Javier Tomeo.
Amado monstruo.El castillo de la carta cifrada.
El cazador de leones. La ciudad de las palomas.
El canto de las tortugas.
Prólogo de Jorge Herralde.
Anagrama Compendium. Barcelona, 2023.
Un Tomeo esencial. Eso es lo que se va a encontrar el lector del volumen en el que Anagrama reúne cinco de sus novelas, quizá las que mejor resumen su particular e inconfundible mundo literario.
El castillo de la carta cifrada, Amado monstruo, El cazador de leones, La ciudad de las palomas y El canto de las tortugas son las cinco novelas que, entre la parábola y el absurdo, entre el humor y la desolación, muestran el peculiar territorio narrativo de Tomeo, su excéntrico y perturbador imaginario literario, heredero de Kafka, de Valle-Inclán y de Buñuel, tres estéticas aparentemente distantes entre sí, pero unidas por el alejamiento sentimental de sus miradas deformantes, por su distancia afectiva de la realidad y de los personajes.
A partir de unos planteamientos argumentales en los que lo costumbrista se enriquece con un toque kafkiano de extravagancia o de disparate, en las novelas de Tomeo asoma la mirada, más despiadada que irónica, del Valle-Inclán esperpéntico, porque la distancia narrativa es siempre la del narrador que descoyunta a sus criaturas y las maneja desde arriba como a marionetas.
Desde la década de los ochenta, la extensa y peculiar obra de Javier Tomeo (1932-2013) le situó como uno de los narradores españoles más renovadores, como un autor que puso su imaginación al servicio de la creación de un mundo excéntrico, a veces divertido y a veces inquietante, siempre en el límite de la crueldad, el humor y el absurdo.
Dotado de un inconfundible sentido del humor, Tomeo transmite en su narrativa una visión ácida de las relaciones humanas a través de una reflexión tierna y benevolente sobre la condición humana. Esa es la base de su mundo narrativo, en el que quedan deformados los personajes, animados los animales y exageradas las aristas de la realidad.
Alguna vez dijo que sus textos son emanaciones sentimentales que afloran al exterior en forma gaseosa, que el comportamiento de sus criaturas puede resultar poco ortodoxo y que algunas de ellas son incluso víctimas de lo que algunos psicólogos llaman reacciones en cortocircuito, que inscriben por derecho propio a casi todos sus personajes en el censo de los psicópatas.
Con su prosa tajante y directa, Tomeo es un narrador de enorme capacidad en la distancia corta y directa del cuento y la novela corta, un autor que se mueve con soltura con una gran economía de lenguaje y recursos, en novelas breves que llegan con facilidad al lector porque son muy directas y apenas hay en ellas descripciones.
Se recogen en este volumen cinco novelas. Desde la revelación que supuso en 1979 El castillo de la carta cifrada, un cortocircuito comunicativo en forma de soliloquio de un Marqués sin interlocutores (“Soy hombre que, a pesar de todo, siente la imperiosa necesidad de comunicarse con los demás. He permanecido demasiado tiempo en silencio, y con esta nueva primavera renació en mí la necesidad de escribir cartas y de encontrar destinatarios idóneos”) hasta el diálogo imposible con los animales del joven recién salido de un manicomio en El canto de las tortugas, una novela organizada en forma de diario. Así termina la entrada del 55 de mayo: “Esta noche Juan me ha traído una barra de turrón de mazapán, una botella de sidra y otra botella de vino dulce, pero se fue enseguida y no pudimos hablar del espectáculo que ha montado el alcalde.”
Y entre esas dos obras, Amado monstruo, quizá su mejor novela, construida sobre una peculiar entrevista de trabajo que acaba degenerando en interrogatorio policial que va revelando poco a poco la personalidad anómala y el secreto del aspirante a un puesto de guarda jurado en un banco; El cazador de leones, el monólogo del cazador Armando Duvalier, un charlatán que intenta cazar en vano, con las armas de su verborrea desatada, a Nicolasa, su interlocutora al otro lado de la línea telefónica, a la que ha llamado por equivocación, y La ciudad de las palomas y su solitario Teodoro, que acaba planteando una batalla a las amenazantes palomas en la ciudad deshabitada.
Cinco novelas que contienen las claves temáticas fundamentales del irrepetible universo de Javier Tomeo: la soledad, la incomunicación, la excentricidad, la mezcla de lo cómico y lo amargo, de la realidad y la imaginación, los giros argumentales inesperados.
Narración y diálogo van alternando en estas novelas en los que Tomeo maneja de manera magistral las transiciones entre estilo directo e indirecto, entre diálogo y narración, con frases y párrafos cortos llenos de expresividad y dinamismo. Por eso en algunas de sus novelas se tiene la sensación de estar ante una sucesión de viñetas rápidas, como de película de Chaplin o Buster Keaton.
Como “novelas sin cartílagos” las definía el editor Jorge Herralde en un artículo de junio de 1999 que, recogido luego en Opiniones mohicanas, se rescata en esta edición a modo de prólogo. Termina con este párrafo: “Para terminar le discutiré al muy preciso Tomeo un adjetivo. Hace poco él mismo calificó sus novelas de anoréxicas, debido a su brevedad. Yo pienso que no son en absoluto anoréxicas, sino que corresponden a ese egregio concepto francés de la fausse maigre, la falsa delgada. Es decir, aquellas mujeres que bajo su apariencia enjuta esconden turgencias sutiles, nutritivos placeres y muchas alegrías. Como las novelas de Javier Tomeo.”
Esa economía narrativa de Tomeo afecta también a los personajes, pocos y terminantes en sus palabras. Personajes que viven en los márgenes de la sociedad, de la realidad y de la lógica para habitar un mundo absurdo, sometido a una lógica imposible que mezcla con naturalidad lo cotidiano con lo extraordinario en una lógica tan descoyuntada como esos personajes de Tomeo a los que se les doblan las rodillas.
Y es que la base de casi todas las narraciones de Tomeo son los personajes, unos seres lunáticos, solitarios e inestables que, sin barreras morales ni lógicas, actúan por impulsos, por instintos. Personajes atípicos, esperpentos casi, amados monstruos como en el título de una de sus novelas más leídas.
A medio camino entre lo previsible y lo sorprendente, el de estas cinco novelas es el mejor Tomeo. Un Tomeo tan directo y tan terminante como de costumbre y con esa primera persona verosímil que nos cuenta historias inverosímiles de personajes excéntricos con un cruel sentido del humor.
Libertad e imaginación, humor y parábola, mundo y fábula son los materiales literarios que más frecuenta Tomeo. Y a todo eso hay que añadir una evidente tendencia a la abstracción y al simbolismo, una preferencia clara por los personajes masculinos y solitarios y por los finales abiertos como la vida, en esas distancias cortas que le han convertido en un narrador eficaz, en el constructor de una de las obras narrativas más peculiares de los últimos treinta años. Y al fondo de toda ella late una reflexión amarga y desengañada sobre la condición humana.
Santos Domínguez