4/2/22

David Huerta. El desprendimiento


David Huerta.
El desprendimiento.
Edición del autor y de Jordi Doce.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2021.

“El mejor poema del mundo es una red que se ha tejido en nuestra mente con esos elementos: está ahí, aquí, a nuestro alcance. A los significados, sensaciones e imágenes puede uno agregar otros componentes, como el ritmo, la melodía de las palabras o las frases, el poder de evocación del poema, su gravitación en nuestras vidas para iluminarlas o cifrarlas y dejarlas encerradas en un vaso que siempre tenemos cerca para saciar nuestra sed de poesía El mejor poema del mundo tiene la belleza del agua, es decir: del rasgo distintivo, el más sobresaliente, en el diseño de nuestro planeta, como dice el poeta Joseph Brodsky. 
[…]  
Quien toque con una mano trémula el mejor poema del mundo toca a los seres humanos y en ellos, en su poderosa fragilidad, toca también la luz de la mente. El poema está ahí, donde ellos estén; ese poema inmenso está animado, trabajado continuamente por la difícil, vigorosa, exigente y gozosa tarea del pensamiento, exaltado en la fluidez irradiante de las ideas. El poema es de una diversidad vertiginosa, el opuesto perfecto del obtuso, lerdo y estéril monólogo del poder. Por eso es importante la poesía, espejo de todo contrapoder." Esos párrafos pertenecen al discurso de aceptación que leyó David Huerta (Ciudad de México, 1949) en Guadalajara el 30 de noviembre de 2019, cuando recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. 

 Lo recoge íntegramente el apéndice a El desprendimiento, la amplia y muy cuidada antología poética de su obra entre 1972 y 2020 que publica Galaxia Gutenberg en su colección de poesía en edición del autor y de Jordi Doce, que explica la razón del título en su introducción: “El diccionario de la RAE define ‘desprendimiento’ como ‘acción de desprender o desprenderse.’ También como ‘desapego, desasimiento de las cosas.’ Por último, como ‘largueza, desinterés, generosidad.’ El título de nuestra antología remite primeramente a esta tercera acepción, que es una resultante del entusiasmo de su autor y su capacidad para el desbordamiento y el derroche verbales, expresión de un vitalismo que explica su enorme ascendiente entre las nuevas generaciones de poetas mexicanos, muchos de los cuales han sido alumnos suyos o participantes en los numerosos talleres de escritura que ha dado por todo México. La vitalidad de Huerta está ligada a un sentimiento de gratitud y a la noción de poesía como arte colectivo, apoyado en una tradición que a su vez genera una comunidad de espíritus afines. Todo su discurso de recepción del Premio FIL de Literatura está recorrido por ese hilo afectivo de agradecimiento que implica formar parte, saberse parte, de un gremio ilustre." 

 Entre la delicada escritura inicial de El jardín de la luz y el despojamiento expresivo de El cristal en la playa transcurren casi cincuenta años de escritura que quizá alcanzan su mejor momento en los versos torrenciales de Incurable, un libro vertebral en la trayectoria de David Huerta. Se publicó en 1987 y comienza con estas potentes estrofas: 

 El mundo es una mancha en el espejo.
Todo cabe en la bolsa del día, incluso cuando gotas de azogue
se vuelcan en la boca, hacen enmudecer, aplastan
con finas patas de insecto las palabras del alma humana.

El mundo es una mancha sobre el mar del espejo,
una espiga de cristal arrugado y silencioso,
una aguja basáltica atorada en los ojos de la niña desnuda.

En medio de la calle, con el ruido de la ciudad como otra ciudad
conectada en la pantalla de la respiración, 
veo en mis manos los restos del espejo: tiro todo a la bolsa y
sigo mi camino,
todo cabe en la bolsa del día, incluso la palabra incluso, 
un manchón negro en la línea que se va deshojando en la boca.

Si me acercara, con un sonido genital y absolutamente húmedo, 
tocando las paredes del miedo con manos espaciosas y una
circulación de letras aplastadas contra la linfa color de olvido; 
si me acercara, seco y coordinado en los pliegues, oyendo el paso
de los otros en el techo, 
una legión sorda, un estertor de marabunta, un hueso
desmoronándose,
una lluvia caliza por el suelo, en el paladar; 
si me acercara, si desmenuzara una figurilla con los dedos que
gotean vino; 
si me procurara un placer, un desvío, un tocamiento de nubes o
un roce plateado, 
un manoseo en el oro, un deslizarse en la entrepierna de los
muebles para dormir ahí un sueño de saliva y silencio; 
si me acercara, dando en el tiempo un acorde caliginoso, un tempo
fúnebre de reunión a oscuras...


Se reúnen en esta muestra los diversos registros que marcan la evolución de David Huerta y su diálogo con la tradición de la que se siente parte: el verso corto y el poema breve de El jardín de la luz o Canciones de la vida común; los versículos torrenciales de Cuaderno de noviembre, donde encontró su voz personal, y de Incurable, un libro monumental y caudaloso, laberíntico y onírico; la experimentación formal de Versión; la inflexión que supuso en su trayectoria La música de lo que pasa; la mayor contención formal y el rebajamiento del onirismo desbocado y visionario que significan El azul en la flama, La calle blanca y Canciones de la vida común, que incorporan poemas amorosos y elegíacos o textos de homenaje que reafirman el sentimiento de pertenencia a la tradición poética; los poemas en prosa de El ovillo y la brisa, entre lo narrativo y lo meditativo; la reunión de experiencias expresivas que refleja Los instrumentos de la pasión, donde conviven las líneas centrales de la poesía de Huerta. 

 De ese libro forma parte un magnífico ‘Perro de Goya’, que comienza con estas estrofas: 
 
De su perfecto hocico saldrá, cuando menos lo esperemos,
un murmullo de Eclesiastés. 
 
De su pelaje temerario saltarán las chispas 
de las Revelaciones. Ángeles y arcángeles
como gatos ciclópeos, asustadizos y, por eso mismo, tiránicos,  
 
serán conducidos a los callejones salvíficos
y a los pasillos del oprobio punitivo
por la mansedumbre de este can visionario. 
 
 Hundido en el nacimiento de los colores
como en un prado sublime, este animal ha visto los desastres de la guerra,
los caprichos de la razón,
extraños frutos en los árboles,
los calderos y gritos de los aquelarres. 
 
 Es la primera vez que se publica en España una muestra tan amplia de la obra del poeta mexicano, que integra ejemplarmente tradición y modernidad en poemas como este, de su espléndido Cuaderno de noviembre: 
 
Humo de rosas quemadas en el jardín donde hemos conocido a la noche 
con brazos más extraños que la palabra Deseo,
donde sobrevive un aire de recuerdo inútil,
mordido por la venenosa fragilidad que distribuye la sombra al pasar,
cuando el frío se transforma en una cercanía igual a una oscura 
concavidad
y nuestros ojos tienen un color escondido que respira con un fulgor 
desnudo y desconcertante.

Este frío ha llegado para sembrar una vinculación que necesitaremos 
cuando el indicio de la soledad nos imprima en la boca un largo 
sabor de quemadura.
La 'estatua de la memoria' se esfuma en medio del día que
retrocede, 
bajo el viento larguísimo y exhausto. El mar de la ciudad pronuncia
sus palabras, crecidas como muescas, 
en el sopor del otoño, y los nombres caen brillando: incrustaciones
blancas en un gran sueño negro.
Sorda es la sombra, encajada en la sal de la noche que es 
redonda como un charco y está sobre la cabellera del espejo,
mojada en chispas, 
depositada en los ojos como una donación de palabras desiertas.

Su amplia obra poética, en constante evolución formal y temática, métrica y tonal, es poco conocida fuera de México, de ahí la oportunidad de este volumen, que incorpora cuatro inéditos y ofrece, en palabras del editor, “la primera ocasión que tiene el lector hispanohablante de acceder de manera accesible y ordenada a una de las grandes voces de la poesía contemporánea en nuestro idioma.”

 Santos Domínguez