Santiago Montobbio.
Hasta el final camina el canto.
El Bardo. Barcelona, 2015.
Tras veinte años de silencio, Santiago Montobbio escribió en 2009 una asombrosa cantidad de poemas: cerca de mil textos acumulados compulsivamente como un poseído por la palabra y el ímpetu creativo, en un proceso de escritura febril que había empezado en primavera y se repitió en el verano y el otoño hasta casi completar ese millar de poemas del que este tercer volumen recoge una cuarta parte, la que se compuso entre el 31 de julio y el 17 de agosto.
Publicados ya dos tomos bajo el título La poesía es un fondo de agua marina y Los soles por las noches esparcidos, esta tercera entrega -Hasta el final camina el canto- recoge casi doscientos cincuenta textos de esa escritura torrencial y volcánica, unidos con los anteriores no sólo porque responden a un mismo momento creativo y a idéntico ímpetu, sino porque insisten en la exploración de temas y actitudes que Santiago Montobbio había mostrado en ellos.
Por ejemplo el equilibrio entre la mirada exterior y la interior, que se anuncia como resumen y obertura en los primeros versos del libro:
No hay casi biografía. Todo
sucede por dentro.
Y a partir de ahí, una serie de líneas de fuerza que vertebran temáticamente el libro: la perplejidad de la mirada ante la irrupción del misterio, el destello de la revelación en el paisaje, la evocación del pasado y el constante discurrir de lo exterior a lo interior, de la reflexión personal al diálogo con los otros, de las playas y los pinares a la conciencia de la temporalidad o al sentido revelador del lenguaje y la reivindicación de la poesía como forma de consuelo y de conocimiento, como actitud interrogativa ante el mundo en textos como este:
¿ADÓNDE LLEGO? ¿ADÓNDE VUELO?
¿Adónde soy? Adónde, a nada,
a nadie, al todo hecho astillas
en que canto y en que me vivo.
Llego, vuelo y soy. Arribo, alcanzo.
Hiero. Tiemblo. Y pueblo el mundo
de adioses y miradas
y enredaderas que trepan por la nada
adonde me cifro y llego, en donde
soy respiro y aliento íntimo
de una herida última
en la que la palabra germina.
Su desierto me nombra y me calcina.
Por él yo avanzo. Y mientras ando
o canto me deshago. Así
te llegan mis huesos, o así
te los entrego. Un firmamento
de misterios.
Tiempo y verso como ejes que se anuncian desde el mismo título con el final y el canto. Lo resume así el poeta en su nota introductoria:
“Porque está el final con esta conciencia y de este modo, como ha de estar en la poesía: como horizonte y anhelo, como búsqueda infinita y que no termina y que por eso mismo hasta allí va y camina, hasta el final, la raíz o la fuente, que es también el fondo de agua marina que dice que es la poesía el primer libro y los soles por las noches esparcidos de los poemas el segundo, y tras ellos y para completarlos y continuarlos solo decir y añadir con ello una verdad: Hasta el final camina el canto.”
Así el canto de camino hasta los versos que cierran el libro:
No vuelven las sombras. Con los días y los poemas
se van, y vienen otras. Son también sombras,
pero otras. La música de las palabras
las retrata, y se suceden como un río
cuya agua es una soledad en la que canta.
Santos Domínguez