6/4/15

Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal




Stefano Mancuso.
Alessandra Viola.
Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal.
Traducción de David Paradela López.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2015.


Las plantas hablan entre ellas, reconocen a sus familiares y dan pruebas de tener caracteres distintos. Al igual que en el reino animal, en el vegetal existen plantas oportunistas y plantas generosas, honestas y falaces, que recompensan a quienes les ayudan y castigan a quienes tratan de lastimarlas.

¿Cómo negar que sean inteligentes? En última instancia, se trata de una cuestión terminológica y depende de la definición de inteligencia que elijamos.

En esos párrafos anuncia el neurobiólogo vegetal Stefano Mancuso algunas de las propuestas más atrevidas de las que aborda en Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, que publica Galaxia Gutenberg.

Un libro que, a pesar de su rigor, por su tono, su enfoque y su lenguaje está más cerca del ensayo divulgativo que de la monografía científica.

Un libro lleno de sorpresas sobre el mundo de las plantas, que han sido vistas tradicionalmente como una realidad natural intermedia entre el mineral y el animal, aunque históricamente han sido objeto de observación, de clasificación y hasta de sacralizaciones rituales o prohibiciones por parte de quienes las asociaban al mal:

Mientras que algunas religiones han sacralizado los vegetales (o mejor, parte de ellos), otras han llegado hasta el punto de odiarlos e incluso demonizarlos. Así ocurrió, por ejemplo, durante la Inquisición, con las plantas supuestamente utilizadas en las pociones de las mujeres acusadas de brujería: junto con las brujas, también el ajo, el perejil y el hinojo fueron sometidos a procesos. Por lo demás, aún hoy las plantas con efectos psicotrópicos gozan de un trato especial: algunas están prohibidas (¿cómo puede prohibirse una planta?, ¿podría prohibirse un animal?), otras están controladas y otras son sagradas y las usan los chamanes en sus ceremonias tribales.

A lo largo de cinco capítulos y con abundantes ilustraciones, Mancuso y Viola abordan las investigaciones científicas que desde Darwin y sobre todo en los últimos cincuenta años parecen acreditar que las plantas son sensibles hasta el punto de que no sólo tienen los cinco sentidos de la especie humana sino hasta quince sentidos más; se comunican entre ellas y con los animales; constituyen un internet viviente y un enjambre de raíces y no son ni inmóviles ni insensibles.

Sutiles en su capacidad de engañarlos, son capaces de manipular a los animales para convertirlos en vectores de la polinización, se relacionan con su entorno no solo por los sentidos, sino por algo parecido a una inteligencia menos compleja que la animal, pero imprescindibles para la vida, porque Mancuso entiende la inteligencia como un atributo imprescindible de los seres vivientes.

Y eso son las plantas, seres que no solo viven, que son capaces de sentir, duermen o articulan diversos mecanismos de defensa frente a las agresiones externas. Mediadoras entre el sol y los animales, las plantas son indispensables para la vida en el planeta, porque los animales dependen de ellas como ellas dependen del sol.

Establecen, pues, en la biosfera una conexión imprescindible entre el mundo orgánico y el centro energético del sistema:

En general, las plantas podrían vivir sin nosotros. Nosotros, en cambio, sin ellas nos extinguiríamos en poco tiempo. Y aun así, tanto en nuestra lengua como en casi todas las demás, expresiones como «vegetar» o «ser un vegetal» han pasado a indicar unas condiciones de vida reducidas a su mínima expresión.

«¿Quién es aquí el vegetal?» Si las plantas pudieran hablar, quizá ésta sería una de las primeras preguntas que nos harían.

Independientemente de que algunas de las propuestas sobre inteligencia vegetal sean, además de chocantes, discutibles en el terreno científico de los expertos, al lector común y curioso un libro tan sorprendente como este le planteará la necesidad de mirar el mundo vegetal con una nueva perspectiva.

Santos Domínguez