso de la tradición oral. Poco a poco, los helenistas han ido haciendo frente a la necesidad de cooperar con la musicología en el estudio de los primeros rastros de Occidente. En lo que toca a la literatura de la Grecia antigua, la musicología es concluyente: «Todos los autores griegos de los que hoy no subsisten más que los textos, y que tenemos tendencia a considerar únicamente como poetas, eran de hecho también músicos, al menos desde la época arcaica hasta el fin de la época clásica.» Aun así, al comienzo de su Ancient Greek Music, publicado en la última década del pasado siglo, Martin L. West se veía forzado a declarar todavía: «Probablemente ningún otro pueblo en la historia ha hecho referencia más frecuente a la música y a la actividad musical en su literatura y en su arte. Pese a ello, el asunto es prácticamente ignorado por casi todos los que estudian esta cultura o enseñan acerca de ella.»
En esos tres párrafos se podría resumir el sentido de Arte sonora, un ambicioso ensayo que Santiago Auserón publica en Anagrama.
Subtitulado En las fuentes del pensamiento heleno, es una indagación amplia, profunda y muy documentada que explora la relaciones entre la música, la poesía, el mito, la filosofía y el logos en el proceso de configuración del pensamiento griego entre la época arcaica y la clásica.
“Arte sonora -escribe Santiago Auserón en el Prefacio del libro- es la conjunción de palabra y música en el canto, pero también la música instrumental sin palabras. Juntas comparten las funciones culturales que los griegos antiguos representaron en la fraternidad de las Musas. El curso de la historia dejó a la música reinar en el medio sonoro común, mientras contemplaba a su hermana alejarse y marcar distancias. De modo inevitable, la práctica musical preserva una interrogante callada acerca de las evoluciones de la voz fuera del territorio de origen e incita a considerar si en sus desarrollos escritos y discursivos la palabra es todavía un arte sonora. Sin duda el oficio de cantor y compositor de canciones, practicado en paralelo con el estudio de la filosofía, tiene algo que ver con esta manera de plantear las cosas. La necesidad de escapar de los apremios mercantiles de dicho oficio, el deseo de comprender mejor su propio alcance, dieron nuevo impulso a la inclinación temprana por el pensamiento de los griegos antiguos, reforzándola con la inquietud por conocer el rastro de las sonoridades musicales que asistieron al nacimiento de la filosofía.”
En esta intensa reconstrucción del medio en que nació la filosofía occidental, Auserón aborda cuestiones como la relación de la música con lo sagrado, el comercio del hombre con lo sagrado a través de la canción y el mito, la lógica musical del hexámetro y los ritmos homéricos, el proceso de separación de la poesía y la música, la escisión consiguiente de las artes verbales y musicales, la restauración de la lógica del ritmo o las correspondencias simbólicas entre la palabra y la música, hasta llegar a una conclusión -‘La música del lógos’- después de un completo y deslumbrante recorrido por la cultura arcaica y clásica en la antigua Grecia.
Arte sonora propone un recorrido luminoso por “la dualidad cultural de las artes sonoras -palabra y música-“, por el equilibrio entre la representación verbal y la invisibilidad sonora, por las relaciones de reciprocidad entre palabra y música y sus valores simbólicos como expresión de lo sagrado, por las armonías y las consonancias, por la tradición mistérica en la que conviven los ritos y la poesía, por el paso de la tradición oral a la escrita, de la poesía a la filosofía, del mito al logos y por la evolución del pensamiento filosófico, que “heredó de la épica la idea de lo divino como principio del que deriva una valoración de los comportamientos humanos, junto con la capacidad de idealizar un origen remoto, y de la lírica aprendió la libertad individual para contradecir esas mismas creencias.”
Santos Domínguez