José Luis Pardo.
Esto no es música.
Introducción al malestar de la cultura de masas.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.
Barcelona, 2007
Esto no es música.
Introducción al malestar de la cultura de masas.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.
Barcelona, 2007
Con La regla del juego, una original iniciación a la filosofía con la que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo en 2005, José Luis Pardo (Madrid, 1954) se convirtió en uno de los ensayistas más prestigiosos de este país.
La densidad lúcida de su pensamiento y su capacidad para establecer relaciones entre los distintos campos de la realidad y la cultura contemporánea vuelven a ponerse de manifiesto en su nueva obra, Esto no es música (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), quizá más ambiciosa y profunda, desde luego no menos aguda que la anterior, a la que complementa en muchos aspectos.
El punto de partida de esta introducción al malestar de la cultura de masas es una vieja foto de familia: la de la carátula de Sgt. Pepper’s y el club de los corazones solitarios que agrupaba en el posado de la foto a Poe y a Marilyn, a Laurel y Hardy y a Jung, a Marx y a Wilde, a la Dietrich y a Einstein.
Músicos, actores, escritores y filósofos y algún boxeador habían sido convocados por el grupo de Liverpool que aparece duplicado en la fotografía con su imagen real y las reproducciones del museo de cera de Madame Tussaud.
¿Qué significaba la reunión de toda esa gente? Aquel abigarramiento de la portada decía en verdad lo que parecía decir: que Sonny Liston y Stockhausen están exactamente al mismo nivel, que los logros de Oscar Wilde no pulsan una fibra del espíritu jerárquicamente superior a la que tocan los de Marilyn Monroe y que Karl Marx no es por ningún concepto más venerable que Lenny Bruce. ¿Era esto demasiado decir? ¿Una sobredosis o un exceso de igualdad?
Aquella foto, de la que parecía desprenderse el desprecio por las jerarquías y una crítica social y cultural que iguala – como en el tango de Santos Discépolo- al colchonero con el rey de bastos y al burro con el profesor, más que una carátula es una declaración de principios.
Para desentrañar esos principios y los finales que proponen, José Luis Pardo ha escrito uno de los libros de los que más se va a hablar este año. Esto no es música es, como señala el subtítulo, una introducción al malestar en la cultura de masas y una indagación sobre los orígenes, el desarrollo y la influencia de la cultura pop en el pensamiento contemporáneo.
Tomando como hilo narrativo los distintos cortes de Abbey Road, el último album de los Beatles, se acomete aquí -con divertido rigor- un análisis de la cultura urbana de la modernidad que une a Dylan con Hegel, a Edipo con Correcaminos o a Simon Rodia con Sonny Liston.
La voluntad de llegar a ser alguien, el mito fundacional que surge de otra caverna mítica, la nada platónica The Cavern, o el platonismo invertido que propugnaba Nietzsche, se mezclan con propuestas gnoseológicas y de filosofía de la historia para integrar una interpretación compleja y abarcadora de la cultura de masas en la que caben los Rolling y un análisis de la profundidad trágica de Edipo, el nihilismo o la búsqueda de identidad y Kant o Platón comparten páginas con el anarquista Lucheni, el tonto del siglo XIX que asesinó a Sissi emperatriz.
Cada uno de sus diecisiete capítulos va introducido por un resumen argumental orientativo e incentivador. Este es el que encabeza el último apartado del libro:
Y en ese capítulo, a propósito de Smalville (2001), la serie de la Warner Brothers para la televisión en la que un Superman joven vive en una pequeña aldea, estas líneas que podrían tomarse como conclusión del ensayo:
El paso de Metrópoli a Smallville da cuenta del fenómeno -tan a menudo invocado por Paul Virilio- de la compresión del mundo, que el propio personaje de Superman experimenta doblemente: con su paso de la pantalla grande a la pequeña y de la edad adulta a la adolescencia. Contra la tan acreditada impresión de que nuestra época está envejeciendo a marchas forzadas, lo que más bien parece suceder en este nuevo orden es que todos -incluidos los superhéroes- nos hacemos pequeños, vulnerables, frágiles e indefensos.
La densidad lúcida de su pensamiento y su capacidad para establecer relaciones entre los distintos campos de la realidad y la cultura contemporánea vuelven a ponerse de manifiesto en su nueva obra, Esto no es música (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), quizá más ambiciosa y profunda, desde luego no menos aguda que la anterior, a la que complementa en muchos aspectos.
El punto de partida de esta introducción al malestar de la cultura de masas es una vieja foto de familia: la de la carátula de Sgt. Pepper’s y el club de los corazones solitarios que agrupaba en el posado de la foto a Poe y a Marilyn, a Laurel y Hardy y a Jung, a Marx y a Wilde, a la Dietrich y a Einstein.
Músicos, actores, escritores y filósofos y algún boxeador habían sido convocados por el grupo de Liverpool que aparece duplicado en la fotografía con su imagen real y las reproducciones del museo de cera de Madame Tussaud.
¿Qué significaba la reunión de toda esa gente? Aquel abigarramiento de la portada decía en verdad lo que parecía decir: que Sonny Liston y Stockhausen están exactamente al mismo nivel, que los logros de Oscar Wilde no pulsan una fibra del espíritu jerárquicamente superior a la que tocan los de Marilyn Monroe y que Karl Marx no es por ningún concepto más venerable que Lenny Bruce. ¿Era esto demasiado decir? ¿Una sobredosis o un exceso de igualdad?
Aquella foto, de la que parecía desprenderse el desprecio por las jerarquías y una crítica social y cultural que iguala – como en el tango de Santos Discépolo- al colchonero con el rey de bastos y al burro con el profesor, más que una carátula es una declaración de principios.
Para desentrañar esos principios y los finales que proponen, José Luis Pardo ha escrito uno de los libros de los que más se va a hablar este año. Esto no es música es, como señala el subtítulo, una introducción al malestar en la cultura de masas y una indagación sobre los orígenes, el desarrollo y la influencia de la cultura pop en el pensamiento contemporáneo.
Tomando como hilo narrativo los distintos cortes de Abbey Road, el último album de los Beatles, se acomete aquí -con divertido rigor- un análisis de la cultura urbana de la modernidad que une a Dylan con Hegel, a Edipo con Correcaminos o a Simon Rodia con Sonny Liston.
La voluntad de llegar a ser alguien, el mito fundacional que surge de otra caverna mítica, la nada platónica The Cavern, o el platonismo invertido que propugnaba Nietzsche, se mezclan con propuestas gnoseológicas y de filosofía de la historia para integrar una interpretación compleja y abarcadora de la cultura de masas en la que caben los Rolling y un análisis de la profundidad trágica de Edipo, el nihilismo o la búsqueda de identidad y Kant o Platón comparten páginas con el anarquista Lucheni, el tonto del siglo XIX que asesinó a Sissi emperatriz.
Cada uno de sus diecisiete capítulos va introducido por un resumen argumental orientativo e incentivador. Este es el que encabeza el último apartado del libro:
En donde el autor, falto sin duda de más argumentos, revela sin querer la impotencia de su desgastado corazón para latir al ritmo de los cambiantes tiempos,en los cuales sus héroes de risa se han convertido en ídolos de pena, y deja al lector incómodamente situado en pleno malestar.
Y en ese capítulo, a propósito de Smalville (2001), la serie de la Warner Brothers para la televisión en la que un Superman joven vive en una pequeña aldea, estas líneas que podrían tomarse como conclusión del ensayo:
El paso de Metrópoli a Smallville da cuenta del fenómeno -tan a menudo invocado por Paul Virilio- de la compresión del mundo, que el propio personaje de Superman experimenta doblemente: con su paso de la pantalla grande a la pequeña y de la edad adulta a la adolescencia. Contra la tan acreditada impresión de que nuestra época está envejeciendo a marchas forzadas, lo que más bien parece suceder en este nuevo orden es que todos -incluidos los superhéroes- nos hacemos pequeños, vulnerables, frágiles e indefensos.
Santos Domínguez