3/4/08

Te echo de menos


Inês Pedrosa.
Te echo de menos.
Traducción de Roser Vilagrassa.
Elipsis ediciones. Barcelona, 2008.


Una mujer y un hombre. Ella, joven, creyente y activista social y política. Él, mayor, ateo y desengañado.

Entre ellos, una relación puramente intelectual y sentimental de discrepancias y desencuentros. Entre los dos la muerte, que dará lugar a la complicidad y al desahogo emocional, al intercambio de ideas y visiones a través, no del diálogo ya imposible, sino de los sucesivos monólogos entre quien muere y quien sobrevive. Más allá de la muerte, la conversación que sustentan las voces alternantes de los dos personajes es la más intensa, la más sincera:

1. No basta morir para conocer la sonrisa de Dios aunque, como en mi caso, una haya vivido abismada en él toda una vida.

1. Estoy solo. Solo, con el corazón roto en pedazos esparcidos sobre tus imágenes.

Con esa sucesión de monólogos alternos, de gran intensidad emocional y gran altura literaria, con esas cincuenta secuencias dedicadas a cada interlocutor, Inés Pedrosa (1962) ha escrito en Te echo de menos (Elipsis Ediciones) una novela espléndida que la confirma como una de las escritoras portuguesas más interesantes de la actualidad.

Esa conversación profunda y emocionada, libre y pausada, esos cien monólogos alternos, vivos o póstumos en su vaivén, que forman la novela, son el sueño de un muerto o la alucinación del vivo, pero sobre todo un nuevo ejemplo de que la literatura es en muchas ocasiones un diálogo entre las dos orillas, la de la vida y la de la muerte con el bálsamo de la palabra y el recuerdo:

Lo que entre nosotros existía, existe, es una ciencia de la desaparición. Empecé a desaparecer el día que mis ojos se ahondaron en los tuyos. Ahora que tus ojos se han cerrado, sé que no regresarás para devolverme los míos.

Esa suma de ausencias que es la vida se evoca desde un espacio sin espacio en donde confluyen pasado, presente y futuro. Se traza así la autobiografía vital y sentimental de dos personajes unidos por acuerdos y discrepancias, por diversas referencias como los Rolling y Amalia Rodrigues, Win Wenders y Annie Hall, Chejov y Vergílio Ferreira.

En la sucesión de monólogos quedan construidas las vidas de dos personajes discordantes en casi todo y unidos por una separación dolorosa que permite que a los dos se les pueda atribuir la frase que da título al libro, ese Te echo de menos que los vincula en un diálogo imposible lleno de evocaciones y preguntas que no tendrán respuesta.

En esa época me entregaba a la gente; me entregaba lo mejor que podía, por eso reaccionaba tan mal a los signos de desconfianza, malevolencia y suspicacia. Me entregué a otras personas por ti, para deslumbrarte, sí. Cuando admirabas a un hombre, yo tenía que seducirlo. Cuando buscabas la soledad, tenía que estar contigo. Inventé un grupo de amigos a tu medida, fui dejando atrás a todos aquellos con los que, según creía, no simpatizarías. Me entregué a todo lo que te gustaba y fingí que era inocente o, por lo menos, perversa, para no perderte. Después me entregué al resentimiento de no tenerte, a difamarte por no saber ser indiferente. Ahora también te entrego mi muerte, para que al fin permanezcas a mi lado.


Escrita con inteligencia y emoción, con sensibilidad verbal y depurado estilo, y muy bien traducida por Roser Vilagrassa, Te echo de menos acredita la perspicacia y el buen gusto de Elipsis Ediciones, que con esta obra suma un nuevo acierto a su catálogo.

Santos Domínguez