Henri de Régnier.
Venecia.
Traducción de
Juan José Delgado Gelabert.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2009.
Cabaret Voltaire sigue recuperando en sus cuidadísimas ediciones a una serie de autores que componen un catálogo de exquisiteces al que se acaba de incorporar Venecia, una colección de prosas de Henri de Régnier (1864-1936), con traducción de Juan José Delgado Gelabert y con treinta y cuatro espléndidas fotografías.
Si Stendhal se sentía milanés, su compatriota Henri de Régnier encontró en Venecia su patria adoptiva, su paisaje personal y el espejo en el que reflejó gran parte de su sensibilidad y su amplia obra.
Narrador, poeta y ensayista, Régnier descubrió Venecia en 1899 y desde ese momento frecuentó la ciudad en busca de la calma melancólica de sus callejas y sus canales de aguas turbias. Allí encontró los temas que inspirarían la poesía simbolista y decadente de La ciudad de las aguas y la prosa de los cuentos y los artículos que publicó en Esbozos venecianos (1906) y en Cuentos venecianos (1927).
Esos dos títulos son los que recoge esta edición de Venecia, un conjunto de veintinueve textos en los que proyectó su imagen y su experiencia de la ciudad adriática, de la que escribe en El aparecido, el primero y más extenso de los cuentos, casi una novela corta con evidentes rasgos autobiográficos:
mi amor por Venecia fue siempre un amor sano y sencillo, un amor familiar exento de esnobismo y esteticismo, exento también de romanticismo, realista si se puede decir y hecho de conveniencias a un tiempo espontáneas y reflexivas. Venecia me gusta infinitamente. Me gusta su clima, su color, su luz. El tipo de vida que permite e impone se adapta a mis gustos. Allí gozo de un bienestar particular en medio de las cosas que ocupan agradablemente mi vista y mis pensamientos.
En los Esbozos venecianos, que ocupan la segunda parte del volumen, un tintero veneciano del XVIII o un jardín extravagante, un cuadro, una taza o unas máscaras componen la viva imagen de una Venecia refinada y melancólica, de canales y palacios propicios para el misterio.
Elogiado por Remy de Gourmont y admirado por Proust, tan cercano a su sensibilidad decadentista, Régnier vivió y escribió venecianamente.
Santos Domínguez