Manuel Longares.
Soldaditos de Pavía.
Punto de Lectura. Barcelona, 2007
Punto de Lectura reedita en formato de bolsillo Soldaditos de Pavía, la segunda novela de Manuel Longares. Forma parte, con La novela del corsé (1979) y con Operación Primavera, del ciclo La vida de la letra y es una versión revisada en 1999 de la edición original que se publicó en 1984.
Si en La novela del corsé los modelos objetos de parodia eran los de la novela sicalíptica de comienzos del XX, Soldaditos de Pavía se centra en el mundo de la zarzuela, en el género chico, para reflejar el sainete que es la historia de España desde Felipe V hasta la posguerra.
En un asilo para actores, un grupo de cómicos jubilados, viejos actores de zarzuela, convocan en sus mentes seniles los títulos de un repertorio
que en su cerebro senil se adulteran y confunden: la verbena de la reina, los cadetes de la paloma, la dogaresa blanca, la garita revoltosa, moros y gavilanes, molinos y cristianos, el dominó de viento, el anillo azul, gigantes de hierro, bohemios y cabezudos, la canción mora, los diamantes de la guardia, el barquillero de Lavapiés, el barberillo de la huerta, la alegría de Damasco, el rey pasado por agua, azucarillos y aguardiente, el asombro que rabió, doña Fernanda, la villana del parral, el último payaso, Black el romántico, el dúo judío, el niño de La Africana, el huésped de faraón, la corte de granaderos, el tambor de la generala, el puñao del sevillano, el canastillo de fuego, jugar con fresas, la del manojo montes, la dolorosa del puerto, la reina clásica, música mora, Chateau Valbuena, la linda Margaux, el pobre Melquíades, el bateo de Subiza, la tempranera, las golondrinas de la Rioja, Maruska, Katiuxa, el cantar del azafrán, alma de arriero, la tabernera del beso, don Gil de Luis Alonso, la chulanera, la marchupona, el caserío de Alcalá, la boda del tartanero, el baile de Goyescas, la fama de los soldados, colegialas y claveles, la leyenda del primero o el cabo de la Isidra.
A través de diversos libretos y de distintos tonos ( desde el goyesco al costumbrista pasando por el romántico), la excepcional potencia estilística e imaginativa de Manuel Longares da voz a una crítica de la realidad histórica y social que, a pesar de los casi veinticinco años pasados desde su primera edición, mantiene su actualidad y su vigor expresivo.
Una estética de la parodia y el desgarro que tiene su origen en el humor amargo de Quevedo, en el esperpentismo de Valle y en la pintura de Goya, una de las miradas superiores y distantes que contemplan a los personajes como marionetas en esta novela organizada en cuatro partes de diecinueve capítulos cada una.
Bolero, Pasacalle, Jota y Habanera son los títulos de esas secciones en las que se suceden la zarzuela autobiográfica, Hurgar con ruego, que compone Venancio en una España ilustrada por la que asoma un Jovellanos poco favorecido, partidario de la música italiana y enfrentado a los raciales Joteros de Amposta; el pasacalle romántico con libreto de Andrés Niporesas; la jota castiza en los días del desastre del 98 o la habanera con Dora, retrechera y juncal.
El disparate expresionista de las situaciones refleja la vida española con una mirada cenital y distante, similar a la del esperpento, única estética posible para reflejar con su matemática de espejo cóncavo la deformada realidad carpetovetónica.
Si en La novela del corsé los modelos objetos de parodia eran los de la novela sicalíptica de comienzos del XX, Soldaditos de Pavía se centra en el mundo de la zarzuela, en el género chico, para reflejar el sainete que es la historia de España desde Felipe V hasta la posguerra.
En un asilo para actores, un grupo de cómicos jubilados, viejos actores de zarzuela, convocan en sus mentes seniles los títulos de un repertorio
que en su cerebro senil se adulteran y confunden: la verbena de la reina, los cadetes de la paloma, la dogaresa blanca, la garita revoltosa, moros y gavilanes, molinos y cristianos, el dominó de viento, el anillo azul, gigantes de hierro, bohemios y cabezudos, la canción mora, los diamantes de la guardia, el barquillero de Lavapiés, el barberillo de la huerta, la alegría de Damasco, el rey pasado por agua, azucarillos y aguardiente, el asombro que rabió, doña Fernanda, la villana del parral, el último payaso, Black el romántico, el dúo judío, el niño de La Africana, el huésped de faraón, la corte de granaderos, el tambor de la generala, el puñao del sevillano, el canastillo de fuego, jugar con fresas, la del manojo montes, la dolorosa del puerto, la reina clásica, música mora, Chateau Valbuena, la linda Margaux, el pobre Melquíades, el bateo de Subiza, la tempranera, las golondrinas de la Rioja, Maruska, Katiuxa, el cantar del azafrán, alma de arriero, la tabernera del beso, don Gil de Luis Alonso, la chulanera, la marchupona, el caserío de Alcalá, la boda del tartanero, el baile de Goyescas, la fama de los soldados, colegialas y claveles, la leyenda del primero o el cabo de la Isidra.
A través de diversos libretos y de distintos tonos ( desde el goyesco al costumbrista pasando por el romántico), la excepcional potencia estilística e imaginativa de Manuel Longares da voz a una crítica de la realidad histórica y social que, a pesar de los casi veinticinco años pasados desde su primera edición, mantiene su actualidad y su vigor expresivo.
Una estética de la parodia y el desgarro que tiene su origen en el humor amargo de Quevedo, en el esperpentismo de Valle y en la pintura de Goya, una de las miradas superiores y distantes que contemplan a los personajes como marionetas en esta novela organizada en cuatro partes de diecinueve capítulos cada una.
Bolero, Pasacalle, Jota y Habanera son los títulos de esas secciones en las que se suceden la zarzuela autobiográfica, Hurgar con ruego, que compone Venancio en una España ilustrada por la que asoma un Jovellanos poco favorecido, partidario de la música italiana y enfrentado a los raciales Joteros de Amposta; el pasacalle romántico con libreto de Andrés Niporesas; la jota castiza en los días del desastre del 98 o la habanera con Dora, retrechera y juncal.
El disparate expresionista de las situaciones refleja la vida española con una mirada cenital y distante, similar a la del esperpento, única estética posible para reflejar con su matemática de espejo cóncavo la deformada realidad carpetovetónica.
Santos Domínguez