15/5/15

Preludios a una noche total


Antonio Colinas.
Preludios a una noche total.
Libros del Aire. Colección Jardín Cerrado. Madrid, 2015.


En el prólogo -Tantos años después- que ha escrito para esta reedición de Preludios a una noche total en Libros del Aire, Antonio Colinas explica que es un libro en el que "se decanta la que era y habría de ser mi voz", porque "en él están ya presentes algunas de las características esenciales de la misma: la emoción, la intensidad y la pureza formal."

Escrito entre octubre de 1967 y junio de 1968, en nueve meses de gestación casi humana, el libro se encomienda a dos significativas voces protectoras, la de Vicente Aleixandre con su potencia cosmogónica y la de Valéry con su depurada luminosidad.

Casi medio siglo después de su escritura, los poemas de Preludios a una noche total han resistido sin apenas desgaste la prueba implacable del tiempo. En ellos, la naturaleza y el amor son los cauces temáticos por los que discurre la actitud vertebral de la poesía de Colinas: la búsqueda de la plenitud esencial del ser.

Y así, con la armonía solemne de los alejandrinos o con la serenidad clásica del endecasílabo, el poeta evoca la noche honda de la plenitud en unos poemas que trazan el relato de un descenso desde la cima, el regreso de la noche oscura de los místicos.

Égloga, elegía, oda, reunión de géneros poéticos para exaltar la fusión con la naturaleza en un viaje desde la nieve a la transparencia liquida de la luz, para lamentar la ausencia iluminada con un neorromanticismo que tiene menos que ver con la sentimentalidad que con la ambición de conocimiento.

Por eso no es casualidad que el poema que cierra el libro sea Invocación a Hölderlin, que prefigura su libro siguiente -Truenos y flautas en un templo-, una obra que empezaría a escribir en otoño de 1968 y en la que fundiría cultura y vida con la misma intensidad de los tres últimos versos del poema final de los Preludios, donde están las raíces de su obra posterior:

Rasga los polvorientos velos de tu memoria
y que discurra el sueño, y que sepamos todos
de donde brota el agua que sacia nuestra sed.

Santos Domínguez