12/3/12

Apollinaire. El poeta asesinado



Guillaume Apollinaire.
El poeta asesinado.
Traducción de Manuel Hortoneda.
Barataria. Barcelona, 2012.


La broma ácida, la parodia, la irreverencia y la risa forman parte de la provocación característica de la vanguardia que alcanzó uno de sus momentos más brillantes y radicales en los años de la Primera Guerra Mundial y encontró en París su capitalidad cultural.

Esas son algunas de las claves con las que conviene adentrarse en la lectura de El poeta asesinado, de Guillaume Apollinaire que acaba de recuperar Barataria con traducción de Manuel Hortoneda.

Conocido como poeta, como crítico de arte o como autor de declaraciones teóricas que perfilaron las actitudes y las técnicas de la vanguardia, Apollinaire (Roma, 1880 - París, 1918) escribió en El poeta asesinado un texto inclasificable e irrespetuoso en el que conviven los rasgos característicos de las rupturas vanguardistas: la negación del canon académico y de la realidad como referente, de las normas sociales o la impugnación de los temas y los enfoques convencionales de la literatura clásica.

Frente a eso, la vanguardia fue, como aquí, destrucción y escapismo, imaginación desatada y burla, velocidad y sorpresa, sueño y libertad. Narrativo, poético, dramático, con una suma de géneros o una negación de fronteras, con una sucesión de prosa y verso, con una voluntad antinormativa que los vanguardistas comparten con los románticos, El poeta asesinado anticipa la estética irracionalista del absurdo, distorsiona la realidad, explora el territorio de lo onírico o de lo directamente delirante y mezcla tonos muy diversos en los que pasa de la ocurrencia trivial al alto voltaje poético.

Y así, si en la fábula de la ostra y el arenque Apollinaire anticipa la previsible simbología freudiana, en algún momento parece vaticinar a Lorca:

Son los instrumentos –dice de los cañones una comadre- del innoble amor de los pueblos. ¡Oh, Sodoma, Sodoma! ¡Oh, el estéril amor!

En la figura de Croniamantal proyectó Apollinaire una imaginativa recreación autobiográfica, su sólido proceso de formación literaria, su osadía y su admiración por Pîcasso –El pájaro de Benín al que se dedica todo un capítulo ambientado en el taller del pintor-, sus relaciones durante ocho días con la pintora Marie Laurencin, antes de morir asesinado, porque como Orfeo, todos los poetas estaban en peligro de tener una mala muerte.

Y a través de ese poeta y dramaturgo, Apollinaire criticó la poesía más anquilosada, el teatro más decadente y convencional de su época en esta novela en la que tiene una enorme importancia lo visual, porque esta es una obra escrita con los ojos tanto como con la imaginación y la inteligencia.

Santos Domínguez