Carmen Martín Gaite.
De viva voz.
Conferencias.
Edición y prólogo de José Teruel.
Siruela. Madrid, 2023.
“La primera cosa que constatamos es que el verdadero héroe siempre está solo, y acomete la lucha contra el entorno a contrapelo de los obstáculos, o bien sacando recursos de su inventiva y de su fortaleza o bien meditando sobre su incapacidad de hacerlo. Pero siempre orgulloso de esa soledad que lo diviniza”, decía Carmen Martín Gaite en ‘El amor en la literatura y en la vida’, una de las veintisiete conferencias que José Teruel ha recopilado en De viva voz, que publica Siruela.
Organizadas en seis apartados -‘El oficio de escribir’, ‘El recuerdo autobiográfico como argumento’, ‘De varia lección’, ‘Lo vivo del pasado’, el ciclo de conferencias ‘Celia, lo que dijo’ y el curso magistral ‘Brechas en la costumbre. Sobre el contenido de la materia literaria’, que no pudo impartir-, estas conferencias revelan el telar y el taller del escritor, resumen sus ideas sobre la literatura y la vida, reflexionan sobre el oficio del novelista, sobre su propia obra y sobre la importancia de su mirada, evocan sus recuerdos en Salamanca y en sus años universitarios en Madrid, hablan del viaje como búsqueda, del cine y la literatura, del cuento de posguerra, de amores malditos, del Siglo de las Luces, de los estilos amorosos de la mujer a lo largo de la historia, de la obra ensayística y narrativa de Juan Benet o del cuento de viva voz, una expresión que usó para titular una conferencia y que da título también a este volumen que forma parte de la Biblioteca Carmen Martín Gaite.
De las conferencias de Martín Gaite, “memoria viva de su voz”, dice José Teruel en su prólogo que son “un género muy acorde con su proyecto narrativo, ya que le permitía la función de establecer contacto con el receptor y afirmar la primacía de lo oral y presencial en su taller de escritora. La conferencia debía aspirar a la condición del habla.[…] Hacer literatura presupone para ella la presencia del otro, siempre había un destinatario. […] Sus conferencias fueron una forma de mirar, leer e interpretar el mundo escrito y el no escrito, sin dejar nunca de latir el pulso de su experiencia.”
Además de las que se editaron en el póstumo Pido la palabra, que publicó Anagrama en 2002, esta edición recupera cuatro conferencias dispersas hasta ahora, que sin embargo son fundamentales para iluminar el mundo narrativo y vital de Carmen Martín Gaite: ‘El telar del escritor’, ‘Rutas de Salamanca en mi recuerdo’, ‘Edward Hopper. Habitación de hotel: El punto de vista’ y ‘Juan Benet: la inspiración y el estilo.
A la primera de ellas, ‘El telar del escritor’, pronunciada el 18 de abril de 1983 en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense, pertenecen estas líneas, que evocan el despertar a la literatura en sus años universitarios en Madrid:
Cuando llegué aquí a principios de los cincuenta lo que quería era llegar a ser catedrático. Venía a conquistar Madrid, que es con lo que sueñan todos los provincianos, pero por la vía de la universidad, y el encuentro con un grupo de jóvenes de mi edad, que aunque matriculados en la universidad eran malos estudiantes, fue definitivo para defraudar las esperanzas que en mi carrera habían puesto mis padres y mis profesores. Estos chicos puedo decir sin temor a equivocarme que son los primeros escritores de carne y hueso que yo conocí en mi vida, eran escritores por naturaleza y por vocación, aunque no tuvieran prisa por venir retratados en los periódicos, gente indolente y desgraciada que todo lo ponía un poco en cuestión, gente de paseos, de tertulias, gente de la calle, que todo lo buscaba y lo recogía en la calle, no en las aulas, ninguno o casi ninguno habría de acabar la carrera, rompían con la universidad y me influyeron para que yo también rompiera con ella. Reenganché con este grupo mediante el reencuentro con un condiscípulo mío de Salamanca, Ignacio Aldecoa, que tuvo gran influencia sobre mí y sobre todos aquellos amigos, hoy ya muerto por desgracia, uno de los cuentistas más excepcionales de todos los tiempos. Tenía una capacidad extraordinaria para mirar sin perder detalle todo lo que sucedía en torno suyo y para contarlo, para inventar, para transformar, espectador al mismo tiempo apasionado y distante, un hombre que no estaba formado en absoluto en los libros, sino estimulado por la vida. Ignacio Aldecoa, a quien reencontré aquí en el bar de la universidad, me puso en contacto con Alfonso Sastre, Medardo Fraile, Josefina Rodríguez, Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos y tantos otros. Me sacaron poco a poco de mi papel de buena estudiante, de mis proyectos de oposiciones, de tesis doctoral, de seminarios y de becas, y me tiraron a la calle, a los cafés, a las tabernas. Empecé a arrinconar mis proyectos, a darles largas, a vivir al día. Dejé de pensar en mi futuro. Aquello se acabó.
La relación entre vida y literatura o entre escritura y lectura, el recorrido autocrítico por su trayectoria, la memoria de sus compañeros narradores o la reflexión sobre su poética de la novela pueblan estas páginas que son un complemento imprescindible de la obra de Carmen Martín Gaite, para quien, como señala José Teruel, “conferenciar fue también un modo de narrar.”
Santos Domínguez