Javier Marías.
Tu rostro mañana.
Alfaguara. Barcelona, 2023.
No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo.
Así comienza Fiebre, la primera de las siete partes que forman Tu rostro mañana, la monumental novela que Javier Marías fue publicando durante un lustro, desde 2002 hasta 2007, en tres entregas con estos títulos: 1. Fiebre y lanza, 2. Baile y sueño, 3. Veneno y sombra y adiós.
En la frontera de la ficción y la realidad, de la memoria y la experiencia personal, de la reelaboración imaginativa y la autoficción, Jacques o Jaime o Jacobo Deza, el narrador y protagonista que procede de Todas las almas y vertebra el diseño de Tu rostro mañana, es un intérprete de rostros, un personaje que se convierte cada vez más en un traductor de vidas mediante una reflexión moral que aborda desde la duda y la divagación, desde el merodeo digresivo el carácter problemático y poliédrico de la verdad o lo indescifrable de las conciencias. Ese es su trabajo prospectivo en el grupo dependiente del MI6 británico: prever lo que la gente hará en el futuro, conocer hoy cómo serán sus rostros mañana; saber cómo somos pero, sobre todo, cómo seremos.
“¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que enseñas o bajo la careta que llevas, y que me mostrarás tan sólo cuando no lo espere?”, se lee hacia el final de la primera parte de la novela.
Con la benéfica sombra de Shakespeare planeando sobre el conjunto de la obra (Tu rostro mañana es la traducción literal de una cita de la Segunda parte de Enrique IV), la traición, la doblez, la ambigüedad, la opacidad impredecible de los comportamientos, el egoísmo y la violencia se acaban revelando como el verdadero rostro de los demás.
Organizada en siete partes -Fiebre, Lanza, Baile, Sueño, Veneno, Sombra y Adiós-, en Tu rostro mañana el narrador nos ha ido contando todo eso a lo largo de un proyecto al que Marías dedicó casi nueve años en los que llevó a cabo la idea de que “contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento”:
¿Puede saberse cómo es la gente y cómo evolucionará en el futuro? ¿Hasta qué punto podemos fiarnos de nuestros amigos y conocidos y socios, de nuestros amores, de nuestros padres y de nuestros hijos? ¿Cuáles son sus tentaciones y debilidades, o su grado de lealtad y su fortaleza? ¿Cómo saber si fingen o si son sinceros, si interesados o desinteresados en la manifestación de su afecto, si su entusiasmo es verdadero o sólo adulación, calculada lisonja para ganarse nuestro aprecio y nuestra confianza, o para hacérsenos imprescindibles y así persuadirnos de cualquier empresa e influir en nuestras decisiones? Y aún es más: ¿podemos prever qué amigos van a darnos la espalda un día y convertirse en nuestros enemigos? Quiero decir: ¿Imaginar esa posibilidad cuando son todavía los mejores amigos y por ellos pondríamos la mano en el fuego y nos dejaríamos cortar el cuello? ¿Podemos fiarnos de nosotros mismos, de que no seremos nosotros quienes cambiaremos y nos torceremos y traicionaremos, quienes envidiaremos un día a quien hoy más queremos y no podremos soportar su contacto ni su presencia, y decidiremos regirnos sólo por el resentimiento?
Para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Javier Marías, Alfaguara reedita un tomo este formidable monumento narrativo, que seguramente es su obra más completa y ambiciosa y una de las novelas más importantes del siglo XXI. Y no sólo en español. Es una nueva invitación a visitar o a revisar uno de los universos literarios más ricos y complejos de la narrativa europea de estas últimas décadas. Una obra imprescindible.
Santos Domínguez