Nicanor Parra.
Obras completas & algo + (1935-1972).
Edición de Niall Binns.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2006.
Obras completas & algo + (1935-1972).
Edición de Niall Binns.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2006.
Huele literalmente a madera este primer volumen de los dos en los que recogerá Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores las Obras completas de Nicanor Parra. En una nota al final del libro se indica que el papel empleado se ha fabricado a partir de madera procedente de bosques y plantaciones gestionadas con criterios ecológicos. Ha sido declarado libro amigo de los bosques por Greenpeace.
Y le sienta bien a la poesía de Parra ese olor a madera y esa preocupación medioambiental, porque Parra es además de un gran poeta una fuerza de la naturaleza.
En el prefacio a esta edición de la poesía de Parra, escribe Harold Bloom:
¿Cuál es la función de la poesía en 2005, cuando Estados Unidos ha enloquecido y ha coronado a un plutócrata que -por fortuna- es demasiado ignorante para convertirse abiertamente en fascista? Chile tuvo su Edad Oscura, y ahora nos toca a nosotros. Hay algunos poetas vivos maravillosos en Estados Unidos, entre los cuales destaca John Ashbery. Pero no tenemos a ninguno tan persuasivamente irreverente como Parra.
Con una introducción general del responsable de la edición, Niall Binns, y un prólogo de Federico Schopf, este amplio tomo de más de mil doscientas páginas reúne por primera vez la amplia producción del torrencial poeta chileno entre 1935 y 1972.
Nicanor Parra, que siempre se había resistido a hacerlo, no sólo ha autorizado por fin a reunir su poesía, sino que ha orientado y supervisado el trabajo de recopilación y edición de Nial Binns e Ignacio Echevarría.
Junto a su libro más conocido, Poemas y antipoemas, se recogen en este volumen muchos textos dispersos en antologías, su poesía visual, no sólo las doscientas cuarenta y dos tarjetas que integran los Artefactos de 1972, sino también el mítico e inencontrable Quebrantahuesos, la colección de collages de 1952.
Ha sido el propio Parra el que se ha ocupado de proponer la secuencia canónica de su trayectoria poética, de manera que el volumen no tiene un orden cronológico, sino que se abre con los Poemas y antipoemas, que el autor considera el primer libro de ese canon.
Los Poemas y antipoemas (1954) son el yin y el yang, el principio masculino y el femenino, la luz y la sombra, el frío y el calor, como él mismo ha explicado. Seguramente a eso se refería también Pablo Neruda cuando decía de este libro que era una delicia de oro matutino o un fruto consumado en las tinieblas.
Un libro que en realidad contiene tres libros y tres direcciones poéticas:
-La reacción antivanguardista en los poemas neorrománticos y posmodernistas de la primera parte.
-Los textos expresionistas y su crispada brutalidad amarga de la segunda sección.
-Los más interesantes y personales antipoemas, entre Kafka, el surrealismo y los cortos de Chaplin, el resultado de hacer circular por el poema tradicional la savia surrealista. Los antipoemas son el canto del cisne de las vanguardias y convierten a Parra en el último vanguardista de la lengua.
Así termina uno de los más conocidos de esos antipoemas, Recuerdos de juventud:
Yo iba de un lado a otro, es verdad,
Mi alma flotaba en las calles
Pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;
Con una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementerios
Dispuesto a no dejarme engañar.
Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,
Observaba de cerca las cosas
O en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.
De esa manera hice mi debut en las salas de clases,
Como un herido a bala me arrastré por los ateneos,
Crucé el umbral de las casas particulares,
Con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:
Ellos leían el periódico
O desaparecían detrás de un taxi.
¡Adónde ir entonces!
A esas horas el comercio estaba cerrado;
Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena
Y en el abismo que nos separa de los otros abismos.
Están aquí también las coplas festivas y de aire popular de La cueca larga:
Algunos toman por sed
otros por olvidar deudas
y yo por ver lagartijas
y sapos en las estrellas.
Los Versos de salón (1962), afirmativos y alegres, de tono conversacional, como su emblemática Montaña rusa:
Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece.
Claro que yo no respondo si bajan
Echando sangre por boca y narices.
Las Canciones rusas, en las que el poeta se reconcilia con su entorno, como en esta dedicada al astronauta Yuri Gagarin:
Las estrellas se juntan alrededor de la tierra
Como ranas en torno de una charca
A discutir el vuelo de Gagarin.
Ahora sí que la sacamos bien:
¡Un comunista ruso
Dando de volteretas en el cielo!
Las estrellas están muertas de rabia
Entretanto Yuri Gagarin
Amo y señor del sistema solar
Se entretiene tirándoles la cola.
O los Artefactos, la colección de tarjetas postales que hacen de Parra el gran desenmascarador de la hipocresía y la apariencia a través de la poesía visual.
Los trapos al sol es la sección que al final de cada tomo recoge en un apartado independiente los textos que el propio Parra ha considerado marginales en su trayectoria poética. Se integran en ese apartado, además de los poemas que aparecieron dispersos o en antologías, el Cancionero sin nombre (1937), los Ejercicios respiratorios, de 1943, muy marcados por la influencia de Withman, los ya citados Quebrantahuesos (1952) o sus magníficas traducciones de poesía rusa contemporánea.
Como es habitual en las cuidadas ediciones de Galaxia Gutenberg, se evitan aquí las notas a pie de página y se colocan al final del volumen, lo que facilita una lectura exenta y limpia de los textos de Parra, que a sus noventa y dos años sigue siendo uno de los poetas más jóvenes del mundo.
Nicanor Parra, que siempre se había resistido a hacerlo, no sólo ha autorizado por fin a reunir su poesía, sino que ha orientado y supervisado el trabajo de recopilación y edición de Nial Binns e Ignacio Echevarría.
Junto a su libro más conocido, Poemas y antipoemas, se recogen en este volumen muchos textos dispersos en antologías, su poesía visual, no sólo las doscientas cuarenta y dos tarjetas que integran los Artefactos de 1972, sino también el mítico e inencontrable Quebrantahuesos, la colección de collages de 1952.
Ha sido el propio Parra el que se ha ocupado de proponer la secuencia canónica de su trayectoria poética, de manera que el volumen no tiene un orden cronológico, sino que se abre con los Poemas y antipoemas, que el autor considera el primer libro de ese canon.
Los Poemas y antipoemas (1954) son el yin y el yang, el principio masculino y el femenino, la luz y la sombra, el frío y el calor, como él mismo ha explicado. Seguramente a eso se refería también Pablo Neruda cuando decía de este libro que era una delicia de oro matutino o un fruto consumado en las tinieblas.
Un libro que en realidad contiene tres libros y tres direcciones poéticas:
-La reacción antivanguardista en los poemas neorrománticos y posmodernistas de la primera parte.
-Los textos expresionistas y su crispada brutalidad amarga de la segunda sección.
-Los más interesantes y personales antipoemas, entre Kafka, el surrealismo y los cortos de Chaplin, el resultado de hacer circular por el poema tradicional la savia surrealista. Los antipoemas son el canto del cisne de las vanguardias y convierten a Parra en el último vanguardista de la lengua.
Así termina uno de los más conocidos de esos antipoemas, Recuerdos de juventud:
Yo iba de un lado a otro, es verdad,
Mi alma flotaba en las calles
Pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;
Con una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementerios
Dispuesto a no dejarme engañar.
Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,
Observaba de cerca las cosas
O en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.
De esa manera hice mi debut en las salas de clases,
Como un herido a bala me arrastré por los ateneos,
Crucé el umbral de las casas particulares,
Con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:
Ellos leían el periódico
O desaparecían detrás de un taxi.
¡Adónde ir entonces!
A esas horas el comercio estaba cerrado;
Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena
Y en el abismo que nos separa de los otros abismos.
Están aquí también las coplas festivas y de aire popular de La cueca larga:
Algunos toman por sed
otros por olvidar deudas
y yo por ver lagartijas
y sapos en las estrellas.
Los Versos de salón (1962), afirmativos y alegres, de tono conversacional, como su emblemática Montaña rusa:
Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece.
Claro que yo no respondo si bajan
Echando sangre por boca y narices.
Las Canciones rusas, en las que el poeta se reconcilia con su entorno, como en esta dedicada al astronauta Yuri Gagarin:
Las estrellas se juntan alrededor de la tierra
Como ranas en torno de una charca
A discutir el vuelo de Gagarin.
Ahora sí que la sacamos bien:
¡Un comunista ruso
Dando de volteretas en el cielo!
Las estrellas están muertas de rabia
Entretanto Yuri Gagarin
Amo y señor del sistema solar
Se entretiene tirándoles la cola.
O los Artefactos, la colección de tarjetas postales que hacen de Parra el gran desenmascarador de la hipocresía y la apariencia a través de la poesía visual.
Los trapos al sol es la sección que al final de cada tomo recoge en un apartado independiente los textos que el propio Parra ha considerado marginales en su trayectoria poética. Se integran en ese apartado, además de los poemas que aparecieron dispersos o en antologías, el Cancionero sin nombre (1937), los Ejercicios respiratorios, de 1943, muy marcados por la influencia de Withman, los ya citados Quebrantahuesos (1952) o sus magníficas traducciones de poesía rusa contemporánea.
Como es habitual en las cuidadas ediciones de Galaxia Gutenberg, se evitan aquí las notas a pie de página y se colocan al final del volumen, lo que facilita una lectura exenta y limpia de los textos de Parra, que a sus noventa y dos años sigue siendo uno de los poetas más jóvenes del mundo.
Santos Domínguez