Paseando con fantasmas.
Antología del cuento gótico.
Selección y traducción de Marian Womack.
Prólogo de David Roas
Páginas de Espuma. Madrid, 2012.
Antología del cuento gótico.
Selección y traducción de Marian Womack.
Prólogo de David Roas
Páginas de Espuma. Madrid, 2012.
La espléndida ilustración que se ha elegido para la portada de Paseando con fantasmas, que publica Páginas de Espuma, revela las raíces clásicas de la literatura gótica. Es un cuadro de Johann Heinrich Füssli que está en la Tate Gallery: Macbeth consulting the Vision of the Armed Head.
Aquel prerromántico, el mejor pintor de pesadillas de la historia, lo terminó en 1793, un año en el que ya se apreciaba en Inglaterra la tendencia gótica que había inaugurado muy poco antes El castillo de Otranto, de Horace Walpole.
Si gran parte del teatro de Shakespeare es una incursión en las raíces de la maldad y en el lado oscuro del hombre, el Prerromanticismo y el Romanticismo insisten en la exploración de esas zonas misteriosas de la realidad, en la irracionalidad y en lo incomprensible.
La narrativa, en todas sus variantes, del cuento a la novela pasando por la novela corta, fue la forma literaria en la que esas indagaciones encontraron su cauce de expresión más perdurable.
Y una muestra significativa de esos relatos góticos es la que acaba de publicar Páginas de Espuma en Paseando con fantasmas, una antología del cuento gótico desde finales del XVIII hasta las primeras décadas del XIX.
Con selección y traducción de Marian Womack y prólogo de David Roas, se recogen aquí dieciocho cuentos góticos, algunos de autores conocidos como Mary Shelley, W. Thackeray o Byron, pero la mayoría traducidos ahora por primera vez al español.
Con fantasmas y cadáveres en una escenografía de ruinas o cementerios, con crímenes o apariciones sobre un fondo sonoro tenebroso, con venenos y venganzas en una naturaleza desatada y con una meteorología fantasmal en la que no pueden faltar tormentas y marejadas, estos relatos son la respuesta romántica a la antigua atracción por una dimensión desconocida de la realidad, pero obedecen también a la necesidad de explicarse los mecanismos de la maldad, del subconsciente, de lo demoniaco o de la parte animal más o menos oculta de las personas.
Como en toda la literatura fantástica, se practica en estos textos una huida de la realidad inmediata, con lo que la lejanía en el espacio y en el tiempo se convierte en uno de los ingredientes del género gótico, una receta que en 1798 ridiculizaba en Francia el periódico Spectateur du Nord. La reproduce David Roas en el espléndido prólogo de esta edición:
Aquel prerromántico, el mejor pintor de pesadillas de la historia, lo terminó en 1793, un año en el que ya se apreciaba en Inglaterra la tendencia gótica que había inaugurado muy poco antes El castillo de Otranto, de Horace Walpole.
Si gran parte del teatro de Shakespeare es una incursión en las raíces de la maldad y en el lado oscuro del hombre, el Prerromanticismo y el Romanticismo insisten en la exploración de esas zonas misteriosas de la realidad, en la irracionalidad y en lo incomprensible.
La narrativa, en todas sus variantes, del cuento a la novela pasando por la novela corta, fue la forma literaria en la que esas indagaciones encontraron su cauce de expresión más perdurable.
Y una muestra significativa de esos relatos góticos es la que acaba de publicar Páginas de Espuma en Paseando con fantasmas, una antología del cuento gótico desde finales del XVIII hasta las primeras décadas del XIX.
Con selección y traducción de Marian Womack y prólogo de David Roas, se recogen aquí dieciocho cuentos góticos, algunos de autores conocidos como Mary Shelley, W. Thackeray o Byron, pero la mayoría traducidos ahora por primera vez al español.
Con fantasmas y cadáveres en una escenografía de ruinas o cementerios, con crímenes o apariciones sobre un fondo sonoro tenebroso, con venenos y venganzas en una naturaleza desatada y con una meteorología fantasmal en la que no pueden faltar tormentas y marejadas, estos relatos son la respuesta romántica a la antigua atracción por una dimensión desconocida de la realidad, pero obedecen también a la necesidad de explicarse los mecanismos de la maldad, del subconsciente, de lo demoniaco o de la parte animal más o menos oculta de las personas.
Como en toda la literatura fantástica, se practica en estos textos una huida de la realidad inmediata, con lo que la lejanía en el espacio y en el tiempo se convierte en uno de los ingredientes del género gótico, una receta que en 1798 ridiculizaba en Francia el periódico Spectateur du Nord. La reproduce David Roas en el espléndido prólogo de esta edición:
Un viejo castillo medio en ruinas;
Un largo corredor, con muchas puertas, muchas de las cuales
deben estar ocultas;
Tres cadáveres aún sangrantes;
Tres esqueletos en sus ataúdes;
Una anciana ahorcada, con algunas puñaladas en la garganta;
Ladrones y bandidos a discreción;
Una dosis suficiente de murmullos, de gemidos ahogados y de horribles estrépitos;
Todos estos ingredientes, bien mezclados y divididos en tres porciones o volúmenes, producen una excelente mezcla que todos los que no tienen la sangre negra podrán tomar en el baño inmediatamente antes de irse a dormir. Así se sentirá mejor su efecto.
Probatum est.
Santos Domínguez