Alejandro Céspedes.
Topología de una página en blanco.
Amargord ediciones. Madrid, 2012.
El hecho -particular y sin importancia- de que no lo veas, no significa que no exista, o que no esté aquí, acechándote desde algún lugar de la página en blanco, preparado y ansioso de saltar sobre tu ceguera.
Esa cita de Wilfredo Machado abre, junto con otra en la que María Zambrano iguala las revelaciones poéticas al pensamiento filosófico, Topología de una página en blanco, el último libro de Alejandro Céspedes que acaba de aparecer en Amargord ediciones.
Una vez le oí decir a Leopoldo María Panero que si le interesaba Mallarmé era por su condición de poeta científico. Lo recuerdo al leer este libro cuando veo que Mallarmé forma parte de la genealogía moral de la poesía en la tensa reflexión sobre la escritura que mantiene en estos textos Alejandro Céspedes, uno de esos raros poetas que “se rebelan para revelarse”, como explica Jesús Malia en el epílogo.
María Zambrano, Foucault, Eliot, Juan Carlos Mestre, Juarroz, Muñoz Sanjuán, Clara Janés, Chantal Maillard, Dante, Celan, Deleuze son algunos de los guías que acompañan a Alejandro Céspedes en su viaje a los infiernos de la incertidumbre de la que surgen las revelaciones, en un difícil equilibrio entre intuición y reflexión.
Una reflexión exigente sobre los límites de la poesía desde dentro del poema, desde el centro vertiginoso de la página en blanco, desde la oscuridad en la que el poeta enciende el fuego primordial con pedernales y yesca. Porque la misión de la poesía no es proponer respuestas, sino plantear preguntas una vez que ha delimitado su ámbito de reflexión, la conciencia de su vocación interrogativa lejos de toda actitud autocomplaciente, en un salto al vacío o en medio del desierto que es el territorio propio del poema, como enseñó Jabès.
Desde ese centro oscuro del laberinto, un espejo se convierte en metáfora absoluta, símbolo último de ese territorio movedizo al que intentan fijarse las ideas, el lenguaje, y en donde se encuentran, enfrentados, entrelazados, atónitos, desdeñosos o resbaladizos los ojos del lector y del autor.
Topología de una página en blanco es un catálogo de perplejidades, un libro nada condescendiente en el que los textos se cuestionan a sí mismos, se construyen y se destruyen con la densidad de una poética insumisa que surge del núcleo de la escritura, bucea en la profundidad turbia de los límites del significado y explora la posibilidad de la iluminación, la expresión simbólica de lo inefable desde la inconsistencia del lenguaje como reflejo opaco del mundo
con su espejo vacío
el espejo que mide la profundidad de ese vacío
la cáscara de un nombre
el hueco que la nombra
Al final del libro, la reaparición de las palabras de Wilfredo Machado completa una estructura círcular a la que se añaden estos dos versos de cierre:
alguien que cree saber dónde encontrarlo
sigue fingiendo que sabe cómo ahorcarse
Santos Domínguez