José Manuel Caballero Bonald.
Descrédito del héroe.
Manual de infractores.
Edición de Julio Neira.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2015
Una poética de la transgresión titula Julio Neira el estudio introductorio que abre su edición de Descrédito del héroe y Manual de infractores, dos libros fundamentales de José Manuel Caballero Bonald, en la colección Letras Hispánicas de Cátedra.
Llevaba casi quince años sin publicar poesía Caballero Bonald cuando apareció en 1977 Descrédito del héroe, un libro nocturno, como la excelente novela Ágata ojo de gato, escrita a la vez que los poemas de este libro oscuro y visionario en el que la memoria se convierte en indagación más que en evocación, en conocimiento más que en recuerdo.
Este es un libro fundacional en el que están ya presentes, como en una obertura, temas, formas y actitudes que a partir de ese momento serán centrales en la poesía de Caballero Bonald, especialmente en los dos libros siguientes, Laberinto de Fortuna y Diario de Argónida.
Con el ejemplo de Juan Ramón Jiménez y de Cernuda, conviven en Descrédito del héroe el verso y la prosa, la memoria y la palabra, el sarcasmo y el culturalismo en una poesía alucinatoria, exigente en sus planteamientos estéticos y rigurosa en sus exigencias éticas.
Poesía como crítica moral, como búsqueda y revelación de lo que desconoce el poeta, memorial nocturno de gran densidad de contenido, de tensión verbal sostenida y enorme fuerza sonora, con Descrédito del héroe Caballero Bonald entra en su plenitud poética, en una poesía indagadora y depurativa en la que la palabra asume una función alucinatoria que tiene en este libro la intensidad del fulgor y una carga eléctrica de alto voltaje.
Como suele ocurrir en sus libros, el poema inicial, Hilo de Ariadna, da muchas pistas sobre el tono y los temas del conjunto, sobre las claves y falsificaciones de la memoria. Termina así:
reconstruir un solo
rincón de aquella playa
sin salida posible, si pudiera
volver al sitio aquel, reconocer
la cerrazón de la cabaña, andar
a tientas hasta el último
recodo del silencio, ¿oiría
algo distinto a la fricción
de unas piernas con otras, al barrunto
de alguien aproximándose
en lo oscuro? ¿Vería
aún desde allí, ya en el terrado
de Sanlúcar, asiéndome
al parteluz de la ventana, el bulto
azul de los faluchos y, más cerca,
la agitación de las fogatas
que encendían los sigilosos areneros?
Imágenes sin ojos pasan
con más tenacidad que el giro
extenuante del recuerdo. Hortensia,
hija de Minos, no
es tarde todavía, ven, veloces
son las noches que hemos vivido ya:
aún estamos a tiempo
de no querer salir del laberinto.
Irracionalistas y a menudo herméticos, coexisten en estos poemas la exuberancia sonora, la ironía y un lenguaje que es instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras del poeta.
Poesía interrogativa cuya modernidad heterodoxa se elabora sobre el rico sustrato artificioso de Lucano, Mena o Góngora, hay en Descrédito del héroe un tono de fábula mitológica, como en Ágata ojo de gato, una tendencia constante asustituir de la realidad por el mito, a fundir lo mitológico y lo lírico, lo narrativo y lo emocional, como en este Argónida, 13 de agosto, una indagación autorreflexiva en la realidad, en la memoria y en la biografía que lo convierten en uno de los textos emblemáticos del libro:
Luciente espejismo que vi
en los idus de agosto por la linde
crepuscular de la marisma, cerca
del arenal de Argónida,
mientras las monocordes
dependencias del sueño disputaban
su parte de ficción al predominio
de la brumosa realidad,
¿cómo podría yo olvidarme
no de lo incierto de esa historia
por nadie atestiguada,
sino de la razón que me ha asistido
desde entonces, habitante
de otro espejismo donde sólo
sigue siendo verdad lo que aún no conozco?
Casi treinta años después, tras haber publicado Diario de Argónida y la reunión de su poesía completa en Somos el tiempo que nos queda, Caballero Bonald publica en 2005 Manual de infractores, un libro que se abre con este texto:
ya sólo van quedando
rastros,
marañas,
conjeturas,
pistas dudosas, vagas informaciones:
por ejemplo, la lluvia en la lucerna
de un cuarto triste de París,
la sombra rosa de los flamboyanes
engalanando a franjas las casa familiar de Camagüey,
aquellos taciturnos rastros de Babilonia
junto a los barrizales suntuosos del Éufrates,
un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos,
los prolijos fantasmas
de un memorable lupanar de Cádiz,
una mañana sin errores
ante la tumba de Ibn’Arabi en un suburbio de Damasco,
el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana,
aquel café de Bogotá
donde iba a menudo con amigos que han muerto,
la gimiente tirantez del velamen
en la bordada previa a aquel primer naufragio...
Cosas así de simples y soberbias.
Pero de todo eso
¿qué me importa
evocar, preservar después de tan volubles
comparecencias del olvido?
Nada sino una sombra
cruzándose en la noche con mi sombra.
Ese memorable poema de madurez, Summa vitae, resume el mundo poético de Caballero Bonald, su actitud ante la realidad y su tonalidad expresiva. Un texto tan representativo del conjunto de su obra que fue el elegido para la amplia antología que preparó Jenaro Talens en la colección de poesía de Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
En su introducción alude Julio Neira a las “tres dimensiones: una biográfica, otra artística y otra social que conforman una poética personalísima vinculada a las preocupaciones estéticas de su tiempo pero inmune al gregarismo de las modas.”
Una poética que tiene como centro el lenguaje, porque en ese triángulo formado por la memoria de la experiencia, la elaboración lingüística y la desobediencia o la denuncia, el lenguaje es el instrumento para la reelaboración del recuerdo y un campo de insumisión verbal y estética.
Es el lenguaje como instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras de la existencia, de la identidad y la memoria, entre la reflexión, la visión y la melancolía. Caballero Bonald ha ido construyendo así una obra en la que la coherencia de sus dispositivos lingüísticos es solidaria de la resistencia civil y ética. Una literatura que es una forma de insumisión y de iluminación de la realidad.
La indignación y la disidencia fueron el motor creativo de un Manual de infractores que revitalizó la voz poética de Caballero Bonald tras el silencio posterior a Diario de Argónida: Yo, que dejé que me vencieran/ con tal de no pecar de victorioso,/ no sé dónde termina este litigio/ entre la historia y sus culpables.
Y desde esa actitud, los textos de este libro son una llamada a la desobediencia y a la insumisión. Bienaventurados los insumisos se titula este texto:
Ni la justicia con sus manos ciegas,
ni la bondad de ojos efímeros,
ni la obediencia entre algodones sucios,
ni el rencor que atenúa
la desesperación de los cautivos,
ni las armas que arrecian por doquier,
podrán ya mitigar esas lerdas proclamas
con que pretenden seducirnos
aquellos que blasonan de honorables.
Quienquiera que merezca el rango de insumiso
descree de esa historia y esas leyes.
El poder de los otros
nada sino desdén suscita en él.
He aprendido a vivir al borde de la vida.
Santos Domínguez