11 marzo 2007

Los números oscuros

Clara Janés.
Los números oscuros.
Siruela. Madrid, 2006.


Duermen los números oscuros
es el último verso del libro y el objeto poético de Clara Janés que se ha utilizado como portada de Los números oscuros, XXI Premio Internacional de Poesía Barcarola, que publica Siruela en la colección Libros del tiempo.

Escrito con la intensidad de la prosa poética, muy bien estructurado, es el resultado de una lenta elaboración. Se trata de un libro tan oscuro como los números que invoca su título, un libro instalado en la tradición de la poesía hermética y del hermetismo filosófico o el esoterismo numérico.

Con esas claves se encauza todo un complejo mundo de emociones en el que las matemáticas se convierten en metáfora del universo y del hombre ante la insuficiencia del lenguaje.

Los números oscuros representan lo que se oculta o se calla, es decir, lo que separa e impide la plenitud de la comunicación en un viaje que va de la luz a la sombra. Palabras o cifras, imágenes y metáforas construyen este libro con cuarenta y cinco poemas en los que las referencias son la música, el silencio, la nada, el dolor, el misterio el vacío, los pétalos, el frío y el abandono del bosque, que es el último texto del libro.

Allí, tras la lucha entre la elevación de las mariposas y la caída grave de las hojas y la corteza de los pinos, muere el deseo, que se resuelve en separación, en sombra, en números oscuros:

Caen, como copos de nieve, tus cenizas.

Duermen los números oscuros.

Santos Domínguez



10 marzo 2007

La soñadora materia



Francis Ponge.
La soñadora materia.
Edición bilingüe de Miguel Casado.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2007.

No sé bien qué es la poesía, pero, en cambio, sé bastante bien lo que es un higo, escribía Francis Ponge el 29 de agosto de 1958.

Y en esa llamativa confesión, Ponge resumía toda una concepción poética.

Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores rescata en La soñadora materia tres libros completos: Tomar partido por las cosas, La rabia de la expresión y La fábrica del prado, de uno de los poetas franceses más singulares del siglo XX, Francis Ponge (1899-1988), en edición bilingüe con traducción y prólogo de Miguel Casado.

Ponge es el poeta de las cosas, el poeta que busca el ser de los objetos. Lo es especialmente en Tomar partido por las cosas (1942). La rabia de la expresión (1952) se centra más en la palabra y en el taller del escritor, y en la escritura como proceso hacia el poema más que en el resultado. Finalmente La fábrica del prado (1971) culmina en feliz síntesis la relación entre objetos y palabras.

Tomada como emblema de la poesía fenomenológica, del existencialismo o del estructuralismo, la obra de Ponge, en constante transformación, es refractaria a este tipo de caracterizaciones. La metamorfosis, el proceso textual, el cambio es su verdadera forma de ser.

Sobre esa capacidad de cambio constante que tiene la poesía de Ponge, escribe Miguel Casado en su introducción:

Quizá no se deba ver en ello un efecto de modas o tácticas culturales, sino la cualidad irreductible de una escritura capaz de crear espacios nuevos, nuevas categorías, de ir precediendo a lectores e intérpretes que no acabarían nunca de alcanzarla.

Los que se reúnen en La soñadora materia son tres libros fundamentales en la obra de Ponge, unidos, si no por el tiempo, sí por un mismo espacio: el paisaje del Chambon, en el Alto Loira y por una misma mirada analógica, proclive más a la actitud metafórica que a la capacidad metonímica que caracteriza a otra parte de la poesía contemporánea.

Con esa mirada metafórica que las anima o personifica, las cosas cobran vida en unos poemas que son el resultado del encuentro entre el poeta y el objeto, entre las palabras y las cosas. En esos poemas las descripciones encubren o aplazan la pregunta más importante, la del sujeto:

Nuestra razón de ser -escribió Ponge en Para un Malherbe- es volvernos decididamente hacia el mundo (tomar partido por las cosas) para realimentar en él al hombre.

Los poetas se convierten de esa manera en “embajadores del mundo mudo” en mediadores de un ejercicio que aúna materia y espíritu, realidad y arte, objeto y palabra. Ponge se sitúa frente a una naranja, por ejemplo, y escribe:

Como en la esponja, hay en la naranja una aspiración a recuperar volumen después de haber sufrido la prueba de ser exprimida. Pero donde la esponja triunfa siempre, la naranja jamás: porque sus células han estallado, sus tejidos se han desgarrado. Mientras la corteza por sí sola restablece blandamente su forma gracias a su elasticidad, un líquido de ámbar se ha vertido, acompañado de un frescor y un aroma suaves, sí -pero a menudo, también, de la conciencia amarga de una expulsión prematura de pepitas.
¿Hay que tomar partido entre estas dos maneras de mal llevar la opresión? -La esponja es sólo músculo y se llena de viento, de agua limpia o de agua sucia, según: su gimnasia es innoble. La naranja tiene mejor gusto, pero es demasiado pasiva -y ese sacrificio oloroso... verdaderamente supone dejar que le salgan demasiado bien las cuentas al opresor.

Y el poeta les presta a las cosas la voz y la palabra para que hablen, para que el lector las conozca o las reconozca a una nueva luz:

Los que no tienen habla, / es a esos a quienes quiero dársela. He ahí donde la posición política y mi posición / estética se juntan. / Rebajar a los poderosos me interesa menos / que glorificar a los humildes. / Los humildes: el guijarro, el obrero, el camarón, / el tronco de árbol, / y todo el mundo inanimado, / todo lo que no habla.

Hay en Ponge un esfuerzo expresivo que recuerda al Neruda metafórico y fenomenológico de las Odas elementales y que a mi parecer tiene su expresión más alta en Fauna y flora, quizá el texto central y más potente del libro.

La rabia de la expresión se abre con Riberas del Loira, la declaración poética de un autor maduro y dueño de su expresión:

Reconocer el derecho preferente del objeto, su derecho imprescriptible, oponible a cualquier poema... Pues ningún poema se da nunca sin apelación fiscal por parte del objeto del poema, ni sin querella por falsificación.
El objeto es siempre más importante, más interesante, más capaz (pleno de derechos): no tiene ningún deber conmigo quien tiene todos los deberes respecto a él.

La avispa, las Notas tomadas para un pájaro o El clavel son algunos de los textos que aparecen en La rabia de la expresión. Con esos textos, escritos y reelaborados durante años, Ponge responde al desafío constante que las cosas plantean al lenguaje, al reto que es la realidad para el poeta. Responder a ese reto es el verdadero motor de esta poesía renovadora y original, en reformulación constante, en ambiciosa lucha con la expresión y por la expresión.

Con cada uno de esos motivos temáticos Ponge abre un cuaderno de trabajo en La rabia de la expresión. Y al lector le abre la puerta de su taller poético, de la cocina de su escritura, le muestra las notas, las intuiciones y los ensayos de aproximación al poema, hacia una profundidad expresiva que ahonda en la profundidad de las cosas a través del matiz y el afinamiento de la palabra. Cuadernos de trabajo, pues, descartes y variaciones que culminan en el excelente Cuaderno sobre un cielo de Provenza que cierra este libro.

“El hecho de la escritura es la lectura de un texto del mundo”, escribe Ponge en La fábrica del prado, donde el poema se ramifica en otras variantes y se concreta en un intenso esfuerzo creativo que aspira a que las palabras y las cosas se fundan en una sola realidad, de manera que las cosas sean palabras y cosas, y las palabras, cosas y palabras. Y ambas, palabras y cosas, aquella “fuente incomparable de emociones” de la que hablaba Camus a propósito de esta poesía.

¿No era algo así lo que buscaba Juan Ramón cuando reclamaba a la inteligencia el nombre exacto de las cosas y quería que su palabra fuera la cosa misma?

Escribe Ponge al final de La fábrica del prado:

Me he tendido a la vera de los seres y de las cosas
Con la pluma en la mano, y mi escritorio (una página blanca) en las rodillas

He escrito, se ha publicado, he vivido.
He escrito Han vivido, he vivido.
Nada mejor que esa declaración para terminar esta reseña.


Santos Domínguez

09 marzo 2007

El regreso de Conrad


Joseph Conrad.
El regreso.
Traducción y postfacio de Juan Max Lacruz Bassols.
Grandes Clásicos Funambulista. Madrid, 2007.


Con la mano izquierda decía Conrad que había escrito El regreso, la novela corta que completó poco después de terminar El negro del Narcissus. Se publicó en un volumen titulado Cuentos de inquietud y la acaba de recuperar Funambulista para su colección Grandes Clásicos con traducción y postfacio de Juan Max Lacruz Bassols.

Fue la última vez que Conrad sintió la tentación de escribir con las dos manos al mismo tiempo, la última vez que el trabajo y la cólera se aunaron en el esfuerzo de escribirla.

Con un material hecho de impresiones auditivas y visuales, es un contraculebrón, como dice Max Lacruz en el postfacio, un relato en el que conviven el interés psicológico y el social.

El planteamiento no puede ser más trivial a primera vista: Alvan Hervey, triunfador y seguro de sí mismo, después de cinco años casado, con un círculo social de amistades que constituye su mundo personal, es abandonado por su mujer, que no tiene nombre, y le deja un día una carta en la que le comunica su decisión.

El abandono le afecta más como una humillación social que como una catástrofe sentimental, como un fracaso más mundano que íntimo.

“Todos lo sabrían”, es lo primero que piensa Alvan Hervey. Desde las criadas hasta el ambiente social de sus amistades “todos me tomarán por un imbécil.” Más que traicionado se siente desterrado. El sentimiento social de la vergüenza le lleva de la cólera a la tristeza y luego al despecho.

La pareja está en el centro de un drama de la vida burguesa. Esclavos de las apariencias, los convencionalismos y las opiniones ajenas, se ven (incluso a sí mismos) con los ojos de los demás. Sus miedos, sus obsesiones, sus sentimientos de culpa y sus remordimientos se recortan sobre el fondo determinante del entorno.

Pero había sido sólo un conato de traición. La mujer vuelve a casa y la carta queda rebajada a un mero error, es un principio y un final.

Y sin embargo, el lector se siente confundido ante el silencio de la mujer enigmática y sin nombre que calla el misterio de su conducta. Esa mujer anónima es uno de los personajes solitarios de Conrad que viven en un mundo extraño e inquietante, de una opacidad en la que ni el marido ni el lector son capaces de traspasar.

Quizá a eso se refería Ford Madox Ford cuando escribió: Es un historia de incomprensión conyugal casi obscena que sólo nos atrevemos a mirar como a hurtadillas, en secreto...

Ese secreto, que no es de quien mira, sino de quien es mirado, lo intentó atrapar Patrice Chéreau en Gabrielle, una película con la que su protagonista, Isabelle Huppert, obtuvo el premio de interpretación en el festival de Venecia.

Es una película de indiscutible belleza y realizada con talento, pero pese a todo no conseguía transmitir la desazón y el malestar del lector ante un relato que tiene como eje a esa mujer enigmática, de silencios lejanos y de una fuerza interior inquietante.

Una mujer que le confiesa a su marido que ha vuelto porque estaba segura de que él no la quería:

-Si hubiese pensado que me querías (...) , no habría regresado nunca...

Santos Domínguez

07 marzo 2007

Vergílio Ferreira



Vergílio Ferreira.
Pensar.
Traducción de Isabel Soler.
Acantilado. Barcelona, 2007.


Cinco años antes de su muerte, Vergílio Ferreira (1916-1996) ponía el punto final al último fragmento de Pensar, que edita ahora Acantilado con traducción de Isabel Soler.

Son seiscientas setenta y siete entradas que intentan recoger lo disperso y poner orden en la accidentalidad del pensamiento fragmentario, de lo impensable, como se titula el magnífico texto inicial, aviso y prólogo de lo que ofrece el libro: una reflexión sobre la escritura y el conocimiento.

¿Acaso una lengua no se «ha escogido» a sí misma en esa relación primordial con el mundo, para ser a partir de ahí la organizadora de los límites de un pensamiento? Pero la labor del poeta es esa: hacer coincidir lo indecible con lo decible, utilizando la estratagema de pasar no tanto por la palabra como por el enigma que la circunda y ha sido olvidado, no tanto por lo que ilumina como por el acto de iluminar. Con todo, no sabemos dónde germina y se organiza lo impensable más profundo de nosotros que, ya en la superficie, es un modo de ser sensible y de ser pensante.

Y así, desde esa propuesta en la que se integran pensamiento y sentimiento, se va desenvolviendo este Pensar, escrito en un tono alto y profundo, que tiene uno de sus centros en la reflexión y la vivencia de la temporalidad:

Porque es enorme la distancia que va del saber al ver. Todos sabemos que somos mortales. Pero sólo de vez en cuando alguien invisible nos toca inesperadamente en el hombro y entonces vemos la certeza de la muerte.

Como en los Pensamientos de Pascal, como en los Ensayos de Montaigne, hay en estos textos un universo y un hombre y un hombre ante el universo:

Una vida entera, qué amontonamiento de cosas.

¿Qué cosas? La vida, Dios, los otros, la política, el fútbol, la temporalidad, la escritura y la proximidad de la muerte:

El hombre es un ser ficticio en todo su ser. Y hace falta la muerte para que por fin sea verdadero
.

Algo muy parecido a esto decía Broch y lo hacía la base de su actividad literaria. Como él, Ferreira se plantea la escritura como creación de un espacio habitable:

Escribir. ¿Por qué escribo? Escribo para crearle un espacio habitable a mi necesidad, a lo que me oprime, a lo que es difícil y excesivo. Escribo porque el hechizo y la maravilla son verdad y su seducción es más fuerte que yo. Escribo porque el error, la degradación y la injusticia no han de tener razón. Escribo para hacer posible la realidad, los lugares, los tiempos, a los que esperan que mi escritura los despierte de su manera confusa de ser. Y para evocar y marcar el camino que he realizado, las tierras, las gentes y todo lo que he vivido y que sólo en la escritura puedo reconocer porque en ella recuperan su esencialidad, su verdad emotiva, que es la primera y la última que nos une al mundo. Escribo para hacer visible el misterio de las cosas. Escribo para ser. Escribo sin motivo.

Estos textos de implacable lucidez tienen una clara vocación interrogativa que se concentra en unos cuantos centros de interés: la proximidad de la noche y las limitaciones del lenguaje, la revelación del mundo en la escritura, el arte y la naturaleza, la pintura y la música, la filosofía o la novela como formas de conocimiento. Temas que aparecen y reaparecen una y otra vez sometidos a la doble tensión del pensamiento y de la palabra.

Entre el relámpago del aforismo o la reflexión demorada del artículo o el microensayo, lo que explora la lucidez de Vergílio Ferreira y la excelencia de su prosa es el sentido de la vida, que tiene exactamente la medida de un hombre.

Santos Domínguez

06 marzo 2007

El barco de orquídeas



Kenneth Rexroth. Ling Chung.
El barco de orquídeas. Poetisas de China.
Traducción de Carlos Manzano.
Gadir. Madrid, 2007.

Paisajes con nieve a orillas de un río o noches de luna llena en las ramas de una enredadera, brumas orientales tan evanescentes como estos versos, nieblas que deshace una brisa tan leve como estos poemas con estanques y bambú, flores de loto y llovizna tenue y delicada como muchas de estas canciones femeninas, de erotismo contenido, de sugerencias metafóricas:

Tú sostuviste mi flor de loto en
Tus labios y jugaste con

El pistilo. Utilizamos un trozo de

Mágico cuerno de rinoceronte

Y no pudimos dormir ni un instante.
Durante toda la noche, la

Preciosa cresta del gallo se mantuvo
Erguida. Durante toda la

Noche, la abeja se aferró, trémula,
A los estambres de las flores.

¡Oh, mi dulce joya perfumada! Sólo a mi

Señor permitiré poseer mi
Sagrado estanque de loto y todas
Las noches te dejaré que
Hagas brotar en mí flores de fuego.


El texto lo firma Huang O, una escritora del siglo XVI. Es una de las algo más de cincuenta poetas que recogieron Kenneth Rexroth y Ling Chung, en El barco de orquídeas, una antología de poetisas de China desde el siglo IV a.C. hasta la actualidad, con autoras como Lan Ling (1946), que firma este excelente texto:

MÁS ALLÁ DEL SILENCIO

Ojalá crezcan esta noche cañas por los

Ríos, que sin cesar se hinchan,

De tus venas. La huida de la luz causa el

Clamor tenebroso. Después, de pronto,

Todo es pura nada, sólo un cadáver descubierto,
En el desnudo brazo del tiempo, en un
Largo callejón lleno de humo, el último cúmulo
De fuego vespertino, como campanas y

Tambores, queda sepultado en el pálido sueño
De mi ser. Una tormenta de polvo corre
Con el viento por el camino y al final llega a la
Temprana muerte de una espiga de trigo

Y, como un río, se alza con furia sosegada.

Ciento doce poemas, uno más de los que contenía El amor y el tiempo y su mudanza. Cien nuevas versiones de poesía china que también recopiló Rexroth. Como este último, El barco de orquídeas lo ha traducido Carlos Manzano, con su solvencia habitual. Ambos los publica Gadir en La voz de las cosas, su cuidada colección de poesía.

El amor y el tiempo, los estanques bajo la nieve o la luna, los pétalos del almendro arrastrados por el viento, el sentimiento proyectado en la naturaleza...

Y otras situaciones con menos prestigio poético, como la de este poema, también de aquella Huang O contemporánea de Garcilaso:

Si no sabes, ¿por qué finges?
Tal vez puedas engañar a

Algunas muchachas, pero no puedes
Engañar al Cielo. He soñado
Que habías jugado con la flor de
Acacia bajo mi chaqueta
Verde, como un eunuco con una
Cortesana, pero, mira por
Dónde, lo único que sabes hacer
Es farfullar. Me has puesto
Empapada y resbaladiza, pero,
Por mucho que lo intentas,
Nada sucede, conque déjalo. Vete
A dejar insatisfecha a otra.

A todos nos han contado alguna vez cómo se dice gatillazo en chino. ¿No?

Santos Domínguez

05 marzo 2007

Encyclopédie

Philipp Blom.
Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales.
Anagrama, 2007

"El objetivo de una Encyclopédie es reunir todo el saber disperso en la superficie de la tierra, para describir el sistema general a las personas con quienes vivimos, y transmitirlo a aquellas que vendrán después de nosotros para los siglos futuros, y que nuestros descendientes, haciéndose más ilustrados, puedan ser más virtuosos y más felices, de manera que no muramos sin haber merecido ser parte de la raza humana."

Así definen la voz enciclopedia, los autores de la Enciclopedia con mayúsculas, o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, publicada en Francia desde los años centrales del siglo XVIII y convertida en un gran éxito editorial, rodeada de polémica, y destinada a tener una enorme influencia ideológica.

Sus orígenes fueron sin embargo muy modestos, pues comenzó como una simple traducción de una enciclopedia inglesa, pero luego ante el empuje de D'Alembert y Diderot, el proyecto fue haciéndose cada vez más ambicioso. Philipp Blom, novelista e historiador, nos relata en esta obra de fácil lectura, pero que no renuncia a la erudición, la historia de este gran proyecto editorial.

Blom nos presenta como introducción una visión del París del Antiguo Régimen, preindustrial, populoso y sucio, gobernado por autoridades corruptas y poblado por unas decenas de intelectuales y científicos entre los que abundaban libertinos, herejes, agnósticos, racionalistas y ateos; no siempre atentos a no rebasar los límites que imponían el absolutismo monárquico y la Iglesia Católica.

Precisamente es la lucha contra la censura eclesiástica uno de los temas centrales de esta historia de la Enciclopedia, para lo cual los ilustrados desarrollaron un arsenal de estrategias que iban desde simplemente ignorar un asunto (cualquier oficio merece decenas de páginas y cuidadas ilustraciones, mientras que la heráldica, cosa de nobles, merece un tratamiento minimalista, casi despreciativo), hasta la realización de un tratamiento tan ortodoxo de algunos conceptos que podían plantear problemas con la censura, como al analizar la voz Arca de Noé, en la que el autor se embarca en disquisiciones tan precisas y prolijas sobre las dimensiones de la nave, el número de animales y las descomunales necesidades de agua fresca, forraje y grano (a veces parece una sátira), que al final cualquier lector inteligente acaba por extraer las conclusiones más lógicas y críticas sobre el relato bíblico, sin que ni el inquisidor más susceptible pudiese objetar el mínimo desvío herético.

El libro de Blom recoge también los retratos nada almibarados de muchos ilustrados franceses, pues es casi una biografía de Diderot, sin el cual el proyecto no hubiese tenido ni las dimensiones ni el enfoque racionalista que tuvo, pero también aparecen fugazmente un Rousseau atormentado y paranoico, o un Voltaire hábil y calculador, apoyando la Enciclopedia, pero sin exponerse demasiado.

Pero a quien Blom retrata con verdadera deferencia es al caballero de Jaucourt, de familia noble, que empeñó parte de su fortuna y años de su vida en redactar miles de artículos, pagando a sus ayudantes de su propio bolsillo hasta que se vio forzado por las deudas a vender una de sus casas, que fue comprada, y no por casualidad, por uno de los no muy honestos editores de la Enciclopedia. Terminado el último tomo, los editores no tuvieron el detalle de enviarle un ejemplar de la colección a Jaucourt, autor de al menos quince mil artículos.

Desde estos años de plomo y desolación, entre talibanes y cristianos renacidos, valga esta reseña también como humilde homenaje a Jaucourt y Diderot y a cuantos colaboraron en hacer de la Encyclopédie una luz en la oscuridad.

Jesús Tapia

Susan Sontag. Cuestión de énfasis




Susan Sontag.
Cuestión de énfasis.
Traducción de Aurelio Major.
Alfaguara. Madrid, 2007.


“La prosa de un poeta es la autobiografía del ardor”, escribía Susan Sontag a propósito de la prosa de Marina Tsvietáieva. Y bien se podría aplicar esa definición a su propia prosa, especialmente a su obra crítica y ensayística.

Lecturas, Miradas, Aquí y allí son las tres secciones en las que se organiza el libro de Susan Sontag que con el título Cuestión de énfasis acaba de publicar Alfaguara. Es una recopilación de ensayos y artículos, muchos de ellos inéditos en español, en los que Susan Sontag habla de otros novelistas, proyecta su mirada sobre el cine, la fotografía o la pintura y habla de sí misma, de su actividad literaria y de sus compromisos ideológicos.

Fue una de las últimas publicaciones de quien en el momento de su muerte en 2004 se había convertido en una de las voces más interesantes de la narrativa norteamericana y en uno de los modelos de la conciencia moral de los intelectuales y su compromiso con la política, la justicia y la sociedad.

Ensayos críticos que tienen, además de la lucidez y la inteligencia de Susan Sontag, una virtud que debería exigirse a toda labor crítica: la invitación a leer el libro del que habla o la incitación a ver el cuadro o la película sobre la que escribe.

A propósito de Contra la interpretación (1966), otro volumen de ensayos de Susan Sontag, decía Carlos Fuentes, que esos textos no son sólo grandes interpretaciones, sino culminaciones de las obras analizadas.

Desde el análisis de la prosa de una poeta, una introducción a la prosa de Marina Tsvietáieva, al epílogo sobre Brodsky y sus Fragmentos de Leningrado, van recorriendo estas páginas las claves de la literatura ajena y de la propia en una actividad que funde lectura crítica y escritura, profundidad analítica y capacidad creativa.

Una actividad que es inseparable de su labor como novelista y en la que Sontag invita a la lectura y analiza en prólogos, artículos y ensayos la obra de Machado de Assis, Sebald o En la belleza ajena de Zagajewski. O hace una profunda reflexión sobre la escritura a propósito de Barthes y un análisis escueto y certero del mundo narrativo desgarrador que nos transmite la voz de Walser.

La obra de Danilo Kis y de Gombrowicz, el prólogo a una traducción inglesa de Pedro Páramo en el que destaca la importancia de esta novela en la literatura del XX o una carta a Borges, admirativa y afectuosa, diez años después de su muerte, completan esas Lecturas de la primera parte.

La segunda, Miradas, ofrece un repaso a la historia del cine con motivo de su centenario, una reflexión sobre las novelas adaptadas al cine a propósito de Fassbinder y su adaptación de Berlin Alexanderplatz; una aproximación al teatro de marionetas bunraku o a los jardines como obra de arte y como lugar para la fantasía.

La pintura de Hodgkin, la presentación de un espectáculo de danza o una exposición de pinturas sobre bailarines, la importancia de los fluidos en las obras de Wagner y su relación con lo acuático, la fotografía italiana en su centenario, Mapplethorpes y un texto sobre fotografía y feminismo completan esa segunda parte centrada en la mirada de Susan Sontag.

En la parte menos homogénea, Allí y aquí, es donde Sontag se muestra más personal: así, cuando habla sobre el papel del lector, sobre la escritura y la lectura, sobre su mundo novelístico o sobre el viaje como material literario.

Una reflexión sobre el papel de los intelectuales en la política y en la sociedad, su conocido texto sobre el montaje de Esperando a Godot en la Sarajevo asediada del año 93 o la denuncia del genocidio y el abandono a su suerte de la población bosnia, conviven en esa última sección del libro con un ensayo sobre la poesía de Brodsky y un agudo artículo sobre la traducción.

Todo eso, que es mucho, es lo que ofrece esta recopilación que bien podría quedar como el testamento estético y moral de aquella admirable escritora que fue Susan Sontag.

Santos Domínguez

04 marzo 2007

Jules Vallès



Jules Vallès.
El bachiller.
Traducción de Manuel Serrat Crespo.
ACVF Editorial. Madrid, 2007


He recibido una educación.
—Está ya armado para la lucha —ha dicho mi profesor al despedirme—. Quien triunfa en el colegio entra como vencedor en la carrera.
¿Qué carrera?
Un antiguo compañero de mi padre, de paso por Nantes, vino a visitarle y le contó que uno de sus antiguos condiscípulos, uno de esos que ganaban todos los premios, había sido hallado muerto, aplastado y ensangrentado, en el fondo de una cantera de piedra, adonde se había arrojado tras haber permanecido tres días sin comer.

Ésta no es, sin duda, la carrera que hay que seguir; no lo creo. En cualquier caso, no hay que lanzarse a ella de cabeza.

Seguir la carrera significa: avanzar por el camino de la vida; colocarse, como Hércules, en la encrucijada.
Como Hércules en la encrucijada. No he olvidado la mitología que aprendí. ¡Vamos! Algo es algo.
Mientras enganchaban los caballos, llegó el director para estrecharme la mano como a uno de sus más queridos alumni. Ha dicho alumni.

Turbado por la idea de la partida, no comprendí en seguida. Monsieur Ribal, el profesor de cuarto, me dio un codazo.

—Alumn-us, alumn-i —apuntó en voz baja, haciendo hincapié en el genitivo y con aspecto de estar abrochándose la hebilla del pantalón.
—¡Ah, sí!, alumnus... quiere decir alumno, es cierto. (...)
El director (impavidum ferient ruinae, la ruina del mundo lo dejaría impasible) es el primero en recuperar el equilibrio y se acerca de nuevo a mí, importunando un poco a todo el mundo. Me habla otra vez, en tan supremo momento, de mi educación.
—Con ese bagaje, amigo mío...
El mozo cree que se trata de mis maletas.
—¿Tiene equipaje?

No tengo más que un pequeño baúl, pero poseo una sólida educación.
En marcha.


Con ese bagaje inútil, con esas armas admirables para la vida que son las lenguas muertas, el joven Vingtras no tarda en comprender que está inerme.

ACVF Editorial acaba de publicar El bachiller de Jules Vallès. Dedicada a quienes, alimentados de griego y latín, se murieron de hambre, es la segunda parte de la Trilogía de Jacques Vingtras, que completan El niño y El insurrecto y constituyen la parte fundamental de la obra del francés.

Más dura en sus perfiles y más ácida en su humor que la primera parte, El bachiller ocupa un papel central en la trilogía autobiográfica de Vallès. Es el choque con la realidad de un muchacho tímido que con diecisiete años tiene que abrirse paso en un París miserable y pringoso.

“¿Dónde está la vida?”, se pregunta desorientado y confuso. Y una vez que la va conociendo suma nuevas perplejidades electivas: “¿La vida burguesa o el patíbulo?”

En el remolino de la vida se va fraguando la personalidad del joven aprendiz de conspirador en la sociedad reaccionaria e injusta de la época imperial de Napoleón III, que generó unas tensiones que estallaron años después, en 1871, en la revolución de la Comuna de París, en la que participó activamente Vallès.

Entre barricadas y manifestaciones, sus malos pasos en busca de alojamiento y trabajo en París, le conducen a los cuchitriles más baratos y miserables, a las tabernas populares y a las borracherías. Trabaja como profesor y niñera en colegios donde le pagan mal o no le pagan, como preceptor de jóvenes de clase acomodada. Da clases particulares a mujeres casadas y a los hermanos pequeños de jóvenes boxeadores.

“¿Existirá un dios para los maestrillos?”, se pregunta a esas alturas de su vida.

Escribe sus primeros artículos y cartas comerciales y frecuenta las redacciones de los periódicos. Entretanto, participa en las conspiraciones contra el régimen policial de Napoleón III y sigue mostrando su inadaptación a la vida práctica:

“¿Qué sé hacer? He estado toda la noche sin encontrar nada.”


Santos Domínguez

03 marzo 2007

Mujer que soy



Angelina Gatell (ed.)
Mujer que soy.
La voz femenina en la poesía social
y testimonial de los años cincuenta.

Bartleby Editores. Madrid, 2006.



Mujer que soy, mujer profundamente

maldecida por Dios desde el vivir primero

Encomendándose a esas señas de identidad de un poema de María Beneyto que le sirve también como título, Angelina Gatell, una de las mujeres poetas del medio siglo, ha preparado una antología de poesía social firmada por mujeres que empezaron a escribir en los años 50.

La voz femenina en la poesía social y testimonial de los años cincuenta es el subtítulo que se ha puesto al frente de este libro que publica Bartleby Editores y tiene su origen en una serie deconferencias en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo sobre poesía social escrita por mujeres en España.

Se ha hablado poco de las mujeres poetas de aquellos años y mal de la poesía social, aunque es evidente su huella en la poesía actual y la importancia de algunas de aquellas voces femeninas que proyectaron su mirada comprensiva, lírica o narrativa, sobre aquella realidad.

En el extenso prólogo que ha escrito como presentación de la antología, Angelina Gatell toma como punto de partida el análisis de la poesía social, testimonial y política de los años 50, retrocede hacia los antecedentes seculares de la poesía femenina en España y explora sus primeras manifestaciones desde las poetisas de los cancioneros hasta la primera mitad del XX, pasando por la eclosión de la poesía femenina en el Romanticismo

Testimonio y denuncia de la misoginia y el sexismo cultural y religioso en la historia, la introducción reivindica aquella poesía femenina, crítica y comprometida, que fue valorada en su momento en el plano individual, también como hecho colectivo.

Fue abundantísima la nómina de mujeres que publicaron poesía en los años centrales del siglo pasado. De ello puede dar idea el que en 1954 Carmen Conde publicase ya una Antología de poesía femenina española viviente.

En este Mujer que soy, se ha recogido la poesía social de once mujeres (Carmen Conde, Ángela Figuera, Concha Zardoya, María Beneyto, Julia Uceda, Gloria Fuertes, Acacia Uceta, Aurora de Albornoz, Angelina Gatell, María Elvira Lacaci y Cristina Lacasa) en una antología generosa en textos que van precedidos de una nota biobibliográfica de cada autora.

Nombres como los de Ángela Figuera o Carmen Conde, que formarían parte del grupo del 27; Concha Zardoya, del grupo del 36 o escritoras del medio siglo como María Beneyto o Julia Uceda, completan un recorrido por un tiempo en el que coexisten tres grupos generacionales alrededor de una serie de temas comunes: la poesía social o la reivindicación del papel de la mujer en la sociedad y en la literatura.

En las Cartas a un joven poeta había escrito Rilke estas líneas que Angelina Gatell usa como lema y norte de su antología:

Un día será la mujer, y su nombre no significará más lo mero contrario al hombre, sino algo de por sí, algo por lo cual no se piense en ningún complemento o límite, sino nada más que en vida y ser: el ser humano femenino.

Santos Domínguez

02 marzo 2007

Las Hurdes

Maurice Legendre.
Las Hurdes. Estudio de Geografía Humana.
Editora Regional de Extremadura. Serie Rescate.
Mérida, 2006.

En 1927, el hispanista francés Maurice Legendre publicó Las Jurdes. Étude de géographie humaine, su tesis doctoral. Era el fascículo XIII de la Biblioteca de la Escuela de Altos Estudios Hispánicos, de la que Legendre fue Secretario General, y no se había publicado hasta ahora en español.

Ochenta años después, la recupera en un amplio volumen la Editora Regional de Extremadura en su colección Rescate, con traducción de Enrique Barcia, edición y estudio de Paloma Sánchez y José Pablo Blanco y coda de Luciano Fernández.

Estudio esencial desde el punto de vista antropológico, histórico y social, su enfoque y sus conclusiones van más allá de lo meramente académico, porque Legendre se implicó en aquella realidad penosa no sólo desde un punto de vista científico sino también con un compromiso personal y hasta emocional desde sus primeros viajes a Las Hurdes en 1910:

Este tipo de estudios – escribe Legendre en la presentación de su tesis- no se hace sentado en un sillón. Lo hemos llevado a cabo como si se tratara de una empresa de caballería andante, cuyo primer objetivo, dentro de nuestras modestas posibilidades, fue siempre trabajar por la redención de los hurdanos.

Los prejuicios de un hurdanófilo ha titulado Luciano Fernández su coda, en la que traza el perfil intelectual, moral y político de Legendre, un estudioso que toma partido apasionado por su objeto de estudio con una postura paternalista y conmiserativa propia del catolicismo social que practicaba.

En ese análisis de la obra de Legendre, Luciano Fernández hace hincapié en algo muy llamativo: el hecho de que la aproximación a las Hurdes se haga desde La Alberca es determinante en la orientación del estudio de Legendre, que ve aquella realidad a través de los prejuicios del tío Ignacio, un guía albercano.

Lejos de la frialdad científica, el libro constituye la denuncia de una realidad vergonzosa y a menudo desconocida u oculta, de una isla de miseria en aquella España que era ya la de los amenes del reinado de Alfonso XIII.

Una realidad situada al margen de la historia, en condiciones geográficas muy duras, en las que se detiene Legendre para destacar el antagonismo entre geografía física y poblamiento humano, con su consecuencia de miseria y precariedad en la supervivencia.

Tras las dos primeras partes, centradas en esa contradicción, Legendre dedica la tercera sección de su estudio a la necesidad de redención civil y religiosa de Las Hurdes y a un esbozo de retrato psicológico y moral del hurdano.

Medio centenar de fotografías, la mayoría realizadas por Legendre, dan cuenta de aquellos paisajes y de las personas que los habitaban, como un subrayado gráfico y documental de los textos del libro.

Esta recuperación imprescindible se puso en marcha hace algo más de cinco años, por iniciativa de Maurizio Catani. Lamentablemente ni Fernando Pérez, el editor que asumió el proyecto en la Editora Regional de Extremadura, ni el profesor Catani, que iba a hacerse cargo del estudio introductorio, pueden verlo hecho realidad.

Santos Domínguez


¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!




Isaac Rosa.
¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!
Seix Barral. Barcelona, 2007.


Una edición crítica o una reedición autocrítica de La malamemoria. Eso es ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!, la novela de Isaac Rosa que edita Seix Barral.

Hace ocho años, en 1999, Isaac Rosa publicaba en la editorial extremeña Los libros del Oeste su primera novela. Se titulaba, como la tercera de las cinco partes que la componían, La malamemoria, y era una reconstrucción de las circunstancias de la guerra y la posguerra a través de Julián Santos, un escritor a sueldo a quien le encargan la escritura de las memorias de un político de la posguerra y la transición. Un personaje siniestro, Gonzalo Mariñas, que ha intentado lavar su pasado como aquellos laínes y tovares que Isaac Rosa denunció en un artículo (Los espinazos curvos de la dictadura) publicado en Babelia el 14 de octubre de 2006.

Cuando su autor se plantea la reedición de La malamemoria, construye un juego de espejos y narradores. Un complejo sistema de estirpe cervantina en el que el autor que firma la advertencia y la fecha en octubre de 2006 está más lejos de Isaac Rosa que el lector distante y crítico que apostilla el texto original con sus comentarios.

La primera frase de esos comentarios al margen, expresiva del desagrado de ese lector (¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!) es la que da título a esta lectura crítica de La malamemoria, el subtítulo que aparece, si no en la portada, sí en el interior.

Una novela sobre otra novela, pues, y ahí la ironía y el efecto de profundidad de la literatura dentro de la literatura vuelve a remitir al modelo del Quijote. Las apostillas, individualizadas tipográficamente con letras en cursiva, permiten comprobar en primer lugar cómo ha madurado el estilo de Isaac Rosa desde aquella novela inicial. Y en segundo término manifiestan también cómo ha cambiado su perspectiva en el análisis de la realidad. Dicho de otra manera, no sólo ha cambiado el escritor Isaac Rosa, sino el ciudadano que propone un determinado enfoque de la historia reciente en una postura moral cercana a veces a Ramiro Pinilla y emparentada en otras ocasiones con Manuel Longares.

No se trata, pues, de una revisión del texto desde dentro, de una reelaboración hecha por el autor, sino de un procedimiento más complejo que superpone no sólo mentalidades distintas, sino planteamientos técnicos y estilísticos más maduros.

La distancia irónica del lector capta las debilidades argumentales, la inocencia primeriza de algunos planteamientos, denuncia la confusión de narradores, la falta de consistencia de algunos personajes, la inverosimilitud impostada de algunos diálogos o la cursilería de alguna metáfora.

Parecería a la vista de todo lo expuesto que La malamemoria era una antología del disparate y una mala novela. Y nada más incierto que eso: entre la busca de Alcahaz y la breve tragicomedia final, La malamemoria era y sigue siendo una novela más que digna, pese a algunos defectos propios de su edad.

El lector de esta novela no debería caer en la trampa de identificarse totalmente con el fingido lector de La malamemoria, un crítico que se va creciendo a medida que avanza en la lectura y se permite excesos como hablar de la “inseguridad púber” de su autor y descalificaciones no siempre razonables ni razonadas.

El autor cursivo de esa lectura crítica se confunde con el verdadero autor (otra vez Cervantes) cuando remata el libro con este párrafo en el que se dan cita las claves del libro y se reflexiona, como en toda la novela, sobre la escritura:

Y a todo esto, ¿qué queda de esa mala memoria contra la que se alzaban las armas de la literatura?¿Y qué queda de las víctimas? ¿Y de la guerra? ¿Qué queda de las intenciones vindicativas del autor? Nos tememos que, una vez más, la guerra, la memoria, las víctimas, se convierten en pretexto narrativo, y lo que se pretendía una novela revulsiva se conforma con una historia entretenida, un ejercicio de estilo, una convencional trama de autoconocimiento y, por supuesto, de amor. Eso sí, con la guerra civil al fondo, actuando de referente atractivo, reconocible, donde el lector se siente cómodo y se muestra curioso. Novelas como ésta pueden hacer más daño que bien en la construcción del discurso sobre el pasado, por muy buenas intenciones que se declaren. Debido a las peculiaridades del caso español, a la defectuosa relación que tenemos con nuestro pasado reciente, la ficción viene ocupando, en la fijación de ese discurso, un lugar central que tal vez no debería corresponderle, al menos no en esa medida. Y sin embargo lo ocupa, lo quiera o no el autor, que tiene que estar a la altura de esa responsabilidad añadida. Vale.

Santos Domínguez

01 marzo 2007

Los conquistadores del horizonte

Felipe Fernández-Armesto.
Los conquistadores del horizonte. Una historia mundial de la exploración.
Ediciones Destino. Madrid, 2006.

“La Historia tiene dos grandes historias que contar. La primera es la del largo proceso por el que las culturas de los hombres divergieron – cómo se alejaron y crecieron sus diferencias, bajo el signo de la ignorancia o el menosprecio de unas por otras –. La segunda es el tema principal de este libro: una historia relativamente breve y reciente de la convergencia cómo los distintos grupos humanos volvieron a entrar en contacto, intercambiaron rasgos culturales, imitaron formas de vida y se hicieron de nuevo más parecidos unos a otros.”

Felipe Fernández-Armesto, catedrático de historia mundial y medioambiental en la Universidad de Londres, comienza con este párrafo un repaso a toda la historia de la humanidad, desde que los Homo Sapiens partiendo de África se desperdigaron por el planeta (la divergencia) hasta que hace unos cinco mil años empezaron a realizar viajes exploratorios que volvieron a poner en contacto (la convergencia) las civilizaciones que se habían levantado en los distintos continentes.

En algo más de quinientas páginas, bien escritas y magníficamente ilustradas, se pasa a revista a los principales viajes de exploración geográfica, y aunque reciben más atención los viajes de los últimos quinientos años, no se trata de una obra centrada en los descubridores europeos, sino que los primitivos navegantes polinesios y egipcios, los marinos musulmanes que surcaron el Índico, o el gran navegante chino Zheng He, ven reconocido su papel en el proceso de convergencia humano.

Con todo, son los exploradores occidentales posteriores al siglo XV los que más páginas ocupan, probablemente porque disponemos de más y mejor información sobre sus viajes y porque, para lo bueno y para lo malo, han sido los occidentales quienes han culminado el proceso que ha reconectado todas las comunidades humanas del planeta. O casi todas, porque en el último capítulo Fernández-Armesto afirma que según cálculos estadísticos deben quedar amparados por la selva amazónica unas pocas decenas de grupos humanos totalmente ajenos a esa convergencia que desde hace apenas treinta años llamamos globalización.

El mayor mérito de este libro es recoger en unas pocas páginas los puntos clave que permiten entender cuáles fueron las intenciones de estos exploradores, de qué medios se sirvieron, cómo organizaron sus viajes y qué frutos obtuvieron. Así, en apenas doce excelentes páginas se nos describen los viajes de Colón, los siete viajes del eunuco Zheng He se relatan en ocho páginas, la vuelta al mundo de Magallanes en cinco…

Se trata, de una historia global de la exploración, entre las que se incluyen no pocos fracasos, como la búsqueda de la Terra Australis o el paso del Noroeste, y que culmina con una descripción en su último capítulo del proceso de globalización realizado entre 1850 y el año 2000.

Y aunque nos quede por visitar el fondo de los océanos, la tierra por debajo de su corteza, la parte superior de la atmósfera y buena parte de las selvas tropicales; podemos sentir en sus últimas páginas la melancolía que produce el fin de una historia que “ha sido una sucesión de insensateces, en la que prácticamente cada paso adelante ha sido el resultado fallido de un salto que pretendía llegar mucho más lejos”, idea que retrata, probablemente, el conjunto de la historia de la humanidad.
Jesús Tapia

Aunque entiendo poco griego...


Aunque entiendo poco griego...
Fábulas mitológicas burlescas del Siglo de Oro.

Edición, introducción y notas de Elena Cano Turrión.
Clásicos Berenice. Córdoba, 2007.



Aunque entiendo poco griego... es el título del libro en el que Clásicos Berenice ha recopilado algunas de las más destacadas Fábulas mitológicas burlescas del Siglo de Oro.

La poesía burlesca fue una de las tendencias más significativas del Siglo de Oro español, especialmente a partir del fracaso de los ideales renacentistas que se resolvió en la mentalidad barroca. Una mentalidad enraizada en la actitud de rechazo a los planteamientos idealistas del primer Renacimiento que daba lugar a demostraciones de ingenio y de chocarrería. Esa actitud subversiva de los valores poéticos tiene su correspondencia en la figura del donaire de la nueva comedia de Lope o en la picaresca y su manifestación plástica en las pinturas mitológicas de Velázquez.

Se ha ocupado de hacer esta edición Elena Cano Turrión, que ha realizado una cuidada selección de autores y poemas de un género prestigioso en aquella época y tan estimado que prácticamente todos los poetas cultos escribieron alguna fábula mitológica burlesca.

El enfoque burlesco de los materiales mitológicos atrajo a todos los poetas mayores y menores del periodo barroco, que aportaron su visión jocosa a unos mitos que formaban parte de una tradición muy cuestionada a aquellas alturas desengañadas del desencanto barroco y de la mueca agridulce que hay en muchos de ellos.

La nómina de poetas que se recogen en esta antología, de Góngora a Quevedo, pasando por Castillo Solórzano, Salas Barbadillo o Polo de Medina, justifica por sí misma la aparición de esta antología, que viene a llenar un hueco bibliográfico en el conocimiento de la poesía áurea.

Es, aunque parezca mentira, la primera vez que una publicación atiende a la reinterpretación cómica y a la degradación de las fábulas mitológicas clásicas emprendida por estos escritores y sistematiza sus contenidos.

La cuidada selección, la introducción, las notas y la cronología elaboradas por Elena Cano Turrión, nos muestra una de las claves del impulso renovador de aquellos poetas que, aunque entendieran poco griego, como escribe Góngora en el romance del que toma su título el volumen, se reían de su misma sombra cuando hablaban de Polifemo, de Dido y Eneas o de Apolo y Dafne.

En las antípodas de Apolo o de Adonis, más de uno sólo se tomaba en serio a Baco, tan incompatible con Venus como ellos mismos.

Santos Domínguez


28 febrero 2007

Muerte de un fascista




Andrea Camilleri.
Privado de título.
Traducción de Mª Antonia Menini.
Salamandra. Barcelona, 2007.


Un joven fascista al que mata otro fascista en una correría nocturna, ¿puede ser llamado protomártir fascista?

Ocurrió en realidad. En Sicilia. En abril de 1921, el error de un compañero de escuadra negra mata a un joven de la liga antibolchevique cuando, en compañía de un tercero, se disponen a castigar a un líder sindical. La maquinaria propagandística transforma a la víctima frustrada en victimario y al peligroso gamberrete musoliniano, en protomártir del fascismo en Sicilia.

Ese es el planteamiento de fondo de Privado de título, la última novela de Andrea Camilleri que ha publicado Salamandra con traducción de Mª Antonia Menini.

Con su acreditada pericia narrativa, Camilleri alterna el relato de los hechos con documentos policiales, partes facultativos, cartas de los implicados y artículos de periódico en una mezcla que completa magistralmente el fresco de una época y el montaje de una mentira.

La formación de Camilleri como guionista y realizador de documentales y series policiacas para la televisión italiana aporta alguna de las claves esenciales de su eficacia narrativa. El enfoque cinematográfico de las secuencias, de enorme fuerza plástica, es una de las bases de la novela, planteada en gran medida con técnica rigurosa de investigación documental.

Más allá de su puro valor literario, Privado de título es una reflexión sobre la manipulación propagandística, sobre la hipocresía y el poder y sobre la falsificación interesada de unos hechos que, salvando todas las distancias, recuerdan el incendio en 1933 del Reichstag berlinés por los nazis, que acusaron de los hechos a los comunistas.

Un Camilleri irónico, mordaz y socarrón, añade un demoledor toque personal a aquellos hechos lamentables y esperpénticos. Quizá esa mezcla de rigor y caricatura sea la mejor manera de aproximarse a una realidad en la que convivían la grandilocuencia de los gestos y las palabras con la ridiculez de aquellos fantoches que se declaraban herederos del Imperio.

Y sobre el relato de esa farsa, de esa realidad virtual, Camilleri superpone otra realidad virtual: la fantochada urbanística del proyecto Mussolinia, una grandilocuente ciudad-jardín que los jerarcas del régimen idearon como testimonio eterno de la gloria del Duce.

Han pasado casi diez años desde que Vázquez Montalbán ensalzó en el prólogo que escribió para Un mes con Montalbano (Emecé, 1999), la narrativa de Camilleri, entonces casi un desconocido en España:

Complejo el éxito de este autor porque sus novelas no son fáciles y requieren la complicidad de un lector culto y relativizador, por otra parte capaz de aceptar ese universo siciliano, incluso ese lenguaje siciliano sabiamente dosificado y quintaesenciado. Tampoco es fácil su estilo que traduce una manera de mirar y sancionar la realidad que habrá requerido una tensión extra por parte de la, en este caso, traductora. El éxito de Camilleri se ha debido en parte a que su literatura ha sido adoptada por el norte lector más inteligente, el que no demanda mercancías de un ser folclórico, sino de un asumible imaginario del sur, contradicción entre lo abstracto sublimado y las notas de concreción que lo connotan. Ha sido ese lector de norte cultural más que geográfico el que ha propiciado que un género como el policiaco dejara de ser un subgénero y un adjetivo para devenir estrategia de conocimiento narrativo, en el que Camilleri, a sus 73 años, se integra como una de las aportaciones más rejuvenecedoras de la sociedad literaria europea de la presente década.

Los años y la fecundidad del autor siciliano han ratificado y sobrepasado aquellas palabras para confirmar una vez más que la calidad literaria y la diversión pueden y deben ir juntas.


Santos Domínguez

27 febrero 2007

Antología esencial de la poesía francesa



Antología esencial de la poesía francesa.

Edición de Mauro Armiño.
Austral Poesía. Espasa Calpe.
Madrid, 2006.


En su revitalizada colección Austral, Espasa Calpe acaba de publicar una Antología esencial de la poesía francesa en edición preparada por Mauro Armiño.

Se trata de un recorrido por diez siglos de poesía, la más original y espectacular–advierte Mauro Armiño en su prólogo- de la poesía europea, fundadora de la modernidad con Baudelaire y Rimbaud. Posiblemente también la que de forma más persistente ha influido en la poesía española a lo largo de la historia, desde Hugo y Verlaine, de incidencia decisiva en el Modernismo, hasta Valèry, las vanguardias y el superrealismo, que están en la base de las diversas direcciones y tendencias del 27.

Ya se sabe que toda antología es discutible, que –se haga como se haga- estarán pesando en ella las ausencias tanto como las presencias. Y esta no es un excepción, sobre todo cuando se ha ido a lo esencial como avisa el título y se ha hecho una selección en la que se ha preferido reducir el número de poetas y aumentar los textos de cada uno.

Pero si una selección es siempre discutible, lo es menos que las traducciones que se ofrecen aquí sean probablemente las mejores de la poesía clásica francesa.

En esa selección, no sólo de los poetas sino de las versiones, se ha concentrado gran parte del esfuerzo de Mauro Armiño y en eso radica la mayor virtud de esta antología.

Entre la Canción de Roldán y Francis Ponge o René Char, se ofrecen aquí algunas de las mejores versiones de la poesía francesa en español.

Además de Mauro Armiño, que es el responsable de la mayoría de esas traducciones, se recogen en este volumen la que realizó José Mª Álvarez de la poesía de Villon, la que Guillén hizo del Cementerio marino o la traducción de Luis A. de Villena de los sonetos de Du Bellay. Se suman esas versiones a otras como las de Martínez Sarrión y, sobre todo, a las de Carlos Pujol, uno de los más acreditados traductores de poesía de nuestro país, que firma más de veinte traducciones.

Que casi todos estos traductores sean además poetas, como en los casos citados, es una garantía añadida.

Santos Domínguez

26 febrero 2007

Tomás Segovia. Llegar



Tomás Segovia.
Llegar.
(Poemas 2005-2006)

Pre-Textos. La Cruz del Sur.
Valencia, 2007.


Mientras no quiera el tiempo
Dejarme de su mano
Saldré cada mañana
A buscar con la misma reverencia
Mi diaria salvación por la palabra.

Mientras es uno de los textos que Tomás Segovia (1927) recoge en Llegar. (Poemas 2005-2006), que publica Pre-Textos en La Cruz del Sur.

La delicada viñeta de Ramón Gaya que ilustra la portada es el pórtico de un libro en el que un Tomás Segovia casi octogenario escucha y mira y habla con la vida.

Una mirada hacia fuera, no hacia dentro, y hacia el presente, no hacia atrás. Y lo que viene de fuera es la confirmación de la vida, la luz que entra en la casa y el frescor de la mañana. A su encuentro va el poeta en este libro celebrativo y sereno, de tibia claridad y palabra medida.

Y van la voz y la mirada del poeta hacia la llamada del pájaro, hacia el horizonte, hacia un tiempo que abre el día y renace incansable en un paso hacia adelante, hacia la disolución serena

en la desembocadura azul del tiempo.


Siempre de pie y a pie hacia fuera y hacia adelante, hacia arriba siempre, hacia el lugar del pájaro y del árbol y el viento ensimismado en sus ramajes.

En mitad del tiempo, la perfección inmóvil de la naturaleza, la serenidad y el tiempo abolido, completan la presencia de un mundo redimido y puesto en orden por la mirada y la palabra del poeta:

Este airecillo que se va de aquí
A sus viajes inventados
Desordenando al paso mis cabellos
Y que se aleja pronto hacia llanuras mares
Pálidos horizontes
Pero a la vez se queda ensimismado
Jugando aquí sin fin con mis cabellos
Este airecillo pues ¿qué significa?

Organizado equilibradamente en cinco partes, la tercera (Suite nostálgica) tiene siete composiciones que completan una estructura musical armoniosa que tiene su núcleo en el poema central, una Zarabanda donde

El amor luminoso y sin batallas
No dice su felicidad
la usa.

Para culminar en un Celebrativo, la quinta parte, tras una sección en la que se presiente alguna sombra oculta:

Porque no hay que ir allá buscando nada
Hay que esperar aquí
Haciendo la morada los unos a los otros
Para que venga sola y libre la belleza
A vivir con nosotros.

Palabra fluida, construida con la densidad de la luz y la levedad del aire, con la armonía que otorga la mirada serena del poeta en diálogo con el mundo, con el lector y consigo mismo.

Un libro memorable, otro más, de Tomás Segovia.

Santos Domínguez

25 febrero 2007

La Villa de los Misterios




Linda Fierz David.
La Villa de los Misterios de Pompeya.
Traducción de Ana Becciu.
Prólogo de Enrique Galán Santamaría.
Imaginatio Vera. Atalanta. Gerona, 2007.


Linda Fierz-David (1891–1955) fue la primera mujer admitida en la Universidad de Basilea. Estudió filología alemana y completó aquellos estudios con los de psicología, antropología, mitología y literatura. Con ese bagaje, que da buena cuenta de su curiosidad intelectual y de sus conocimientos, dedicó toda su vida a la interpretación de los frescos pompeyanos de la Villa de los Misterios.

Este libro se titulaba originalmente en alemán Reflexiones psicológicas sobre los frescos de la Villa de los Misterios. La muerte de su autora frustró la publicación del libro, que no se publicó hasta 1988 en una edición inglesa revisada por Nor Hall, que es la que se ha tomado como base para esta edición española que publica Atalanta en su colección Imaginatio Vera.

Con un prólogo de Enrique Galán Santamaría y excelentes reproducciones de las pinturas, el libro parte de una introducción sobre Dionisos, el dios griego más representado en el arte antiguo. Arcaico, barbudo y vestido o desnudo y efébico, se extiende su imagen ubicua en las pinturas, en los bajorrelieves, en vasos órficos o en monedas durante veinte siglos desde Asia Menor hasta la Península Ibérica, desde el Mar Negro hasta Egipto. Le acompaña un séquito de faunos y silenos que formaban parte de la decoración de una serie de cultos dionisiacos unidos a Orfeo.

El mito de Orfeo, oscuro y simbólico, es la integración de lo apolíneo con lo dionisiaco y ha generado una abundante literatura esotérica. Músico y poeta, es el objeto de culto de una teología mistérica que le trata como a un dios salvador y narra sus trabajos y viajes, su muerte y resurrección de dios sufriente y perseguido.

En las afueras de Pompeya, la ciudad consagrada a Venus, la Villa de los Misterios tiene en su sala de la Iniciación un conjunto de frescos con diez escenas simbólicas que representan el proceso de individualización femenina.

Fueron pintados en el año 80 a. C., en las cuatro paredes de la estancia, y persiste en ellos una rara serenidad en medio de la elevada cultura de un lugar dedicado al culto privado órfico, a la iniciación de las mujeres de clase alta en aquellos rituales órficos.

Cada escena representa una, dos, o acaso tres figuras que, a pesar de dar la impresión ser retratos de personas reales, fueron pintados con el fin de escenificar la secuencia de un drama coherente y complejo. Sobre el fondo rojo característico de los frescos pompeyanos, esas figuras representan un drama sacro en diez escenas, en diez secuencias rituales que se ven sucesivamente en la deambulatio de izquierda a derecha de la estancia. Su imagen central representa la unión de Dioniso y Ariadna.

Sobre ese conjunto, el libro elabora una hipótesis interpretativa: es una lectura mitológica del culto mistérico, una dilucidación de su sentido simbólico y de la lógica narrativa asociada a los ritos órficos.

Se trata de la representación visual de un mito y, a la vez, de la puesta en escena de un ritual de iniciación dionisíaco de la época romana dedicado a las mujeres. Una represenatción que no tiene nada que ver con la sensualidad o la pornografía de otras villas o de los baños y burdeles de la ciudad.

A través de esos mitos cósmicos se describe el conflicto entre espíritu y materia, entre conciencia e instinto, entre lo individual y lo colectivo.

De esos mitos se hace una interpretación que conecta unas escenas con otras, y explora la relación entre estos cultos y otros ritos de China, del yoga hindú, del cristianismo y los alquimistas, de Isis o el Grial.


Santos Domínguez

24 febrero 2007

Luchadoras



Peggy Adam.
Luchadoras.
Ediciones Sins entido.
Madrid, 2007.

Ediciones Sins entido acaba de crear una nueva colección, Sin Nosotras, en la que se publicarán novelas gráficas hechas por mujeres que aportan una nueva mirada sobre el cómic, un género hasta ahora mayoritariamente masculino.

Sonia Pulido, Rutu Modan, Peggy Adam, Rachel Deville y Lola Lorente son las cinco autoras que inauguran esta colección. Todas ellas desarrollan el género de la novela gráfica y han elegido este medio para expresarse. Autoras emergentes en el panorama nacional e internacional del cómic, que crean historias impactantes, actuales, con miradas nuevas y sensibilidad diferente.

Así lo anuncia en nota de prensa la editorial Sins entido:

Una colección diferente en la que agrupar la obra de las que abordan la aventura de narrar con imágenes, sin miedo a romper clichés. Autoras con mirada y voz propias, con cosas que decir, con empuje para sorprender e ir más allá. Ahora cuentan ellas, y lo hacen seguras de sí, con las ideas claras y muchas ganas de hacerse oír. Sin flores, sin sedas, sin concesiones: historias complejas narradas con ayuda de las imágenes; libros de peso, con texturas literarias.

Uno de los títulos más atractivos de esta nueva colección es Luchadoras, de Peggy Adam, centrada en las desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez. Desde 1993, más de 600 mujeres han desaparecido y más de 400 han sido asesinadas en Ciudad Juárez, ciudad mejicana fronteriza con Estados Unidos. Son víctimas de asesinos desconocidos o de la violencia de género. Así, Ciudad Juárez se ha vuelto un triste símbolo del maltrato de las mujeres en el mundo. Hoy en día, la mayoría de estos crímenes sigue sin resolver.

Con este telón de fondo verídico Peggy Adam imaginó Luchadoras, un relato de gran fuerza en su denuncia.

Peggy Adam, de nacionalidad francesa, estudió Bellas Artes en Saint-Etienne, estudió también en Toronto y en Angoulême, trabaja a menudo para prensa (Libération, Elle) y para publicaciones infantiles (L'École des Loisirs, Mango).

Con su estilo cercano al de Marjane Satrapi, Peggy Adam aborda tanto temas ligeros y frescos (Plus ou moins...le printemps, Editions Atrabile) como temas serios y graves. Siempre actuales como estas Luchadoras que publica Sins entido en su nueva colección Sin Nosotras.

Fernando Rocha de la Fuente

El fin de la clase media


Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi.
El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste.
Lengua de Trapo, Madrid 2006.

La muerte de la clase media ha sido anunciada repetidamente los últimos dos siglos. Ya Karl Marx pensaba que el capitalismo industrial concentraría todas las riquezas en muy pocas manos lo que convertiría al grueso de la población en proletarios desposeídos de todo, excepto de su fuerza de trabajo, que deberían vender a un coste decreciente a los propietarios de las nuevas fábricas mecanizadas. Cien años después de su predicción, la llamada clase media dominaba la sociedad de los países más ricos y avanzados del mundo, frenando el avance del comunismo y creando sólidas y estables democracias.

Gaggi y Narduzzi, conscientes de no ser los primeros profetas del declive de la clase media, añaden un enfoque innovador reflejado en el subtítulo de su libro (“el nacimiento de la sociedad de bajo coste”), pues creen ver en la proliferación de las llamadas empresas de bajo coste (low cost), como Ryanair y sus económicos (y espartanos) vuelos, o Ikea y sus baratos muebles (que el cliente debe elegir, transportar y montar); el síntoma de la decadencia de la clase media para dejar paso a una sociedad mucho más polarizada.

Esta nueva sociedad la formarían por un lado una nueva aristocracia dueña de empresas y participaciones bursátiles unida a una élite de nuevos profesionales (tecnócratas del conocimiento) con altos ingresos; y por otro lado una sociedad masificada de rentas medias y bajas acompañada de grupos de trabajadores de baja cualificación camino de convertirse en proletarios y caer en la pobreza. Esa sociedad masificada de rentas medias y bajas sería el residuo de lo que fue la clase media, y sus esfuerzos para mantener su calidad de vida han hecho surgir los productos y servicios de bajo coste.

Para Gaggi y Narduzzi el fin de la clase media lo ha provocado la globalización, pues países con costes salariales muy bajos se han convertido en suministradores de servicios y productos muy baratos que han llevado a las empresas de muchos países europeos al cierre o a la crisis, y a sus trabajadores al paro o a tener que aceptar una disminución de sus rentas y un empeoramiento de sus condiciones laborales.

Además, el estancamiento económico europeo convierte en inviable al llamado “Estado del Bienestar”, obra maestra de la clase media y piedra angular que sustenta los sistemas democráticos de corte occidental.

Urge, según Gaggi y Narduzzi, sustituir el Estado del Bienestar por algo nuevo, pero no es fácil. Para enfrentarse a los efectos de la globalización los autores proponen como solución un acercamiento de los europeos al modelo de Estados Unidos que tienen un estado más pequeño con servicios como la sanidad y la educación prácticamente privatizados, y cuya economía ha resistido comparativamente bien la competencia de los llamados países emergentes.

Los autores son conscientes de que el modelo americano con sus más de cuarenta millones de habitantes prácticamente sin cobertura médica y con un sistema fiscal regresivo que ha permitido el nacimiento de miles de millonarios que controlan el sistema político con sus donaciones a los partidos, no es la mejor receta para salvar las democracias europeas. Pero, como otra posible opción es que la naufragada clase media se apunte a opciones políticas radicales (nacionalistas, xenófobas, proteccionistas) como ya hizo en las décadas iniciales del siglo XX con su apoyo a los fascismos, es necesario reformar el Estado del Bienestar para adaptarlo a esas nuevas sociedades de bajo coste y preservar la democracia.

Gaggi y Narduzzi creen que Europa debe salvar “las conquistas esenciales del último medio siglo” aunque debe tomar decisiones duras y dolorosas si quiere volver a ser un continente económicamente dinámico, si bien no desarrollan en su libro un programa político concreto, pero en sus esbozos se les adivina próximos al neoliberalismo.

Eso sí, en la última línea de su libro, Gaggi y Narduzzi exponen la solución en una frase postmoderna y campanuda: “El neohumanismo de la sociedad de bajo coste”. Eso es lo que necesita Europa. Pero no nos explican qué es y dejan a este lector perplejo y haciéndose preguntas: ¿Será eso mejor que el fascismo? ¿No será una solución de bajo coste? ¿Tendremos que importarlo de China?

Jesús Tapia

Tríbada



Miguel Espinosa.
Tríbada. Theologiae Tractatus.
Siruela. Madrid, 2007.



Será porque no hay dos sin tres, pero el caso es que los lectores de Miguel Espinosa, secta creciente, estamos de enhorabuena. Después de la recientes reediciones de Escuela de mandarines y La fea burguesía en Alfaguara, Siruela acaba de recuperar su Tríbada. Theologiae Tractatus, que se añade en su catálogo a Asklepios, el último griego.

Cuando murió en 1982, Espinosa sólo había publicado dos novelas: Escuela de mandarines (1974) y La Tríbada falsaria (1980). Después de su muerte apareció La Tríbada confusa (1984) y por fin en 1986 la Editora Regional de Murcia editó esta Tríbada. Theologiae Tractatus, formada por las dos anteriores.

Desde que abre este libro, el lector queda sorprendido por su estructura y subyugado por su lenguaje. Antes del primer capítulo de la primera parte, superada la sorpresa del título (Tríbada es voz que no aparece en ningún diccionario, aunque sí tribadismo en el ideológico de Julio Casares) y del subtítulo en latín escolástico, se encuentra con una relación de personajes, reales y ficticios, a lo largo de quince páginas, una primera presentación con la referencia a los lugares de la obra en donde aparecen.

Dos de esos personajes son el objeto de las páginas siguientes, en las que se enumeran los nombres de Damiana (de acucia de la vulva a zurrona), una lista que, pasando por bollera canónica o tortillera correntona, requiere diecisiete páginas a las que hay que sumar otras ocho con los nombres de Lucía, entre abortón y yuntada a Damiana, con paradas en coima verrionda o novia fricadora.

El sistema de caracterización de dos de los personajes principales de la historia, aparte de inusual, es de una extraordinaria eficacia. En esos listados previos quedan caracterizados esos personajes y queda también clara la posición irónica y crítica del narrador.

Esos listados, entre lo lírico, lo descriptivo y el insulto, tan aparentemente antinarrativos, sitúan al lector, menos confuso que divertido y expectante, en disposición de conocer una historia que se le cuenta muy rápidamente en los tres primeros capítulos de la primera parte, La tríbada falsaria, que toma su nombre de uno de los apelativos de Damiana. Otro (tríbada confusa) da título a la segunda parte.

Y el lector entra en el primer capítulo y se encuentra con estos párrafos:

«No creo en Dios» -dice Damiana Palacios, boticaria de cuarenta años. Y habla sin gravedad, entusiasmo ni arrojo. Más que la expresión de una convicción, la afirmación revela una manera de estar en el mundo; equivale a manifestar: «La cuestión de la existencia divina no me interesa».

Empero, Damiana cree en la quiromancia, en la cartomancia, en la oniromancia, en la uromancia, en la hidromancia, en la geomancia, en la telepatía y en toda clase de las llamadas artes notorias, que predicen y vaticinan. Parla de telekinesia, de hipnosis, de psicoquinesis, de desdoblamientos, de fenómenos ectoplasmáticos, de facultades ocultas, de ondas cerebrales, de médiums, de bilocaciones y de saberes paranormales. Una cierta Silvia Carrasco, su amiga, suele echarle las cartas, como ordinariamente se dice, y siempre descubre y anuncia lances gratos para la expectante. Feliciana Duero, también amiga, la somete a sesiones de relajación y pacificaciones. «Tus piernas no pesan; tus brazos son alígeros, no te poseen» -susurra Feliciana. Y Damiana va cerrando los ojos y abandonando el cuerpo en mecánico desasimiento. Por último, Rosario Nieto, otra amiga, examina las rayas de sus manos y le augura novedades.

Damiana no cree en Dios porque su idea le produce aburrición; tampoco le arrebatan, en verdad, estas prácticas cabalísticas; sin embargo, las realiza porque las encuentra tangibles y de prontas respuestas. Dios calla, pero Silvia, Feliciana y Rosario hablan, y su decir llena el tiempo de la mujer.

Novela en clave, con base en un episodio autobiográfico y ambientación en Murcia, el Dublín de la novela española contemporánea, cuenta la historia trivial de un abandono homófilo en tres capítulos. Lo demás es el comentario del episodio desde distintas perspectiva, a través de 62 cartas repartidas entre el final de la primera parte y la totalidad de la segunda.

No acaba ahí la novela. Hay además un epílogo con una carta más, esta de Miguel Espinosa, y un Comento que recoge las explicaciones de otros personajes, entre ellos este Anónimo Primero de la Escuela de Murcia, que explica la estructura y el subtítulo:

En la versión que Miguel Espinosa nos ofrece del caso, la fabulosa sustitución de antagonistas se columbra a partir del momento en que Daniel recibe la primera carta de Juana. Desde ese evento, el relato comienza a crecer en significación y a desbordar los límites de la cuestión original; de testimoniar las causas de una hembra homófila y de su sorprendido amador, pasa a testificar las causas de Dios y del Diablo. Por eso, alguien lo subtituló, con razón, Theologiae Tractatus.

Casi no hace falta decir que esta es una obra deslumbrante, oscura y burlona, irónica y amarga. Y sobre todo un prodigio de estilo, de inteligencia y creatividad, de capacidad narrativa.

Fernando Arrabal ha escrito para la ocasión un prólogo en francés que ha traducido María Cóndor. Todo un hallazgo. Miguel Espinosa seguramente no hubiera ideado mejor estrategia para presentar un libro tan alucinante como este.

Una última advertencia. Quienes no conocen la obra de Miguel Espinosa pueden tener la sensación de que es difícil. Nada más falso. Se lee mejor que cualquier librucho de estos de catedrales y sectas y últimas cenas y sábanas santas. Aunque aquí, como se ve, al igual que en los mejores relatos de Henry James, no faltan las apariciones. Ni los fantasmas.

Santos Domínguez