16/10/19

La lira de las masas



Martín Rodríguez-Gaona.
La lira de las masas
X Premio Málaga de Ensayo. 
Páginas de Espuma. Madrid, 2019.

«Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros», la frase, atribuida a Cicerón, ha sido citada, irónicamente, en defensa de un hecho (la proliferación de un nuevo tipo de poesía, que logra vender miles de ejemplares) y un derecho (el de la expresión democrática, aunque esta se halle en la periferia de lo artístico). Defreds, el nombre literario de José Ángel Gómez, treintañero, es uno de aquellos poetas: autor de Casi sin querer, libro que, gracias al apoyo de internet y las redes sociales, ha vendido once ediciones y más de treinta mil ejemplares en un año. En una entrevista, en la que dice no estar seguro de considerarse poeta, resume esta situación así: «El mundo funciona de otra manera ahora, si hubiera llevado el manuscrito a una editorial me lo habrían quemado». 

Así comienza la introducción de La lira de las masas, el estudio con el que Martín Rodríguez-Gaona obtuvo el X Premio Málaga de Ensayo.

Lo publica Páginas de Espuma y en su doble subtítulo (Internet y la crisis de la ciudad letrada. Una aproximación a la poesía de los nativos digitales) resume el contenido de un análisis que se fue perfilando como un proceso de obra en marcha a través de artículos, entrevistas y conferencias en las que su autor fue dejando muestras y adelantos a lo largo de dos años.

Con estas palabras resume el autor sus intenciones:

La intención de La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada es [...] analizar la producción poética contemporánea desde la perspectiva de los nuevos soportes tecnológicos que van condicionando su distribución, forma y discurso. Quien se aproxime a estos autores y las reflexiones que suscitan desde una perspectiva esencialista puede encontrar fáciles excusas para subestimarlos, pero perderá también el dinamismo y la intensidad que caracterizan al campo literario español de un periodo transicional como el actual. 
En otros términos, la poesía de gran parte de los nativos digitales, en comparación con la de sus inmediatos mayores, es eminentemente menos literaria e intelectual, más cotidiana, personal e incluso antiartística, situándose en ocasiones, como ya se ha hecho palpable, en esa sutil y ardua frontera entre lo popular y el populismo.

Con esa perspectiva se acomete un pormenorizado análisis del cambio que ha provocado la era digital en el paradigma de emisión, transmisión y recepción de la poesía, con nuevos criterios y nuevos valores como la autorrepresentación, la oralidad electrónica, el predominio de la imagen sobre la palabra o la autopromoción en las redes sociales de poetas prosumidores más preocupados por la visibilidad y la rentabilidad del producto de su escritura amateur y por su presencia en el mercado de la poesía adolescente que por la calidad del texto.

Adaptando ciertos conceptos clave de Yuri Lotman, sostenemos que en la semiosfera tradicional de la poesía española, hasta mediados de la primera década del siglo XXI, la frontera estaba representada por la institucionalización (los premios y la recepción en la prensa nacional) y su primer filtro era la publicación en papel (las editoriales de prestigio). La irrupción de internet y las nuevas tecnologías, que permiten el surgimiento incontrolado de poetas prosumidores (herederos electrónicos de los neotéricos), amplió exponencialmente ese espacio de signos. Así, la gramática de la poesía escrita y pensada para publicarse en papel, paulatinamente, fue perdiendo sentido desde que la autopromoción en la red supuso una visibilidad y una rentabilidad inéditas.

Defred, Marwan o Elvira Sastre son algunos de los nombres de esa incontrolada eclosión poética. En ellos se ejemplifica ese cambio de paradigma artístico en el que se han visto afectados no sólo la emisión, la distribución y la recepción, los formatos y soportes sino también la forma, los temas y los gustos literarios.

El objeto poético se ha convertido en objeto de espectáculo y se ha pasado de la lectura solitaria a la lectura pública, de la retórica literaria a la retórica de una identidad digital basada en la autoproyección del poeta como producto, como imagen comercial dirigida a una comunidad virtual de lectores, en un curioso movimiento del yo al nosotros, de la intimidad a la colectividad. Modificaciones de las que ya avisó McLuhan cuando intuía que las nuevas tecnologías electrónicas acabarían modificando la noción de identidad individual y colectiva.

Y en todo ese proceso, Martín Rodríguez-Gaona deja reflejados los rasgos de un fenómeno que está más en el ámbito de lo comercial que de lo literario y que evidencia también paradojas y contradicciones como su oscilación entre lo virtual y lo presencial, entre lo individual y lo colectivo, entre la escritura y la oralidad, entre el estar y el ser, entre la sentimentalidad y el gregarismo.

Porque “se ha perdido la autonomía de lo poético (asociada convencionalmente al texto impreso), pero no por una propuesta artística, sino por una modificación radical de los modos de producción (y los efectos que estos cambios establecen en la sensibilidad y los intereses de autores y lectores). Y, quizá como el rasgo decisivo, el vivir externamente, de cara a lo público, que es lo que han normalizado internet y las redes sociales supone, para el siglo XXI, nada más y nada menos, que el equivalente y el reverso de lo que significó el descubrimiento del inconsciente a finales del XIX.”

Y puesto que de lo que se trata en el fondo es de lograr una posición de visibilidad o de dominio en ese espacio, inevitablemente se producen codazos, colisiones y maniobras para lograr ese lugar relevante en las redes, en las lecturas en bares o en las sesiones de poesía colectiva.

Y en ese terreno este ensayo incorpora también una análisis de estrategias comerciales, que quizá aporten las claves de todo este panorama:

La pugna abierta entre distintos grupos de poetas nativos digitales, que ha sido viva en las redes sociales, supone un enfrentamiento entre propuestas enfocadas al desarrollo de una poesía escrita para el libro y otra escrita para la lectura o representación pública (sea en vivo o en vídeo). Es decir, la confrontación entre una práctica tradicional de lectura (solitaria y silenciosa) y otra con primacía de lo social (con interacciones virtuales y masivas). Es decir, una manifestación del antagonismo entre la cultura de la escribalidad y la de la electronalidad (oralidad electrónica).[...] Aaunque muchas de las estrategias e incluso ciertos rasgos de sensibilidad sean compartidos, los propósitos de sus propuestas parecen antagónicos. El primer grupo de autores, asumiendo una tradición literaria, es más ambicioso y complejo en sus proyectos, anhelando tanto cierta originalidad como el perdurar (de estos, los que más visibilidad han alcanzado son los vinculados a Luna Miguel y su comunidad «Tenían veinte años y estaban locos», o a una editorial como La Bella Varsovia de Elena Medel). Los segundos, apostando por la empatía popular y el antiintelectualismo, buscan fundamentalmente la emotividad y, a través de esta, ser asimilados con mayor facilidad y de manera inmediata, aceptando ser efímeros (los autores youtubers practicantes de lo que denominamos poesía pop tardoadolescente). En realidad, ambos grupos comparten un decidido afán publicitario, centrado en cuestiones de representatividad generacional y de género, pero la diferencia está en el distinto trasfondo literario que sustenta sus proyectos. 
Lo conflictivo del asunto es que esta nueva poesía popular para el entorno digital (la poesía pop tardoadolescente), al ser también impresa, reclama para sí dos valoraciones contrapuestas: el reconocerse como producto (objeto de una especulación mercantil, sea como libro de autoayuda, souvenir o amuleto) y, a su vez, como obras con estatus artístico o literario (propuestas y libros que, asumiendo lo popular como un efecto o tono, alcancen un determinado nivel de calidad). Esto lleva a que, en la práctica, ambas propuestas, en su afán por tornarse canónicas, compartan y luchen un mismo espacio simbólico: el de la poesía joven de inicios del siglo XXI. 


Santos Domínguez