30/10/19

El lunes existencial y el domingo de la historia



Benjamin Fondane.
El lunes existencial y el domingo de la historia.
Edición y prólogo de Gonzalo Torné.
Introducción de Alejandro Roque Hermida.
Hermida Editores. Madrid, 2019.

“La batalla de Fondane está más próxima al espíritu original de lo que primitivamente pretenden las vanguardias. Quiere derrumbar las barreras,  pero lee a Kierkegaard, a Nietzsche, a Shestov.  Quiere la liberación del hombre, acabar con las barreras que presuponen nuestra protección y liberación. Quiere ser primitivo, explorar lo irracional, subir a las cumbres por sus propios medios, aquellas que no están al alcance de todos […] Él sí cree en la revuelta”, escribe Alejandro Roque Hermida en la introducción de El lunes existencial y el domingo de la historia, un volumen que reúne seis ensayos del vanguardista y existencialista rumano-francés Benjamin Fondane (1898-1944)

“De los textos de Fondane -añade- podemos extraer la conclusión de que el hombre no será libre, salvo que seamos capaces de romper el curso de la historia y acabar con el dominio (de domus, raíz que comparte con domingo) para volver al día del sol (sunday) o a otros nuevos (lunae) y poder así comenzar una nueva vida a través del lunes existencial.”

Los publica Hermida Editores por primera vez en español, traducidos por Gonzalo Torné, autor del prólogo -Historia secreta del existencialismo-, donde destaca que “la prosa de Fondane tiene la acidez de todo lo que ha sido escrito al borde del desastre. A su alrededor, mire donde mire, la civilización europea se está colapsando. Desde el futuro que Fondane ya vislumbra se aproximan los campos de exterminio, la bomba atómica, millones de muertos…”

¡Estás destinado a un gran lunes! -había escrito Kafka, otro existencialista radical y desesperado- ¡Bien dicho! Pero el domingo nunca terminará.

De ahí procede el título del ensayo que abre y da título al volumen, el texto de un simposio sobre el existencialismo donde se centró en el contraste entre los precursores -Kierkegaard, Nietzsche, Shestov-, y sus contemporáneos de la segunda generación existencialista -Heidegger, Sartre, Camus-,  a los que criticaba por haber retornado “al orden impuesto por la filosofía especulativa.”

Allí se preguntaba: “¿la nueva filosofía existencial trabaja para el éxito de las palabras de Jesús o de los que siguen a Hegel en sometimiento absoluto del hombre (e incluso de Dios) ante la historia, la Ley, la razón y el espíritu?” E insistía: “la pregunta que me hago es: ¿cuánto queda de la revolución existencialista en estas nuevas filosofías? Y a menudo me respondo que sólo el nombre.”

En los otros cinco ensayos se suceden la exposición apologética del pensamiento de su maestro Lev Shestov y el análisis a esa luz de la obra de Kierkegaard; la demolición de la tradición especulativa de la filosofía y la crítica del marxismo con el telón de fondo del conflicto entre filosofía especulativa y filosofía existencial; el reflejo de la crisis política e ideológica en las vísperas de la segunda guerra mundial o el fracaso de la razón y la ciencia y el humanismo “cuando se ha desplomado el sueño de una historia inteligible, de una historia recorrida por la razón humana.”

Y un póstumo de 1946, publicado dos años después de su muerte en la cámara de gas de Auschwitz: Aburrimiento, que contiene un análisis de la poesía de Baudelaire, el poeta de la modernidad y del aburrimiento, a partir del concepto de spleen, central en su obra. Porque “el aburrimiento de Baudelaire no es sólo un aburrimiento personal, también es un aburrimiento de la civilización, y quizás pueda extenderse hasta confundirlo con el aburrimiento del cosmos. [...] Como poeta supremo de la modernidad, Baudelaire hace confluir el aburrimiento con la ansiedad, permite que concurran la atonía y la nada”

Es el mejor de los ensayos del volumen y termina con estas palabras demoledoras y desoladas:

La infelicidad ha venido al mundo a rescatarnos; el dios de Aristóteles, el primer motor, apenas nos proporciona aburrimiento. [...] El reino de la crueldad acaba de empezar, bienvenidos al apocalipsis del aburrimiento.

Así resume Gonzalo Torné su radicalismo crítico, su rebelión contra las limitaciones de la finitud y contra el racionalismo, su reivindicación de la existencia frente a la ideología y las normas:

“Han pasado los años, el nazismo ha sido derrotado, el sueño marxista se ha desvanecido…, pero el dolor, la angustia, la enfermedad, la muerte, la miseria y la nada siguen aquí. El discurso racional sigue apelando a la proporcionalidad, nos persuade de un progreso general, intenta empaparnos de un optimismo ahora de raíz estadística. El hombre del subsuelo ocupa poco espacio, pero la profundidad de su herida es potencialmente infinita, y el infinito desafía cualquier cálculo, desestabiliza cualquier proporcionalidad. [...] Y, gracias al esfuerzo sostenido de Fondane, a su empecinamiento, esta muleta en forma de palabras se ha preservado, ha llegado hasta nosotros. Y su carácter subversivo, su potencial perturbador, sigue intacto, esperando al lector a poco que se decida a pasar la página.”

Santos Domínguez






28/10/19

Brujas a mediodía



José Luis Rey.
Brujas a mediodía.
Anotaciones a la poesía de Claudio Rodríguez.
Berenice. Córdoba, 2019.

“Creo que le debía este libro a Claudio. Aquí está, en alianza y condena, mi particular conjuro de gratitud. Todos los que hablamos español deberíamos leerlo, pues él nunca se olvidó de cantar con y para los demás. Creo que no ha habido un mejor ni mayor poeta social que Claudio, el visionario y el místico”, escribe José Luis Rey en la introducción del espléndido volumen Brujas a mediodía, que publica Berenice en una cuidada edición que de alguna manera conmemora el vigésimo aniversario de la muerte de Claudio Rodríguez.

Subtituladas Anotaciones a la poesía de Claudio Rodríguez, estas páginas admirables ofrecen la honda lectura de un poeta del siglo XXI de toda la obra, poema a poema, de uno de los más grandes poetas españoles del siglo XX, “el mejor de la segunda mitad del siglo XX, junto a otros como Blas de Otero y Pere Gimferrer”, en opinión de José Luis Rey, que resume con estas palabras la importancia de la poesía de Claudio Rodríguez en el último de los ciento doce capítulos que componen el libro: 

Casi una leyenda se publicó en 1991. Ocho años después, en 1999, murió Claudio Rodríguez. Este libro pretende ser una humilde aproximación a su obra, que siempre está viva, que siempre lo estará mientras perdure el idioma. Desde el Claudio primero y arrebatado hasta el lúcido y resistente Claudio último, he comentado aquí todos sus poemas. [...] Claudio es un poeta de altura y hondura, y solo se le puede situar junto a los más grandes del idioma: San Juan, Juan Ramón… O junto a los más grandes de la poesía universal: Rilke, por ejemplo. Claudio fue un poeta mago, entregado a la magia de la poesía, un poeta visionario y poderoso, poderosísimo.

Entre el primer fragmento de Don de la ebriedad ('Siempre la claridad viene del cielo') y 'Secreta', el poema que cerraba Casi una leyenda, José Luis Rey ofrece en este volumen una lectura que convoca en su extensa memoria lectora de poeta, traductor y crítico otras voces -de Rilke a Wallace Stevens, de Juan Ramón a los románticos ingleses, de Leopardi a Rimbaud- y que perfila las diversas líneas continuas que vertebran de coherencia toda la obra de Claudio Rodríguez: la emoción más celebratoria que elegíaca, la intensidad de la contemplación, el cuidado del ritmo y de la expresión, la potencia verbal y la posición del poeta como “eslabón firme entre la claridad del cielo y la sombra espontánea de la palabra.”

De la poesía celebratoria y ensimismada, inspirada y casi milagrosa de Don de la ebriedad -“la crónica de lo genesíaco”- a la iluminación compartida de lo misterioso y la concreción de la materialidad  en Conjuros -“Así deberían titularse todos los libros de poesía, máxime de poesía órfica como la suya”-; de la meditación, la densidad poética y la búsqueda de Alianza y condena -que se abre con Brujas a mediodía, el poema que da título a este volumen- hasta la plenitud expresiva de la oda en El vuelo de la celebración y su camino hacia la luz, la lectura que José Luis Rey hace de los poemas de Claudio Rodríguez ilumina un  mundo poético del que dice:

¿Es que Claudio nunca fue elegíaco? Fue más que eso; un poeta consciente del dolor de vivir, pero también de su gloria y su maravilla. Un poeta tocado por la gracia que agradeció siempre su don. Frente a tanta materia iluminada definitivamente, el canto es resurrección, salvación por la poesía. Y en nuestro poeta la poesía nunca es mero consuelo; es misión y entrega y transformación de lo vital y lo telúrico en poesía.

Y al final, como culminación de todo un demorado proceso de depuración poética, Casi una leyenda, que -señala José Luis Rey- “es tal vez su mejor libro, el más acendrado.” 

Está en ese libro final un Claudio -más nocturno que diurno- que escribe un poema, 'La mañana del búho', en donde aparecen estos versos iluminadores que resumen el sentido de su obra: 

¡Si lo que veo es lo invisible, es pura 
iluminación, 
es el origen del presentimiento! 

Y en esos versos se conjuran algunas de las claves fundamentales sobre las que se sustenta una poesía que es aventura y participación; que canta el milagro de la vida y es en sí misma un milagro y una revelación. 

Este estupendo volumen es una inmejorable ocasión para iniciarse en su lectura o para profundizar en ella de la mano sabia de un lector como José Luis Rey.

Santos Domínguez


25/10/19

Wislawa Szymborska. Poesía no completa


Wislawa Szymborska.
Poesía no completa.
Texto introductorio de Elena Poniatowska.
Edición y traducción de 
Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia.
Fondo de Cultura Económica. México, 2017.

PACTO CON LOS MUERTOS

¿En qué circunstancias sueñas con los muertos?
¿Piensas en ellos con frecuencia antes de dormirte?
¿Quién aparece primero?
¿Siempre el mismo?
¿Nombre? ¿Apellido? ¿Cementerio? ¿Fecha de fallecimiento?

¿Qué alegan?
¿Una vieja amistad? ¿El parentesco? ¿La patria?
¿Dicen de dónde vienen?
¿Y quién está detrás de ellos?
Y además de ti ¿quién sueña con ellos?

¿Se parecen sus caras a sus fotografías?
¿Han envejecido con el paso del tiempo?
¿Son saludables? ¿Demacradas?
¿Lograron recuperarse los asesinados de sus heridas?
¿Recuerdan aún quién los mató?

¿Qué tienen en las manos? Describe esos objetos.
¿Carcomidos? ¿Oxidados? ¿Carbonizados? ¿Podridos?
¿Qué tienen en los ojos? ¿Amenaza? ¿Ruego? ¿De qué tipo?
¿Sólo conversan ustedes sobre el tiempo?
¿Sobre los pájaros? ¿Las mariposas? ¿Las flores?

¿No hay ninguna pregunta molesta por su parte?
¿Y entonces tú qué les contestas?
¿En vez de callar precavidamente,
de cambiar evasivamente el tema del sueño,
de despertar a tiempo?

Ese poema, de Wislawa Szymborska (1923-2012), de su libro Gente en el puente (1986), es uno de los que recoge la amplia muestra de su obra que se recoge en el volumen Poesía no completa, publicado por el Fondo de Cultura Económica con edición y traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán, que en la nota previa explican que “el volumen que el lector tiene en sus manos es más que una antología: incluye prácticamente toda su obra poética a partir de su tercer libro, Llamando al Yeti (1957), considerado por ella misma como su debut. Incluye también tres poemas anteriores a 1957: uno fechado en 1945, que pertenece a una colección no publicada, y uno de cada uno de los dos libros publicados antes de Llamando al Yeti, libros todavía influenciados por la poética del realismo socialista, y de los que Szymborska sólo ha rescatado algunos poemas.” 

Escrita en el tono bajo que caracteriza a los poetas polacos que desde la segunda mitad del siglo XX renuncian al énfasis y aspiran a la precisión expresiva, la poesía de Wislawa Szymborska es una reflexión interrogativa sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo. 

En mi poesía busco ese efecto que en pintura se llama claroscuro -explicaba Wislawa Szymborska en 1975-. Quisiera que en mis poemas se encontraran e incluso se fundieran cosas magníficas y triviales, tristes y cómicas.

De esa clave habla Elena Poniatowska en el texto introductorio del volumen:

'En el punto exacto del humor y lo ridículo, entre el pesimismo y el entusiasmo, se encuentra la poesía de Szymborska, que busca el claroscuro, la contradicción de sentimientos y efectos poéticos en el poema mismo. El claroscuro refleja la riqueza de posibilidades que ofrece la existencia humana. No sólo hay Hitlers y Mozarts, también hay hombres y mujeres que encuentran, en distintas latitudes y de distinta forma, las respuestas a las mismas viejas preguntas de la humanidad.

Tal vez por eso, la expresión directa y el tono coloquial son compatibles en esta poesía con la profundidad reflexiva acerca de la condición humana y con una honda conciencia existencial: su poesía interrogativa es una reflexión sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo. Una reflexión que se concreta en cada poema en una respuesta provisional e insuficiente acerca del mundo, el tiempo y el espacio, la memoria y la poesía.

En sus poemas coexisten la reflexión y la sorpresa, el asombro y el desengaño, la ironía y la seriedad, la memoria y el presente. Y esa coexistencia constituye una de las claves de su poesía, articulada como una sucesión de preguntas y respuestas que son propuestas elaboradas desde la conciencia del no saber que caracteriza al poeta, como en este Cálculo elegiaco, de Fin y principio (1993), traducido por Abel Murcia:

Cuántos de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente),
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral),
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente).

Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia),
buena porque ha empezado,
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés),
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado
y si la otra orilla existe).

No me es dado saber
Cuál fue su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si es todavía destino).

Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante)

Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor.
(si merece la pena creer en perspectivas).

Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caído en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).

Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.

El poeta y el mundo tituló su discurso de recepción del Nobel. Allí expresó su asombro ante la realidad y su afirmación de la vida, como en el resto de su obra, muy homogénea en sus temas y su tonalidad.

La homogeneidad de tono y de temas de toda su obra se corresponde con el mismo nivel de exigencia de una poesía en la que las palabras ocupan un lugar preciso que hace la lectura fluida y ligera, con una aparente sencillez expresiva que oculta un previo esfuerzo de elaboración para encontrar ese tono bajo, casi conversacional, que recorre toda su poesía.

Ese tono bajo es el cauce de expresión de su profundidad reflexiva acerca de la condición humana y de una honda conciencia existencial sobre el paso del tiempo y la noción del límite. Una tonalidad de difícil sencillez y con un  ritmo interior que los traductores han sabido transmitir con solvencia para el lector de español. Porque Abel Murcia y Gerardo Beltrán suman a su condición de traductores la de ser poetas y acreditados conocedores de la obra de Wislawa Szymborska. Y con ese bagaje resuelven con brillantez la difícil tarea de traducir la tonalidad coloquial de estos poemas, su ritmo interior, la mirada irrepetible de una autora que habla para la gente.

Un último ejemplo: este Retrato de mujer, de El gran número (1976), con traducción de Gerardo Beltrán:

Tiene que ser para elegir.
Cambiar para que no cambie nada.
Es fácil, imposible, difícil, vale la pena intentarlo.
Tiene ojos, si hace falta, a veces grises, otras azules,
negros, alegres, llenos de lágrimas sin motivo.
Se acuesta con él como la primera de la fila, la única en el mundo.
Le da cuatro hijos, no le da hijos, le da uno.
Ingenua, pero da buenos consejos.
Débil, pero puede con la carga.
No tiene nada en la cabeza, pero lo va a tener.
Lee a Jaspers y revistas femeninas.
No sabe para qué es ese tornillo y construye un puente.
Joven, como de costumbre joven, constantemente joven.
Tiene en la mano un gorrión con el ala rota,
su propio dinero para un viaje largo y lejano,
un cuchillo, una compresa y un vaso de vodka.
A dónde va con tanta prisa, ¿no estará cansada?
Claro que no, sólo un poco, mucho, no importa.
O lo ama o está encaprichada.
En las buenas, por las malas y por el amor de Dios.

Santos Domínguez

23/10/19

Jonathan Littell. Las benévolas


Jonathan Littell.
Las benévolas.
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2019.

Benévolas es la traducción literal de Euménides, los siniestros personajes mitológicos -las Furias romanas- con los que Eurípides tituló la tercera parte de la Orestiada.

Y ese es también el título elegido por Jonathan Littell para una de las novelas más potentes y perturbadoras que ha dado la narrativa contemporánea. Publicada originalmente en francés en 2006, acaba de reeditarla Galaxia Gutenberg con la espléndida traducción de María Teresa Gallego Urrutia para la primera edición en español en 2007.

Tradicional en su diseño clásico, basada en hechos reales y en una documentación meticulosa que a veces perjudica su fluencia narrativa, el tema de Las benévolas no es demasiado original: las atrocidades del nazismo, los campos de exterminio y la actuación de las brigadas móviles de las SS especialmente en el frente oriental, en la campaña de Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.

La novedad es el punto de vista, la sorprendente posición moral desde la que se relatan los hechos, desde la mirada del verdugo, el narrador-protagonista, Maximilien Aue, un nazi francés orgulloso de haberlo sido y sin el menor cargo de conciencia ante los horrores perpetrados. 

Hijo de padre alemán y madre francesa, homosexual, asesino de sus padres, incestuoso con su hermana gemela, ex oficial de las SS doctor en Derecho, culto, melómano, buen lector y entendido en pintura, es un hombre que lleva una vida confortable y ordenada con mujer e hijos y que escribe treinta años después de los hechos, no para justificarse, sino para entretenerse ordenando sus recuerdos:

“Desde que se acabó la guerra, he sido un hombre discreto; gracias a Dios, nunca he necesitado, como mis excolegas, escribir mis memorias para justificarme, porque no tengo nada que justificar;(...)  No; si me he decidido por fin a escribir no cabe duda de que es para pasar el rato y también, es posible, para aclarar uno o dos puntos confusos, para vosotros, quizá, y para mí mismo.” 

Y lo hace no sólo con la distancia que dan el tiempo y el espacio, sino con la frialdad moral de su conciencia distante. Es el relato moroso, durísimo en la pormenorización de sus detalles, de quien envejece instalado en la impunidad sin arrepentimiento ni conciencia de culpa. Ha cambiado de nombre y ha podido ocultar un pasado del que no se avergüenza cuando escribe desde la insoportable posición moral de lo que se ha llamado tantas veces la banalización del mal:

Que quede claro: no estamos hablando de culpabilidad, ni de remordimientos. Seguro que esas cosas existen también, no pretendo negarlo, pero me parece que las cosas son mucho más complejas. Incluso a un hombre que no haya estado en la guerra, que no haya tenido que matar, le pasarán estas cosas que digo.

Refinado, frío y orgulloso, desde el principio se muestra desafiante y despectivo con el lector:

Adivino qué estáis pensando: pero qué hombre más malo, os decís, un hombre perverso, un sinvergüenza, vamos, se lo mire por donde se lo mire, que debería estar pudriéndose en la cárcel en vez de soltarnos esa filosofía suya tan confusa de exfascista a medio arrepentir. En lo del fascismo, no hay que confundir las cosas, y en lo de mi responsabilidad penal, no prejuzguéis, que todavía no os he contado mi historia; en cuanto a lo de mi responsabilidad moral, permitidme unas cuantas consideraciones. Con frecuencia han comentado los filósofos políticos que, en tiempos de guerra, el ciudadano, el ciudadano varón al menos, pierde uno de sus derechos más elementales, el de vivir, y eso desde los tiempos de la Revolución Francesa y la invención del reclutamiento, que es ahora un principio universalmente admitido o casi. Pero pocas veces han dejado constancia de que ese ciudadano pierde al mismo tiempo otro derecho, no menos elemental y más vital quizá incluso para él en lo tocante a la idea que se hace de sí mismo en tanto en cuanto hombre civilizado: el derecho a no matar.

Esa crueldad indiferente del verdugo sacude la conciencia del lector a lo largo de las casi mil páginas de la novela, que se organiza en siete partes según una estructura musical que sigue la secuencia de las Suites de Bach: Tocata, Alemandas I y II, Courante, Zarabanda, Minuetto, Aire y Giga.

Esos cambios de ritmo de la danza barroca vertebran en un llamativo contraste este asfixiante viaje a las tinieblas del horror y la crueldad, esta incursión sombría, intensa y pormenorizada en el corazón del espanto y la maldad  desde la mirada del verdugo que se considera un hombre normal:

Soy un hombre como los demás, soy un hombre como vosotros. ¡Venga, si os digo que soy como vosotros!

Pero no creo ser un demonio. Para lo que hice, siempre hubo razones, buenas o malas, no lo sé; en cualquier caso, razones humanas. Los que matan son hombres, como también lo son los muertos; eso es lo terrible. Nunca podemos decir: no mataré nunca, es imposible; como mucho, podemos decir: espero no matar.

Santos Domínguez


21/10/19

Fahmida Riaz. Es una mujer impura


Fahmida Riaz.
Es una mujer impura.
Antología poética. 
Edición bilingüe.
Selección, traducción del urdu y prólogo 
de Rocío Moriones Alonso.
Ménades Editorial. Madrid, 2019.


Es una mujer impura,
en la prisión del flujo de su sangre,
en el ciclo de los meses y los años,
en el fuego de la ardiente lascivia,
en pos de su deseo.
Era la hija de Satán.

Así comienza el texto del que toma su título la antología poética de la paquistaní Fahmida Riaz (1946-2018) que ha preparado Rocío Moriones Alonso con una amplia selección que toma como base el original urdu publicado en 2011.

La edición bilingüe que publica Ménades Editorial se abre con un prólogo en el que la traductora destaca que “la poeta, además de escritora, ensayista, feminista, traductora y activista social, concebía su poesía como una herramienta de denuncia, con la que agitar las conciencias de los lectores y mostrarse al servicio de los sojuzgados (ya fueran las mujeres o el pueblo), caminando junto a ellos, como compañera de viaje, o guiándolos en el camino hacia la liberación de la opresión y la injusticia, pero todo ello sin comprometer su lenguaje poético y sin perder un ápice de belleza y lirismo.”

Pasión, franqueza y compromiso son las tres claves que rigen la poesía de Fahmida Riaz y que destaca la responsable de la selección desde el título del prólogo. Tres claves que puede comprobar el lector en este volumen que desde el inicial Lengua de piedra a La vida del hombre presenta una muestra significativa de esta poesía comprometida en la denuncia de la condición femenina, la injusticia y la pobreza en la sociedad oriental.

Una poesía de la que Rocío Moriones destaca su “carácter novedoso y desafiante”, que alcanza uno de sus momentos de mayor intensidad en los poemas de Cuerpo desgarrado, su segundo libro, que “supone todo un hito y un punto de inflexión en la poesía urdu. Si su primera colección ya había destacado por los temas de corte feminista, en esta se hacen aún más atrevidos, lo que provocó las críticas de los sectores más conservadores que los tacharon de pornografía ya que abordaban temas desconocidos hasta entonces en la poesía urdu, como el deseo femenino, la sexualidad, la menstruación, la maternidad, el agnosticismo, la hipocresía religiosa o la reivindicación de un trato a la mujer igual al del hombre.” 

Luz solar, ¿No vas a contemplar la luna llena? o Queda probada tu culpa son algunos de los libros antologados en esta muestra recorrida por temas como el deseo y el placer femenino, el fuego de los besos con lengua, la liberación sexual y la masturbación, el abandono y la soledad, la insatisfacción o la vejez.  

Muestra de una poesía intensamente vital, renovadora en temas, actitudes y formas y atravesada por una sensualidad compatible con el sentimiento y la sensualidad, una poesía en la que la reivindicación corporal convive con la conciencia social y el compromiso de una escritura no sólo testimonial, sino combativa contra la pobreza, la discriminación femenina y la injusticia.

Esta antología es la más amplia que se ha publicado fuera del ámbito lingüístico del urdu de la poesía de Fahmida Riaz, que en palabras de Rocío Moriones es “la poeta paquistaní más importante” y “una de las grandes voces poéticas de la literatura urdu contemporánea.”

Es la voz libre y potente de quien en Aceptación del pésame, uno de los mejores poemas del libro, perteneciente a Compañera de viaje, uno de sus últimos libros, se ve a sí misma muerta y se autorretrata como “esa mujer /que siempre dijo lo que pensaba / y jamás se arrepintió de nada.”

Santos Domínguez

18/10/19

Luis de Góngora. Sonetos


Luis de Góngora.
Sonetos.
Edición de Juan Matas Caballero.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2019.

Sobre dos urnas de cristal labradas,
de vidrio en pedestales sostenidas,
llorando está dos ninfas ya sin vidas
el Betis en sus húmidas moradas,

   tanto por su hermosura de él amadas,
que, aunque las demás ninfas doloridas
se muestran, de su tierno fin sentidas,
él, derramando lágrimas cansadas,

   «Almas -les dice-, vuestro vuelo santo
seguir pienso hasta aquesos sacros nidos,
do el bien se goza sin temer contrario,

   que, vista esa belleza y mi gran llanto,
por el cielo seremos convertidos,
en Géminis vosotras, yo en Acuario».

Ese soneto, “En la muerte de dos señoras mozas hermanas, naturales de Córdoba”, es el primero de los que compuso Góngora. Fechado en 1582, abre la monumental edición crítica de los sonetos gongorinos que ha preparado Juan Matas Caballero para Cátedra Letras Hispánicas.

Reunidos en un voluminoso tomo de tamaño superior al habitual en la colección, cada uno de los 212 sonetos que constituyen el corpus total del poeta cordobés en esa forma estrófica va presentado por un prefacio que ilumina su contenido y se completa con notas aclaratorias que facilitan la lectura del texto.

Ordenados cronológicamente, siguen teniendo como referencia fundamental, aunque no única, el manuscrito Chacón, que tiene una enorme autoridad textual porque es copia de un códice anotado y supervisado por Góngora y por tanto “es el único que nos ofrece un corpus de poesía segura de Góngora.” 

Abre el volumen una espléndida introducción de casi cien páginas a las que siguen otras ciento cincuenta de una bibliografía pormenorizada que recoge las fuentes manuscritas de los sonetos, como el manuscrito Chacón, los impresos de los siglos XVI y XVII, las ediciones modernas, los comentarios antiguos y los estudios gongorinos.

En esa introducción Juan Matas Caballero hace un estudio de las peculiaridades de la lengua poética de Góngora (cultismos léxicos y sintácticos, tópicos literarios, alusiones mitológicas y emblemáticas o metáforas) y destaca la importancia de los sonetos como “textos que contienen no pocas claves poéticas y vitales de su autor”, porque “a través de ellos podemos ir descubriendo algunos avatares biográficos del poeta: sus ciudades queridas, sus amigos y mecenas, sus paisajes admirados, su espíritu rebelde y provinciano, sus guerras literarias, su dolor por la muerte de sus amigos, sus problemas económicos, sus esperanzas y desengaños cortesanos.”

Escritos desde 1582 hasta 1624, los sonetos gongorinos resumen casi medio siglo de escritura que refleja la evolución temática y estilística de Góngora a través de una serie de etapas que Matas resume en cuatro ciclos evolutivos, desde el de juventud al de cortesanía poética.

Como explica el editor en su introducción, “la creación poética de Góngora en general, y hasta el propio poeta, se comprende mejor si atendemos a sus sonetos, que ofrecen no pocas claves de su estilo y de su personalidad. Y es que los sonetos se convirtieron para Góngora en una fuente inagotable de la que podía tomar todo tipo de materiales para la construcción de sus grandes poemas. Los sonetos podrían considerarse, desde esta estrecha perspectiva, como un campo de ensayo o experimentación que encontraría su continuidad en otros proyectos literarios de mayor envergadura, como el Polifemo, las Soledades, el Panegírico y la Fábula de Píramo y Tisbe [...] Pero haríamos un flaco favor a la justa valoración de la calidad literaria de los sonetos de Góngora si los analizamos o estudiáramos solo desde la perspectiva de su aportación a sus grandes poemas; de forma muy diferente, conviene examinar y estimar los sonetos gongorinos en sí y por sí mismos, pues ellos solos, de forma individual y colectiva, ofrecen una medida exacta de la elevadísima capacidad poética y calidad literaria de Góngora.”

Porque -concluye Matas- “cada soneto de Góngora es una verdadera obra maestra que supera el pulso que el poeta ha mantenido con la tradición literaria y amplifica los límites de la libertad expresiva e inaugura, una vez superados todos los códigos y modelos poéticos, nuevos caminos y espacios para la creación literaria.”

Un volumen cuyas casi dos mil páginas están destinadas a convertirse en la edición de referencia y de consulta obligada durante décadas de una parte esencial de la poesía gongorina.

Santos Domínguez




16/10/19

La lira de las masas



Martín Rodríguez-Gaona.
La lira de las masas
X Premio Málaga de Ensayo. 
Páginas de Espuma. Madrid, 2019.

«Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros», la frase, atribuida a Cicerón, ha sido citada, irónicamente, en defensa de un hecho (la proliferación de un nuevo tipo de poesía, que logra vender miles de ejemplares) y un derecho (el de la expresión democrática, aunque esta se halle en la periferia de lo artístico). Defreds, el nombre literario de José Ángel Gómez, treintañero, es uno de aquellos poetas: autor de Casi sin querer, libro que, gracias al apoyo de internet y las redes sociales, ha vendido once ediciones y más de treinta mil ejemplares en un año. En una entrevista, en la que dice no estar seguro de considerarse poeta, resume esta situación así: «El mundo funciona de otra manera ahora, si hubiera llevado el manuscrito a una editorial me lo habrían quemado». 

Así comienza la introducción de La lira de las masas, el estudio con el que Martín Rodríguez-Gaona obtuvo el X Premio Málaga de Ensayo.

Lo publica Páginas de Espuma y en su doble subtítulo (Internet y la crisis de la ciudad letrada. Una aproximación a la poesía de los nativos digitales) resume el contenido de un análisis que se fue perfilando como un proceso de obra en marcha a través de artículos, entrevistas y conferencias en las que su autor fue dejando muestras y adelantos a lo largo de dos años.

Con estas palabras resume el autor sus intenciones:

La intención de La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada es [...] analizar la producción poética contemporánea desde la perspectiva de los nuevos soportes tecnológicos que van condicionando su distribución, forma y discurso. Quien se aproxime a estos autores y las reflexiones que suscitan desde una perspectiva esencialista puede encontrar fáciles excusas para subestimarlos, pero perderá también el dinamismo y la intensidad que caracterizan al campo literario español de un periodo transicional como el actual. 
En otros términos, la poesía de gran parte de los nativos digitales, en comparación con la de sus inmediatos mayores, es eminentemente menos literaria e intelectual, más cotidiana, personal e incluso antiartística, situándose en ocasiones, como ya se ha hecho palpable, en esa sutil y ardua frontera entre lo popular y el populismo.

Con esa perspectiva se acomete un pormenorizado análisis del cambio que ha provocado la era digital en el paradigma de emisión, transmisión y recepción de la poesía, con nuevos criterios y nuevos valores como la autorrepresentación, la oralidad electrónica, el predominio de la imagen sobre la palabra o la autopromoción en las redes sociales de poetas prosumidores más preocupados por la visibilidad y la rentabilidad del producto de su escritura amateur y por su presencia en el mercado de la poesía adolescente que por la calidad del texto.

Adaptando ciertos conceptos clave de Yuri Lotman, sostenemos que en la semiosfera tradicional de la poesía española, hasta mediados de la primera década del siglo XXI, la frontera estaba representada por la institucionalización (los premios y la recepción en la prensa nacional) y su primer filtro era la publicación en papel (las editoriales de prestigio). La irrupción de internet y las nuevas tecnologías, que permiten el surgimiento incontrolado de poetas prosumidores (herederos electrónicos de los neotéricos), amplió exponencialmente ese espacio de signos. Así, la gramática de la poesía escrita y pensada para publicarse en papel, paulatinamente, fue perdiendo sentido desde que la autopromoción en la red supuso una visibilidad y una rentabilidad inéditas.

Defred, Marwan o Elvira Sastre son algunos de los nombres de esa incontrolada eclosión poética. En ellos se ejemplifica ese cambio de paradigma artístico en el que se han visto afectados no sólo la emisión, la distribución y la recepción, los formatos y soportes sino también la forma, los temas y los gustos literarios.

El objeto poético se ha convertido en objeto de espectáculo y se ha pasado de la lectura solitaria a la lectura pública, de la retórica literaria a la retórica de una identidad digital basada en la autoproyección del poeta como producto, como imagen comercial dirigida a una comunidad virtual de lectores, en un curioso movimiento del yo al nosotros, de la intimidad a la colectividad. Modificaciones de las que ya avisó McLuhan cuando intuía que las nuevas tecnologías electrónicas acabarían modificando la noción de identidad individual y colectiva.

Y en todo ese proceso, Martín Rodríguez-Gaona deja reflejados los rasgos de un fenómeno que está más en el ámbito de lo comercial que de lo literario y que evidencia también paradojas y contradicciones como su oscilación entre lo virtual y lo presencial, entre lo individual y lo colectivo, entre la escritura y la oralidad, entre el estar y el ser, entre la sentimentalidad y el gregarismo.

Porque “se ha perdido la autonomía de lo poético (asociada convencionalmente al texto impreso), pero no por una propuesta artística, sino por una modificación radical de los modos de producción (y los efectos que estos cambios establecen en la sensibilidad y los intereses de autores y lectores). Y, quizá como el rasgo decisivo, el vivir externamente, de cara a lo público, que es lo que han normalizado internet y las redes sociales supone, para el siglo XXI, nada más y nada menos, que el equivalente y el reverso de lo que significó el descubrimiento del inconsciente a finales del XIX.”

Y puesto que de lo que se trata en el fondo es de lograr una posición de visibilidad o de dominio en ese espacio, inevitablemente se producen codazos, colisiones y maniobras para lograr ese lugar relevante en las redes, en las lecturas en bares o en las sesiones de poesía colectiva.

Y en ese terreno este ensayo incorpora también una análisis de estrategias comerciales, que quizá aporten las claves de todo este panorama:

La pugna abierta entre distintos grupos de poetas nativos digitales, que ha sido viva en las redes sociales, supone un enfrentamiento entre propuestas enfocadas al desarrollo de una poesía escrita para el libro y otra escrita para la lectura o representación pública (sea en vivo o en vídeo). Es decir, la confrontación entre una práctica tradicional de lectura (solitaria y silenciosa) y otra con primacía de lo social (con interacciones virtuales y masivas). Es decir, una manifestación del antagonismo entre la cultura de la escribalidad y la de la electronalidad (oralidad electrónica).[...] Aaunque muchas de las estrategias e incluso ciertos rasgos de sensibilidad sean compartidos, los propósitos de sus propuestas parecen antagónicos. El primer grupo de autores, asumiendo una tradición literaria, es más ambicioso y complejo en sus proyectos, anhelando tanto cierta originalidad como el perdurar (de estos, los que más visibilidad han alcanzado son los vinculados a Luna Miguel y su comunidad «Tenían veinte años y estaban locos», o a una editorial como La Bella Varsovia de Elena Medel). Los segundos, apostando por la empatía popular y el antiintelectualismo, buscan fundamentalmente la emotividad y, a través de esta, ser asimilados con mayor facilidad y de manera inmediata, aceptando ser efímeros (los autores youtubers practicantes de lo que denominamos poesía pop tardoadolescente). En realidad, ambos grupos comparten un decidido afán publicitario, centrado en cuestiones de representatividad generacional y de género, pero la diferencia está en el distinto trasfondo literario que sustenta sus proyectos. 
Lo conflictivo del asunto es que esta nueva poesía popular para el entorno digital (la poesía pop tardoadolescente), al ser también impresa, reclama para sí dos valoraciones contrapuestas: el reconocerse como producto (objeto de una especulación mercantil, sea como libro de autoayuda, souvenir o amuleto) y, a su vez, como obras con estatus artístico o literario (propuestas y libros que, asumiendo lo popular como un efecto o tono, alcancen un determinado nivel de calidad). Esto lleva a que, en la práctica, ambas propuestas, en su afán por tornarse canónicas, compartan y luchen un mismo espacio simbólico: el de la poesía joven de inicios del siglo XXI. 


Santos Domínguez

14/10/19

El diccionario del diablo


Ambrose Bierce.
El diccionario del diablo. 
Traducción de Vicente Campos
Ilustraciones de Alberto Montt.
Sexto Piso. Madrid, 2019.

Tristeza, s. Estado mental producido por un juglar, la columna graciosa de un periódico, la esperanza en el cielo y un diccionario del diablo.

Esa es una de las entradas de El diccionario del diablo, de Ambrose Bierce, una de las obras más corrosivas de la historia de la literatura que publica Sexto Piso, con traducción de Vicente Campos e ilustraciones de Alberto Montt, que ha preparado una ilustración para cada letra.

Esta edición ilustrada ofrece una selección de las mejores entradas que el cáustico Bierce empezó a publicar en el San Francisco News Letter en 1869 como definiciones procedentes de un supuesto Diccionario completo de los estúpidos, las retomó en un semanario desde 1881 con nuevas entregas que siguieron apareciendo con mucha irregularidad, hasta que en 1906 se editaron por primera vez en forma de libro como Vocabulario del cínico.

En 1911 toma ya su forma definitiva en la edición de sus obras completas, presentado por un “Sardónico prefacio al Diccionario del diablo”, donde Bierce afirma que “espera que le tengan por inocente aquellos a los que dirige la obra: almas ilustradas que prefieren los vinos secos a los dulces, el sentido al sentimiento, el ingenio al humor y un inglés pulido a la jerga.”

El humor corrosivo, sombrío a veces, el ingenio satírico contra la hipocresía y las convenciones, la critica a la condición humana son la forma de protestar de un Bierce que manifiesta su misantropía y su escepticismo en definiciones como estas:

Acusador, adj. Antiguo amigo; en concreto, la persona a quien le hemos hecho un favor. 

Año, s. Periodo de 365 decepciones.

Felicidad, s. Agradable sensación producida al contemplar la desdicha ajena.

Futuro, s. Periodo de tiempo en el que nos van bien las cosas, nuestros amigos son sinceros y nuestra felicidad está asegurada.

Pasado, s. El pasado es la región del llanto; el futuro, el reino de la canción.

Presente, s. Parte de la eternidad que separa los dominios de la desilusión del reino de la esperanza.

Caben también en el Diccionario del diablo locuciones como esta:

Sin amigos, loc. Que no tiene que hacer favores. Carente de fortuna. Adicto a decir la verdad y a hablar con sentido común.

Santos Domínguez

11/10/19

Hoguera y abanico


Ernesto Hernández Busto.
Hoguera y abanico.
Versiones de Bashō.
Pre-Textos. Valencia, 2019.


“Mi arte es como hoguera en verano y abanico en invierno”, escribía en una carta a uno de sus discípulos el poeta japonés Matsuo Bashō (1644-1694). 

Y de esa declaración surge el título de la espléndida selección de su poesía que ha preparado y traducido el poeta cubano Ernesto Hernández Busto en el volumen Hoguera y abanico que publica Pre-Textos. 

Versiones de Bashō es el subtítulo de esta colección de poemas, precedida de un prólogo -Para llegar a Bashō- en el que Hernández Busto recorre la vida y la obra del poeta y las variedades poéticas de la literatura japonesa, especialmente del haiku y del renga. 

Este volumen ofrece la más amplia antología en español de la obra de Bashō, casi trescientos haikus y tres rengas comentados, el brillante resultado de cuatro años de trabajo de elaboración de la traducción y los comentarios que iluminan los versos de un poeta del que Hernández Busto destaca “la habilidad de Bashō con las palabras y su relación con la tradición previa. Tenía un dominio sorprendente del idioma, fue un corrector obsesivo y jamás disoció el refinamiento verbal del logro poético en cualquiera de los ideales que persiguió a lo largo de su vida.” 

Día indeciso: 
¿llega la primavera 
o se va el año? 

Ese haiku es el más antiguo de los poemas de Bashō. Lo compuso el 7 de febrero de 1663 y con él se abre esta amplísima antología. Este es el último, que según la tradición dictó el poeta convaleciente a Donshū, en presencia de sus discípulos, cuatro días antes de su muerte: 

De viaje, enfermo, 
vagan todos mis sueños 
por los eriales. 

Pero, explica el traductor en una nota a pie de página, “conocido sobre todo por sus haikus, la «médula» artística del más célebre de los poetas japoneses se manifestó, según consenso general de los críticos nipones –y según la propia opinión de Bashō–, en el renga o «poema colectivo». Se incluyen aquí tres ejemplos de este tipo de composición (poemas enlazados de 36 versos, llamados kasen), en los que Bashō participó junto a varios amigos y discípulos.” 

De esos rengas estaba especialmente orgulloso Bashō, que confesó que “muchos de mis discípulos pueden escribir hokku tan bien como yo. Donde muestro realmente mi esencia es en el renga.”  

Así comienza Luna de estío, uno de los rengas de esta selección:

Sobre el poblado
brilla, llena de olores:
luna de estío

La intuición del instante, eternizado por encima del tiempo en unos versos intemporales, la mirada espiritual a la naturaleza, el paisaje como proyección de los estados de ánimo, la concentración expresiva, la sugerencia sutil, la leve melancolía hacen de estos haikus una de las manifestaciones más estilizadas de la poesía universal.

Poco importa ante estos textos saber que Basho vivió en el XVII, porque parece un contemporáneo en su ironía autocrítica o en la contemplación de la naturaleza. Más allá del artificio poético, lo importante, lo que queda para siempre de estos haikus es la hondura lírica de su expresión ligera, la soledad en la percepción aguda del mundo, que en ellos se sigue oyendo el ladrido de un perro en la noche lluviosa y el ruiseñor sigue cantando en un sauce dormido en una fiesta en la que se unen los sentimientos y las sensaciones para crear una poesía imperecedera.

Matsuo Bashō es el poeta japonés más traducido al español. Y en esta antología se resume su mundo vital y literario: la niebla del sueño y un jardín abandonado, la primera nieve sobre las hojas del narciso y el rocío sobre el trébol, la luna sobre las ramas con gotas de lluvia, la fragancia de un árbol desconocido en flor, los pájaros que vuelan hacia islas remotas sobre la bruma del otoño, la naturaleza agitada a veces por las tormentas o los tifones, el viento que se esconde entre los bambúes, el canto de cuclillo al amanecer y la luna brillando sobre los cerezos.

O esta abarcadora sinestesia en la que el relámpago encadena la sombra y el grito de una garza:
Como un relámpago
el grito de una garza
Cruza las sombras.

Bashō concibió la escritura no sólo como un reflejo de la experiencia, sino como un intenso ejercicio espiritual enmarcado en la práctica meditativa del budismo zen y apoyado en una mirada interior que busca el sentido de las cosas y asume su sinsentido. Y el resultado es una poesía que habla de la vida y lee en el paisaje los presagios de la muerte con la mirada errante de un flâneur premoderno y oriental, de un viajero que se autodefine como “el que viaja sin dirección.”

Con estas palabras resume Ernesto Hernández Busto su trabajo como antólogo y traductor:

“En cierto momento, me atreví a hacer mis propias versiones japonesas [...] La idea fue siempre que esas versiones funcionaran como poemas en español, que el resultado final siguiera siendo poesía. Por esa razón, he preferido conectarme con la tradición de poetas que traducen a poetas: por mucho que algunas versiones de Octavio Paz, Jose Emilio Pacheco, Robert Hass, Paulo Leminski, Augusto de Campos, Cid Corman, Gary Snyder, Sam Hamill o David Young nos parezcan imprecisas o incompletas, siempre hay siempre en ellas algo de fulgor, de tensión verbal. 

Mi proyecto me obligaba, por supuesto, a escoger cuidadosamente los poemas a traducir. No todos los poemas, ni siquiera todos los buenos poemas de Bashō, admiten una traducción que preserve aunque sea parcialmente su encanto poético. Así que el primer reto fue establecer un corpus lo bastante abundante para ser representativo, y lo bastante acotado para que el trabajo de las versiones conservara la calidad poética indispensable y no traicionara las complejidades del original. He leído varias veces la obra completa de Bashō, y aún hoy tengo dudas sobre mi selección. Pero el resultado de estos cuatro años de trabajo obsesivo ya es, al menos, su antología más amplia en nuestra lengua, sin renunciar a criterios formales inseparables del género.”

Santos Domínguez


9/10/19

Lichtenberg. Cuadernos IV


Georg Christoph Lichtenberg.
Cuadernos. 
Volumen IV.
Traducción de Carlos Fortea.
Hermida Editores. Madrid, 2019.

Con una lista de ‘Libros que hay que comprar o leer’ abría Lichtenberg el Cuaderno J, que recoge sus anotaciones entre 1789 y 1793 y que ocupa el cuarto volumen que publica Hermida Editores de sus cuadernos con traducción de Carlos Fortea.

Esa anotación del 1 de enero del año de la Revolución Francesa incluía una relación de títulos muy diversos: libros de costumbres y tablas de logaritmos, astronomía y poesía universal, metafísica y gramática latina, física y mitología. Con esa lista se evidencia la amplitud de intereses intelectuales de Lichtenberg, uno de los nombres más relevantes de la cultura alemana, la insaciable curiosidad de su mirada al mundo y su tamaño como intelectual ilustrado.

Asistemático y fragmentario, el pensamiento disperso de Lichtenberg es el resultado de su talante intelectual, volcado en los amplios intereses en los que proyectó su inacabable curiosidad, que le permitía pasar con naturalidad de los experimentos físicos y el valor del dato comprobable a las divagaciones imaginativas, entre el asombro y el escepticismo, entre la comprensión compasiva y la crítica sarcástica. Y por eso cada una de sus páginas es una invitación a la reflexión crítica ante la naturaleza, las palabras o los comportamientos humanos. 

Su racionalidad y su lucidez polígrafa enfocaron todos los aspectos de la realidad, con una punzante agudeza de la que saltan chispazos intuitivos y esas luminosas esquirlas que Juan Villoro admiró en un Lichtenberg al que definió como “reportero de la inteligencia”.

Practicó el arte de no terminar nada, como señaló Enrique Vila-Matas en un texto que reivindicaba a Lichtenberg como cofundador junto a Sterne de la risa contemporánea. 

Mucho antes que Vila-Matas lo elogiaron Goethe, Nietzsche, Mann o Canetti, que resumió así su obra: “Que Lichtenberg no quiera redondear nada, que no quiera terminar nada es su felicidad y la nuestra; por eso ha escrito el libro más rico de la literatura universal.”

La profundidad de su ironía crítica, la lucidez afilada de su inteligencia, el escepticismo de su visión recorren las abundantes y enjundiosas páginas de este nuevo volumen en el que junto con reflexiones hondas aparecen otras anotaciones triviales, como esta del 2 de enero, con el pequeño dato personal, el detalle insignificante que Lichtenberg apuntaba en sus cuadernos como reflejo de su existencia diaria:

El 2 de enero aún me dura la tos, y la punta de la nariz me duele mucho cuando la aprieto, sin que me dé cuenta de que la causa es algún germen finlandés.

Y de la misma manera, conviven en estas anotaciones la reflexión sobre temas altos y hondos -la religión y la razón, la violencia y la libertad, el sexo y el arte, la historia y la crítica filosófica, el azar y la necesidad, la literatura, el conocimiento científico o la Revolución Francesa- apuntes sobre los vinos del Rhin y el Mosela, el ajedrez o los asados:

Tolero los libros quemados, pero ¡los asados quemados!

Y con mucha frecuencia, la manifestación de un Lichtenberg tan agudo y sarcástico como el de estas notas:

En Inglaterra, en un club político femenino, quedó establecido que en los casos importantes, además de la presidenta, solo dos personas podían hablar al mismo tiempo.

Su orejuda excelencia ha oído bien.

Había aprendido a jugar con unas cuantas cositas de metafísica.

Con la edición de este nuevo volumen, Hermida Editores sigue completando uno de los proyectos más ambiciosos de su espléndido catálogo: la publicación, íntegra por primera vez en castellano, de cinco tomos con los Cuadernos de Lichtenberg a partir de la edición original alemana.

Santos Domínguez

7/10/19

Ferlosio. Glosas castellanas y otros ensayos



Rafael Sánchez Ferlosio.
Glosas castellanas y otros ensayos (diversiones).
Universidad de Alcalá. Fondo de Cultura Económica. 
Madrid, 2005.

Glosas castellanas, El castellano y la Constitución, Barroco y Lenguajes son los cuatro ensayos ferlosianos en torno a la lengua que el Fondo de Cultura Económica y la Universidad de Alcalá reunieron en el volumen Glosas castellanas y otros ensayos (diversiones) en la Biblioteca Premios Cervantes.

Cuatro ensayos desarrollados con una actitud que reveló el propio Ferlosio cuando los agrupó en el misceláneo El alma y la vergüenza, del año 2000, en un apartado titulado Diversiones.

El primero, Glosas castellanas, es una de las obras de las que Ferlosio decía sentirse más satisfecho. Tiene como origen la réplica a un artículo de Lázaro Carreter y entre la gramática y la narratología y con la Teoría del lenguaje de Bühler al fondo, revela la pasión gramatical del autor en torno a tres centros de interés: el verbo traspunte, los adverbiales tristes y los compuestos nominales de verbo+complemento directo.

Los verbos blancos, la unidad textual, la deixis en phantasma, la anáfora y la analogía, la metonimia o los topónimos son objeto del genio analítico de Ferlosio, de su capacidad de observación, de relación y de reflexión.

Sobre los motivos y el sentido de El castellano y la Constitución, escribía el autor en el primer párrafo del ensayo:

Hace veinte años me había propuesto no decir ya ni mu sobre asunto de lenguaje, no por otra cosa, tras millares de noches y cientos de cuadernos, que por mi salud mental. Pero, como todavía hay personas que siguen llamándose a agravio por el primer párrafo del artículo tercero de la Constitución […] me veo empujado a hacer una excepción y “cantar la mía” —como decían en el Tartarín de Tarascón— sobre el asunto.

Cuatro ensayos que muestran a un Ferlosio lúcido y apasionado, lúdico y polémico, consciente siempre de la importancia de los mecanismos que articulan el lenguaje y la mirada a la realidad.

Santos Domínguez

4/10/19

Pedro Luis Menéndez. La vida menguante


Pedro Luis Menéndez. 
La vida menguante.
Trea Poesía.  Gijón, 2019.

Regreso a las palabras con el alma tan rota 
que los espejos llenan cada rincón del duelo, 
rompiéndose en pedazos, partiendo la esperanza 
en esquinitas mudas que hieren sin reposo 
estas horas malditas.

Porque ya no hay más viaje que el retorno al vacío.

A esta triste y confusa ceremonia de amarte, 
tan inútil y enferma como los besos agrios 
de una canción perdida.

Y las canciones mienten. 
Y los poemas sobran.

Con ese poema cierra Pedro Luis Menéndez La vida menguante, un espléndido libro que publica Trea Poesía.

Es el remate de un intenso itinerario sentimental por una pasión amorosa crepuscular, por la intimidad del vacío y las pérdidas. 

El otoño y la noche, la amenaza del tiempo y la fragilidad de la vida, el desamor y la separación o las noches de insomnio marcan la atmósfera temática de estos poemas en los que las palabras encauzan la emoción y una serena línea melódica somete a la tristeza y las derrotas a una envidiable contención expresiva.

Un itinerario sentimental que se articula en las tres partes del libro, que responden a distintas tonalidades emocionales: El camino, con su noche solitaria y silenciosa que no amanece (Mi historia son recuerdos de noches sin sosiego. /¿Quién poblará las luces que aún me sobreviven?/ Las ciudades no duermen. / Eternas condenadas a desvelar las sombras./ ¡Qué frío si amanece!); Ariadna, con el amor como brújula, como método de orientación en el laberinto de la existencia (Los herejes sabemos que alguna vez la vida / va y merece la pena. / Aunque dure un instante la eternidad es cierta) y en la secuencia de encuentros y separaciones que tienen como sombrío telón de fondo la distancia y los años que pesan sobre los amantes:

Mañana vuelvo al norte. Cruzaré la frontera 
y lloraré despacio el hueco de tus besos. 

Dos semanas. Tu cama guardará mi recuerdo.

Finalmente, en la tercera parte, Al otro lado de la desolación, la última de las tres partes en las que se organiza el libro, se imponen la soledad y la amargura, la ceniza del olvido y las sombras del recuerdo, la ausencia y el silencio. Quizá sean los de esa tercera parte los poemas de más intenso voltaje verbal y emocional, con versos como estos:

No puedo con la noche que me aplasta sin tregua, 
tan segundo a segundo, tan ausencia y silencio.

Y ya no estás.

Y en esta noche exacta de infierno sin memoria,
no  me quedan ya fuerzas para soñar contigo.

Es el mismo infierno, el mismo invierno al que regresa este otro poema:

Y regreso al infierno de las noches malditas, 
al espacio profundo en que mi alma muerta
se tortura en lo inútil de las palabras mudas,
al espigón del odio, 
          al cansancio, 
                                             al vacío.

En todas mis ventanas el luto se condensa 
en el dolor que vuelve,
irrefrenable,
frío.

Y regreso al invierno de las noches sin ti.


Santos Domínguez

2/10/19

Eloy Tizón. Herido leve


Eloy Tizón. 
Herido leve.
Treinta años de memoria lectora.
Páginas de Espuma. Madrid, 2019.

“Durante el tiempo que duraba la lectura, desaparecían tus inseguridades, temores, fantasmas, traumas y complejos. ¿Cómo decirlo? Leer te graduaba la vista mejor que las gafas. Mientras leías, dejabas de estar ciego. La vida relatada te parecía preferible a la vida sin relatar, como el reflejo de un castillo duplicado en el lago es a veces superior al castillo real. Descubriste que la literatura era un cataclismo llevadero. Y estaba siempre a mano. Gracias a ella pasaste de ser un herido grave a ser un herido leve”, escribe Eloy Tizón en el capítulo inicial de Herido leve, el volumen que publica Páginas de Espuma y en el que reúne, como explica el subtítulo, treinta años de memoria lectora.

“Libros, libros, más libros -añade Tizón -. Diamante corta diamante. Ahí empezó una nueva sacudida que lo trastocaría todo, que lo despeinaría todo, que pondría tu vida patas arriba, hasta hoy: la literatura en el centro y todo lo demás orbitando a su alrededor.”

Hay en estas páginas, además de una incursión en las claves formativas del lector que incorpora la literatura a la vida, “una meditación sobre el sentido del tiempo y la memoria lectora, tanto individual como colectiva, afectadas por todo tipo de vaivenes, tensiones y caprichos, con conclusiones a veces exaltantes y a veces melancólicas. De todo hay.”

Porque “los libros se acaban, pero no se agotan. La narrativa es, como el bosque de Macbeth, una materia sumamente movediza. Cambia de suelo. No permanece estable durante mucho tiempo.”

Herido leve tiene su origen en antiguas colaboraciones de Eloy Tizón en prensa, sometidas ahora a un proceso de cribado y reelaboración antes de integrarse en este volumen. Organizados en una estructura vertebral que las agrupa en ocho series, ocho constelaciones temáticas (los deslumbramientos del lector adolescente, la familia, el viaje, la narrativa rusa, la narrativa en lengua española...) que conectan unos libros con otros, el resultado es un centenar largo de capítulos, entre los que se incorporan algunos inéditos, aunque, como señala Eloy Tizón, “la mayoría de estos ensayos, me parece, sonarán nuevos a los oídos lectores. En su forma actual, pueden considerarse inéditos.” 

Desde la evocación de la lectura epifánica de Cien años de soledad a los dieciséis años, durante un verano en la sierra de Madrid, todo es aquí deslumbramiento y elogio de la literatura y la ficción, porque “todos somos ficciones. Lo que nos constituye como seres humanos es, básicamente, un relato. [...] Somos relatos en medio de otros relatos. Nos relacionamos con historias y por medio de historias.”

Y así se suceden en estas páginas el magisterio de Juan Eduardo Zúñiga y las miniaturas precursoras de Felisberto Hernández, la imagen de un Kafka que escribía “para detener el llanto”; otra evocación estacional: la de un invierno releyendo a Onetti hasta confundirse entre sus personajes; el latido mágico del tiempo y de la vida en los cuentos de Nabokov; la condición adolescente de Rayuela y su libertad indecisa; El arte de la ficción de David Lodge,”un libro cordial y seductor”; el sacerdocio literario de Flaubert, que “escribió en contra de sí mismo”; el elogio del detalle individual en Schwob; los paralelismos entre La montaña mágica y El desierto de los tártaros, Esperando a Godot y los personajes de los cuadros de Hopper; las portadas de Daniel Gil para Alianza Editorial y la literatura oriental de Murasaki Shikibu, Mishima o Kazuo Ishiguro; la mirada transeúnte de Alfred Döblin; la combinación de método y locura en El escarabajo de oro de Poe; el Quijote que es a la vez “la primera novela moderna” y “la novela que cancela por anticipado todas las demás novelas”; la metamorfosis del cuento actual o los corredores secretos que comunican ficción y realidad en la narrativa de Monterroso...

A partir de autores como esos, Tizón señala que “los grandes creadores obran en nosotros, parafraseando la hermosa expresión del poeta Paul Celan, un cambio de aliento. Una respiración nueva. Llamamos leer a esa modificación.”

Santos Domínguez