22 mayo 2015

Caballero Bonald. Desaprendizajes


José Manuel Caballero Bonald. 
Desaprendizajes.
Seix Barral. Barcelona, 2015.

Tu tarea consiste justamente en desocupar de falacias las volubles informaciones que se fueron juntando en tu experiencia, desplazar esos conocimientos a los trasuntos perdidizos del olvido, corregir desde el fondo lo infundado. Todavía estás a a tiempo de comenzar a reconstruir tu casa, reescribir tu historia, desaprendiendo al fin lo consabido.

Con esas líneas termina Desaprendizajes, el texto que contiene las claves del último libro de José Manuel Caballero Bonald.  Y ese es lógicamente el título del volumen que publica Seix Barral.

Todo lo subterráneo tiene un orden, escribe en uno de los poemas del libro. Y a encontrar ese orden, a explorar las claves invisibles de lo visible, a reordenar la realidad con la palabra se orientan los poemas de Desaprendizajes, que contienen en su incansable voluntad interrogativa una propuesta de restablecimiento del sentido, una reinterpretación del mundo a través de una poesía visionaria y desobediente en la que se conjugan ética y estética, crítica y memoria.

Como en gran parte de la obra de Caballero Bonald, el poema se convierte en un entramado lingüístico que contiene su propias claves porque vertebra una nueva imagen de la realidad, porque el texto es el resultado de una construcción verbal en la que se practica también el desaprendizaje de la gastada carga informativa del lenguaje para abordar un redescubrimiento del mundo, a medio camino entre las revelacionas iluminativas de los místicos y las exploraciones alucinadas de Rimbaud.

A esa nueva luz, con esa mano que toca el mundo para redescubrirlo, se suceden en los textos de Desaprendizajes el canto de los pájaros en la mañana de una fronda de cipreses, la mirada crítica sobre el paisanaje andaluz, la ambivalencia de un espejismo nocturno en el Campo del Sur o la identidad propia anclada en el frágil cañamazo en que se hilvana la memoria.

Deambulaciones en busca del secreto por los territorios oscuros de la conciencia y el recuerdo, aproximaciones al borde del abismo de los acantilados, rastreo de indicios retrospectivos… Esas son algunas de las claves de un libro que practica una poética de las heridas, pero es también una suma de discrepancias, una guía de perplejos y el relato de un viaje al fondo secreto de las cosas, al encuentro de sí mismo por parte de un poeta instalado conscientemente en la nocturnidad cuando la luz declina como la conciencia y el tiempo es una atenuada imperfección.

Santos Domínguez

20 mayo 2015

Ferlosio. Pecios reunidos


Rafael Sánchez Ferlosio.
Campo de retamas.
Pecios reunidos.
Literatura Random House. Barcelona, 2015.

'Es por el beso, no por las monedas.' Así dice en el árbol del ahorcado, escribe Rafael Sánchez Ferlosio en uno de los pecios reunidos en el volumen Campo de retamas, que publica Random House.

Porque la verdad, como decía Poe por boca de Dupin y como recuerda Sánchez Ferlosio en el texto epilogal (Como a manera de epílogo) “no siempre está dentro de un pozo” y “en lo que se refiere al conocimiento más importante, la verdad es siempre superficial”, estos textos huyen del “fraude de la profundidad, fetiche de los necios" del que advierte en el pecio inicial, Como a manera de prólogo. 

Entre esos dos textos que enmarcan el conjunto, Campo de retamas recoge los pecios completos de Ferlosio: los inéditos y dispersos en prensa, los publicados en 2002 en La hija de la guerra y la madre de la patria, los que aparecieron en 1994 en el volumen Vendrán más años malos y nos harán más ciegos. Y, finalmente, una serie de cartas al director reconvertidas en pecios, esos restos que flotan en la superficie del mar tras un naufragio y que aparecen ahora en una edición preparada por Ignacio Echevarría y revisada, purgada, pulida o matizada por el propio autor. 

A medio camino entre las reflexiones y los tanteos del Juan de Mairena machadiano, las anotaciones marginales y los aforismos de los moralistas franceses del XVII, estos textos breves abarcan un amplio espectro temático en el que se suceden el cine y la guerra, el deporte y el patriotismo, la realidad problemática de España, la cultura o la educación, muchas veces a partir de materiales periodísticos,

Pero esa variedad temática la unifica una mirada crítica y desengañada que no elude en su exigencia ética e intelectual la autocrítica, que huye siempre de la ocurrencia ingeniosa, de la burbuja chispeante, de los fuegos de artificio y que evita el alambicamiento de la prosa tanto como la simpleza de la frase.

Hay en estos pecios una conjunción ejemplar de pensamiento y escritura, de lucidez y buena prosa,de pesimismo y curiosidad intelectual. Y en estas reflexiones ocupa siempre el lenguaje un espacio central, con una crítica especial a las lexicalizaciones como síntoma de la rutina y de la pereza mental que tiende a repetir fórmulas gastadas hasta convertirlas en tópicos verbales.

Santos Domínguez




18 mayo 2015

Alberto Manguel. Una historia natural de la curiosidad


Alberto Manguel.  
Una historia natural de la curiosidad. 
Traducción de Eduardo Hojman.  
Alianza Editorial, 2015.  

¿Qué es la curiosidad?, ¿qué queremos saber?, ¿cómo preguntamos?, ¿qué es el lenguaje?, ¿quién soy?, ¿qué hacemos aquí?, ¿dónde está nuestro lugar?, ¿qué hay después?, ¿por qué suceden las cosas? ¿qué es verdadero?

Son algunas de las preguntas sobre las que se organizan los diecisiete capítulos de la Historia natural de la curiosidad que publica Alianza Editorial, el recorrido que propone Alberto Manguel por la evolución del impulso por conocer, una actitud interrogativa vinculada a la imaginación y a su potencia creativa porque imaginamos para existir y sentir curiosidad para alimentar nuestro deseo imaginativo.

Desde los incansables y agotadores interrogatorios infantiles a las preguntas socráticas pasando por el que sais-je? de Montaigne, en las preguntas se encauza una curiosidad que indaga sobre el mundo, sobre los demás y sobre nosotros mismos.

Son esos los tres vértices de un triángulo interrogativo que funciona como un medio para declarar nuestra pertenencia al género humano cuando las proposiciones afirmativas se convierten en preguntas como las que vertebran la estructura de este magnífico viaje por la historia del hombre y de la cultura, del lenguaje y la mirada a través de las interrogaciones, porque la curiosidad es el arte de hacer preguntas.

¿Por qué?’ (en sus distintas variaciones) –escribe Manguel- es una pregunta mucho más importante en su formulación que en las posibles respuestas. El hecho mismo de pronunciarla abre innumerables posibilidades, puede acabar con los prejuicios, resumir dudas interminables. Es posible que arrastre, en su estela, algunas respuestas tentativas, pero si la pregunta es lo bastante poderosa, ninguna de esas respuestas resultará completamente satisfactoria. Como los niños intuyen, ‘¿por qué?’ es una pregunta que, implícitamente, ubica nuestro objetivo siempre más allá del horizonte.

Y porque todo empieza con un viaje, nadie mejor que Dante como guía del viaje que nos propone Manguel: Se me ocurrió que, siguiendo el ejemplo de Dante de tener guías para sus viajes -Virgilio, Estacio, Beatriz, San Bernardo- yo podría elegir a Dante como guía por el mío, y permitir que sus preguntas me ayuden a marcar el rumbo de las mías.

Un Dante que conocía el doble sentido de la curiosidad y su naturaleza ambigua, que planteó su peregrinación poética impulsado por el deseo de conocer, estimulado por la búsqueda, porque la gran búsqueda que comienza en la mitad del viaje de nuestra vida y termina con la visión de una verdad que no puede expresarse en palabras está plagada de interminables distracciones, desvíos laterales, recuerdos, obstáculos intelectuales y materiales y equivocaciones peligrosas, así como por errores que, a pesar de su apariencia de falsedad, son verdaderos.

Por eso esta Historia natural de la curiosidad, además de un intenso recorrido por la Divina Comedia de la mano de Manguel, es una peregrinación por las distintas vertientes de la curiosidad como estímulo intelectual, un viaje por los mecanismos de búsqueda que impulsan el conocimiento y las preguntas que hacen que avancemos o nos perdamos: de Ulises a la nave Curiosity que aterrizó en Marte, de la curiosidad destructiva de Pandora, Adán y Eva a Rabelais, al Sócrates de los diálogos de Platón o a Hume, que diferenció entre el amor al conocimiento y la curiosidad natural.

¿Por qué una historia natural de la curiosidad?, podría preguntarse el lector antes de leer estas páginas en las que encontrará más preguntas que respuestas. Cuando haya leído el libro quizá no tenga tampoco una respuesta, pero la pregunta ya no tendría sentido a esas alturas, porque el modo interrogativo conlleva la expectativa, no siempre cumplida, de una respuesta; por incierto que sea, es el instrumento primordial de la curiosidad. La tensión entre la curiosidad que lleva a un descubrimiento y la que lleva a la perdición late en todos nuestros esfuerzos.

Santos Domínguez

15 mayo 2015

Preludios a una noche total


Antonio Colinas.
Preludios a una noche total.
Libros del Aire. Colección Jardín Cerrado. Madrid, 2015.


En el prólogo -Tantos años después- que ha escrito para esta reedición de Preludios a una noche total en Libros del Aire, Antonio Colinas explica que es un libro en el que "se decanta la que era y habría de ser mi voz", porque "en él están ya presentes algunas de las características esenciales de la misma: la emoción, la intensidad y la pureza formal."

Escrito entre octubre de 1967 y junio de 1968, en nueve meses de gestación casi humana, el libro se encomienda a dos significativas voces protectoras, la de Vicente Aleixandre con su potencia cosmogónica y la de Valéry con su depurada luminosidad.

Casi medio siglo después de su escritura, los poemas de Preludios a una noche total han resistido sin apenas desgaste la prueba implacable del tiempo. En ellos, la naturaleza y el amor son los cauces temáticos por los que discurre la actitud vertebral de la poesía de Colinas: la búsqueda de la plenitud esencial del ser.

Y así, con la armonía solemne de los alejandrinos o con la serenidad clásica del endecasílabo, el poeta evoca la noche honda de la plenitud en unos poemas que trazan el relato de un descenso desde la cima, el regreso de la noche oscura de los místicos.

Égloga, elegía, oda, reunión de géneros poéticos para exaltar la fusión con la naturaleza en un viaje desde la nieve a la transparencia liquida de la luz, para lamentar la ausencia iluminada con un neorromanticismo que tiene menos que ver con la sentimentalidad que con la ambición de conocimiento.

Por eso no es casualidad que el poema que cierra el libro sea Invocación a Hölderlin, que prefigura su libro siguiente -Truenos y flautas en un templo-, una obra que empezaría a escribir en otoño de 1968 y en la que fundiría cultura y vida con la misma intensidad de los tres últimos versos del poema final de los Preludios, donde están las raíces de su obra posterior:

Rasga los polvorientos velos de tu memoria
y que discurra el sueño, y que sepamos todos
de donde brota el agua que sacia nuestra sed.

Santos Domínguez

13 mayo 2015

La imaginación en la jaula


Javier Aparicio Maydeu,
La imaginación en la jaula.
Razones y estrategias de la creación coartada.
Cátedra. Madrid, 2015.

Con La imaginación en la jaula, que acaba de publicar Cátedra, cierra Javier Aparicio Maydeu su imprescindible tetralogía crítica El artista en sus laberintos, que aborda la ficción y la creación artística contemporáneas desde una perspectiva múltiple y analiza con una mirada pluridisciplinar la siempre problemática secuencia tradición, imaginación, creación y recepción.

Una mirada comprensiva e integradora que se proyecta sobre una realidad compleja: la de la creación contemporánea, en la que desde la vanguardia hasta la actualidad se ha producido una serie tan vertiginosa de cambios que no pueden enfocarse con métodos analíticos propios del siglo XIX, adecuados quizá para acercarse al mundo narrativo de Pereda o de Galdós, pero ineficientes ante el artefacto de la ficción contemporánea de la posmodernidad o de la hipermodernidad actual.

Por eso la aportación esencial de Aparicio Maydeu es metodológica, especialmente en este volumen, que analiza el papel de la imaginación en la creación actual atendiendo también al cambio de método en los procesos artísticos paralelos –pintura, cine, música-, a los condicionantes del mercado editorial y a las nuevas tecnologías desde la perspectiva de los fenómenos sociológicos y tecnológicos que condicionan la creación.

Se completa así un estudio que no pretende proporcionar certezas, sino compartir incertidumbres sobre una época en la que la creación está sometida a la vigilancia del mercado y a las nuevas condiciones tecnológicas con una extraordinaria aceleración de los procesos creativos, lo que conlleva serios peligros como la relajación de la autocrítica, el debilitamiento de la originalidad o la disolución del concepto de autoría.

Todo ese proceso -Razones y estrategias de la creación coartada nos avisa el subtítulova ligado al descrédito de la imaginación en un nuevo contexto en el que han cambiado las reglas del juego y el autor está sometido a un asedio múltiple por parte del mercado, los media o la tecnología.

Y estas son algunas de sus secuelas más reconocibles: el control de la imaginación, la trivialización del talento, la imposición de los géneros editoriales que con su propensión a la comercialidad desplazan a los géneros literarios, las distintas modalidades de artefactos narrativos con vocación de best sellers, elaborados industrialmente para llegar a un público lector tan amplio como poco exigente: de la no ficción a la autoficción, de la novela histórica al porno para mamás pasando por el thriller y sus diversas variantes. 

Es un panorama en el que como señala el título de un capítulo estar es más que ser, aunque al final –ese es el único consuelo- el talento ni se contagia ni se fabrica. Y es que la era digital ha hecho que se pase de la ansiedad de la influencia -a la que dedicó un estudio memorable Harold Bloom- a la ansiedad de la confluencia gregaria: en redes, en grupos, en promociones que aumentan la visibilidad de los autores aunque desdibujen su voz personal en un texto incompleto que requiere de paratextos que completen su sentido, porque la creatividad en estado puro debe valerse ahora de recursos complementarios como solapas, contracubiertas, preámbulos, epílogos, índices, notas a pie de página y un largo etcétera. 

En ese paisaje de fondo se perfila una crisis de la imaginación creativa que da lugar al apropiacionismo y a la creación parasitaria en la posmodernidad, a la metaficción y a los variados métodos de suplencia de la imaginación, a una creatividad puesta al servicio de la industria cultural que marca tendencias en las diversas corrientes de la narrativa contemporánea: la banalización, la globalización o el eclecticismo como señas propias de la posmodernidad.

Si en Continuidad y ruptura se proponía una gramática de la tradición en la cultura contemporánea y se describían las tensiones entre tradición y originalidad; si en El desguace de la tradición el análisis de los mecanismos técnicos de la ficción nos llevaba al taller de la narrativa del siglo XX y en Lecturas de ficción contemporánea se abordaban la relaciones entre creación y canon y se analizaba la recepción en relación con la tradición, La imaginación en la jaula, como explica el propio Javier Aparicio Maydeu, tiene un doble objetivo: Un estudio de los fenómenos sociales y tecnológicos que están alterando la visión tradicional del proceso creativo sustentado en conceptos como el de imaginación, y una reflexión en torno a cómo debemos considerar a partir de ahora esa misma imaginación que seguramente será menos el resultado de una fantasía individual y más un complejo sistema de asociaciones de ideas, propias y ajenas, que den como resultado una respuesta del consumidor.

Culmina así su autor una tetralogía que vista en perspectiva persigue al artista contemporáneo a lo largo y estrecho de sus laberintos de altos setos, vanidad insoslayable y excesiva ansiedad.

Santos Domínguez



11 mayo 2015

Eduardo de Ontañón. Cuartel general


Eduardo de Ontañón.
Cuartel general.
La vida del general Miaja en 30 capítulos.
Edición de Ignacio Fernández de Mata. 
Cálamo. Palencia, 2014

Publicado en 1938, con las tropas franquistas a las puertas de la Barcelona asediada donde se había editado, los ocupantes quemaron los ejemplares de Cuartel general, una obra que había sido encargada al periodista y animador cultural burgalés Eduardo de Ontañón por el gobierno republicano a través de la editorial Nuestro pueblo.

De aquellos almacenes no llegó a salir y no se distribuyó, por lo que no figuraba hasta ahora en la referencias bibliográficas sobre la literatura de la guerra civil ni en los estudios sobre la figura del general Miaja, que dirigió la defensa de Madrid desde noviembre de 1936. 

Se salvó un único ejemplar, guardado quizá con intención de utilizarlo luego como prueba de cargo. Y ese es el que ha servido de base para esta recuperación en la serie Claves de Ediciones Cálamo

Se trata de una obra que va más allá del mero ejercicio de propaganda y enaltecimiento del héroe que se toma como símbolo ejemplar de la resistencia popular ante el fascismo. Porque más allá de su carácter propagandístico, esta obra, planteada como una biografía heroica para mantener la moral de los combatientes y de la población del Madrid asediado, es una crónica intrahistórica de la guerra en Madrid, un relato ágil que no cae nunca en el peligro de la hagiografía, un conjunto de viñetas escritas con una bien trazada prosa en las que Ontañón da muestras de su capacidad descriptiva y de su solvencia en la captación de ambientes o en el retrato de personajes.

Andan por aquí Franco, traidor y sumiso con su carita de peluquero parisino y su boca babosa de eses; el general Serrano, al que una descarga de fusilería del traidor agareno le corta mortalmente una arenga en el Rif en 1924, un don Niceto ceceante y tenso o un Mola simulador y perjuro al teléfono.

Pero todo gira, como es lógico, alrededor de la figura del biografiado, que aparece aquí en un enfoque integral que no sólo lo representa como el militar del pueblo que pasó de ser casi un desconocido a convertirse en emblema de la resistencia de Madrid desde el 6 de noviembre de 1936, sino como persona: de hecho Miaja en persona se titula significativamente uno de los capítulos del libro. 

De esta muy oportuna recuperación de Cuartel general se ha responsabilizado Ignacio Fernández de Mata, que ha puesto al frente de la edición un estudio introductorio donde presenta el contexto histórico e intelectual en el que se escribe esta obra y el trasfondo político y militar que constituye su eje temático: la creación de la Junta de Defensa y la batalla de Madrid.

El conjunto se organiza en treinta capítulos breves en forma de crónica, un formato muy frecuente en las obras propagandísticas de la zona republicana durante la guerra civil al que se ajustó más de una vez Eduardo de Ontañón, sobre quien escribe el autor de esta edición: El aciago destino de su vida también tiene algo de emulación de este libro: olvidado, ha perdido, ignorado. Al menos hasta hoy.

Santos Domínguez

08 mayo 2015

Emily Dickinson. Antología bilingüe


Emily Dickinson.
Antología bilingüe.
Selección y traducción de Amalia Rodríguez Monroy.
El libro de bolsillo Alianza Editorial. Madrid, 2015.

“Si la obra de arte se resiste siempre a la interpretación, en el caso peculiarisimo de Emily Dickinson (1830-1886) esa resistencia al sentido -sobre todo al sentido común- se presenta al lector como clave central de lectura”, escribe Amalia Rodriguez Monroy en el prólogo intenso y profundo que abre su traducción de una muestra antológica de la irrepetible poeta de Amherst que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial.

Una espléndida introducción al mundo poético de Emily Dickinson, un acercamiento al poema como abismo y como enigma, a su palabra ensimismada y misteriosa, una incursión en el espacio prohibido de la excepción y el margen en el que se instaló aquella mujer desolada que decidió un día encerrarse en una habitación en la que la acompañaron la angustia y la soledad, mientras veía por la ventana esa cosa con plumas que se llama esperanza:

Luego el Espacio -comenzó a tocar a muerto,
Y todos los Cielos eran una Campana.

Tan extraña y opaca como su poesía, Emily Dickinson se aisló del mundo en una clausura progresiva y física como la ceguera que sufrió en sus últimos años. Atravesó episodios sucesivos de exaltación desmesurada y profundo desánimo que se reflejan en los poemas que mantuvo a resguardo del mundo y de los que publicó sólo cinco en vida.

Desde 1861, se había parapetado detrás de lo que ella misma llamaba mi blanca elección. A partir de entonces llevó un luto particular de color blanco. Se recluyó tras los muros íntimos de la casa familiar, ajena a la atmósfera asfixiante de una ciudad pequeña. Entre el entusiasmo creativo y las horas de plomo, Emily Dickinson quiso hacer de la poesía una casa embrujada semejante a la naturaleza. Hasta que murió en esa mítica penumbra en 1886, casi nadie la vio y de ella sólo se conserva esa diáfana imagen de una blanca mariposa de la luz.

Pese a ese carácter secreto y privado de su poesía, pese al conocimiento tardío y al aún más tardío reconocimiento de su obra, su influencia es comparable a la de Baudelaire, Hölderlin, Withman o Rimbaud. Su personalidad escindida entre el encierro físico y la huida espiritual proyectó en su obra las renuncias y los desengaños, las sublimaciones y las represiones de un ambiente puritano y calvinista como el de la Nueva Inglaterra de la que procedían los Dickinson.

Entre la distante frialdad y la emoción contenida y expresada con una inusual intensidad verbal, con una constante ambigüedad, con una enigmática retórica de la elipsis y el silencio y una radical concentración expresiva que satura de sentido las palabras, la poesía fue la vía de escape de su personalidad atormentada, la forma de expresión de su mundo ensimismado y ciclotímico en el que la muerte es a la vez liberación y aniquilación.

Poesía tan hermética e inquietante, tan clara y oscura como el mundo pequeño en el que se encerró su autora, retirada de la vida y confinada en los límites de su cuarto y un jardín que veía desde la ventana, con una discreta rebeldía ante la sociedad puritana de la que fue no sólo víctima, sino una de sus flores más pálidas y tristes.

La de Emily Dickinson es una poesía del pensamiento que indaga en lo inconcebible, una exploración en los límites del conocimiento. Por eso uno de sus núcleos temáticos es el de la muerte. Además de un problema existencial, la muerte fue para un reto epistemológico y el tema central de su peculiar poesía, siempre fuera del tiempo y del espacio. La forma de afrontar ese tema es un tanteo en las sombras y en el vacío, una indagación a ciegas en el misterio, un viaje intelectual o emotivo hacia el enigma.

Recorrer estos textos es lanzar una mirada al vacío para asistir al deslumbramiento de esos "espacios abismales" a los que alude la traductora en su prólogo. Los poemas de Emily Dickinson sitúan al lector en el ámbito de lo extraño, habitan unos espacios que están en los límites que separan la vida y la muerte, el sueño y la vigilia, el dolor y el consuelo, la realidad y la fantasía

Y ese Blanco sustento -
La Desesperación.

Una traducción en la que Amalia Rodríguez Monroy resolvió brillantemente un doble reto, porque "hube de enfrentarme a mi propio miedo de que las palabras digan menos cuando son ya letra y, en cambio, había que aguzar el oído para seguir el sentido a través de sus torrentes, de sus aguas límpidas, de sus vertientes, de sus pausas o quietudes y del silencio."

Santos Domínguez

06 mayo 2015

Cuadernos Lichtenberg


Georg Christoph Lichtenberg.
Cuadernos, I.
Traducción de Carlos Fortea.
Prólogo de Jaime Fernández.
Hermida Editores. Madrid, 2015.


¿Qué tal se ha encontrado en esta compañía? Respuesta: muy bien casi tanto como en mi habitación, anotaba Georg Christoph Lichtenberg en uno de los tres Cuadernos, el que escribió entre 1768 y 1771, que contiene el primero de una serie de volúmenes en los que Hermida Editores acometerá por primera vez en español la edición íntegra de los Cuadernos de Lichtenberg a partir de la edición original alemana.

Con traducción de Carlos Fortea y una estupenda introducción de Jaime Fernández –Toda una Vía Láctea de ocurrencias-, acaba de llegar a las librerías este primer, espléndido tomo con las anotaciones de aquel hombre que se ha convertido en prototipo del intelectual ilustrado, del científico humanista y en uno de los nombres más relevantes de la cultura alemana. 

Durante treinta y cinco años fue registrando en sus cuadernos libretas cientos de apuntes y borradores con observaciones, microensayos y exabruptos, con ocurrencias y reflexiones. Se publicaron póstumos y parcialmente desde 1801, aunque la primera edición completa no apareció hasta 1971.

La literatura y la historia, la religión y la filosofía, el cuerpo y el alma, el amor y la muerte son algunos de los temas universales que suscitaron la atención siempre lúcida y a menudo irónica de Lichtenberg, de quien dijo Goethe que en donde él gastaba una broma había siempre un problema escondido.

Buscó el aislamiento en todo lo que no fueran relaciones hormonales y negocios afectivos, a los que era tan aficionado como a los amplios intereses en los que proyectó su inacabable curiosidad dispersa.

Practicó el arte de no terminar nada, como señaló Enrique Vila-Matas en un texto que reivindicaba a Lichtenberg como cofundador junto a Sterne de la risa contemporánea.

Mucho antes que Vila-Matas lo elogiaron Goethe, Nietzsche, Mann o Canetti, que resumió así su obra: “Que Lichtenberg no quiera redondear nada, que no quiera terminar nada es su felicidad y la nuestra; por eso ha escrito el libro más rico de la literatura universal.”

Esa tendencia a lo fragmentario lo convierte en un profeta de la posmodernidad y algunas de sus observaciones sobre la importancia reveladora de los sueños y sobre la necesidad de escribir una historia del hombre dormido se anticipan a las teorías del psicoanálisis y al superrealismo.

Despreció el sentimentalismo porque “cualquier borrego puede razonar a partir de los sentimientos.” Su racionalidad y su lucidez polígrafa enfocaron todos los aspectos de la realidad, con una punzante agudeza de la que saltan chispazos intuitivos y esas luminosas esquirlas que Juan Villoro admiró en un Lichtenberg al que definió como “reportero de la inteligencia”.

Profesor de Física y Matemáticas en Gotinga, ejerció la sutileza como método e hizo de la realidad el campo de su ilimitada curiosidad. Con esa amplitud de campo frente a la docta barbarie de los eruditos especializados, fue de la física al teatro, de las matemáticas a la macrobiótica pasando, claro está, por la literatura y la filosofía. 

Aquel “ilustrado imperfecto”, como lo define Jaime Fernández en el prólogo, pasó con naturalidad de los experimentos físicos y el valor del dato comprobable a las divagaciones imaginativas, entre el asombro y el escepticismo, entre la comprensión compasiva y la crítica sarcástica: He visto en todas partes que la fuerte ambición y la desconfianza caminan juntas.

Si, como señala Jaime Fernández en su espléndido prólogo, Francia tiene a Montaigne y Alemania a Lichtenberg, los lectores tenemos a los dos gracias a esfuerzos tan admirables como el de esta edición.

Santos Domínguez

04 mayo 2015

Manual de retórica


Bice Mortara Garavelli.
Manual de retórica.
Traducción de Mª José Vega.
Cátedra. Madrid, 2015.

Desde que se publicó su primera edición, hace casi veinticinco años, el Manual de retórica de Bice Mortara Garavelli, que reedita ahora Cátedra en su serie Crítica y Estudios literarios, se ha convertido en un texto de referencia para la crítica especializada y en un manual indispensable en la bibliografía académica de los distintos planes de estudio que tienen en la Filología uno de sus ejes.

Organizada como un tríptico, se aborda en esta obra el recorrido histórico de la retórica clásica, desde la Antigüedad grecolatina hasta la Edad Media, la supervivencia de su legado en la práctica literaria posterior y en la actualidad y finalmente la aparición de nuevas tendencias –como la retórica de la cotidianeidad o la del silencio- que reivindican la dignidad científica de la disciplina y sus aportaciones expresivas en el nivel conversacional.

Por eso este libro es mucho más que un mero manual de consulta de tropos, figuras o de las distintas articulaciones de la elocuencia en el discurso: frente a las connotaciones despectivas que rodean a veces la retórica y lo retórico, este manual es una reivindicación de su importancia y su vigencia en el lenguaje de la publicidad y una exploración de su presencia en la lengua cotidiana.

La amplitud de su campo lo delimita así Bice Mortara en los Preliminares del libro:

Cuando se dice “retórica” se habla de dos cosas mutuamente dependientes pero muy distintas. La una es la práctica y la técnica comunicativa, y también el modo en que nos expresamos (persuasivo, apropiado, elegante, adornado...; y, al degenerar, falso, redundante, huero, pomposo, etc.) /.../ La otra cosa que recibe el nombre de retórica es una disciplina, y, por tanto, un conjunto articulado de doctrinas: es la ciencia del discurso (lugar de teorías filosóficas), el conjunto de las reglas que describen su (buen) funcionamiento. Los rétores, desde la Antigüedad hasta el siglo XIX, y aún después, han organizado la disciplina como una preceptiva: la preceptiva del “hablar bien”, esto es, de la elocuencia; la acompaña, como veremos, la gramática o conjunto de normas para “hablar correctamente”.

Retórica, pues, quiere decir “práctica” y “teoría”: elocuencia y sistemas de normas que han de respetarse para ser ‘elocuentes’ y que son objeto de estudio sistemático.

La traducción, firmada por una experta filóloga de prestigio, Mª José Vega, le da un valor añadido a este Manual de retórica que llega ahora en España a su cuarta edición.

Santos Domínguez

30 abril 2015

Sombras chinescas


Agustín María García López.
Sombras chinescas.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2015.


Coronado de agua recorro el laberinto; me adentro por tus calles de zarzales ardiendo. Zozobro en las sirenas de tus mudos recuerdos; por tus altas bodegas de bolitas de anís... Y me quedo soñando. Con trenes en la noche. Con risas de otras lluvias y otros sueños. Por entre el cisco húmedo de un hato de recuerdos, de un racimo olvidado de alhucemas y besos.

Es uno de los fragmentos, en bien medida prosa, de Sombras chinescas, el libro que Agustín María García López publica en la colección Tierra de La Isla de Siltolá.

Organizado en cuatro partes, la fundamental, a la que pertenece ese texto, es la que agrupa veinticuatro espléndidos fragmentos bajo el título De un manuscrito hallado en Algeciras.

Como en el resto del libro, el mar y la tierra, el recuerdo y el sueño, el amor o el viento en los veleros son el ámbito real o emocional de las navegaciones y los naufragios que evocan a Coto Maltés en una de las secciones de una obra en la que los fragmentos de prosa poética componen un mosaico en el que el poeta traza las líneas que dibujan su autorretrato:

No vivía en la tierra. Ni en el mar. Ni en el aire. Ni tampoco en el fuego.

Pero había desangrado su corazón en la copa de un árbol, teñido de aventura la espuma, encendido la brisa con vilanos de oro.

¡Hace ya tantos años...!

Quizás fuese la tierra, y el mar; y el aire, el fuego... O nada.

Textos en los que habla el mundo con su voz de agua o de árbol o estrella y el poeta reconoce su rostro en cada ola con la sombra del tiempo al fondo:

-Ya pasó nuestra hora.
Mira a tu espalda el río
convirtiéndose en sangre.


Santos Domínguez

29 abril 2015

Fernando Marías. La isla del padre


Fernando Marías.
La isla del padre.
Premio Biblioteca Breve.
Seix Barral. Barcelona, 2015.

La isla del padre, la novela con la que Fernando Marías obtuvo hace pocos meses el último Premio Biblioteca Breve, tiene su génesis exacta el día 3 de junio de 2013, cuando muere Leonardo Marias. 

Aquella última palabra que no pudo pronunciar el padre en sus últimos momentos es el origen de esta novela que empieza a escribirse en el momento justo del tránsito, desde el silencio y la inmovilidad de ese trance irrepetible para "tirar junto a mi padre muerto del hilo invisible de una palabra jamás pronunciada: eso es este libro."

La isla del padre es un texto escrito a borbotones, y se leería a borbotones si no fuera porque su intensidad emocional obliga al lector a detenerse para tomar aire. Un libro imprevisto que se impone a su autor con la fuerza de esa memoria que vuela "victoriosa sobre el olvido y sobre la muerte." Una obra que convierte el trauma en literatura y la muerte en vida, una investigación emocional en el miedo mutuo, porque La isla del padre trata "del miedo mutuo que desde el primer momento nos tuvimos mi padre y yo y de cómo logramos superarlo."

Esa exploración en la niebla del pasado y en la figura del padre, que desde algún lugar del sueño le seguirá dando ánimos, tiene unos referentes que sirven de asidero a la memoria y de hilos conductores de la novela: el monte Pagasarri y un árbol que hay a la bajada, el buque Aurora o un día llamado temblores. 

Porque este es un libro en el que la memoria aluvional del tiempo es también la memoria del espacio, un mapa privado que recorren libros y películas, fotografías y paisajes familiares con los que la biografía del padre se transforma poco a poco en la autobiografía del hijo, que -como aquel personaje de Borges- acaba comprendiendo que"ese paciente laberinto de lineas traza la imagen de su cara."

Por eso, incluso cuando se intenta resumir con frialdad distante en un párrafo la vida del padre, irrumpe, con la fuerza de la emoción contenida, el yo: 

"Leonardo Marías Barreras nació en Carranza, valle de Vizcaya, el 9 de noviembre de 1919. Hijo de una familia muy humilde que se trasladó pronto a Bilbao, al comienzo de la guerra civil, a los dieciséis años, se presentó voluntario para luchar por la República. Tras la caída de Bilbao fue capturado y enrolado a la fuerza en el ejército de Franco, después de que un suceso extraordinario le salvara de ser fusilado. Acabó la guerra en Madrid, y allí se quedó unos años, hasta que regresó a Bilbao y, tras enormes esfuerzos, logró el sueño de convertirse en marino mercante, lo que le permitió realizar largos viajes por todo el mundo. Conoció a la que sería su mujer, Teresa  Amondo Gautier, alrededor de 1952. Se casaron en 1957 y tuvieron tres hijos, Fernando, Ana y Luis, y tres nietos, Irene, Elena y Jon. Leonardo Marias Barreras murió el 3 de junio de 2013, sobre las ocho de la mañana. Yo lo vi expirar."

Porque, escribe Fernando Marías, "concretar en un puñado de líneas lo que sabemos de las personas que amamos es un interesante ejercicio de escritura, pero también, y ante todo, un involuntario autorretrato. Las palabras que elijo para contar quién fue mi padre cuentan en realidad quién soy yo."

"¿Quién es ese hombre?", la pregunta que hizo un niño desorientado que no conocía a su padre a la vuelta de un viaje, regresa desde el pasado para que ese niño, ya adulto, repita la pregunta para interrogarse ahora por sí mismo.

Pero este es también un libro que atraviesan  trenes y por el que navegan  barcos. Barcos y trenes reales que acaban tomando una dimensión simbólica como metáforas de la vida -la vida navegable del padre y de la autobiografía del hijo a bordo de los trenes que recorren la línea Bilbao-Madrid, que traen a la memoria del lector dos versos inolvidables de Carlos Murciano: "somos trenes oscuros que avanzan en la noche / hacia un túnel que tiene cegada la salida."

"¿No será la memoria una novela?", se pregunta Marías mientras reconstruye o reinventa en su relato, desde la alacena de los recuerdos, esas travesías unidas por tiempos y espacios compartidos, por emociones y situaciones que acercan esos dos viajes que en algún momento estuvieron al borde del naufragio: uno real -el del padre-, otro -el del hijo- en otros mares, metafóricos pero igual de destructivos. 

Cuando leía este libro recordaba insistentemente la frase que Cela puso al frente de su Oficio de tinieblas 5: "naturalmente, esto no es una novela, sino la purga de mi corazón." Esa declaración, que podría servir para una buena parte de la literatura que se ha escrito desde el Poema de Gilgamesh hasta hoy, resume el tono y el sentido de La isla del padre, que pese a lo que pueda sugerir en un principio su título, es también una confirmación de aquella memorable frase de John Donne, que nos enseñó que ningún hombre es una isla.

"Contar es cerrar puertas", afirma Marías. Es una variante de otra idea similar: la de que quien escribe es el que apaga la luz. Es la idea de la literatura como ajuste de cuentas consigo mismo y con los demás, con la realidad y con el pasado. 

"Contar es cerrar puertas", sí.  "Excepto cuando contar es abrir", se rectifica a sí mismo para cerrar la obra, porque entonces la literatura ha cumplido su función consoladora, ha cerrado un círculo con serenidad y ha restaurado el orden a la realidad y a la memoria.

"Los recuerdos son como los libros. Solo importan los que permanecen", había escrito en la primera línea de este libro que permanecerá en el recuerdo de los lectores por su intensidad y por la calidad de página de fragmentos como este:

"Si el pasado y el presente librasen una guerra figurada, este tren de mi vida sería territorio neutral, la embajada sin bandera donde un fugitivo que huyese del Gran Reloj podría hallar refugio: quiero ver serenos jardines en esta acogedora sede diplomática, árboles con armónico piar de pájaros en las ramas mecidas por una brisa imaginaria mientras, al otro lado de los muros, aguardan ávidos y armados hasta los dientes los implacables instantes carnívoros."

Santos Domínguez

27 abril 2015

Brodsky. Del dolor y la razón


Joseph Brodsky.
Del dolor y la razón.
Ensayos.
Traducción del inglés de Antoni Martí García.
El Ojo del Tiempo. Siruela. Madrid, 2015.

En general, toda nueva realidad estética hace más definida la realidad ética del hombre. Pues la estética es la madre de la ética, afirmaba Joseph Brodsky en “Inusual semblante”, la conferencia del Premio Nobel que forma parte de Del dolor y la razón, el tercer y último libro de ensayos de Brodsky  –tras Menos que uno y Marca de agua-, editado por Siruela y traducido por Antoni Martí García.

Entre la reflexión ética y la meditación estética, entre la poesía y la conciencia, entre la autobiografía y la meditación sobre la creación artística se mueven los veintiún ensayos, escritos entre 1986 y 1995, que son el testamento literario y moral de un autor imprescindible que moriría en 1996.

Por eso llama mucho la atención que este libro trace un círculo que se abre con la evocación autobiográfica de la memoria personal en "Botín de guerra", el primero de los ensayos, y se cierre con un homenaje necrológico a la memoria del otro, “En memoria de Stephen Spender”.

En medio, en orden cronológico, textos de una gran variedad temática que hablan de los diversos intereses intelectuales, literarios, éticos y políticos sobre los que se proyectó la curiosidad de Brodsky, que aprovechó en ellos muchas de las posibilidades expresivas que le permitía el género del ensayo en sus diferentes subgéneros: desde la forma epistolar -en la "Carta a un presidente" y en la "Carta a Horacio"- a la conferencia – "Perfil de Clío" o "El maullido de un gato"-, pasando por homenajes literarios como el que dedica a Marco Aurelio y a nuestra relación con la antigüedad, por cursos de literatura como el que da título al volumen o por el diario de viaje en "Después de un viaje, u homenaje a las vértebras".

La relación entre el exilio y la escritura, la guerra fría, la poesía y la conciencia, la función social del escritor, la literatura como forma de certidumbre moral o la libertad como expresión de la responsabilidad personal son algunas de las líneas maestras de estos ensayos en los que Brodsky evoca su cultura originaria y el descubrimiento de la tradición occidental hasta conseguir la fusión en su obra de la poesía de Ajmátova con Robert Frost, de Auden con Mandelstam, de Tsvietáieva con Spender.

Desde la meditación sobre la soledad (La soledad es el hombre al cuadrado) o sobre la libertad (Un hombre libre, cuando fracasa, no echa las culpas a nadie), la punzante inteligencia de Brodsky, con una eficaz combinación de narratividad e ironía, de profundidad y cercanía, explora en estos ensayos el lugar de la poesía y el papel del poeta:

Quien escribe un poema no lo escribe porque pretenda alcanzar la fama en la posteridad, aunque suele albergar la esperanza de que el poema le sobreviva, al menos durante un tiempo. Quien escribe un poema escribe porque la lengua le inspira –cuando no le dicta- el siguiente verso.

Del dolor y la razón es uno de esos inagotables libros de cabecera que invitan a la lectura y a la relectura, porque están llenos de matices y sutilezas e indagan de manera constante en la vinculación entre la experiencia estética y la conciencia moral del individuo:

Cuanto más rica sea la experiencia estética de una persona, más sólido será su gusto, más agudo su enfoque moral, y más libre (aunque no necesariamente más feliz) podrá ser él.


Santos Domínguez


24 abril 2015

Beat Attitude

Beat Attitude. 
Antología de mujeres poetas de la generación beat. 
Traducción, selección y prólogo 
de Annalisa Marí Pegrum.
Bartleby Editores. Madrid, 2015.

“Las definiciones más estrictas de la generación beat hablan de tres escritores: Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs. Otros críticos incluyen a Herbert Huncke y a Neal Cassady; algunos otros incluyen a Lawrence Ferlinghetti, Gary Snyder o Gregory Corso. Pero incluso estas visiones más amplias de la generación beat ignoran a decenas de escritores y artistas que también pertenecieron a ella y que generalmente han recibido poca atención.”

Pero además hubo mujeres. Esa es la tesis que sostiene insistentemente Annalisa Marí Pegrum en el prólogo que ha escrito para Beat Attitude, su Antología de mujeres poetas de la generación beat que publica Bartleby Editores en una edición bilingüe cuyo propósito fundamental es recuperar la voz de unas cuantas mujeres que el canon poético y crítico de la beat generation dejó ocultas o muy difuminadas, porque, como explicó Gregory Corso, “hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerraron en manicomios, se les sometía a tratamiento por electrochoque. En los años 50 si eras hombre podías ser un rebelde, pero si eras mujer tu familia te encerraba. Hubo casos, yo las conocí. Algún día alguien escribirá sobre ellas.”

Denise Levertov, Lenore Kandel, Elise Cowen, Diane di Prima, Hettie Jones, Joanne Kyger, Ruth Weiss, Janine Pommy Vega, Mary Norbert Körte y Anne Waldman, diez mujeres que son un descubrimiento para los lectores españoles, a los que no es fácil que le suenen ninguno de esos nombres que se reivindican en esta antología, que recoge una muestra de aquella poesía beat escrita por mujeres unidas no sólo porque su eje temporal son las dos décadas que transcurren entre mediados de los cincuenta y mediados de los setenta, sino también por el inconformismo alternativo en todos los terrenos: desde la moral sexual a la política pasando por la literatura.

Solas en la carretera y con el lenguaje en sus manos, porque, como escribe Denise Levertov en uno de los mejores poemas de esta antología, ´En Septiembre de 1961', este es el año en que los mayores, / los legendarios mayores / nos dejan solos en la carretera /.../ nos han dicho / que la carretera conduce al mar / y han dejado / el lenguaje en nuestras manos.

Y aunque ya se sabe que, a diferencia de los nombres comunes o propios, la literatura no tiene género, sí tiene sexo. A veces tan explícito como el de este texto de Elise Cowen (Nueva York, 1933-1962), que –se nos explica en nota introductoria- “fue, durante un breve periodo de tiempo, la amante de Allen Ginsberg”:

Quise un coño de placer dorado
más puro que la heroína
Para honrarte
Un corazón tan grande
que puedas quitarte los zapatos y estirarte
La Anatomía del Amor
Oh si yo fuera un
coño de placer dorado más puro
que la heroína o el cielo
Para honrarte
Cama doble corazón como
una pradera en Yosemite
Para asimilar tu soltura
La imaginación tan clara y activa como
una marisma al sol
Para ser interesante durante la cena
El alma como tu rostro antes
de nacer
Para alabarte
pechos, cabello, dedos
mi cuerpo hecho ciudad
en tus brazos la noche entera

O este otro de Lenore Kandel (Nueva York, 1932-San Francisco, 2009), de quien Jack Kerouac hizo este elogio: “es inteligente, ha leído mucho, escribe poesía, es estudiante del Zen, lo sabe todo...”, y cuyo primer libro, The Love Book (1966), fue acusado de obscenidad y retirado de las librerías por estrofas como estas:

I love you / your cock in my hands
stirs like a bird
in my fingers
as you swell and grow hard in my hand
forcing my fingers open
with your rigid strength
you are beautiful / you are beautiful
you are a hundred times beautiful
I stroke you with my loving hands
pink-nailed long fingers
I caress you
I adore you
my finger-tips… my palms…
your cock rises and throbs in my hands
a revelation / as Aphrodite knew it
there was a time when gods were purer
/I can recall nights among the honeysuckle
our juices sweeter than honey
/we were the temple and the god entire /
I am naked against you
and I put my mouth on you slowly
I have longing to kiss you

O por poemas como este:

¡Alabado sea el joven Eros que folla con todas las chicas!
Sólo los dioses aman con tanta generosidad
compartiendo su beatitud con todos
¡Alabado sea Eros! Aquel que ama tan sólo la belleza
y la encuentra por doquier
Eros os he conocido a ti y a tus diosas pasajeras
envueltos en un halo de amor lujuria tan real como una flor
que florece un sólo día y luego se pierde con el viento
He visto cómo tus ojos centelleaban de placer
al alabar la belleza de la dulce Psique con tu lengua enamorada
y brillar luego de nuevo con la misma profunda dicha
mientras otras mujeres yacían entre tus manos
¡Alabado sea Eros! Aquel que es incapaz de acumular amor
y lo ofrece como agua a través de un tamiz dorado
compartiendo su propia gracia lasciva
con todos aquellos que le permitieron la entrada
infieles como flores, veleidosos como la mariposa llevada por el viento
¡Alabado sea Eros, hijo de los dioses!
Aquel que ama tan sólo la belleza y la encuentra
por doquier

“He intentado seleccionar –explica la responsable de la edición- poemas que añadieran un punto de vista femenino sobre el momento que estaban viviendo. Siempre me ha llamado la atención que la literatura de la generación beat pareciera limitarse a una escritura masculina con un punto de vista masculino cuya descripción de las mujeres rozaba a veces la misoginia. ¿Dónde estaban las mujeres? ¿Había mujeres? Y, si es así, ¿escribían? Esta ha sido la pregunta que me ha guiado al empaparme de la vida y obra de las poetas que conforman este libro.”

Y es que “hubo mujeres. Aunque a veces no lograran salir del segundo plano del encuadre, sí hubo mujeres.”

Solas en la carretera. Dueñas de su destino y de su poesía.

Santos Domínguez


22 abril 2015

Nuria Barrios. Ocho centímetros


Nuria Barrios.
Ocho centímetros.
Páginas de Espuma. Madrid, 2015.

¿Qué eran ocho centímetros? Apenas nada. La longitud de un cigarrillo, de una barra de labios, del dedo corazón...

Ocho centímetros es la distancia -a veces frágil, a veces imposible de salvar- que separa la felicidad del dolor. Lo asegura el Tío Caracoles, pastor de una iglesia evangélica de la Cañada Real de Orcasitas a propósito de la pierna de una niña en el primer cuento -Ocho centímetros-, que da título al volumen de relatos que publica Nuria Barrios en Páginas de Espuma.

Las once historias, narradas con la voz del dolor, forman un conjunto que no es una mera sucesión de relatos, porque establecen conexiones transversales entre ellas a través de personajes que pasan de unos a otros y funcionan como hilos conductores que cohesionan el conjunto.

Variados en perspectivas y en voces narrativas, los once relatos del libro se mueven en ese límite estrecho, en esa distancia insalvable de ocho centímetros que marcan la línea de sombra que separa la plenitud y el desgarro. De los hospitales en los que los enfermos yacían en su cama con la vista perdida, igual que esas ballenas que quedan varadas en la playa, tumbadas de lado, con un ojo azul y perplejo abierto al cielo a los suburbios en medio de la nada, hay también una serie de ambientes y de temas que comunican unos cuentos con otros.  

Entre la pasión amorosa y la crueldad, entre la enfermedad y el abandono, entre la droga y las problemáticas relaciones de pareja, entre la intensidad y la huida, unos relatos remiten a otros y establecen una red de relaciones convergentes a través de varias miradas femeninas cruzadas sobre las vidas al limite que recorren estos textos.

Y en medio de ese espacio de cenizas y oscuridades asoma siempre la inconsistencia de la vida, la fragilidad de unos personajes vivos, contradictorios y complejos construidos con la prosa eficaz y ajustada de Nuria Barrios, que confirma con este libro su acreditada solvencia como narradora.

Santos Domínguez

21 abril 2015

Kafka. La metamorfosis


Franz Kafka.
La metamorfosis.
Traducción de Isabel Hernández.
Ilustraciones de Antonio Santos.
Prólogo de Juan José Millás.
Nórdica. Madrid, 2015.

Este año se cumple el centenario de la aparición de La metamorfosis de Kafka, una de esas pocas obras que pueden resumir el siglo XX. Para conmemorarlo, Nórdica publica una cuidada edición de ese relato imprescindible, con una nueva traducción, que firma Isabel Hernández, con ilustraciones de Antonio Santos en un volumen que se abre con un prólogo de Juan José Millás.

Kafka había escrito La metamorfosis en un momento en el que una intensa crisis personal acabó desencadenando, en el otoño de 1912, la escritura de textos tan esenciales en su obra como La condena, que escribió de un tirón durante la tarde y la noche del 22 al 23 de septiembre, o La metamorfosis, cuya escritura se prolongó del 17 de noviembre al 7 de diciembre de ese mismo año, con un parón por medio que Kafka lamentó luego, porque notaba que, tras esa interrupción, al retomar la escritura, la tercera parte se resentía de una suerte de recalentamiento que perjudicaba al funcionamiento narrativo del conjunto. 

Junto con El fogonero y La condena, Kafka proyectó una edición de La metamorfosis como parte de una trilogía que se iba a titular Los hijos, pues la relación problemática con el padre es el hilo conductor de los tres relatos. Frustrado ese proyecto inicial, La metamorfosis se publicó como libro exento en 1915 y se convirtió desde entonces en la obra fundamental de las que Kafka publicó en vida. 

Sabemos mucho de su historia textual, incluso de su proceso de construcción, sobre el que encontramos constantes referencias en los diarios y las cartas de Kafka a Felice. Pero sigue siendo una obra tan inaccesible como el castillo al que intentaría llegar el agrimensor K. muchos años después. 

Opaca y escrita para que la leamos como si estuviéramos despiertos en medio de un sueño, narrada con una llamativa frialdad por un narrador imperturbable, es precisamente en esa distancia y en el "ligero fastidio" que provoca la situación en el propio Samsa en donde se encuentra uno de los rasgos más peculiares de La metamorfosis y de la manera kafkiana de narrar, con un punto de vista en el que el narrador se funde con el protagonista a través de la sutileza del estilo indirecto libre. 

Lo explicó Nabokov en su irregular Curso de literatura europea: en La metamorfosis tienen una evidente importancia simbólica las puertas. La primera, la que tiene que cruzar el lector al entrar en el relato, es la más importante, porque plantea una elección definitiva: si en esa puerta abierta el lector incipiente no ve más que una invitación al absurdo, no la traspasará; si por el contrario la atraviesa habrá aceptado el juego e ingresará en un nuevo dominio, en una lógica peculiar y en un espacio narrativo en el que no encontrará nunca pistas ni claves sobre las infinitas posibilidades que se abren en la interpretación de los hechos. 

Porque, como escribe Juan José Millas en el prólogo, "tratándose de una novela fantástica, La metamorfosis es al mismo tiempo sorprendentemente realista." Y por eso el lector "tiene que reconocer que lo que le sucede a Gregorio Samsa es bastante normal, aunque no seamos capaces de explicarlo." 

Como siempre en Kafka al fondo está el padre, la búsqueda y el problema de la identidad, el desconcierto y el desamparo, la construcción frustrada de un objetivo vital. "Lo que escribía trataba de ti", afirmaba Kafka en la Carta al padre, el que aparentemente es su texto más directamente confesional. Como en esas páginas, en el resto de su obra, y singularmente en La metamorfosis, una línea borrosa separa lo ficticio de lo autobiográfico, de la misma manera que en sus diarios alternan los apuntes de carácter muy personal con anotaciones de sueños y los sucesos triviales conviven con esbozos de relatos.

“No es una confesión -explicaba Kafka sobre esta obra-, aunque en cierto modo sea una indiscreción /.../ hablar de las chinches de la propia familia.” Y precisamente sobre eso, sobre "lo mucho que el autor puso en él de su propia persona" trata el epílogo con el que cierra el volumen la traductora.

Las espléndidas ilustraciones de Antonio Santos, en una línea gráfica muy similar a las de su reciente Kafka con sombrero en esta misma editorial, dan un importante valor añadido a esta edición de una obra que es sin duda la más importante de todas las que Kafka publicó en vida.

Y en gran medida, tras la publicación de los póstumos, La metamorfosis sigue siendo la más representativa de un autor que aquí está en estado puro, en medio de un mundo opaco y dueño de un lenguaje denso y frío y una literatura mágica y distante.

Un texto que está escrito, como dijo Walter Benjamin a propósito de uno de esos póstumos, El proceso, “en el lugar nuboso de las parábolas. De allí surge la escritura de Kafka.”

Santos Domínguez

20 abril 2015

Microlitos de Paul Celan


Paul Celan.
Microlitos. 
Aforismos y textos en prosa.
Edición de Barbara Wiedemann y Bertrand Badiou.
Traducción de José Luis Reina Palazón.
 Trotta Editorial. Madrid, 2015.

Microlitos son, piedrecitas, apenas visibles, diminutas chispas en la densa toba de tu existencia -¿y ahora intentas tú, pobre en palabras y tal vez ya condenado irrevocablemente al silencio, reunirlas en cristales?

Ese fragmento explica el título del volumen en el que la editorial Trotta reúne los aforismos y los textos en prosa de Paul Celan con edición de Barbara Wiedemann y Bertrand Badiou y traducción de José Luis Reina Palazón.

Organizado en tres secciones -Aforismos, Prosa de ficción y Prosa teórica-, Microlitos reúne junto con los fragmentos aforísticos los textos narrativos, diálogos y esbozos para obras dramáticas y numerosos fragmentos críticos como el proyecto de conferencia “De la oscuridad de lo poético”, además de la  prosa dispersa y las entrevistas, alguna tan importante como la que aborda la poesía de Mandelstam.

Con un amplio estudio crítico y con iluminadores comentarios de los editores, las páginas de este volumen abundan en relámpagos como estos: Aprende del otoño cómo se espantan pájaros, Espera paciente en la orilla. El ahogado te salvará, Los poemas son travesías o Quien verdaderamente aprende a ver, se acerca a lo invisible.

Conviven aquí la constate reflexión sobre el lenguaje y la literatura, sobre el lugar y el tiempo del poema -la verdadera poesía es antibiográfica. La patria del poeta es su poema-, sobre la vida literaria – Contemporáneos. En la calle: los gamberros. En la literatura: los gamberros y medio- o sobre el holocausto -El que mistifica después de Auschwitz es un asesino más- y el desarraigo: Alemán: una lengua que no olvido. Una lengua que me olvida.

Y hay ejemplos de la brillante prosa de ficción de Celan: 

Ante ti, abierto, el libro. Las miradas, buceadoras, acompañadas de pensamientos, en la gran profundidad, nadando alrededor, mustio retorno. Luz de lámpara, deshojándose, la mano, tanteando en la ceniza. La hora sin nombre. La mesa dispuesta para la partida, el ojo, estúpido, algo que fue una vez vivo entre lo que no tiene vida.

O apuntes de diálogos como este: ¿Qué es la soledad del poeta? Un sueño profundo en un bosque de hayas podridas.

En conjunto se trata de una reflexión intensa sobre la poesía que culminan las notas para un proyecto de conferencia sobre la oscuridad congénita de lo poético, sobre lo oscuro como constituyente esencial del poema: El poema es, como poema, oscuro, es oscuro porque es el poema. 

Un volumen imprescindible para completar la imagen de un escritor consciente como pocos de su lugar en el mundo, alguien que en uno de estos apuntes se ve así: Paul Celan: persona gratinada.

Santos Domínguez

17 abril 2015

Caballero Bonald en Letras Hispánicas


José Manuel Caballero Bonald.
Descrédito del héroe. 
Manual de infractores.
Edición de Julio Neira.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2015

Una poética de la transgresión titula Julio Neira el estudio introductorio que abre su edición de Descrédito del héroe y Manual de infractores, dos libros fundamentales de José Manuel Caballero Bonald, en la colección Letras Hispánicas de Cátedra.

Llevaba casi quince años sin publicar poesía Caballero Bonald cuando apareció en 1977 Descrédito del héroe, un libro nocturno, como la excelente novela Ágata ojo de gato, escrita a la vez que los poemas de este libro oscuro y visionario en el que la memoria se convierte en  indagación más que en evocación, en conocimiento más que en recuerdo.

Este es un libro fundacional en el que están ya presentes, como en una obertura, temas, formas y actitudes que a partir de ese momento serán centrales en la poesía de Caballero Bonald, especialmente en los dos libros siguientes, Laberinto de Fortuna y Diario de Argónida.

Con el ejemplo de Juan Ramón Jiménez y de Cernuda, conviven en Descrédito del héroe el verso y la prosa, la memoria y la palabra, el sarcasmo y el culturalismo en una poesía alucinatoria, exigente en sus planteamientos estéticos y rigurosa en sus exigencias éticas.

Poesía como crítica moral, como búsqueda y revelación de lo que desconoce el poeta, memorial nocturno de gran densidad de contenido, de tensión verbal sostenida y enorme fuerza sonora, con Descrédito del héroe Caballero Bonald entra en su plenitud poética, en una poesía indagadora y depurativa en la que la palabra asume una función alucinatoria que tiene en este libro la intensidad del fulgor y una carga eléctrica de alto voltaje.

Como suele ocurrir en sus libros, el poema inicial, Hilo de Ariadna, da muchas pistas sobre el tono y los temas del conjunto, sobre las claves y falsificaciones de la memoria. Termina así:

Si pudiera 
reconstruir un solo 
rincón de aquella playa
sin salida posible, si pudiera 
volver al sitio aquel, reconocer
la cerrazón de la cabaña, andar
a tientas hasta el último 
recodo del silencio, ¿oiría
algo distinto a la fricción 
de unas piernas con otras, al barrunto 
de alguien aproximándose
en lo oscuro? ¿Vería
aún desde allí, ya en el terrado 
de Sanlúcar, asiéndome 
al parteluz de la ventana, el bulto
azul de los faluchos y, más cerca, 
la agitación de las fogatas
que encendían los sigilosos areneros? 

Imágenes sin ojos pasan
con más tenacidad que el giro 
extenuante del recuerdo. Hortensia, 
hija de Minos, no 
es tarde todavía, ven, veloces
son las noches que hemos vivido ya:
aún estamos a tiempo 
de no querer salir del laberinto.

Irracionalistas y a menudo herméticos, coexisten en estos poemas la exuberancia sonora, la ironía y un lenguaje que es instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras del poeta.

Poesía interrogativa cuya modernidad heterodoxa se elabora sobre el rico sustrato artificioso de Lucano, Mena o Góngora, hay en Descrédito del héroe un tono de fábula mitológica, como en Ágata ojo de gato, una tendencia constante asustituir de la realidad por el mito, a fundir lo mitológico y lo lírico, lo narrativo y lo emocional, como en este Argónida, 13 de agosto, una indagación autorreflexiva en la realidad, en la memoria y en la biografía que lo convierten en uno de los textos emblemáticos del libro:

Luciente espejismo que vi 
en los idus de agosto por la linde
crepuscular de la marisma, cerca
del arenal de Argónida,
mientras las monocordes 
dependencias del sueño disputaban
su parte de ficción al predominio
de la brumosa realidad,
¿cómo podría yo olvidarme 
no de lo incierto de esa historia
por nadie atestiguada, 
sino de la razón que me ha asistido 
desde entonces, habitante
de otro espejismo donde sólo
sigue siendo verdad lo que aún no conozco?

Casi treinta años después, tras haber publicado Diario de Argónida y la reunión de su poesía completa en Somos el tiempo que nos queda, Caballero Bonald publica en 2005 Manual de infractores, un libro que se abre con este texto:

De todo lo que amé en días inconstantes 
ya sólo van quedando
rastros, 
              marañas, 
                            conjeturas,
pistas dudosas, vagas informaciones: 
por ejemplo, la lluvia en la lucerna
de un cuarto triste de París, 
la sombra rosa de los flamboyanes 
engalanando a franjas las casa familiar de Camagüey, 
aquellos taciturnos rastros de Babilonia 
junto a los barrizales suntuosos del Éufrates,
un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos, 
los prolijos fantasmas 
de un memorable lupanar de Cádiz, 
una mañana sin errores 
ante la tumba de Ibn’Arabi en un suburbio de Damasco, 
el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana, 
aquel café de Bogotá
donde iba a menudo con amigos que han muerto,
la gimiente tirantez del velamen
en la bordada previa a aquel primer naufragio... 

Cosas así de simples y soberbias.

Pero de todo eso 
                            ¿qué me importa
evocar, preservar después de tan volubles
comparecencias del olvido? 

Nada sino una sombra 
cruzándose en la noche con mi sombra.

Ese memorable poema de madurez, Summa vitae, resume el mundo poético de Caballero Bonald, su actitud ante la realidad y su tonalidad expresiva. Un texto tan representativo del conjunto de su obra que fue el elegido para la amplia antología que preparó Jenaro Talens en la colección de poesía de Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.

En su introducción alude Julio Neira a las “tres dimensiones: una biográfica, otra artística y otra social que conforman una poética personalísima vinculada a las preocupaciones estéticas de su tiempo pero inmune al gregarismo de las modas.” 

Una poética que tiene como centro el lenguaje, porque en ese triángulo formado por la memoria de la experiencia, la elaboración lingüística y la desobediencia o la denuncia, el lenguaje es el instrumento para la reelaboración del recuerdo y un campo de insumisión verbal y estética. 

Es el lenguaje como instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras de la existencia, de la identidad y la memoria, entre la reflexión, la visión y la melancolía. Caballero Bonald ha ido construyendo así una obra en la que la coherencia de sus dispositivos lingüísticos es solidaria de la resistencia civil y ética. Una literatura que es una forma de insumisión y de iluminación de la realidad.

La indignación y la disidencia fueron el motor creativo de un Manual de infractores que revitalizó la voz poética de Caballero Bonald tras el silencio posterior a Diario de Argónida:  Yo, que dejé que me vencieran/ con tal de no pecar de victorioso,/ no sé dónde termina este litigio/ entre la historia y sus culpables.

Y desde esa actitud, los textos de este libro son una llamada a la desobediencia y a la insumisión. Bienaventurados los insumisos se titula este texto:

Ni la justicia con sus manos ciegas,
ni la bondad de ojos efímeros,
ni la obediencia entre algodones sucios,
ni el rencor que atenúa
la desesperación de los cautivos,
ni las armas que arrecian por doquier,
podrán ya mitigar esas lerdas proclamas
con que pretenden seducirnos
aquellos que blasonan de honorables.

Quienquiera que merezca el rango de insumiso
descree de esa historia y esas leyes.
El poder de los otros
nada sino desdén suscita en él.
He aprendido a vivir al borde de la vida.


Santos Domínguez

15 abril 2015

Bartleby y compañía


Enrique Vila-Matas.
Bartleby y compañía.
La pregunta de Florencia.
Seix Barral. Barcelona, 2015.


Bartleby y compañía, contrariamente a lo que se cree, no habla exactamente de escritores que dejan de escribir, sino de personas que viven y un día mueren, de gente que lee y de gente que un día deja de leer y de gente que muere sin haber leído nada y de gente que ama y deja de amar o ama sin ser amada, de oleadas y oleadas incesantes de seres inútiles y malolientes que vienen desde el fondo de los tiempos a hundirse, a hundirse aquí, que es a lo que venimos a este mundo, donde el instinto silencioso, el instinto de muerte, no necesita ni compañía, de tanta que tiene.

Así termina La pregunta de Florencia, el epílogo con el que Enrique Vila-Matas remata la edición conmemorativa en Seix Barral de los quince años de Bartleby y compañía, un libro emblemático en la trayectoria de su autor y en el panorama general de la narrativa española de los últimos años.

Inclasificable en su fusión de narrativa y ensayo, Bartleby y compañía puede leerse como una novela, como un rosario de cuentos, como un ensayo o como un cuaderno de notas a pie de página que comentarán un texto invisible, tal como se señala al comienzo del texto, que comienza como un diario que va a ser al mismo tiempo un cuaderno de notas a pie de página que comentarán un texto invisible y que espero que demuestren mi solvencia como rastreador de bartlebys.

Un diario que comienza el 8 de julio de 1999 un oficinista solitario, jorobado y feliz que rastreará el síndrome de Bartleby, el personaje de Melville que nunca bebe cerveza, ni té, ni café como los demás; que jamás ha ido a ninguna parte, pues vive en la oficina, incluso pasa en ella los domingos; que nunca ha dicho quién es, ni de dónde viene, ni si tiene parientes en este mundo; que, cuando se le pregunta dónde nació o se le encarga un trabajo o se le pide que cuente algo sobre él, responde siempre diciendo:
  —Preferiría no hacerlo.

Quince años antes, Vila-Matas había hecho una primera incursión en un terreno parecido, el de la metaliteratura, en Historia abreviada de la literatura portátil. Pero Bartleby y compañía daba un paso más y no sólo desdibujaba los límites genéricos, sino las fronteras borrosas que delimitan lo real y lo imaginario, la vida y la literatura, las personas y los personajes.

Con Kafka y Walser al fondo, Bartleby y compañía es un inventario de negaciones, y renuncias, un paseo por el laberinto del No de la mano de Rimbaud, de Tolstoi o de Rulfo, una mirada desde dentro a algunas claves de la literatura contemporánea: lo fragmentario y el absurdo, el sueño y las iluminaciones, el fracaso y la extravagancia, la escritura y el silencio como expresión de la conciencia moderna de que toda literatura es la negación de sí misma.


Santos Domínguez