La generación de 1936. Antología poética
Edición de Francisco Ruiz Soriano
Cátedra. Letras Hispánicas.
Madrid, 2006.
Como una antología integral se plantea esta generosa recopilación de textos de cuarenta y un poetas que escribieron y publicaron la parte esencial de su obra poética entre mediados de los años 30 y comienzos de los 60.
Quizá hubiera sido preferible haber prescindido de ese rótulo generación, un término y un método tan desacreditados en los estudios literarios, y más cuando se reconoce que el conjunto de poetas antologados no cumpliría los requisitos exigidos por Petersen para hablar de grupos generacionales.
Pero esa cuestión, que le resta al antólogo energías y páginas del prólogo en una discusión estéril, es una cuestión menor. Lo importante en literatura y más en poesía si cabe, es que el bosque deje ver los árboles.
Ya se sabe cuáles son los riesgos de toda antología: si es demasiado restrictiva, se la critica por poco representativa; si es tan amplia como esta se echa de menos una criba y un criterio selectivo.
El valor de esta muestra que acaba de publicar Cátedra Letras hispánicas, el valor de Ruiz Soriano cuando hace esta propuesta, es el de exponer un estado de cosas, un panorama. Y cuanto más amplio sea ese panorama, mejor perspectiva se tendrá. Porque la poesía no se reduce a los cuatro o cinco autores destacados en cada grupo, en cada tendencia.
Y el panorama que refleja esta antología es el de poetas de enorme disparidad en cuanto a calidad técnica, a formación y lecturas, a trayectorias vitales muy distintas en un momento tan traumático de la historia de España, por no hablar ya de diferencias ideológicas entre unos poetas y otros, de arraigados y desarraigados, de vencedores y exiliados.
Huyendo de tentaciones reduccionistas, de simplificaciones estéticas, Ruiz Soriano ha completado en este panorama una nómina, no un escalafón, una muestra representativa y no un cuadro de honor en el que entre Miguel Hernández y Antonio Otero Seco conviven poetas mayores y menores, antiguos y modernos, clásicos y vanguardistas: Luis Rosales y Rafael Dieste, Gil- Albert y Panero, Ramón Gaya y Muñoz Rojas.
Esa promoción del 36, que la fecha de la guerra y la del centenario de Garcilaso, ¿tuvo un espíritu de grupo? Es posible: la rehumanización, el neorromanticismo, la recuperación de los modelos estróficos y expresivos de la poesía clásica son sus líneas de fuerza. Pero también es verdad que esas tendencias las ponen en práctica los poetas del 27 por esos años previos a la guerra civil.
A dar idea de la encrucijada que fue aquella poesía, a dibujar el mapa de aquel cruce de caminos estéticos y éticos contribuye esta reunión de voces que ha convocado Francisco Ruiz Soriano en esta que, como todas y casi por definición, es una antología discutible, pero de un evidente interés. No va a servir para establecer un canon jerárquico, porque esta no es una apuesta, pero consigue elaborar un panorama poético de la época, panorama que sería ininteligible sin esos poetas menores en los que confluyen actitudes, temas y técnicas que recogen la herencia del pasado y abren trabajosamente caminos para la poesía posterior, como esta antología abre caminos a los lectores.
Quizá hubiera sido preferible haber prescindido de ese rótulo generación, un término y un método tan desacreditados en los estudios literarios, y más cuando se reconoce que el conjunto de poetas antologados no cumpliría los requisitos exigidos por Petersen para hablar de grupos generacionales.
Pero esa cuestión, que le resta al antólogo energías y páginas del prólogo en una discusión estéril, es una cuestión menor. Lo importante en literatura y más en poesía si cabe, es que el bosque deje ver los árboles.
Ya se sabe cuáles son los riesgos de toda antología: si es demasiado restrictiva, se la critica por poco representativa; si es tan amplia como esta se echa de menos una criba y un criterio selectivo.
El valor de esta muestra que acaba de publicar Cátedra Letras hispánicas, el valor de Ruiz Soriano cuando hace esta propuesta, es el de exponer un estado de cosas, un panorama. Y cuanto más amplio sea ese panorama, mejor perspectiva se tendrá. Porque la poesía no se reduce a los cuatro o cinco autores destacados en cada grupo, en cada tendencia.
Y el panorama que refleja esta antología es el de poetas de enorme disparidad en cuanto a calidad técnica, a formación y lecturas, a trayectorias vitales muy distintas en un momento tan traumático de la historia de España, por no hablar ya de diferencias ideológicas entre unos poetas y otros, de arraigados y desarraigados, de vencedores y exiliados.
Huyendo de tentaciones reduccionistas, de simplificaciones estéticas, Ruiz Soriano ha completado en este panorama una nómina, no un escalafón, una muestra representativa y no un cuadro de honor en el que entre Miguel Hernández y Antonio Otero Seco conviven poetas mayores y menores, antiguos y modernos, clásicos y vanguardistas: Luis Rosales y Rafael Dieste, Gil- Albert y Panero, Ramón Gaya y Muñoz Rojas.
Esa promoción del 36, que la fecha de la guerra y la del centenario de Garcilaso, ¿tuvo un espíritu de grupo? Es posible: la rehumanización, el neorromanticismo, la recuperación de los modelos estróficos y expresivos de la poesía clásica son sus líneas de fuerza. Pero también es verdad que esas tendencias las ponen en práctica los poetas del 27 por esos años previos a la guerra civil.
A dar idea de la encrucijada que fue aquella poesía, a dibujar el mapa de aquel cruce de caminos estéticos y éticos contribuye esta reunión de voces que ha convocado Francisco Ruiz Soriano en esta que, como todas y casi por definición, es una antología discutible, pero de un evidente interés. No va a servir para establecer un canon jerárquico, porque esta no es una apuesta, pero consigue elaborar un panorama poético de la época, panorama que sería ininteligible sin esos poetas menores en los que confluyen actitudes, temas y técnicas que recogen la herencia del pasado y abren trabajosamente caminos para la poesía posterior, como esta antología abre caminos a los lectores.
Santos Domínguez