09 mayo 2012

García Lorca. Teatro completo

Federico García Lorca.
Teatro completo.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.
Barcelona, 2012.

Quizá no haya en toda la historia del teatro español un momento tan alto como el que alcanzó Lorca en la plenitud de su escritura dramática, en los años treinta.

Una circunstancia aún más llamativa si se tienen en cuenta los dubitativos tanteos de sus comienzos, la torpeza juvenil y modernista de El maleficio de la mariposa o el seguidismo del teatro histórico-poético que hizo en Mariana Pineda.

Pero desde la superación de esas dudas iniciales la escritura teatral de García Lorca es un continuo y asombroso camino de perfección en el que se conjugan el talento y el trabajo, la gracia y las lecturas en una búsqueda exigente que explora las raíces tradicionales y neopopularistas de la farsa para guiñoles (Tragicomedia de don Cristóbal, Retablillo y Los títeres de Cachiporra) o para personas (La zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín) o afronta con radicalidad los experimentos superrealistas en El público, Así que pasen cinco años y Comedia sin título.

Lo culto y lo popular, la tradición y la vanguardia, Shakespeare y la lírica tradicional, lo andaluz y lo universal no son en Lorca más –ni menos- que la materia primordial con la que el dramaturgo construye un universo dramático intenso y personal, de potente imaginería verbal e inconfundiblemente suyo: el que culmina en Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.

Poesía que se levanta del libro y se hace humana, como decía el propio Lorca, su mundo teatral está vinculado en la superficie y en una compleja red de relaciones subterráneas con su mundo poético.

Ni Lope, cuyo genio no estuvo dotado para la tragedia, ni el adusto ceño filosófico de Calderón, ni el expresionismo distorsionante de Valle están a la altura de esas cimas lorquianas.

La asequible y muy cuidada edición del Teatro completo de García Lorca que acaba de publicar Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores, exenta de notas y aparato crítico, recupera la edición que Miguel García Posada publicó en esta misma editorial hace quince años.

Santos Domínguez


07 mayo 2012

El sometimiento de la palabra (poética)


Tomás-Néstor Martínez Álvarez.
El sometimiento de la palabra (poética).
Pre-Textos. Fundación Gerardo Diego. Valencia, 2012.

La poesía de Diego Jesús Jiménez entre Fiesta en la oscuridad e Itinerario para náufragos es el subtítulo de un completo estudio de Tomás-Néstor Martínez Álvarez, que obtuvo con este ensayo el Premio de Investigación Literaria Gerardo Diego. Lo publica Pre-Textos y es el resultado de la intensa lectura personal de una de las obras poéticas más arriesgadas y renovadoras del último tercio del siglo XX.

Porque de toda la poesía española de ese periodo, probablemente ninguna tan perturbadora y tan honda a la vez como la de Diego Jesús Jiménez. Telúrica y abismal, visionaria y meditativa, alcanza sus cimas en Bajorrelieve y sobre todo en Itinerario para náufragos, etapas sucesivas en un camino de perfección que, después de algunos tanteos marcados por la influencia evidente de Claudio Rodríguez, había encontrado su voz propia en Fiesta en la oscuridad.

Una poesía de la mirada que intenta iluminar la realidad y revelarla a través de la sensorialidad, el cromatismo y la sugerencia. Lo explicó el autor con estas palabras:

Para mí, la poesía no es tanto el arte de decir cosas, sino el de sugerirlas. Porque para decir cosa existen otros géneros literarios como el ensayo, o incluso la novela, pero lo que hace que algo se transforme en poesía es precisamente el misterio. El hecho de plantear lo desconocido a través de un poema y con una carga emotiva personal, es estar haciendo poesía.

A través del lenguaje poético - sigue diciendo Diego Jesús Jiménez - asistimos antes a una revelación que a un descubrimiento. Durante el acto de la creación poética sucede algo verdaderamente insólito: aquello que se nos ocurre, antes de comprenderlo –el poema, además, puede tener infinidad de lecturas e incluso negarse a su comprensión– nos emociona. No ponemos nosotros la emoción en el poema sino que, muy al contrario, es el verso que aparece de pronto, la imagen que transcribimos, algo en verdad incalculable, lo que nos emociona y empuja a continuar en la escritura del poema.

Este estudio, que sitúa los textos en su contexto y al poeta en su tiempo histórico conflictivo, como un poeta a contratiempo, al margen de modas y de grupos generacionales, se centra en la obra fundamental de Diego Jesús Jiménez, entre Fiesta en la oscuridad (1976) e Itinerario para náufragos (1996), pasando por Bajorrelieve.

Veinte años en los que el poeta encuentra su potente voz personal, que analiza Tomás-Néstor Martínez en un análisis pormenorizado de las claves temáticas y estilísticas que vertebran su poesía a lo largo de una evolución tan coherente desde el punto de vista ético como ambiciosa desde el punto de vista estilístico.

Además de un estudio de la génesis de cada libro, las apretadas páginas de este ensayo son una exploración en las imágenes y en el mundo simbólico de Diego Jesús Jiménez y contienen un análisis agudo y profundo de algunos de los textos más representativos de una poesía visionaria de enorme intensidad expresiva en la que confluyen el tiempo y la memoria, la luz y la oscuridad, el llanto y la fiesta, la autobiografía y la historia, el yo y el otro, la palabra y la pintura, la ruina y la fertilidad, el óxido y la creación.

Santos Domínguez

04 mayo 2012

Poesía contemporánea en lengua hebrea



Poesía contemporánea en lengua hebrea.
Antología.
Selección, versión y notas de
 Luisa Futoransky y Marta Teitelbaum.
Prólogo de Leonardo Senkman.
Libros del Aire. Madrid, 2012.


No fue sacrificado Isaac como se cuenta,
vivió muchos y venturosos años,
hasta que la luz de sus ojos se oscureció.

Pero a su progenie le transmitió aquel momento.
Nace
con un cuchillo en el corazón...


Así termina Herencia, el poema de Jaim Guri que abre la antología de poesía hebrea contemporánea que acaba de publicar Libros del aire en su colección Jardín cerrado.

Además de él, otros doce poetas –con cuatro o cinco textos, según los casos- figuran en una muestra de la que afirma en su prólogo Leonardo Senkman que es “una invitación a conocer Israel a través de esta antología donde la poesía de un pueblo se fragua en la imaginación y sensibilidad de la palabra poética de algunas de sus voces individuales.”

Seleccionados, traducidos y anotados por Luisa Futoransky y Marta Teitelbaum, los poemas de esta antología reflejan la peculiaridad de un mundo que se debate entre la tradición y la modernidad, entre la influencia oriental y la occidental, entre la identidad religiosa y la vida civil, entre la intimidad de los poetas y su conciencia nacional.

Combatientes como el propio Guri, supervivientes de los campos de exterminio como Dan Paguis, que anotaba con una tiza sobre el muro blanco /todos sus nombres, todos/ para no olvidar el mío”; autores de una obra intimista como Dalia Ravicovich militante pacifista y feminista; rebeldes y opuestas al canon patriarcal, como Yona Wollach; poetas urbanos y futuristas como David Avidan o denunciantes de la ocupación y la opresión sobre los palestinos como Ahron Shabtai, o el galileo Naim Araidi, autor del espléndido Una mirada hacia Jerusalén:

Tal vez podríamos juntar
todas las grandes piedras
de las colinas de Jerusalén.
Tal vez podríamos construir
otro Muro
otra Mezquita
y otra Iglesia.
Tal vez.

Olvidaremos los errores del pasado.
Tal vez construiremos por fin
otra ciudad
no en las colinas de Jerusalén.

La llamaremos Jerusalén.


Organizados cronológicamente entre Jaim Guri (1923) y Sara Friedland Ben Arza (1960) trece nombres, trece mundos poéticos diferentes que se mueven entre la reivindicación y la ironía, entre la ciudad y el desierto, entre la metáfora, la imaginación, el testimonio y el amor.

Trece voces unidas por la lengua hebrea y los problemáticos referentes culturales, históricos y sociales sobre los que se levanta su compleja identidad personal y colectiva.



Santos Domínguez



02 mayo 2012

Comedias de Shakespeare


William Shakespeare. 
Obra completa 1. 
Comedias. 
Debolsillo. Barcelona, 2012. 

Los tres círculos concéntricos que se unen en la noche del bosque en un sueño de verano, las comedias oscuras y la fuerza del deseo, la Roma clásica y la Florencia del Renacimiento, el Rosellón o las Bermudas, el amor y los celos y las variables formas de la venganza, lo cortesano y lo pastoril, el campo y la ciudad, la ambigüedad sexual, el humor y la inteligencia, una Venecia oscilante entre lo trágico y lo cómico, el sueño y la magia, el desdén y la furia domada, lo inverosímil y los naufragios, los mercaderes y los equívocos, el honor y la ambición, el enredo y el diálogo, el teatro dentro del teatro, Falstaff y las comadres de Windsor, el mito y la tempestad, el perdón y la risa, los juegos de palabras, las mujeres disfrazadas de hombre y los matrimonios no deseados, la libertad individual y las convenciones sociales... 

El mundo, el hombre y la vida según Shakespeare, cuyas comedias contienen la totalidad de la realidad, hasta su sesgo más oscuro y amargo. Debolsillo ha empezado a publicar la obra completa de William Shakespeare, el mayor dramaturgo de la historia, el clásico primordial. 

El primer volumen de los cinco que componen el proyecto recoge todas sus comedias vertidas al español por distintos traductores españoles e hispanoamericanos: Los dos caballeros de Verona (Pablo Armando Fernández), La comedia de los errores (Hugo Chaparro Valderrama), La doma de la fiera (Víctor Obiols), Trabajos de amor en vano (Alberto Silva), Sueño de noche de verano (Agustín García Calvo), El mercader de Venecia (Vicente Molina Foix), Mucho ruido y pocas nueces (Edmundo Paz Soldán), Como les guste (María Enriqueta González Padilla), Las alegres casadas de Windsor (José María Valverde), Noche de Epifanía o Lo que queráis (Federico Patán).

Con edición de Andreu Jaume, que ha escrito una espléndida introducción a la vida y la obra del autor y un inteligente análisis de sus comedias, se ponen al alcance de los lectores españoles el teatro y la poesía de William Shakespeare en una cuidada y asequible edición de bolsillo en tapa dura con traducciones contemporáneas que son más literarias que literales y que respetan el verso y la prosa originales. Tras este primer volumen, aparecerán otros cuatro tomos con las tragedias, los dramas históricos, los romances y la poesía, esta última en edición bilingüe. 

Sobre la división tripartita del First Folio (Comedias, Tragedias, Dramas Históricos) se añade otro volumen con los Romances en esta edición de bolsillo que se convertirá en una referencia imprescindible para los lectores de Shakespeare en español. 

Santos Domínguez

30 abril 2012

Francisco Tario. La noche

                                                                        


Francisco Tario.
La noche.
Prólogo de Alejandro Toledo.
Atalanta. Vilaür, 2012.

Portero de fútbol, astrónomo, pianista y narrador, quien firmaba sus obras con el seudónimo Francisco Tario nació en México D.F. en 1911 y murió en Madrid en 1977.

Fue un raro, una isla en la literatura mexicana, y practicó una escritura que tendía a lo nocturno, como la música de Chopin que le gustaba interpretar al piano.

Escritor secreto y extremadamente minoritario, Atalanta rescata parte de su perturbadora y alucinada obra narrativa breve en el volumen La noche, una antología que toma su título del primer conjunto de relatos que publicó Tario en 1943. Se reúnen aquí dieciocho cuentos, siete de los cuales pertenecen a su última colección, Una violeta de más, de 1968.

Dieciocho cuentos atravesados por la imaginación, la voluntad de sorprender y la fantasía como método para explorar los vínculos entre el pasado y el presente, el sueño y la vigilia, los vivos y los muertos, como resalta Alejandro Toledo en su prólogo.

En una de las dos entrevistas que incorpora este volumen como epílogo, Tario declara que se siente parte de una tradición rara en el ámbito hispánico, la de la literatura fantástica, que, como señala Tario, “florece mejor a temperaturas  bajo cero, y sus lectores más asiduos se cuentan entre las gentes de ojos azules.”

En esa misma entrevista, Tario revela las cuatro bases de sus relatos -poesía, muerte, amor y locura- y reivindica como objetivo último de su literatura “lograr que lo inverosímil resulte verosímil” en el marco de una realidad cotidiana en la que de repente brota lo fantástico.

Esa tarea, a la que también se han aplicado escritores de ojos azules como Bioy, Borges o Cortázar, consiste en desdibujar las fronteras que separan el sueño de la vigilia, lo trágico de lo cómico, la realidad de la imaginación, la lógica del absurdo y la experiencia de la fantasía. Otro mexicano como Arreola también forma parte de ese archipiélago literario.

Objetos animados, sueños y monstruos, alucinaciones y fantasmas recorren los relatos de un Tario al que se ha simplificado con términos como extravagante, sorprendente, inquietante o sarcástico.

Marginal y ajeno a los grupos literarios, seguramente era todas esas cosas, pero su impulso obedecía a un proyecto global que podría condensarse en este párrafo que Alejandro Toledo extrae de uno de los relatos, La noche de los cincuenta libros, para cifrar en estas palabras la clave de la escritura de Francisco Tario:

Y escribiré libros. Libros que paralizarán de terror a los hombres que tanto me odian; que les menguarán el apetito; que les espantarán el sueño; que trastornarán sus facultades y les emponzoñarán la sangre. Libros que expondrán con precisión inigualable lo grotesco de la muerte, lo execrable de la enfermedad, lo risible de la religión, lo mugroso de la familia y lo nauseabundo del amor, de la piedad, del patriotismo y de cualquier otra fe o mito. Libros, en fin, que estrangulen las conciencias, que aniquilen la salud, que sepulten los principios y trituren las verdades. Exaltaré la lujuria, el satanismo, la herejía, el vandalismo, la gula, el sacrilegio: todos los excesos y las obsesiones más sombrías, los vicios más abyectos, las aberraciones más tortuosas…

Entre el relato que abre la selección, en el que un féretro macho y enamorado no sólo es el protagonista, sino también el narrador, y el que cierra el volumen, la dudosa pesadilla de un narrador cadáver que no sabe que está muerto, el lector va de un asombro a otro pasando por cuentos como La noche de Margaret Rose, que García Márquez consideraba uno de los mejores del siglo XX.

Entre esas dos noches funerarias que abren y cierran esta antología, dieciocho relatos que no dan tregua al lector, con una soltura narrativa, un dominio de la prosa y una intensidad perturbadora desde arranques magistrales como este, de Un huerto frente al mar, que comienza así:

-Hoy tuve carta del ahogado –dije.


¿Y cómo no seguir leyendo tras esa frase?

Santos Domínguez

27 abril 2012

Alda Merini. Vacío de amor


 
Alda Merini.
Vacío de amor.
Edición y traducción de 
Mercedes Arriaga y Jenaro Talens.
Cálamo Poesía. Palencia, 2010.

En mí moraba el alma de la meretriz
de la santa de la sanguinaria y de la farisea.
Muchos le dieron nombre a mi modo de ser
y sólo fui una histérica.

Así termina el autorretrato que Alda Merini (Milán, 1931-2009) incluyó en La urraca ladrona, uno de los libros que se antologan en Vacío de amor, la amplia selección poética publicada por Cálamo Poesía con traducción y prólogo de Mercedes Arriaga y Jenaro Talens.

Sobre la incertidumbre vital y poética se construye la obra de Alda Merini, que tuvo en el dolor “la única certeza de un mundo sin certezas, la única verdad en un mundo sin verdades”, como señalan los autores de la edición.

Su biografía está marcada por la convivencia con la locura, por una existencia desgarrada que se mueve en los márgenes de la razón y de las convenciones sociales.

Como Hölderlin, como Artaud, como Leopoldo María Panero, Alda Merini es un ejemplo de la peculiar cercanía entre el discurso del poeta y el discurso del loco, ajenos a la lógica común.

Nosotros la literatura la hacemos en los vértices
cercados por cimas de hielo
y bebemos hiel para recobrar el aliento,
pero bailamos sobre los hielos
con toda la fuerza etérea del dolor.

Un desgarrón que acompañó la poesía de esta poeta italiana, que frecuentó los infiernos de los manicomios y vivió y escribió en un desequilibrio extremo entre la locura y la lucidez, un poco más allá de esa frontera que algunas veces atisban los poetas de verdad.

La vocación de fuga atraviesa de principio a fin una poesía que se convierte en el único medio para intentar comprender un mundo opaco y extraño, una poesía que está escrita con un tono de continua despedida y mira más al pasado que al presente.

Avatares de la identidad, o la mujer disuelta titulan los editores un prólogo que da paso a casi doscientas páginas de poesía intensa y perturbadora desde el primer texto, La mirada del poeta, que funciona como un pórtico o una obertura:

Si alguien quisiera comprender tu mirada
defiéndete Poeta con ferocidad
tu mirada, ay de mí, son cientos de miradas que te observan temblando

Santos Domínguez

25 abril 2012

Blaise Cendras. La parcelación del cielo


Blaise Cendrars.
La parcelación del cielo.
Traducción de Juan Victorio.
Prólogo de María Casas.
Rey Lear. Madrid, 2012.


Suizo de nacimiento, nacionalizado francés en 1916 y mutilado ese mismo año en la Gran Guerra, Blaise Cendrars (Neuchâtel, 1887 - París, 1961) es uno de esos raros tan inclasificables como imprescindibles.

Raro e inquieto, hizo de la insatisfacción el motor de su vida y de su literatura: practicó una escritura exigente y un nomadismo incansable.

Y vida y literatura fueron unidos estrechamente en la zona más importante de su obra. Poeta, novelista, autor de reportajes literarios y corresponsal de guerra para el ejército inglés en la segunda guerra mundial, quizá la parte fundamental de su producción es la tetralogía narrativa y autobiográfica formada por El hombre fulminado (1945), La mano cortada (1945), Trotamundear (1948) y La parcelación del cielo (1949).

Este último título, inédito hasta ahora en español, es el que acaba de publicar Rey Lear con traducción de Juan Victorio y un prólogo de María Casas al que pertenecen estos dos párrafos entusiastas:

Este libro es extraordinario, aparentemente desordenado, abocetado e irregular, con un aliento poético poco común que se desgrana en enumeraciones, letanías, descripciones aterradoras, humor y amor a raudales, que yo no he encontrado en ninguno de sus otros libros, menos aún en su poesía. Un libro escrito a impulsos feroces, como en un rapto de amor.


Un libro loco, un libro niño, un libro flor, un libro pájaro. Un libro santo y levitador que vuela entre aviadores, hijos muertos en el aire, aves y pequeños pájaros libadores, constelaciones antiguas y constelaciones nuevas. Entre los incesantes bombardeos. Y, como san José de Cupertino, uno de los personajes que en él aparecen, unas veces vuela hacia adelante y otras, hacia atrás.

A medio camino entre las memorias, el libro de viajes y la novela, La parcelación del cielo tiene como centro de su disposición tripartita la hagiografía del nuevo patrón de la aviación que propone Cendrars: San José de Cupertino, un simple, un personaje que está constantemente en la luna, habitando su propia inutilidad desesperante de alma de cántaro.

Con creciente fama que acreditaba su torpeza, aquel franciscano divertido y embobado -al que sus compañeros llamaban Boca abierta y que luego alcanzó la santidad- se pasó la mitad de su vida levitando, lo que justifica la propuesta de consagrarle como patrón de la aviación.

En la raíz de este libro, que se abre con una incursión ornitológica en la especie brasileña del siete colores y se cierra con una tercera parte centrada en la astronomía y en la búsqueda de una nueva constelación, está la muerte del hijo de Cendrars, Rémy, piloto de la aviación francesa que murió en combate durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo explica Cendrars con estas palabras:

si a pesar de todo he escrito este relato, no es para probarme en un género que ha producido algunas obras maestras ni ejercerme en la escritura, de santa escritura, ni por imitación ni simplicidad, sino, primo, porque se lo prometí a Rémy —que no publicitará al nuevo patrón de la aviación, cosa que harían los americanos y también porque por entonces mi hijo se mató en un accidente de avión; secundo, porque, por muy santo canonizado que sea, Joseph Desa, natural de Cupertino (Apulia), es un personaje divertido que me apasiona; y tertio, porque la levitación es un arte de viajar instantáneo que a mí me hubiera gustado poder practicar desde que vi a los indígenas de las grandes selvas vírgenes del Amazonas dedicarse a ello después de absorber ibadú.

Fue crítico con la rendición francesa y como señal de protesta frente a la ocupación alemana, se negó a escribir durante tres años. Tras ese silencio redactó compulsivamente su tetralogía autobiográfica, que culminó con este espléndido volumen, que resume así María Casas en su prólogo “Cielo es un lugar donde nunca, nunca pasa nada”:

Aves, santos, constelaciones no son más que una excusa para escapar de la negrura, de la oscuridad, de la nada, último o primer protagonista, según se mire, de esta historia.

Santos Domínguez

23 abril 2012

Ayala. Narrativa


Francisco Ayala.
Obras completas I.
Narrativa.
Edición de Carolyn Richmond,
con la colaboración de la Fundación Francisco Ayala.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.

Siete décadas de escritura se recogen en el volumen dedicado a la narrativa de Francisco Ayala (1906-2009), que forma parte del proyecto de sus Obras completas que está publicando Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores en su espléndida colección Opera mundi.

El proyecto global, coordinado por Carolyn Richmond, consta de otros cinco tomos de los que se habían publicado ya dos volúmenes, correspondientes a los ensayos literarios y a las obras autobiográficas de Ayala.

Desde Tragicomedia de un hombre sin espíritu, su primera novela, de 1925, hasta su último relato, El filósofo y un pirata, de 1999, pasando por cimas narrativas como Los usurpadores, La cabeza del cordero, Muertes de perro o El jardín de las delicias, este volumen recoge la producción narrativa de Ayala durante tres cuartos de un siglo que tuvo en el autor de El hechizado un espectador privilegiado y un analista lúcido, un creador infatigable y un testigo íntegro.

Nada humano fue ajeno a su inteligencia crítica, a su capacidad de análisis, a su ironía cervantina, a su memoria civil y a su compromiso ético. Clásico y vanguardista, discípulo de Quevedo, de Valle-Inclán y de Gómez de la Serna, su creatividad literaria se desenvolvió entre dos géneros, el ensayo y la narrativa, y su agudeza exploró los vínculos que los comunican.

Porque una gran parte de la obra ensayística de Ayala es una reflexión sobre teoría e historia de la novela, una indagación en la novela clásica, en el realismo o en las vanguardias, una aproximación a las relaciones entre la novela y la sociedad o entre la narrativa y el cine.

Y de la misma manera, las novelas y los relatos de Ayala son el resultado de esa meditación, de las lecturas de Cervantes, de Galdós o del 98, de una técnica depurada, de la profundidad de su observación, de su prosa estilizada y de un dominio excepcional de la lengua.

Este volumen supone no solo la reunión de la extensa obra narrativa ayaliana, sino también una fijación definitiva por la editora, Carolyn Richmond, de los textos a partir de las primeras ediciones y de los manuscritos conservados en la Fundación Francisco Ayala:

Dos novelas de aprendizaje de corte tradicional -Tragicomedia de un hombre sin espíritu e Historia de un amanecer-; los relatos vanguardistas de El boxeador y un ángel y Cazador en el alba, que le habían procurado en los años treinta un cierto prestigio como escritor de vanguardia y que anticipan algunos de los temas esenciales de la obra posterior de Ayala; tres libros centrales de cuentos -Los usurpadores, La cabeza del cordero e Historia de macacos-; sus dos mejores novelas -Muertes de perro y El fondo del vaso-; la cumbre literaria que tituló El jardín de las delicias, una obra en marcha que fue creciendo desde su primera edición en 1971 y que plantea una sutil mezcla de realidad y ficción, una arriesgada suma de narrativa y ensayo resuelta con brillantez.

Novelas y cuentos que son una parte fundamental de ese proceso vital que fue la escritura de Francisco Ayala, como destacó Carolyn Richmond en el prólogo general a la edición de las obras completas.

La biografía de un escritor consiste en sus escritos, decía Francisco Ayala en Recuerdos y olvidos, aludiendo a un proceso que culminó con La niña de oro y otros relatos, su última colección de cuentos.

Sobre esa vinculación indisociable entre literatura y vida insistía Ayala cuando afirmaba: Uno escribe siempre su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglíficos.

O cuando en el epílogo a la primera edición de El jardín de las delicias escribía:

Ya el libro está compuesto. He reunido piezas diversas, de ayer mismo y de hace quién sabe cuántos años; las he combinado como los trozos de un espejo roto, y ahora debo contemplarlas en conjunto.

Sí; cuando me asomo a ellas, pese a su diversidad me echan en cara una imagen única, donde no puedo dejar de reconocerme: es la mía.

Y aquí está, completa y verdadera. esa imagen definitiva de Francisco Ayala.


Santos Domínguez

18 abril 2012

Los hermanos Tanner


Robert Walser.
Los hermanos Tanner.
Traducción de Juan José del Solar.
Debolsillo Contemporánea. Barcelona, 2012.


Una mañana, un joven de aspecto adolescente entró en una librería y pidió ser presentado al dueño. Hicieron lo que deseaba. El librero, un hombre mayor y de muy venerable porte, clavó una penetrante mirada en el personaje algo tímido que tenía delante y lo invitó a que hablase.

-Quiero ser librero -dijo el juvenil principiante-, es un deseo muy intenso y no sé qué podría impedirme llevar a cabo mi propósito. El oficio de librero me ha parecido siempre fascinante y no veo por qué habría de consumirme más tiempo lejos de tan entrañable y hermosa ocupación. Pues tal como ahora me ve aquí ante usted, caballero, me considero extraordinariamente apto para vender libros en su tienda, y tantos como pudiera desear vender usted mismo. Soy un vendedor nato: amable, ágil, educado, rápido, más bien parco en palabras, resuelto, calculador, atento y honrado, aunque no tan neciamente honrado como quizá parezca. Puedo hacer rebajas si veo ante mí a un pobre estudiante, y disparar los precios para hacerles un favor a esos ricachones que, sospecho, a veces ya ni saben qué hacer con su dinero. Pese a mi juventud, creo conocer un poco al ser humano, y además me gusta la gente, por muy distinta que sea. De modo que nunca pondré mi experiencia humana al servicio de la estafa, y menos aún se me ocurrirá perjudicar su preciado negocio tratando con exagerado miramiento a ciertos pobres diablos. En una palabra: mi amor por la gente mantendrá, en la balanza de las ventas, un agradable equilibrio con la razón mercantil, que tiene un peso similar y me parece tan necesaria para la vida como un alma rebosante de cariño: sabré mantener la justa medida, puede estar seguro de ello desde ahora.

Con esos párrafos de prosa sólida y sintaxis hipnótica, con ese estilo potente cuya fuerza se mantiene en la espléndida traducción de Juan José del Solar, comienza Los hermanos Tanner, la primera novela de Robert Walser (1878-1956) que acaba de publicar Debolsillo.

Walser la editó hace más de un siglo, en 1907, en su época berlinesa, y es una inmejorable vía de acceso al peculiar mundo literario de un autor que asombró a Kafka, a Musil, a Canetti, a Hesse o a Vila-Matas.

Y a cualquiera que se atreva a entrar en ese perturbador universo creativo, que hace del lector un cómplice cercano y asombrado por el matiz descriptivo y por la profundidad de una mirada interior que se expresa a través de monólogos fluidos y poderosos.

El goce de la infelicidad, la filosofía del perdedor, la inquietud existencial, la perpleja contemplación del mundo que Walser expresa a través de Simon Tanner, su nostalgia sin causa y sin objeto, el elogio de la derrota y los paseos interminables son parte nuclear de una novela sin argumento ni trama, de una narración que, como el protagonista, no va a ningún sitio.

A eso aludía Kafka, que confesó deberle todo a Walser, cuando anotó esto: ¿Acaso Simon Tanner no vagabundea, nadando en la felicidad, para no producir nada, a no ser el goce del lector?

Vagabundeos, cambios de lugar y de trabajo que son el reflejo de la desazón y la inadaptación de un personaje como Simon Tanner, tan inestable y extraterritorial como el propio Walser, volcado en estos años berlineses en una escritura sin propósito que expresaba el fluir de la vida, en un presente continuo sin futuro ni proyecto.

Es la vida no como peregrinación sino como puro merodeo errante, igual que esta novela es un puro transcurrir sin plan ni método, sin un proyecto vital para un protagonista tan cambiante como Walser.

Tal vez de ahí proceda la sostenida intensidad de este texto en el que el lector no echará de menos nada, ni siquiera un extraño don profético de Walser, que parece anticipar, cincuenta años antes, las circunstancias de su propia muerte en la de Sebastian, uno de los hermanos Tanner:

La nieve crujía bajo sus pisadas. Los abetos estaban tan cargados de nieve que inclinaban majestuosamente hasta el suelo sus poderosas ramas. Como a mitad de la subida vio Simon de pronto a un hombre joven echado sobre la nieve, en medio del camino. Aún había suficiente claridad en el bosque como para divisar al durmiente. […] Sebastian debió de haberse desplomado allí, víctima de un cansancio enorme que ya no pudo soportar. […] ¡Con qué nobleza ha elegido su tumba! Yace en medio de espléndidos abetos verdes, cubiertos de nieve. No quiero avisar a nadie. La naturaleza se inclina a contemplar a su muerto, las estrellas cantan dulcemente en torno a su cabeza y las aves nocturnas graznan: es la mejor música para alguien que ya no tiene oído ni sensaciones.

Santos Domínguez

16 abril 2012

Wordsworth. La abadía de Tintern


William Wordsworth.
La abadia de Tintern.
Edición y versión de Gonzalo Torné.
Lumen. Barcelona, 2012.


Junto con Coleridge, el otro poeta de los lagos, Wordsworth (1770- 1850) fundó el movimiento romántico inglés con la publicación de las Baladas líricas, un libro escrito entre los dos.

A ese libro pertenecía Tintern Abbey, un poema –casi panteísta, casi incestuoso- que Worsdworth fechó el 13 de julio de 1798 tras un segundo viaje a ese lugar emblemático del sur de Gales. Decidió añadir ese texto para cerrar la edición que se estaba preparando de las Baladas líricas, que aparecerían ese mismo año y que contenían veinte poemas suyos y cuatro de Coleridge.

Desde entonces, con El Preludio, La abadía de Tintern -Versos compuestos unas cuantas millas más arriba de la abadía de Tintern- se ha consolidado como la mejor composición de Worsdworth y como uno de los poemas canónicos de la poesía inglesa.

Con ese texto que cerraba las Baladas se abre la antología bilingüe que publica Lumen con selección, traducción y prólogo de Gonzalo Torné.

Los trece poemas que constituyen el volumen contienen las claves líricas y temáticas de la poesía romántica: las ruinas medievales, la conciencia del tiempo, el sentimiento de la naturaleza, el sueño y el ensueño y la crisis del racionalismo, la proyección de los estados de ánimo en el paisaje, un paisaje mental que refleja la relación problemática del poeta con el mundo, la soledad o la distancia entre la naturaleza y la conciencia.

Al poema que da título a la antología pertenecen estos versos:

Porque he aprendido
a mirar la naturaleza, no como en la época
de mi juventud irreflexiva, sino escuchando a menudo
la sosegada y triste música de la humanidad,
ni áspera ni disonante.

Todos esos temas y una actitud profundamente subjetiva vertebran una poesía que, en palabras de Gonzalo Torné, apenas trata de nada.

La montaña y los bosques, las ruinas y el río, el viejo vagabundo que caza sanguijuelas, el hermano muerto en un mar tenebroso, el mendigo de Cumberland, independiente y radicalmente libre, el suicidio de la primera viuda de la guerra de Troya, el amor y la muerte en el ciclo de poemas a Lucy, el paraíso perdido de la infancia... son algunos de los temas que recorren estos poemas espléndidamente traducidos por Gonzalo Torné, a cuyo prólogo –Entusiasta conciencia desdichada- pertenecen estas palabras:

Worsdworth hizo algo con la poesía occidental que no puede ignorarse, de manera que cualquiera que escribe o lee poesía, lo sepa o no, la lee y la escribe worsdworthizada.

Santos Domínguez

13 abril 2012

Rosas profanas



José Antonio Ramírez Lozano.
Rosas profanas.
Adonáis. Rialp. Madrid, 2011.


Desde el título, de suave parodia rubeniana, José Antonio Ramírez Lozano mantiene en Rosas profanas, que publica la colección Adonáis, un difícil equilibrio entre el juego y el fuego, entre la contención y el virtuosismo verbal, entre la seriedad y el humor.

Barroco en el mejor sentido de la palabra, como recreador de la tradición con el destello de la palabra, Ramírez Lozano habita un territorio que Gracián definió como más propio del ingenio que del genio: la agudeza.

Se trata de buscar nuevas relaciones entre los objetos, de proponer una nueva mirada hacia la realidad y una nueva relación entre las palabras y las imágenes. Y por eso puede volver Ramírez Lozano con brillantez a los ambientes y a los personajes que ya estaban en Fabulario o en Bestiario de cabildo, aunque iluminados ahora -o ensombrecidos- por otra luz.

Porque el poeta vuelve para mirar a sus criaturas a una nueva luz, con menos fulgor y más sombra, con una mirada más honda y menos desenfadada que la de aquellos sus primeros libros.

Lo explica en este Paraíso, de su reciente Las islas malabares:

Me encanta saquearme la palabra
con la palabra misma.
Mirarme en lo que dije en otros versos
cuando aún eran míos
y ahora con la edad pedirle cuentas
al tiempo que no tengo
con las palabras mismas con que un día
canté lo que he perdido.

Entro y salgo, ya veis, de aquel jardín
a robarme la fruta cada vez
que escribo un verso que ya estaba escrito.

Dios, sin duda, muchachos, se olvidó
de cortarnos la lengua –ya lo dije-
cuando nos expulsó del Paraíso.

Ramírez Lozano funde aquí distintos registros lingüísticos que van del Barroco al Modernismo; de la poesía del grupo Cántico al desarraigo de Blas de Otero; de Cunqueiro al esperpento. Y esa fusión construye una voz personal que integra diversos tonos en los que lo serio y lo jocoso se conjugan con una variedad métrica en la que el predominante verso largo, de respiración narrativa, deja paso al verso corto neopopularista que ya ejecutó con brillantez en Agua de Sevilla.

Son la cara y la cruz de ese doblón de oro que es la poesía de Ramírez Lozano, capaz de reunir tonos tan variados y de tan distinto alcance: la broma y la ocurrencia con una reflexión ascética que viene de Mañara y el guiño o el destello de la imaginería sevillana.

Y es que un ángel barroco y fieramente humano sobrevuela estos versos, suavemente elegiacos, de Ramírez Lozano, que contienen también un devocionario heterodoxo de oraciones en las que conviven la invocación y la evocación.

Cierra el conjunto un espléndido diálogo, Última tentación de San Antonio, que ahonda en el verdadero sentido de un libro como este: una profunda reflexión, a veces demasiado canina, monda y conceptuosa, sobre la palabra como tentación, sobre su capacidad creativa, sobre la búsqueda de la belleza desde el deseo amoroso y la aspiración a la hermosura que nos hace semejantes a los dioses:

La belleza delata el reino que los dioses
nos negaron un día, su falta de piedad
con los desheredados, que a fuerza de invocarlos
les damos la certeza tremenda de su nombre,
esa prosodia oscura de la que se sustentan.

Es la palabra arrebatada a los dioses, la palabra que permite poseer el mundo:

Vivirás mientras digas. Lo que nombres será.

Santos Domínguez

11 abril 2012

El radicalismo olvidado de la Ilustración europea


Philipp Blom.
Gente peligrosa.
El radicalismo olvidado
de la Ilustración europea.

Anagrama. Barcelona, 2012.


El historiador alemán Philipp Blom vuelve sobre un asunto ya tratado en su magnífica Encyclopédie: la Ilustración. En Gente peligrosa, también publicada por Anagrama, se centra en la facción más radical y olvidada de quienes formaron parte de los llamados philosophes, los ateos, liderados por Diderot, y que una vez por semana durante varias décadas se reunieron en el salón de la casa del Barón d'Holbach, padre del ateísmo moderno.

El empeño explícito de Blom es alterar la jerarquía de los philosophes, actuando como valedor de Diderot y d'Holbach, en detrimento de figuras tradicionalmente mucho más valoradas como Voltaire y Rousseau. Aunque algunos de sus argumentos no parezcan muy convincentes (Diderot dedicó la mayor parte de sus esfuerzos creativos a la redacción y supervisión de la Enciclopedia; D'Holbach estaba lejos de ser un escritor ameno), otros argumentos no admiten duda, pues es cierto que ambos tuvieron que luchar contra la censura que les obligó a publicar los manifiestos ateos bajo pseudónimo y, en el caso de Diderot, un simple burgués, a andarse con mucho cuidado, pues ya en su juventud pasó meses en prisión y sólo la abandonó con la promesa de no volver a defender por escrito el ateísmo. D'Holbach y Helvétius publicaron su ateísmo, pero evitaron males mayores gracias a su posición social.

Quizás lo más interesante del libro es la descripción del ambiente del salón d'Holbach por el que pasaron personajes de la importancia de Rousseau, Beccaria, Adam Smith, Sterne o David Hume. Un salón en el que se discutía sobre la forma de un mundo sin Dios, y donde alrededor de la mesa del Barón se hablaba de una sociedad en la que mujeres y hombres ya no vivirían oprimidos por el miedo y la ignorancia que infundía la religión, y cada cual podría vivir su vida plenamente.

Para Blom la importancia filosófica de estos pensadores radicales, que recogieron la ideología atea de Epicuro, Lucrecio y Spinoza, fue luego despreciada por historiadores que prefirieron al místico Rousseau e incluso al deísta Voltaire, que no sólo creía en un Dios en su papel de Relojero Supremo, sino que no veía con malos ojos una religión que sirviese para mantener a los pobres conformes con su miserable destino.

Así, según Blom, en el Olimpo de los philosophes, la importancia de cada cual se adjudicó no por su valía como pensadores, sino en función de su postura ante la religión. Gente peligrosa es una apología sin complejos de estos ilustrados radicales cuyas ideas Blom considera más útiles para nuestro confuso mundo actual.

Un mundo actual en el que Blom descubre durante sus investigaciones en París, que los párrocos de la iglesia de Saint-Roch, donde yacen los restos de Diderot y d'Holbach, fingen ignorar quiénes fueron estos personajes, quizás en venganza por tener que oficiar sus arcanas ceremonias en tan peligrosa compañía.


Jesús Tapia

10 abril 2012

Las épocas de la literatura española


Felipe B. Pedraza Jiménez.
Milagros Rodríguez Cáceres.
Las épocas de la literatura española.
Ariel Letras. Barcelona, 2012.

Durante un cuarto de siglo, entre 1980 y 2005, Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres desarrollaron un ambicioso Manual de literatura española en dieciséis volúmenes.

Hace ahora quince años, en 1997, como complemento y como síntesis de aquella obra mayor, los mismos autores, que firmaron algo después una espléndida Antología comentada de la poesía española, publicaron Las épocas de la literatura española, un riguroso compendio cronológico reunido en un volumen que acaba de reeditar Ariel Letras.

Si el manual era una historia descriptiva que armonizaba la visión general con la atención individualizada a autores mayores y menores, Las épocas de la literatura española ofrece una panorama global en once momentos, en once capítulos en los que se atiende a lo genérico más que a lo particular, a lo común más que a lo específico, a los movimientos más que a los autores, a los géneros, en fin, más que a las obras.

Se trata de una mirada al escenario de la literatura española que se fija más en el telón de fondo que en los actores, más en el decorado que en los personajes. Por esa razón este volumen contiene una exposición de los motivos, temas y argumentos de cada uno de los once periodos en los que se articula cronológicamente el estudio, una presentación diacrónica de los discursos y la actitudes de cada contexto y de su evolución, una descripción del marco y de la escena que forman parte del cuadro general.

Con ese planteamiento se aborda el contexto histórico y cultural de cada momento, se hace una aproximación a las relaciones entre literatura y sociedad en cada movimiento, se analiza la periodización interna y los grupos generacionales sucesivos y la evolución expresiva de los géneros literarios a través de sus manifestaciones más características y sus autores más representativos.

Santos Domínguez

09 abril 2012

Paseando con fantasmas


Paseando con fantasmas.
Antología del cuento gótico.
Selección y traducción de Marian Womack.
Prólogo de David Roas
Páginas de Espuma. Madrid, 2012.

La espléndida ilustración que se ha elegido para la portada de Paseando con fantasmas, que publica Páginas de Espuma, revela las raíces clásicas de la literatura gótica. Es un cuadro de Johann Heinrich Füssli que está en la Tate Gallery: Macbeth consulting the Vision of the Armed Head.

Aquel prerromántico, el mejor pintor de pesadillas de la historia, lo terminó en 1793, un año en el que ya se apreciaba en Inglaterra la tendencia gótica que había inaugurado muy poco antes El castillo de Otranto, de Horace Walpole.

Si gran parte del teatro de Shakespeare es una incursión en las raíces de la maldad y en el lado oscuro del hombre, el Prerromanticismo y el Romanticismo insisten en la exploración de esas zonas misteriosas de la realidad, en la irracionalidad y en lo incomprensible.

La narrativa, en todas sus variantes, del cuento a la novela pasando por la novela corta, fue la forma literaria en la que esas indagaciones encontraron su cauce de expresión más perdurable.

Y una muestra significativa de esos relatos góticos es la que acaba de publicar Páginas de Espuma en Paseando con fantasmas, una antología del cuento gótico desde finales del XVIII hasta las primeras décadas del XIX.

Con selección y traducción de Marian Womack y prólogo de David Roas, se recogen aquí dieciocho cuentos góticos, algunos de autores conocidos como Mary Shelley, W. Thackeray o Byron, pero la mayoría traducidos ahora por primera vez al español.

Con fantasmas y cadáveres en una escenografía de ruinas o cementerios, con crímenes o apariciones sobre un fondo sonoro tenebroso, con venenos y venganzas en una naturaleza desatada y con una meteorología fantasmal en la que no pueden faltar tormentas y marejadas, estos relatos son la respuesta romántica a la antigua atracción por una dimensión desconocida de la realidad, pero obedecen también a la necesidad de explicarse los mecanismos de la maldad, del subconsciente, de lo demoniaco o de la parte animal más o menos oculta de las personas.

Como en toda la literatura fantástica, se practica en estos textos una huida de la realidad inmediata, con lo que la lejanía en el espacio y en el tiempo se convierte en uno de los ingredientes del género gótico, una receta que en 1798 ridiculizaba en Francia el periódico Spectateur du Nord. La reproduce David Roas en el espléndido prólogo de esta edición:

Un viejo castillo medio en ruinas;
Un largo corredor, con muchas puertas, muchas de las cuales
deben estar ocultas;
Tres cadáveres aún sangrantes;
Tres esqueletos en sus ataúdes;
Una anciana ahorcada, con algunas puñaladas en la garganta;
Ladrones y bandidos a discreción;
Una dosis suficiente de murmullos, de gemidos ahogados y de horribles estrépitos;
Todos estos ingredientes, bien mezclados y divididos en tres porciones o volúmenes, producen una excelente mezcla que todos los que no tienen la sangre negra podrán tomar en el baño inmediatamente antes de irse a dormir. Así se sentirá mejor su efecto.
Probatum est.

Santos Domínguez

06 abril 2012

Paul Johnson. Humoristas


Paul Johnson.
Humoristas
Traducción de Joan Eloi Roca.
Ático de los Libros. Barcelona, 2012.

Caballeros, les he dado conversación, lo que no puedo darles es inteligencia, dijo una vez el Dr. Samuel Johnson a sus interlocutores.

Es uno de los muchos episodios, ocurrencias y situaciones que incorpora Paul Johnson en su Humoristas, un jovial recorrido por la historia y el canon del humor que publica Ático de los Libros.

Un recorrido de catorce capítulos dedicados a personajes que en palabras de su autor constituyen una extraña colección de genios, fracasados, borrachos, inadaptados sociales, tullidos e idiotas con un don. Tienen en común solo el deseo, y la capacidad, de hacer reír a un gran número de personas. En esta serie de libros que reúne intelectuales, creadores y héroes, creo que los cómicos son los más valiosos.

Abre el libro una muy inteligente y jocosa introducción sobre el sentido, las formas, la evolución de la risa y los mecanismos que la provocan.

Y a partir de ahí, con una envidiable soltura narrativa, Humoristas pone en pie figuras y situaciones, hechos y palabras en una serie de escenas vivas por las que pasean pintores, escritores o actores que hicieron del humor una forma de enfocar la vida, una manera de despegarse de ella, de analizar las debilidades humanas y de mirarlas de manera crítica o compasiva.

En esa línea están William Hogarth, un precursor del cómic, un pintor del caos desde la posición del moralista; Benjamin Franklin, fundador de la risa americana; el Dr. Johnson, melancólico y sombrío, pero divertido, ocurrente y dotado de un agudo sentido del humor parejo a su inteligencia; Thomas Rowlandson, pintor de acuarelas y grabados satíricos o pornográficos; o Dickens, el cómico con más éxito de la historia que alcanzó una de sus cimas en los juegos verbales y en las extravagancias risibles del Club Pickwick.

Otros personajes, como Chesterton –una gárgola viva y charlatana- o Chaplin –ágil, sutil y sentimental- tienen con el humor una relación evidente, como Laurel y Hardy o los hermanos Marx, o un vínculo soterrado e imprevisible, como ocurre con Toulouse-Lautrec. Porque a primera vista ¿qué hay de gracioso en su deforme persona y en su obra?

Y así, desde el caos a la melancolía pasando por la sutileza, el doble sentido o la carcajada sarcástica, Humoristas explora también las diferentes modalidades del humor, sus diversas tonalidades y sus variantes comunicativas que van desde lo plástico hasta lo verbal y de la pura gesticulación a la elaboración conceptual en la expresión de una actitud tan exclusivamente humana como la risa.


Santos Domínguez

04 abril 2012

Melville en Barataria

Herman Melville.
Yo y mi chimenea.
El pudín del pobre y las migajas del rico.
Traducción de Adrià Edo.
Barataria. Barcelona, 2012.

Como Poe, como Hawthorne, como Emily Dickinson, Herman Melville (1819-1891) forma parte del Dark Romanticism, de aquel Romanticismo oscuro que tuvo su expresión más acabada en la narrativa breve de estos tres autores y en la poesía de Emily Dickinson.

Espléndidamente traducidos por Adrià Edo, Barataria publica dos de los diecinueve relatos que escribió el autor de Moby Dick y de Bartleby el escribiente.

Yo y mi chimenea y El pudín del pobre y las migajas del rico, una novela corta y un cuento, son dos relatos muy distintos en tono, pero semejantes en calidad y en el uso de la narración en primera persona.

Yo y mi chimenea, dos viejos fumadores canosos, residimos en el campo. Estamos, puedo asegurarlo, bien asentados aquí, sobre todo mi vieja chimenea, que se asienta más y más cada día.

Así comienza el primero, un relato alegórico en el que la chimenea aparece humanizada (anfitriona, gran señora, mi superior, ciudadana libre de esta tierra libre) y es una imagen de la identidad personal frente a la tendencia enfermiza a defender las novedades.

Frente al viejo narrador y su reina -la chimenea-, su mujer –una anciana otoñal con alma primaveral- defiende lo nuevo y quiere eliminar la chimenea para lo que recurre a todo tipo de argumentos y de pactos.

El pudín del pobre y las migajas del rico es un cuento más breve y más duro: una mezcla en sus dos encuadres de piedad hacia el pobre y de sarcasmo hacia el rico. Una crítica de la beneficencia y la caridad de los ricos y una denuncia de la hipocresía a través de un narrador que asiste – como Dante- acompañado por un guía al infierno de la pobreza.

Un texto que termina con estas palabras demoledoras: el cielo me guarde por igual del pudín del pobre y de las migajas del rico.

Santos Domínguez

02 abril 2012

Graves. Los mitos griegos


Robert Graves.
Los mitos griegos.
Traducción de Lucía Graves.
Ariel. Barcelona, 2012.

Después de Ovidio, quizá nadie haya sabido narrar los mitos con la solvencia literaria de Robert Graves.

Como el autor de Las Metamorfosis, Graves no sólo es un brillante mitógrafo, sino un poeta con talento narrativo cuya mirada se proyecta sobre el mismo fondo paisajístico mediterráneo.

Con traducción de Lucía Graves, Ariel publica una versión abreviada de Los mitos griegos organizada en siete bloques: los mitos de la creación, las genealogías y los nacimientos de los dioses olímpicos, las relaciones de los dioses con los héroes y con los hombres, sus virtudes y sus debilidades, los argumentos relacionados con Minos, Dédalo y Teseo, los mitos tebanos y micénicos que alimentaron las tragedias clásicas como el de Edipo y Orestes, los doce trabajos de Heracles y su apoteosis, las peripecias de los argonautas y Medea.

Contados como episodios de una novela, vinculados unos con otros por un escenario común y sostenidos en una red de relaciones que revelan su significado histórico, su sentido antropológico o su fondo simbólico o mágico, los mitos griegos forman parte de un fondo inagotable de la tradición occidental.

Por eso siguen habitando en el inconsciente colectivo y nutriendo los argumentos de la literatura, la pintura o la música con sus historias de amor y odio, de culpa y venganza, de miedo y ambiciones, de pasiones secretas y traiciones.

Más allá de la mera recopilación de mitos, ese material valioso se convierte en la pluma de Graves en un potente conjunto narrativo de aire contemporáneo.

Santos Domínguez

31 marzo 2012

Nietzsche


Michel Onfray. Maximilien Le Roy.
Nietzsche.
Traducción de Elena Martínez.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2012.


En La inocencia del devenir, su más discutida que discutible biografía de Nietzsche, Michel Onfray explicaba que su objetivo era contar en imágenes una vida filosófica.

Aquella biografía tenía pues algo de guión, de storyboard sobre la vida del filósofo a través de una serie de escenas intensas que abarcaban los momentos más significativos de su existencia entre 1844 y 1900.

En 2010, el ilustrador Maximilien Le Roy convirtió esa biografía de Nietzsche en una espléndida novela gráfica que conecta vida, escritura e imagen para confirmar -como señalaba Onfray- que una vida filosófica es una vida en la cual la teoría y la práctica, el pensamiento y la acción, el verbo y el comportamiento, el discurso y la existencia, los libros y los compromisos no son distintos, sino que están correlacionados, ligados de manera consecuente. En esta configuración, el texto sostiene el gesto y el gesto genera el texto en perpetuo ir y venir.

Articulado como un flashback, Nietzsche enhebra vertiginosamente las sucesivas secuencias cronológicas que marcaron la vida y el pensamiento del filósofo.

Con colores encendidos o fríos, en el tono sepia del recuerdo, en el rojo del pensamiento apasionado o en el morado del hombre atormentado que creó el modelo moral del superhombre entre la lucidez y la locura, se suceden en las páginas de este volumen tiempos y lugares, reflexiones y pesadillas, Schopenhauer y Wagner, Lou Andreas Salomé y Elisabeth Nietzsche, la libertad y la fatalidad, para resumir la evolución intelectual de uno de los padres del pensamiento contemporáneo que sabía que la vida filosófica resumía el talento del pensamiento antiguo y que el cristianismo es una enfermedad mental destructiva que invita a un suicidio lento.

El eterno retorno y Zaratustra, Basilea y Leipzig, Venecia y Niza en un camino que cerró un irreversible acceso de locura en Turín. También en eso Nietzsche fue un profeta, un adelantado de la modernidad.

Ahora acaba de aparecer en español en un espectacular volumen editado por Sexto Piso, traducido por Elena Martínez.

Santos Domínguez

30 marzo 2012

Nikolái Gumiliov. El tranvía extraviado


Nikolái Gumiliov.
El tranvía extraviado.
Edición de José Mateo
y Xènia Dyakonova.
Linteo. Orense, 2012.

Pocos meses después de la aparición de El diablo listo en Reino de Cordelia, aparece en Linteo El tranvía extraviado, otra antología de Nikolái Gumiliov (1886-1921).

Seleccionada, traducida y prologada por José Mateo y Xènia Dyakonova, es un espléndido recorrido por la obra de un poeta que fundó el movimiento acmeísta y formó parte del círculo poético de Anna Ajmátova -de quien fue efímero marido- y de Ósip Mandelshtam.

Menos conocido en el ámbito hispánico que ellos o que otros poetas de la edad de plata de la poesía rusa como Maiakovski, Pasternak o Marina Tsvetáieva, su poesía, heredera de las actitudes románticas, anclada a menudo en una actitud adolescente y proyectada en una constante voluntad de huida hacia lugares lejanos, fue prohibida por el régimen soviético tras su fusilamiento en 1921.

La superación del simbolismo y sus nieblas impresionistas, junto con la recuperación de referentes clásicos y de las propuestas parnasianas, caracteriza la poesía acmeísta y la obra de un poeta como Gumiliov, que halló en los viajes y en lugares como Egipto, Sudán, Somalia o Abisinia una fuente fundamental de inspiración poética y la raíz de la potencia plástica y sensorial de sus imágenes, como la de La jirafa, un poema de 1908 que podría haber firmado entre nosotros Rubén Darío:

Conozco los cuentos alegres de extraños países,
del joven guerrero y la chica, de amor y de furia…
pero con el tiempo te has hecho a una densa calígine:
no es fácil que creas en nada, si no es en la lluvia.

Y ¿cómo podría contarte un jardín tropical,
la palma sutil, el olor de una flor nunca vista?
No llores, escucha... muy lejos, a orillas del Chad,
hay una jirafa de gracia exquisita.

Esa voluntad evasiva atraviesa la poesía de Gumiliov durante toda su evolución (hay un relincho de caballos fieros,/y el alma, la más triste de los encarcelados,/así, ligera y libre, eleva el vuelo).

La antología toma su título -El tranvía extraviado- de un poema que escribió en 1921, el mismo año de su muerte, y al que pertenecen estas estrofas:

Tarde: hemos pasado hasta la última almena,
todo un palmeral se perdió a nuestro lado,
y a través del Neva, del Nilo y del Sena
por tres puentes nuestras ruedas han chirriado.

Surgió en la ventana, por sólo un momento,
mirando hacia dentro con un gesto huraño
un viejo mendigo —si no me lo invento—
aquel que murió en Beirut el pasado año.

¿En dónde me encuentro? Afligido, angustiado,
el corazón dice latiendo a raudales:
«Ves la estación donde se vende al contado
el billete a las Indias Espirituales».

Esta panorámica retrospectiva, que organiza los poemas en tres secciones y con un orden cronológico inverso a partir de su último libro, Columna de fuego, deberá contribuir a consolidar su nombre como uno de los referentes de la poesía rusa del siglo XX.

Santos Domínguez

28 marzo 2012

En huelga

Todo Sherlock Holmes


Arthur Conan Doyle.
Todo Sherlock Holmes.
Edición y prólogo de Jesús Urceloy.
Bibliotheca AVREA Cátedra. Madrid, 2012.

La historia de la literatura traza a veces relaciones secretas y azarosas entre los textos, sus autores y los personajes que imaginaron alguna vez de forma esporádica o persistente.

Es evidente la afinidad de la pareja Don Quijote-Sancho y Holmes-Watson, personajes persistentes en la imaginación de Cervantes y de Conan Doyle. Pero más allá de esa relación evidente y de otras afinidades que los convierten en seres complementarios, hay entre ellos un vínculo que los une caprichosamente en el territorio de lo apócrifo.

Igual que don Quijote nunca pronuncia ese “ladran, luego cabalgamos” que la ignorancia iletrada le atribuye, Holmes nunca le dice a su ayudante esa manida frase “Elemental, querido Watson”. Tan llena de suficiencia como falsa, la crearon los guionistas que adaptaron al cine algunos de los relatos más famosos del inquilino del 221 B de Baker Street.

Pero es lo que pasa con los clásicos, que están en boca de quien no los leen y llegan a imaginarse a Hamlet diciendo ese Ser o no ser que nunca declama ante la calavera de Yorick.

Para que no todo sean inconvenientes, los clásicos tienen la virtud de seguir vivos, cumpliendo años sin daño y con un vigor que en el caso de Sherlock Holmes alimenta el inconsciente colectivo más allá de la literatura.

Por eso, porque Holmes cumple 125 años desde aquel 1887 en que se publicó Estudio en escarlata, Cátedra recupera la imprescindible edición de todas las aventuras del detective que ha quedado como símbolo de la capacidad deductiva y de la lógica de la observación de los detalles.

Jesús Urceloy explicaba en el prólogo de 2003 la particularidad de esta edición:

“Se trata de la exposición íntegra en un solo libro de todas las aventuras de Sherlock Holmes, y al mismo tiempo ordenadas éstas según la edad del protagonista.”

Entre Estudio en escarlata y El último saludo, sesenta historias -cuatro novelas y cincuenta y seis relatos- que permiten comprobar la inteligencia implacable y el ingenio del detective creado por Conan Doyle.

Detective y caballero llama a Holmes el magnífico microensayo anónimo que incluye siempre en sus solapas esta espléndida colección. Se leen allí observaciones como esta:

Si don Quijote tuvo su narrador —algún tanto oscurecido por obra de intérpretes y traductores—, también Sherlock Holmes tuvo el suyo, y tanto el doctor Watson como Mycroft y el propio Holmes se mostraron casi siempre por encima de las posibilidades de sir Arthur. En ambos casos hubo crítica interna. Desde el momento en que don Quijote se supo en letras de imprenta, se vio «pensativo» e inquieto, imaginando cómo lo habría tratado su historiador, y ya desde el principio lamentó que el autor se valiera «de novelas y cuentos ajenos, habiendo tanto que escribir» de los suyos (II,3). También Holmes vapuleó con cierta displicencia a su cronista, que tan orgulloso se sentía del "Estudio en escarlata":

«—Lo miré por encima —dijo [Holmes]—. Sinceramente, no puedo felicitarle por ello. La investigación es, o debería ser, una ciencia exacta, y se la debe tratar del mismo modo… Algunos hechos hay que suprimirlos o, al menos, hay que mantener cierto sentido de la proporción al tratarlos. El único aspecto del caso que merecía ser mencionado era el curioso razonamiento analítico, de los efectos a las causas, que me permitió desentrañarlo» (SC, 1)

El volumen añade seis apéndices: la relación completa de las aventuras de Sherlock Holmes y de todos los casos conocidos, tanto narrados como citados y no narrados en detalle; comentarios notas finales y curiosidades sobre los textos narrados; una addenda con tres poemas semiapócrifos; un epílogo con dos textos preliminares; y un índice alfabético descriptivo de los personajes que aparecen en las distintas historias.

Santos Domínguez

27 marzo 2012

Dickens. La Casa lúgubre


Charles Dickens.
La Casa lúgubre.
Traducción de Alberto Reyes.
Debolsillo. Barcelona, 2012.

Habitualmente traducida al español como Casa desolada, Bleak House es para la crítica contemporánea la mejor novela de Dickens, su empresa más compleja y memorable, como indicó Harold Bloom cuando la destacó como una novela imprescindible en El canon occidental.

La espléndida traducción de Alberto Reyes que acaba de publicar Debolsillo se ha titulado –a última hora, con la portada ya diseñada-, seguramente por algún problema de derechos, La Casa lúgubre, y va precedida de un agudo prólogo de Chesterton, que hace un profundo análisis de su trama, sus ambientes y sus personajes.

No es el único novelista que se ha acercado a esta obra de Dickens. Nabokov le dedicó un estupendo ensayo que forma parte de su Curso de Literatura Europea en el que exploró la red de relaciones que conecta los temas y los personajes de la novela.

Y sin embargo, La Casa lúgubre, que Dickens publicó en veinte entregas de 1852 a 1853, no tuvo una buena acogida entre sus contemporáneos, seguramente porque utilizaba unos planteamientos técnicos avanzados para su época, porque –como señaló W. J. Harvey- su doble sistema de narradores proponía “un elaborado experimento de narración y de composición argumental, único en Dickens.”

Si fue la peor valorada en su momento quizá fuese también por su complejidad argumental y por un radical cambio de tono narrativo. Porque esta es su obra central, pero también la más sombría de sus novelas desde su arranque en un noviembre lluvioso en el que la niebla, el barro y el humo se adueñan del panorama de un Londres fantasmagórico.

Ese comienzo memorable y simbólico marca el mundo narrativo de la novela, centrada en el mundo de los tribunales de justicia. Marcada por una niebla que no levanta en toda la obra y que acaba por invadir los espacios interiores, La Casa lúgubre es una sátira de la burocracia que contiene una trama policiaca.

Dickens es aquí un maestro del claroscuro que se mueve entre el humor y la denuncia y abandona la narración en sarta que había caracterizado sus anteriores entregas para utilizar una estructura cíclica.

No es la única novedad: además prescinde de personajes errantes o erráticos y asume Londres como eje ambiental de una concentrada unidad de lugar y un eje temático de referencia: el prolongado pleito en torno al que se organizan las tramas y los personajes.

Pero La Casa lúgubre es mucho más que un mero recorrido por el mundo de los niños pobres, de la Cancillería y de la maraña detectivesca y judicial que la envuelve como la niebla. Un Dickens poderoso, en su plenitud estilística y en su obra más intensa, crea aquí uno de sus personajes más acabados: Esther Summerson, cuya rememoración del porvenir la conecta con Kierkegaard y la convierte en un personaje prekafkiano.

No es el único personaje consistente y perdurable de los muchos que recorren esta obra maestra: el abogado Tulkinhorn, Harold Skimpole, Mr. Bouythorn, el detective Bucket o John Jarndyce completan una obra en la que el lector encontrará una representación global del mundo y de la vida.

En sus páginas hay intriga y enredos, personajes despreciables y criaturas deslumbrantes, acciones ruines y admirables, altura literaria y ritmo narrativo. De todo menos tedio.

Santos Domínguez