2/10/19

Eloy Tizón. Herido leve


Eloy Tizón. 
Herido leve.
Treinta años de memoria lectora.
Páginas de Espuma. Madrid, 2019.

“Durante el tiempo que duraba la lectura, desaparecían tus inseguridades, temores, fantasmas, traumas y complejos. ¿Cómo decirlo? Leer te graduaba la vista mejor que las gafas. Mientras leías, dejabas de estar ciego. La vida relatada te parecía preferible a la vida sin relatar, como el reflejo de un castillo duplicado en el lago es a veces superior al castillo real. Descubriste que la literatura era un cataclismo llevadero. Y estaba siempre a mano. Gracias a ella pasaste de ser un herido grave a ser un herido leve”, escribe Eloy Tizón en el capítulo inicial de Herido leve, el volumen que publica Páginas de Espuma y en el que reúne, como explica el subtítulo, treinta años de memoria lectora.

“Libros, libros, más libros -añade Tizón -. Diamante corta diamante. Ahí empezó una nueva sacudida que lo trastocaría todo, que lo despeinaría todo, que pondría tu vida patas arriba, hasta hoy: la literatura en el centro y todo lo demás orbitando a su alrededor.”

Hay en estas páginas, además de una incursión en las claves formativas del lector que incorpora la literatura a la vida, “una meditación sobre el sentido del tiempo y la memoria lectora, tanto individual como colectiva, afectadas por todo tipo de vaivenes, tensiones y caprichos, con conclusiones a veces exaltantes y a veces melancólicas. De todo hay.”

Porque “los libros se acaban, pero no se agotan. La narrativa es, como el bosque de Macbeth, una materia sumamente movediza. Cambia de suelo. No permanece estable durante mucho tiempo.”

Herido leve tiene su origen en antiguas colaboraciones de Eloy Tizón en prensa, sometidas ahora a un proceso de cribado y reelaboración antes de integrarse en este volumen. Organizados en una estructura vertebral que las agrupa en ocho series, ocho constelaciones temáticas (los deslumbramientos del lector adolescente, la familia, el viaje, la narrativa rusa, la narrativa en lengua española...) que conectan unos libros con otros, el resultado es un centenar largo de capítulos, entre los que se incorporan algunos inéditos, aunque, como señala Eloy Tizón, “la mayoría de estos ensayos, me parece, sonarán nuevos a los oídos lectores. En su forma actual, pueden considerarse inéditos.” 

Desde la evocación de la lectura epifánica de Cien años de soledad a los dieciséis años, durante un verano en la sierra de Madrid, todo es aquí deslumbramiento y elogio de la literatura y la ficción, porque “todos somos ficciones. Lo que nos constituye como seres humanos es, básicamente, un relato. [...] Somos relatos en medio de otros relatos. Nos relacionamos con historias y por medio de historias.”

Y así se suceden en estas páginas el magisterio de Juan Eduardo Zúñiga y las miniaturas precursoras de Felisberto Hernández, la imagen de un Kafka que escribía “para detener el llanto”; otra evocación estacional: la de un invierno releyendo a Onetti hasta confundirse entre sus personajes; el latido mágico del tiempo y de la vida en los cuentos de Nabokov; la condición adolescente de Rayuela y su libertad indecisa; El arte de la ficción de David Lodge,”un libro cordial y seductor”; el sacerdocio literario de Flaubert, que “escribió en contra de sí mismo”; el elogio del detalle individual en Schwob; los paralelismos entre La montaña mágica y El desierto de los tártaros, Esperando a Godot y los personajes de los cuadros de Hopper; las portadas de Daniel Gil para Alianza Editorial y la literatura oriental de Murasaki Shikibu, Mishima o Kazuo Ishiguro; la mirada transeúnte de Alfred Döblin; la combinación de método y locura en El escarabajo de oro de Poe; el Quijote que es a la vez “la primera novela moderna” y “la novela que cancela por anticipado todas las demás novelas”; la metamorfosis del cuento actual o los corredores secretos que comunican ficción y realidad en la narrativa de Monterroso...

A partir de autores como esos, Tizón señala que “los grandes creadores obran en nosotros, parafraseando la hermosa expresión del poeta Paul Celan, un cambio de aliento. Una respiración nueva. Llamamos leer a esa modificación.”

Santos Domínguez