Saint-John Perse.
Vientos.
Traducción e introducción
de Enrique Moreno Castillo.
Linteo Poesía. Orense, 2019.
Eran unos vientos muy grandes sobre todas las caras de este mundo,
grandes vientos jubilosos por el mundo, que no tenían área ni refugio,
que no tenían prudencia ni mesura, y que nos dejaban, hombres de paja,
en el año de paja con su ímpetu... ¡Ah, sí, grandes vientos sobre todos los rostros de los vivos!
Rastreando la púrpura, el cilicio, rastreando el marfil y la tejuela, rastreando el mundo entero de las cosas,
corriendo a su labor por nuestros más grandes versículos de atletas, de poetas,
eran grandes vientos en búsqueda sobre todas las sendas de este mundo,
sobre todas las cosas perecederas, sobre todas las cosas aprehensibles, por entre el mundo entero de las cosas...
Así comienza Vientos, el largo poema de Saint-John Perse que acaba de publicar en edición bilingüe Linteo Poesía con traducción e introducción de Enrique Moreno Castillo.
Nacido en las Antillas francesas, traducido por Rilke, Eliot o Ungaretti, es uno de los grandes poetas del siglo XX. Llegó a Estados Unidos en 1940 tras huir de la Francia ocupada, y allí rompió con un silencio poético que mantenía desde la publicación en 1924 de Anábasis, su poema más significativo.
Escribió a partir de entonces varios poemas largos como Exilio, Lluvias, Nieves o este Vientos, que publicó en 1945 organizado en largos versículos que se agrupan en cuatro secciones que contienen seis o siete cantos cada una de ellas.
Escrito “desde los cabos últimos del exilio”, es un monumental fresco de tono épico y con una leve línea argumental sobre la que se articula el conjunto. Hay aquí, como en Anábasis, una travesía, en este caso hacia el oeste. Un viaje de Europa a América, del Atlántico al Pacífico, del Viejo al Nuevo mundo, del pasado al futuro en el que está “¡Todo por empezar de nuevo! ¡Todo por decir de nuevo!”
Deslumbrante y opaca, enigmática y torrencial, la poesía irracionalista de Saint-John Perse está poblada por imágenes visionarias y asociaciones libres que tienen como eje de referencia un viento a la vez destructor y vivificante.
El propio poeta decía en una carta que Vientos, que se mueve entre la densidad metafórica y la brillantez de las imágenes, es un poema “excepcionalmente difícil, tanto en el espíritu como en la letra, y de una dificultad acrecentada por el carácter personal de las asociaciones de ideas o de imágenes”.
Moreno Castillo resume Vientos en su prólogo como “un poema tentacular, en el que aparecen digresiones inesperadas, avances y retrocesos, alusiones al pasado remoto, a épocas históricas diversas, al presente y al futuro. Varias voces intervienen en él, voces que en ocasiones se contradicen y que otras veces dan la impresión de fluir al unísono. En determinados momentos, el poema se lanza por un camino transversal que se diría que va a abrir un nuevo espacio, pero luego ese camino es abandonado de golpe para volver al punto de partida. La obra está como traspasada por una ambición delirante, por un deseo de inagotabilidad, de ir y venir sin tregua, de desmesura torrencial.”
Entre la leyenda y la profecía, entre la naturaleza y la historia, los paisajes y las civilizaciones se suceden en estos versos en los que el viento, a la vez destructor de civilizaciones e impulsor de cambios, impone el futuro frente al pasado, lo abierto y lo dinámico sobre lo cerrado y lo quieto, la velocidad de la nueva civilización frente a la inmovilidad de lo antiguo:
Eran muy grandes vientos sobre la tierra de los hombres -grandes vientos actuando entre nosotros,
que nos cantaban el horror de vivir, y nos cantaban el honor de vivir, ah, nos cantaban y nos cantaban en la cima más alta del peligro,
y al son de las flautas salvajes de la desgracia nos conducían, hombres nuevos, hacia nuestras costumbres nuevas.
La poesía, dijo Perse en el discurso de recepción del Nobel, “es acción, poder, innovación que desplaza los límites [...] Lo propio de la poesía es iluminar.”
Desde esa concepción de la poesía como conocimiento y como revelación visionaria del sentido más allá de la razón y de la lógica, la obra de Saint-John Perse tiene al hombre como constante referencia central:
Y el hombre vuelve a proyectar su sombra sobre la calzada de los hombres.
Y la humareda del hombre está sobre los tejados, el movimiento de los hombres en el camino,
y la estación del hombre sobre nuestros labios como un tema nuevo...
[...]
Y más allá, y más allá, ¿qué otra cosa hay sino tú mismo? -¿qué otra cosa hay sino lo humano?
Afirmación de la realidad, celebración de la poesía y del hombre, Vientos -señala el prologuista- “parece más bien una especie de masa poética en ebullición, siempre al borde de lo ilegible, pero de la que continuamente van destacándose facetas deslumbrantes, momentos de una profundidad y una belleza vertiginosas, todo en un despliegue de atmósferas y cadencias que posee un poder casi hipnótico.”
Y es que “la verdadera poesía -añade- es en realidad palabra escuchada; no algo que decimos, sino algo que nos habla.”
Por eso, intentar reducir Vientos y el resto de la poesía de Saint-John Perse a una etiqueta o caracterizarlo como superrealista es reconocer la insuficiencia crítica en su abordaje, porque su obra funda un universo poético y lingüístico inclasificable, un mundo estético propio que constituye una de las aventuras espirituales más admirables de la poesía del siglo XX.
Santos Domínguez