Juan Guerrero Ruiz.
Juan Ramón de viva voz.
I. 1913-1931. II. 1932-1936.
Prólogo y notas de
Manuel Ruiz-Funes Fernández.
Pre-Textos. Valencia, 1998.
Juan Ramón de viva voz.
I. 1913-1931. II. 1932-1936.
Prólogo y notas de
Manuel Ruiz-Funes Fernández.
Pre-Textos. Valencia, 1998.
Seguramente nadie haya sido tan determinante como él en la poesía española del siglo XX. Y no sólo porque abriera el camino al primer 27 con su neopopularismo temprano o con su poesía pura, sino porque algunos de los libros esenciales de la poesía española contemporánea, desde Marinero en tierra a Poeta en Nueva York pasando por Cántico, están ya previstos en la obra de Juan Ramón Jiménez, especialmente en ese libro seminal que es el Diario de un poeta reciencasado, en el que están anunciadas con diez o quince años de anticipación algunas de las claves de la poesía posterior.
Este año se conmemora el medio siglo de la desaparición de Juan Ramón. Y una de las maneras posibles de acercarse a su figura es la lectura de otro diario, el diario indirecto que su amigo Juan Guerrero Ruiz (Cónsul general de la poesía lo llamó Lorca en una dedicatoria) escribió para dar cuenta de sus encuentros y sus conversaciones desde el 27 de mayo de 1913 hasta el 29 de junio de 1936.
Juan Ramón de viva voz se titula ese espléndido y raro libro que tuvo una primera edición mutilada en 1961, muertos ya los interlocutores. Se publicó en Insula, con prólogo de Ricardo Gullón, y en aquella edición un texto sin firma advertía:
El mejor homenaje a ambos amigos es dar a luz las pulcras cuartillas de Juan Guerrero sin intervenir en ellas. Es decir, sin otra intervención que omitir alguna alusión directa o algún comentario que fuera de su momento es inapropiado y el propio Juan Ramón habría suprimido.
La nota –como se ve- no tiene desperdicio. No es muy aventurado señalar a José Luis Cano y a Enrique Canito –los responsables de Insula por entonces- de la mutilación, de la inexplicable coartada y de imperdonables errores como traspapelar las cuartillas de finales de marzo del 31 con las de principios de mes. Es sólo una parte de la triple censura de aquella edición insular
Cuando hace diez años Pre-Textospublicaba en dos tomos la versión íntegra de las 1.144 cuartillas de Juan Guerrero pudo comprobarse la extensión del material censurado. Me limito a dar un dato: los dos volúmenes de Pre-Textos están equilibrados con una extensión similar, unas cuatrocientas páginas. El primero abarca desde 1913 hasta 1931 y el segundo desde 1932 hasta 1936. La desproporción en la edición parcial (menos de cuarenta páginas entre 1913 y 1931) indica claramente que la tijera se aplicó en la parte en la que Juan Ramón habla de sus relaciones y sus desencuentros con los poetas del 27.
Y es que si Juan Ramón es el más influyente de los poetas españoles contemporáneos, también fue el de trato más problemático. Lo demuestra este libro, que es el diario de una amistad y está escrito con una admiración sin límites, pero que refleja también –quizá involuntariamente- las zonas de sombra del poeta.
Está aquí consignado el día a día del creador que hace y deshace su obra en marcha, del urdidor de proyectos literarios, sus patologías reales e imaginarias, sus celos, su vanidad y sus incomprensiones del 27 ("poetas del limbo o de música celestial, de antro y dianche" es lo más suave que les dice), la dedicación intensa y a tiempo completo a sí mismo y a su poesía, su neurastenia egocéntrica ("No, no es La voz a ti debida, sino la voz a mí debida", decía de Salinas) que le hacía proclive a elogiar al mediocre inofensivo y le incapacitaba para ver la altura de Sobre los ángeles (“un libro sin importancia”, dice), o de Lorca o Cernuda.
Pese a todo fue un altísimo poeta que, ya en el exilio y después del tiempo consignado en estas conversaciones, escribiría Espacio, quizá el mejor poema de la literatura española del XX, con el que siguió ejerciendo una influencia enorme en los poetas españoles de la segunda mitad del siglo.
Por eso no se equivocaba Ricardo Gullón al destacar que este libro era, además de un documento sobre los trabajos y los días de Juan Ramón durante casi un cuarto de siglo crucial en su vida y en su obra, una obra capital para el conocimiento de la literatura española contemporánea.
Este año se conmemora el medio siglo de la desaparición de Juan Ramón. Y una de las maneras posibles de acercarse a su figura es la lectura de otro diario, el diario indirecto que su amigo Juan Guerrero Ruiz (Cónsul general de la poesía lo llamó Lorca en una dedicatoria) escribió para dar cuenta de sus encuentros y sus conversaciones desde el 27 de mayo de 1913 hasta el 29 de junio de 1936.
Juan Ramón de viva voz se titula ese espléndido y raro libro que tuvo una primera edición mutilada en 1961, muertos ya los interlocutores. Se publicó en Insula, con prólogo de Ricardo Gullón, y en aquella edición un texto sin firma advertía:
El mejor homenaje a ambos amigos es dar a luz las pulcras cuartillas de Juan Guerrero sin intervenir en ellas. Es decir, sin otra intervención que omitir alguna alusión directa o algún comentario que fuera de su momento es inapropiado y el propio Juan Ramón habría suprimido.
La nota –como se ve- no tiene desperdicio. No es muy aventurado señalar a José Luis Cano y a Enrique Canito –los responsables de Insula por entonces- de la mutilación, de la inexplicable coartada y de imperdonables errores como traspapelar las cuartillas de finales de marzo del 31 con las de principios de mes. Es sólo una parte de la triple censura de aquella edición insular
Cuando hace diez años Pre-Textospublicaba en dos tomos la versión íntegra de las 1.144 cuartillas de Juan Guerrero pudo comprobarse la extensión del material censurado. Me limito a dar un dato: los dos volúmenes de Pre-Textos están equilibrados con una extensión similar, unas cuatrocientas páginas. El primero abarca desde 1913 hasta 1931 y el segundo desde 1932 hasta 1936. La desproporción en la edición parcial (menos de cuarenta páginas entre 1913 y 1931) indica claramente que la tijera se aplicó en la parte en la que Juan Ramón habla de sus relaciones y sus desencuentros con los poetas del 27.
Y es que si Juan Ramón es el más influyente de los poetas españoles contemporáneos, también fue el de trato más problemático. Lo demuestra este libro, que es el diario de una amistad y está escrito con una admiración sin límites, pero que refleja también –quizá involuntariamente- las zonas de sombra del poeta.
Está aquí consignado el día a día del creador que hace y deshace su obra en marcha, del urdidor de proyectos literarios, sus patologías reales e imaginarias, sus celos, su vanidad y sus incomprensiones del 27 ("poetas del limbo o de música celestial, de antro y dianche" es lo más suave que les dice), la dedicación intensa y a tiempo completo a sí mismo y a su poesía, su neurastenia egocéntrica ("No, no es La voz a ti debida, sino la voz a mí debida", decía de Salinas) que le hacía proclive a elogiar al mediocre inofensivo y le incapacitaba para ver la altura de Sobre los ángeles (“un libro sin importancia”, dice), o de Lorca o Cernuda.
Pese a todo fue un altísimo poeta que, ya en el exilio y después del tiempo consignado en estas conversaciones, escribiría Espacio, quizá el mejor poema de la literatura española del XX, con el que siguió ejerciendo una influencia enorme en los poetas españoles de la segunda mitad del siglo.
Por eso no se equivocaba Ricardo Gullón al destacar que este libro era, además de un documento sobre los trabajos y los días de Juan Ramón durante casi un cuarto de siglo crucial en su vida y en su obra, una obra capital para el conocimiento de la literatura española contemporánea.
Santos Domínguez