30/3/20

Claudio Magris. Instantáneas


Claudio Magris.
Instantáneas.
Traducción de Pilar González Rodríguez. 
Anagrama. Barcelona, 2020.


SELFI 

El coche está parado en la salida del garaje, bloqueado por otro coche aparcado indebidamente -por poquísimo tiempo, promete el parpadeo de las luces intermitentes- delante de la entrada misma del garaje. El conductor que quiere salir tocar el claxon, cada vez más fuerte pero sin éxito; en el otro coche no está el conductor. Insiste con el ensordecedor claxon hasta que sale de su vehículo y se acerca al que le cierra la calle. Su cara tiene una expresión de furia y rencor. Desde luego, tiene buenas razones para estar irritado, quizá sea el temor a perder el avión lo que imprime en su rostro tanta furia. 

En el coche infractor solo hay una niña de unos siete u ocho años. Está acurrucada detrás, con expresión inquieta, casi espantada; murmura que su mamá se ha ido solo un momento y volverá enseguida. El iracundo bloqueado se impacienta por momentos, pregunta adónde ha ido la madre, a qué tienda; la niña no lo sabe, él toca el claxon del coche, a ella se le saltan las lágrimas, él toca y toca y dice que va a llamar a los guardias. Ella es una cervatilla atemorizada; él, inclinándose sobre el parabrisas, amenaza de nuevo con llamar a los guardias y ve su reflejo en la luna del coche. Me doy cuenta de que nunca me he visto tan feo y desagradable y, mientras veo llegar apresurada y nerviosa a la conductora, también ella molesta por la situación, me alejo deprisa de su coche y para evitar el encuentro desaparezco unos segundos en la oscuridad del garaje. 

Ese texto, fechado el 1 de julio de 2016 cierra la colección de cuarenta y ocho Instantáneas de Claudio Magris que publica Anagrama con traducción de Pilar González Rodríguez.

Ordenadas cronológicamente, estas Instantáneas son una selección de textos breves escogidos entre los que Magris publicó en el milanés Corriere della Sera durante casi dos décadas, entre 1999 y 2016.

Enmarcadas entre una cita inicial del  Diccionario del español actual -“Instantánea: ... obtenida con una exposición de una fracción de segundo...”- y la final -“La muerte fue instantánea”-, del novelista Aldo Palazzeschi, estas cuarenta y ocho miniaturas narrativas captan el instante en una ráfaga, en un destello que resume el mundo en su belleza o su crueldad desde la ironía o la emoción, la reflexión o la melancolía, la seriedad o el humor.

Esas diversas modulaciones matizan la mirada profunda y humana de Magris, que ilumina el momento y lo refleja con su prosa admirable. Porque Magris es en estas espléndidas Instantáneas un cazador de momentos a partir de gestos, diálogos o situaciones. Lo visto, lo oído, lo leído es el punto de partida de una serie de escenas en las que la concentrada intensidad de lo breve provoca una reflexión de resonancias éticas.

Escenas que son epifanías de lo cotidiano, iluminaciones repentinas que dejan fijado en este mosaico de fragmentos un reflejo del mundo actual entre lo público y lo privado, entre el individuo y el grupo, además de trazar un autorretrato del narrador, del observador que no se oculta o que es el protagonista de un texto como el reproducido arriba, con ese giro narrativo en el que pasa de la tercera a la primera persona para irrumpir en la escena.

El mar de Trieste o un bar de Estocolmo, la catedral de San Petersburgo o una calle de Berlín son algunos de los escenarios en los que el autor observa los comportamientos humanos: las relaciones sociales y de pareja, los laberintos burocráticos de la vida académica, la censura de libros o la crisis económica son objeto de la mirada perspicaz de Claudio Magris. Una mirada escéptica y cáustica, pero también benevolente y comprensiva, como en este episodio de Un plácido verano:

 Un hombre que tiene aspecto de haberse informado se dirige hacia su coche. La señora va a su encuentro. "Una larga caravana, ¿hay mucho atasco?", le pregunta. "No", responde el hombre, "es un accidente. Hay un herido tendido en el suelo; en cuanto llegue la ambulancia nos ponemos en movimiento." "Menos mal", dice aliviada la señora, dirigiéndose a su coche. Los demás callan, agradecidos de que haya sido ella la que ha cargado con el peso de decir lo que piensan, lo que pensamos todos.

Santos Domínguez