20/5/09

Quédate donde estás


Miguel Ángel Muñoz.
Quédate como estás.
Páginas de Espuma. Madrid, 2009.

Estar aquí, pero formar parte del sueño, escribe en lo que podría ser todo un resumen de la poética del cuento, el narrador de Quiero ser Salinger, el texto que abre el segundo libro de relatos de Miguel Ángel Muñoz.

Quédate como estás es el título de este volumen que confirma la calidad literaria y la pericia técnica que evidenció en El síndrome Chejov, publicado -como este- en Páginas de Espuma.

Como en su primera colección, aunque con mayor madurez, dueño ya de una voz propia, Miguel Ángel Muñoz vuelve a explorar con su mirada personal ese territorio de frontera que es el relato. Entre la vigilia y el sueño, entre la realidad y la fantasía, entre lo conmovedor y lo irónico, los cuentos de Quédate como estás contienen una marca de agua, un sentido oculto que los enriquece e invita a una segunda lectura.

El monólogo actual y casi profético de una mujer sola de Ropa de verano, en el que el relato va surgiendo desde el interior del personaje; la insoportable gravedad del ser en el cuento que da título al libro; las pesadillas kafkianas del inquietante Vitruvio o el espléndido Los niños hundidos –dos textos centrales en este libro- podrían mostrarse como pruebas de la diversidad de enfoques, de la versatilidad técnica y la destreza narrativa de su autor en el uso de distintos tipos de narrador.

Quizá ninguno más inolvidable que Quédate como estás, en el que la creciente intensidad opresiva del relato es el resultado de una técnica que con la eficacia del flashback crea la sensación de que el horror está instalado en los pliegues de la felicidad cotidiana.

Con una estructura equilibrada en la que se van sucediendo el relámpago del relato breve de una o dos páginas y el cuento de mayor tamaño y ritmo más sostenido, los trece textos del volumen están llenos de guiños literarios y son un constante homenaje a los maestros del cuento contemporáneo: Chejov, Carver, Salinger, Ford.

Y sobre todos ellos Kafka, una sombra persistente a la que se rinde homenaje no sólo en un relato explícito ( Hacer feliz a Franz), sino en muchas de las páginas de libro. Una presencia con la que Miguel Ángel Muñoz comparte la fuerza persuasiva de la primera persona, la invasión de la pesadilla en la realidad, la presencia de la fantasía en los mundos triviales de cada día o el sarcasmo de un texto como Profesor Armine.

Cierra el libro un breve y potente Banda ancha, que contiene un aleph de realidad virtual, la misma que crea para sumergirnos en ella el que cuenta historias, el que mantiene encendido el fuego del relato, el que sabe que contar un cuento es guardar un secreto, el que guarda el secreto: Miguel Ángel Muñoz.

Santos Domínguez