William Shakespeare.
Obra completa V.
Poesías.
Edición de Andreu Jaume.
Traducciones de Andrés Ehrenhaus y Andreu Jaume.
Debolsillo. Barcelona, 2013.
Antes que por su obra dramática, Shakespeare sería popularmente conocido como poeta lírico, la condición en que aún, según los cánones isabelinos, se cifraban el prestigio y la legitimidad de un autor, escribe Andreu Jaume en el texto introductorio que abre la edición de la poesía de Shakespeare, un volumen con el que se completa la publicación de su obra en
Debolsillo.
Escritos la mayoria de ellos en los años en que las plagas de peste mantenían cerrados los teatros de Londres, el primero de ellos, el narrativo Venus y Adonis (1593), fue el poema largo más vendido en la época isabelina y plantea una síntesis del amor cortés en el que confluyen la tradición clásica de Ovidio, la herencia medieval de los trovadores provenzales y la sensibilidad prerrenacentista de Petrarca, a las que se añade la marca de Marlowe, tan decisiva también en su teatro.
Un año después apareció La violación de Lucrecia, un poema dramático de casi dos mil versos construidos con la gravedad y la altura del lenguaje trágico para tratar un episodio de violencia desatada que clausuró la monarquía romana.
Los Sonetos, que se publicaron en 1609 y que entonces pasaron casi desapercibidos, son hoy, tras cuatro siglos de controversias y enigmas, la parte más viva y conocida de la poesía de Shakespeare. Ciento cincuenta y cuatro textos de una belleza turbulenta que siguen, después de tanto tiempo, tan desafiantes y tan resistentes al asedio crítico como el primer día.
Como todos los clásicos verdaderos, los sonetos son el mapa de un terreno minado, de un territorio propicio a la conjetura. Todo es aquí indicio e incertidumbre: desde la dedicatoria de la primera edición a un misterioso Mr. W. H. a la ambigüedad sexual a la que alude la voz lírica que habla en ellos, alusiva y elusiva, de secretas complicidades y connotaciones.
Amor y temporalidad, espiritualidad y grosería, y una variedad de tonos que van de lo retórico a lo coloquial conviven en estos textos que provocan constantes perplejidades en torno a un triángulo amoroso rodeado de misterio.
Los 126 primeros sonetos se dirigen a un desconocido y opaco Fair Youth, un amor platónico del que no sabemos nada, salvo que ese muchacho responde al ideal de belleza femenina inaccesible del petrarquismo, al que compara en el delicado soneto 18 con un día de verano:
Shall I compare thee to a summer's day?
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And summer's lease hath all too short a date.
Como ignoramos todo acerca de la Dark Lady, la dama oscura que inspira los textos numerados entre el 127 y el 152 -los que describen una sexualidad explícita- o los que aluden al Rival Poet (¿Marlowe?, ¿Chapman?, ¿ninguno de los dos?).
No es raro, pues, que estos sonetos hayan provocado una diversidad de enfoques que van desde el estructuralismo a la crítica biográfica o psicoanalítica, pasando por la social o la feminista, sin que ninguna de esas direcciones los explique en todos sus matices inabarcables y elípticos.
Rodeados de misterio desde su misma composición, los sonetos son probablemente, como nos recordaba Wordsworth, la llave con la que Shakespeare nos abre su corazón. Pero la enigmática dedicatoria, la ambigüedad sexual o el pansexualismo declarado de muchos de los dedicados a un hermoso joven, la dama oscura y secreta a la que se dirigen otros, su tono a veces intimista y a menudo escabroso, han contribuido a aumentar el misterio que rodea la vida de Shakespeare y sus relaciones amorosas.
O han sido la base de las lecturas más mojigatas que defienden la impersonalidad de estos textos, la ausencia de alusiones biográficas, la idea en definitiva del personaje poético, del Speaker poet.
¿Dónde encontrar a Shakespeare en Shakespeare?, se preguntaba Bloom antes de descartar en los sonetos el material autobiográfico, antes de decirnos que habría que ser el mismísimo diablo para encontrarlo ahí.
Se enfoquen de una manera o de otra, los sonetos son la narración de dos fracasos tras dos historias amorosas (el amigo y la mujer morena) que se abordan en su proceso y en su desarrollo. Hay más cosas en los sonetos, claro: las rivalidades amorosas se confunden con las poéticas y hay un refinamiento amoroso que va más allá del petrarquismo, además de un envidiable equilibrio, tan inglés, entre sentimiento y pensamiento.
Nunca acabaremos de descifrar estos textos, escribió Borges. Los sonetos de Shakespeare siguen habitando el territorio secreto de la conjetura: desde el significado de las siglas W. H. de la dedicatoria hasta la identidad del hermoso joven (el ambiguo master-mistress), de la dama oscura o el poeta rival que aparecen en ellos, pasando por los dobles sentidos y los juegos de palabras, por la mezcla de platonismo y sexualidad, de refinamiento y crudeza que los recorre.
El Lamento de una amante, editado desde el principio junto a los Sonetos, ha quedado oscurecido por la sombra que esos textos mayores han proyectado sobre un poema largo pero indudablemente menor y desacreditado sobre cuya autoría ha llegado a dudar una parte de la crítica.
Cierra el volumen El fénix y el tórtolo, un enigmático poema de 1601, de evidente sentido alegórico. Texto hermético en clave, juego privado o broma para iniciados es, en palabras de su traductor Andreu Jaume, “un poema extraordinariamente hipnótico, de lectura inagotable” y un antecedente de la poesía de John Donne y los metafísicos ingleses que impusieron su código poético a lo largo de ese siglo que acababa de iniciarse cuando se publicó este El fénix y el tórtolo, que Jaume Andreu define como “el álgebra de toda su obra.”
Salvo la traducción de los Sonetos y el Lamento, que recuperan la versión que apareció en Galaxia Gutenberg en 2009, las traducciones de Andrés Ehrenhaus y Andreu Jaume son nuevas e inéditas y se han realizado expresamente para la edición de este quinto volumen que completa una colección que se ha convertido ya en una referencia imprescindible para los lectores de Shakespeare en español.
Santos Domínguez