John Clare.
Antología poética.
Traducción, introducción y notas
de Eduardo Sánchez Fernández.
Linteo Poesía. Orense, 2014.
Este es el mes en que el ruiseñor de color tierra
canta entre las ramas umbrosas de los bosques;
este es el tiempo en que en aquel herboso valle
la doncella escucha promesas vespertinas de su amante.
Tiempo en que la niebla azul que envuelve a las pacientes vacas
se levanta espesa de la hierba y medio oculta
sus cuerpos moteados. Yo escucho al ruiseñor
que, desde los finos tallos espinosos del endrino
hasta el viejo seto de avellanos que bordea el valle,
aunque invisible, salmodia su dulce son. El labrador,
mientras camina, siente su música atrayente
e imita y escucha -y, cuando los campos
pierden sus senderos y le extravían al llegar la noche,
el ruiseñor sigue ofreciendo su dulce y melodioso canto.
Ese poema, El ruiseñor, traducido por Eduardo Sánchez Fernández, es uno de los que forman parte de la Antología poética de John Clare (1793-1864) que ha preparado para la imprescindible colección de poesía de Linteo.
Campesino y pobre, loco ingenioso y bebedor enfermizo, John Clare es un poeta menor, muy olvidado hasta que reivindicaron su obra y su figura Dylan Thomas o Ted Hughes. Conocido entre nosotros por su presencia ligera en antologías de poesía inglesa, Leopoldo María Panero hizo una traducción muy polémica de I am, uno de sus poemas más conocidos.
Como Hölderlin, Clare pasó las últimas décadas de su vida encerrado y demente. Pero ahí acaban las semejanzas entre dos poetas muy diferentes en ambición y en transcendencia. Carente de la potencia verbal de Keats, de la imaginación de Shelley o de la honda delicadeza de Wordsworth, Clare se nutrió de la musa rural que dio título a uno de sus libros.
Esa fuente de inspiración se proyecta en una detallada descripción del paisaje, en un conocimiento directo y certero de las aves y la vegetación (Me encontré los poemas en los campos / y sólo tuve que ponerlos por escrito), en una naturaleza en la que refleja un sostenido impulso elegiaco como el que expresó en El reyezuelo, el pájaro más pequeño de Europa:
¿Por qué preferimos la melodía del cuco
y la rica canción del ruiseñor, tan alabadas
en los versos del poeta? ¿No existen otros pájaros
con un arte natural, que hayan elevado
el corazón de uno hasta el éxtasis y el regocijo?
No juzgo cómo adquieren el gusto otros:
en el mío caben más pájaros portadores de música
cuyos trinos evocan multitud de recuerdos felices,
como el petirrojo del bosque que canta en el valle
y el pequeño reyezuelo que a menudo se refugia
de la lluvia en chozas que yo, inquilino de la llanura,
habito al comienzo de la primavera,
mientras cuido mis ovejas.
Y aún vienen para contarme de nuevo
historias felices de un tiempo pasado.
De esa felicidad de un tiempo pasado, de la pérdida del paraíso de la infancia y la añoranza del paisaje asociado al pasado habla la poesía humilde de John Clare.
Y todo ese pequeño mundo poético y personal, simbolizado en ese pájaro pequeño, se muestra en su voz elegiaca a través de un paisaje detallado que atraviesan el sentimiento y el recuerdo idealizado, el platonismo amoroso del amante desdeñado.
En torno a esos tres ejes, la nostalgia de la naturaleza, el amor y la poesía se organiza esta antología temática cuyo referente constante y unificador es la emoción del poeta, la voz de la memoria que recorre su poesía, escrita contra la destrucción del tiempo y del olvido, su verso que, apacible y suave, /habla de los campos verdes y el cielo abierto.
Santos Domínguez