8/4/14

María República



Agustín Gómez Arcos.
María República.
Edición de Adoración Elvira Rodríguez.
Postfacio de Harry Vélez Quiñones.

Cabaret Voltaire. Barcelona, 2014.


Como una novela fascinante y terrible en la que la belleza se oculta tras la cruda violencia definía Claude Mauriac María República, la novela de Agustín Gómez Arcos que acaba de publicar Cabaret Voltaire.

Dedicada a la Tercera República Española, que llegará algún día aunque tenga que nacer del fuego y publicada en 1976, fue su segunda novela francesa, la escribió entre El cordero carnívoro (1975) y Ana No (1977) y forma con ellas una trilogía de la posguerra construida sobre el desarraigo, la tristeza, la opresión y el silencio.

Como otros personajes del inconfundible y potente mundo narrativo de Gómez Arcos, María República, su simbólico protagonista femenino sufre la represión posterior a la guerra civil encerrada en un convento en el que purga su pasado de prostituta y republicana. Pero ese terror opresivo, la dura realidad destructiva y esperpéntica de la posguerra no aniquila la identidad de la protagonista, sostenida sobre la memoria y armada de una invisible y poderosa resistencia que tiene su explosión definitiva en el inolvidable final incendiado de la novela. 

Resistencia testimonial y fuerza expresiva que recorren la obra de Agustín Gómez Arcos (1933-1998)  que Cabaret Voltaire viene  recuperando desde 2006 cuando publicó El niño pan.

Como el de Blanco White, como el de Juan Goytisolo, el de Agustín Gómez Arcos es uno de esos casos de escritores trasterrados en quienes el exilio es mucho más que un mero alejamiento circunstancial del lugar en que nacieron o donde crecieron y se convierte en una actitud vital, en una forma de ser y de estar en el mundo, de habitar el margen de la sociedad.

Nacido en Almería y muerto en París, novelista reconocido en Francia y hasta hace unos años prácticamente inédito en España, él mismo se consideraba un autor fantasma. Empezó como poeta y como dramaturgo al que persiguió con insistencia la censura franquista y ya en el exilio en Francia reorientó su carrera literaria: empezó a escribir novelas en francés, a ser un escritor francés que hablaba del sur y la memoria. Como en el resto de su obra, la memoria, la España profunda, el protagonismo femenino, el fondo de miseria moral, pobreza y autoritarismo de la posguerra, quedan reflejados por la potente voz narrativa de Gómez Arcos.

Es la memoria viva, dolorosa y encendida -aquí más encendida que nunca- de un escritor desarraigado que cambió de país, de género literario y de lengua, porque Gómez Arcos pasó de ser un dramaturgo español a un novelista francés que hablaba de la realidad y del pasado con triple distancia: la geográfica, la existencial y la lingüística.

Quizá este sea el ejemplo más extremo de desarraigo: al cambio de país se suma el cambio de género literario y el de lengua: como Blanco White, que tuvo que pasar del español al inglés en sus Cartas de España (1822).

Ese es el cambio más radical: el del exilio lingüístico y la subversión de la lengua para hablar de la realidad y del pasado con un temperamento y una memoria enraizados en lo español y en la óptica distanciada de Goya, Buñuel o Valle:



Envueltas en la nube de humo de los puritos ofrecidos por La Reverenda señora duquesa, las cuatro monjas miran a la regenerada comiéndosela con los ojos. No con hambre carnal, sino espiritual. María, que cuando se puso el hábito por primera vez pensó que nunca más tendría que mostrar su cuerpo, deshace lentamente la maraña de imperdibles y deja resbalar hasta el suelo polvoriento, uno a uno, los harapos que mancillan la hermosura de su carne. Su cuerpo emerge, milagro blanco entre las sombras producidas por las lámparas de aceite del oratorio. Los ojos del Cristo salvaje, que mira a hurtadillas, se cierran bruscamente, mientras los de las religiosas se agrandan como si la admiración y el espanto quisieran escaparse al mismo tiempo por sus órbitas.
«El pecado es hermoso —grita el pensamiento descontrolado de las congregadas—. ¿Cómo podríamos amaestrarlo para incorporarlo a nuestras filas?

Por eso la mirada de Gómez Arcos es a menudo una mirada irónica o sarcástica. Es la memoria hecha literatura; no mero documento, sino narración elaborada que convierte la experiencia personal en testimonio y el texto en materia literaria y de denuncia. Ese sistema de transferencia de lo personal a lo social, de lo biográfico a lo literario caracteriza la obra narrativa de Gómez Arcos, que plantea un difícil equilibrio entre el arraigo de la memoria y la distancia literaria del desarraigo y el uso de una lengua ajena a esa memoria.

De la edición de María República se ha encargado Adoración Elvira Rodríguez, que tradujo El cordero carnívoro,  Ana no y La enmilagrada. Pero esta edición tiene como punto de partida el manuscrito incompleto de la traducción al español que el propio Gómez Arcos había preparado de esta su segunda novela en francés. Un manuscrito al que le faltan algunas páginas y que presenta en algunos pasajes solo un esbozo. 
Esas lagunas las ha tenido que suplir la editora tomando como base el texto francés para completar la edición de este "texto híbrido, a caballo entre el francés y el español," como escribe Harry Vélez en su postfacio. 

Pero en conjunto el resultado es homogéneo tiene una enorme fuerza expresiva, la que otorga la rabia como un don añadido a quien es el guardián de la memoria y el dueño de una prosa de altísima calidad, en la que junto con el dramatismo asfixiante de la situación hay abundantes muestras de humor y sarcasmo, como las tres fichas que elabora el Ángel Informático que no ha pensado en el fuego y que resumen el historial de tres personajes fundamentales:


DOÑA ELOÍSA BURGUESA
Sexo: Santa.
Clase social: Nueva rica.
Naturaleza: Burguesía franquista.
Ideología: Derechas (quizás extrema derecha).
Religión: Católica española.
Características: Entrada en carnes. Frente estrecha. Corazón pequeño. No sabe leer ni escribir. Sabe sumar. (Para firmar cheques, tomó clases particulares durante tres años. A pesar de la alta posición social de quienes poseen talonarios de cheques, los bancos no reconocen como firma la huella del pulgar. O la cruz.)

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DON MODESTO CURA
Sexo: Sacerdote. 
Clase social: Vieja Iglesia.
Naturaleza: Recuperado del franquismo.
Ideología: Derechísimas (por miedo a su oscuro pasado). 
Religión: Católica española romana (un milagro de síntesis).
Características: Sin apariencia física, inteligente, ambicioso, sin corazón, sin agallas, sinuoso y útil como una serpiente (de las que la Iglesia amansa), don de lenguas, don de manos (para bendecir todo lo que convenga. Por ejemplo, a los huelguistas abatidos por la policía, una vez muertos). Enemigo acérrimo de las iglesias católicas regionales o paralelas. Diplomático.

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MARÍA REPÚBLICA
Sexo: Sifilítica (en activo).
Clase social: Puta roja (fenómeno aparecido en los albores de 1940, que se desarrolló durante veinte años, hasta la promulgación de la Santa Ley).
Naturaleza: Hija ilegítima de padres ilegítimos. Hermana ilegítima de hermano legitimado por el Sistema.
Ideología: Izquierda indeterminada. (Sospechosa de anarquía.)
Religión: Sin.
Características: Desollada viva (metáfora que quizás se lleve a cabo).

Igual que en sus otros títulos, que más allá de la trilogía de la posguerra componen un retablo valleinclanesco de la avaricia, la lujuria y la muerte, lo que se pone en primer plano en María República es la función moral y la misión histórica del escritor como testigo. Pero eso no implica que se prescinda de otros niveles de significado del texto, que desde lo local se remonta a lo universal, desde la fuerza de lo concreto se eleva a un plano general y de la situación histórica pasa a una interpretación de la condición humana.

Santos Domínguez