21/3/07

El natural desorden de las cosas



Andrea Canobbio.
El natural desorden de las cosas.
Traducción de Nieves López Burell.
Salamandra. Barcelona, 2007.

Claudio Fratta, un constructor de paisajes, un arquitecto solitario que diseña jardines. Elisabetta Renal, una cliente de voz hipnótica.

Un perro atropellado a conciencia y, cinco meses antes, otro atropello del que fue testigo el narrador-protagonista. Un Ford Ka y una mujer, la misma voz hipnótica a la que persigue y alcanza tras un accidente.

Un jardín zen inconcluso y una mujer de rojo, un asesinato sin aclarar y un hemipléjico en una silla de ruedas. Witold, la mano derecha del arquitecto, y Carlo, su hermano. Y el misterio de la realidad y su desorden.

Todos esos ingredientes forman parte de El natural desorden de las cosas, la novela de Andrea Canobbio que publica Salamandra. Narrada por el arquitecto con el ritmo trepidante de un thriller cinematográfico, son en ella muy frecuentes las retrospectivas en flashback hacia el pasado que le atormenta: el recuerdo constante y doloroso, el remordimiento y la culpa, la muerte de otro hermano drogadicto, la relación con el padre, las palabras y los silencios.

Como en un sueño dantesco, hay aquí también una bajada a los infiernos. Y un terreno que es para Claudio un interlocutor y un proyecto para el jardín de su vida.

Y el reto de un terreno difícil para construir el jardín, porque de los terrenos fáciles sólo nacen jardines banales.

Tampoco era fácil el terreno elegido por el novelista para elaborar una trama en el sentido literal de la expresión: a base de idas y venidas como las de los tejedores de tapices o las arañas.

El resultado no es banal. En una línea que le emparenta con la novela negra americana y con el trhiller sicológico, El natural desorden de las cosas es una narración que atrapa al lector y al narrador con la misma intensidad y con una astuta dosificación de materiales que permiten llegar en cada capítulo a finales intensos.


Santos Domínguez