18 mayo 2007

Hoy, Júpiter



Luis Landero.
Hoy, Júpiter.
Tusquets. Barcelona, 2007.


Decía Elías Canetti que hay dos tipos de hombres: los que viven en las heridas y los que habitan las casas. Inevitablemente lo recuerda uno mientras lee Hoy, Júpiter, la quinta novela que publica Luis Landero en Tusquets, cinco años después de El guitarrista.

Hoy, Júpiter narra dos vidas paralelas: la de Dámaso Méndez, un habitante del odio y la venganza, dos pasiones intensas y destructivas, y la de Tomás Montejo, que vive en la ensoñación de la literatura, en la pasión de los libros.

Dos vidas que de alguna manera son una sola, que surge de la semilla autobiográfica del autor, que se desdobla y proyecta en los dos protagonistas los recuerdos de su infancia rural y de su profesión docente.

El odio y el amor, el humor y la amargura, lo admirable y lo ridículo, la comedia y la tragedia, los mundos literarios y viscerales acaban convergiendo en un destino común que recuerda al de don Quijote y Sancho.

Y es que, como en el resto de la narrativa de Landero, el Quijote está pesando benéficamente en Hoy, Júpiter, desde el principio, desde antes de que empiece la novela, en la cita cervantina que la abre y la resume tan bien como la magnífica portada que se ha elegido para editarla.

Cuidadosamente compuesta, Hoy, Júpiter se estructura en cuatro partes de ocho capítulos cada una, con estructura alternante que va pasando de un protagonista a otro, salvo en la última, en la que se funden las peripecias de Dámaso, la voz del odio que entronca con Yago, y la de Tomás, un contemplador de sí mismo como don Quijote, un personaje que quiere ser otro a través de los libros, en una peculiar confusión de vida y literatura, de imaginación y realidad.

Hoy, Júpiter, que es una reivindicación de la necesidad de la imaginación, de la seducción de las palabras, es también un ajuste de cuentas con el pasado, con el padre, con la realidad y con el deseo a través de dos personajes que recuerdan las dos posturas de los de Juegos de la edad tardía. Dos personajes tratados con la afectividad cervantina que evidencian los frecuentes diminutivos del texto.

El eficiente narrador que ha sido siempre Landero encuentra en esta novela su estilo más depurado y sus recursos más efectivos con un ritmo de andante y con la agilidad narrativa a que tiene acostumbrados a sus lectores.

Y con ese empaste especial que tiene en Landero la palabra, que adquiere en su escritura un volumen y un relieve infrecuentes y brillantes, en una demostración reiterada de la calidad de página:

La madre, que allá donde se instalara convertía el lugar en un rincón remoto, remendaba, guisaba, trasteaba, y si se quedaba quieta y absorta, lo hacía de un modo tan expresivo, que parecía que las sombras de los pensamientos se le pintaban en el rostro. Dámaso la miraba de vez en cuando, sin apenas fijar los ojos en ella, tal como se mira la amplitud de un paisaje, o como miraba ahora el fluir del agua, y luego a hurtadillas espiaba a Natalia: sus dedos frágiles y aplicados, el cabello por los hombros, la nitidez de sus rasgos, los accidentes mínimos de su piel, el gesto siempre sereno y concienzudo. Y era hermoso cuando juntaba un momento su cabeza a la de él para ayudarlo o enseñarle algo de sus cosas, su voz susurrante, la limpia fragancia a sol y a hierba de su pelo... Luego volvía a la tarea, pero ya distraído y debilitado por las menudencias del entorno. Venía la noche y ellos continuaban allí, cada cual en su sitio y en su cometido, y aunque los ruidos cesaban por completo en toda la casa, y en el patio y en los traspatios, el silencio del padre se distinguía del gran silencio general, sin disolverse en él, y Dámaso lo notaba del mismo modo que pueden intuirse las aguas profundas de un río sin que en la superficie aparezca ningún indicio delator.

Es esta una novela redonda en su calidad y circular en su estructura. La cierra un guiño cómplice a Cien años de soledad, cuando, como Melquíades, Tomás Montejo empieza a escribir la historia en la última página del libro, al cierre del último capítulo de la novela, que se titula Aquí empiezan las verdaderas aventuras:

Cuando comenzó a anochecer, Tomás Montejo no había abierto aún la carta. Su mente estaba en otro lado, en otro texto. Había sacado una carpeta sin estrenar para empezar a tantear una novela que se le había venido ocurriendo en los últimos días y que era como si ya estuviese escrita, un relato que en realidad eran dos historias entrelazadas, sacadas del barro mismo de la vida, y que eran la de Dámaso y la suya propia, unas cuatrocientas páginas, calculó, y de la cual tenía ya pensado hasta el título. Por la ventana entraba una leve brisa de verano. Miró al cielo. Aún no se distinguían las primeras estrellas. Sí, bueno o malo, aquél era su mundo, y ahora, como Ulises, después de algunas peripecias, regresaba finalmente a su hogar. Y aunque el dolor era mucho, tampoco la esperanza era poca.
Tomó un lápiz, lo afiló a conciencia, y escribió la primera frase. Sí, allí empezaban para él las verdaderas aventuras.

Santos Domínguez


17 mayo 2007

Cuentos de Ribeyro


Julio Ramón Ribeyro.
Cuentos.
Edición e introducción de Ángel Esteban.
Austral Narrativa. Madrid, 2007.


Hace casi diez años que Espasa Calpe publicaba la primera edición de esta antología de cuentos de Julio Ramón Ribeyro, que reaparece ahora en la rediseñada colección Austral narrativa.

Con una introducción de Ángel Esteban sobre el cuento hispanoamericano en la perspectiva del boom, sobre Ribeyro y sus demonios personales y literarios, el volumen recoge una muestra de veintiséis relatos. Menos el último, La careta, todos forman parte de las distintas entregas que con el título La palabra del mudo han ido recogiendo los casi cien relatos que constituyen la obra narrativa corta de Ribeyro.

Casi un tercio de esos relatos los recoge esta amplia antología en la que está el mejor Ribeyro, el heredero de Kafka, el discípulo de Borges y el creador de uno de los mundos literarios más personales e interesantes de la narrativa hispanoamericana contemporánea.

Están en este volumen los relatos de más calidad del peruano y también -ese ha sido el segundo criterio de selección- aquellos que mejor reflejan su universo literario, su actitud vital, su ideología o su variedad técnica.

Entre lo autobiográfico y la mirada crítica o escéptica, los relatos seleccionados por Ángel Esteban constituyen una muestra representativa del autor de cimas como Los gallinazos sin plumas o Sólo para fumadores.

Son relatos apoyados en una sólida técnica y en una reflexión constante que se plantea los límites y las características técnicas de un género más mostrativo que didáctico. De esa reflexión surgió un decálogo que reivindicaba el interés de la historia y miraba hacia el lector con afirmaciones como estas:

El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada, real.

Entretener, conmover, intrigar o sorprender son algunos de los objetivos que Ribeyro propuso en el decálogo. Y estos cuentos, a menudo abiertos y siempre brillantes, son su demostración eficiente. Desde el inicial Los gallinazos sin plumas al maduro Sólo para fumadores, en cuarenta años de dedicación insistente y brillante a la narrativa breve con una pericia narrativa que pasa por dos momentos, por dos modalidades sucesivas: la modalidad inventiva que domina en sus primeros libros y la modalidad evocativa que se va imponiendo a partir de los años ochenta en sus relatos.

El prólogo sitúa la obra de Ribeyro en su contexto hispanoamericano y hace oportunas observaciones sobre el escepticismo vital del peruano y su proyección sobre la figura del narrador, sobre el reflejo de los cambios sociales y las diversas formas del desarraigo social y personal de Ribeyro, sobre su ironía, su humor y su amargura.

Es la imprescindible recuperación de una lectura imprescindible.

Santos Domínguez

16 mayo 2007

Segunda antología de poesía china

Marcela de Juan.
Segunda antología de poesía china.
Alianza Editorial. Madrid, 2007.


El libro de bolsillo de Alianza Editorial rescata la Segunda antología de poesía china, de Marcela de Juan, una antología que publicó Revista de Occidente en 1962 y que se ha convertido en obra de referencia por dos razones: por la selección de los textos y por la traducción, hecha -decía Foxá- con finura oriental y claridad de Occidente.

Precedidos por la evocación y el elogio de Marcela de Juan en la presentación de Antonio Segura, y del prólogo de la propia traductora, se recogen cuarenta y dos siglos de tradición poética en un muestrario delicado que contiene poemas de una modernidad asombrosa como el texto del siglo VII en el que

llega la marea con su carga de estrellas.

Las flores del ciruelo, la oropéndola amarilla, peces dorados en los estanques y pájaros en la enramada, la noche clara, la luna en el río, la niebla en los montes, la escarcha en los caminos configuran el telón de fondo que a veces se convierte en centro de una poesía como esta.

Un paisaje sutil apenas esbozado, no detallado y por eso mismo más sugerente, es el paisaje habitual en la poesía china, del que Goethe le hablaba a Eckerman, un paisaje que es la proyección exterior de una nostalgia dulce y antigua, como en este texto sereno y elegiaco de Tao Ch'ien:

Los años corren rápidos más allá del recuerdo;
es solemne la paz de esta dulce mañana.
Me vestiré las túnicas para la primavera
y me iré a las laderas de los montes del Este.
Una neblina cubre el arroyuelo que surca la colina;
mas es sólo un instante y pronto se disipa.
Luego, el viento del Sur viene a peinar
los campos donde nace el trigo nuevo.


O los del excelente Li Po, conmovido, existencialista y borracho bajo la luna de hace mil años:

Si es la vida un gran sueño,
¿para qué atormentarse?

Yo bebo todo el día.

Cuando me tambaleo,

me duermo al pie de las columnas,

despierto bajo el sol;

oigo cantar un pájaro oculto entre las flores.

¿Qué hora será?
El viento de la primavera

difunde la canción del ruiseñor.
Me siento conmovido y pronto a suspirar,
mas me sirvo otra copa.
Y canto yo también como los pájaros.

Cuando la noche llega a relevar al sol,

se agotan mis canciones,
mas he perdido ya de nuevo
la sensación de lo que me rodea.


Santos Domínguez

15 mayo 2007

Exégesis de los lugares comunes



Léon Bloy.
Exégesis de los lugares comunes.
Traducción de Manuel Arranz
Acantilado. Barcelona, 2007.

Fue uno de los antimodernos de los que habló Compagnon y uno de los referentes constantes de Borges, que le dedicó horas de lectura admirativa y páginas de escritura brillante, como esta:

Como Hugo, a quien malquería por notorias razones, León Bloy suscita en el lector una deslumbrante admiración o un total rechazo. Desdichadamente para su suerte y venturosamente para el arte de la retórica, se hizo un especialista de la injuria. Escribió que Inglaterra era la isla infame, que Italia se distingue por la perfidia, que conoció al barón de Rothschild y tuvo que estrechar "lo que se ha convenido en llamar su mano", que el genio está severamente prohibido a todo prusiano, que Émile Zola era el cretino de los Pirineos, que Francia era el pueblo elegido y que las demás naciones del orbe debían contentarse con las migajas que caen de su plato. Cito al azar de la memoria esas inapelables sentencias. Deliberadamente inolvidables y trabajadas con esmero, borran al profeta y al visionario que se llamó León Bloy. (...) Negaba imparcialmente la ciencia y el régimen democrático.

Léon Bloy (1846-1917) proyectó gran parte de su inteligencia, de su ingenio y de su intemperancia en la Exégesis de los lugares comunes (1902), que acaba de publicar Acantilado con traducción de Manuel Arranz.

La empezó a escribir un 30 de septiembre bajo la advocación de San Jerónimo, recopilador de los lugares comunes eternos, con el propósito de arrancar la lengua a "los imbéciles, lamentables y definitivamente idiotas de este siglo" que acababa de terminar.

Desterró de su estilo el eufemismo y la perífrasis, como puede deducirse de un párrafo como este, sobre uno de los lugares comunes, Los niños no piden venir al mundo:

El señor Paul Bourget, eunuco por vocación y uno de los aficionados más ilustres al lugar común, se ha tomado la molestia de recomendar éste. No haré a mis lectores la ofensa de recordarles el título del importante libro vertebrado por esta fórmula. Parece muy cierto, en efecto, que los niños no piden tanto. Esa es su manera de rozar el estado divino, y es por eso, sin duda, por lo que pueden agradar en ocasiones al alma religiosa del Burgués, que adora por encima de todo que no se le pida nada.


Prosa contundente y temperamental, como se ve, en la que no se ahorran calificativos como fétido (Schopenhauer), el cretino de los Pirineos (Zola), orificio excrementicio (Voltaire). Esas son algunas de las flores del jardín de un Bloy incisivo, católico y conservador, que atacó con vehemencia el escepticismo, despreció la democracia y cultivó la intransigencia con pertinaz dedicación hacia sus demonios particulares ( la burguesía, los liberales o una parte del clero) y con un uso graneado de la ironía:

No hace falta decir que me prohíbo absolutamente, en esta ocasión, rozar la idea religiosa, implicando cosas tales como la presciencia divina o la predestinación, que el perspicaz Burgués desprecia. Se dice que san Columbano oía los gritos de los niños que le llamaban desde el seno de sus madres. Mi peluquero no ha oído nunca nada parecido, y todo lo sobrenatural ha sido de sobra desmentido por la bicicleta.

La Exégesis, quizás su obra más panfletaria y virulenta, se publicó en 1902 y tuvo una segunda entrega en 1913, más templada en la forma aunque igual de intemperante en el fondo, con una nueva serie de lugares comunes y un final que recuerda en su tono al de los profetas del Antiguo Testamento:

¡Piénsalo! ¡Un abismo insondable, como está escrito en el Libro Santo, en el que sólo los Ojos del Señor, lucidiores super solem, son capaces de penetrar! ¡Tú, el tendero irreprochable y ejemplar, serás el abismo de Job cuando clamaba: «La sabiduría no está en mí», ¡tú serás el abismo que invoca el abismo en vano, cuando Aquel que te empeñas en ignorar te presente el recibo por el alquiler de tu abismo!
Tendrías que pensar en ello, pobre imbécil, y, pensándolo, dejar por un momento de ser un estúpido y de hacer sufrir a los desdichados. ¡Porque tú y yo somos eso, y nada más que eso, abismos!

Ambas ediciones las recoge en este volumen Acantilado, que anuncia ya la próxima publicación de sus Diarios, uno de los modelos indiscutibles del género.


Santos Domínguez

14 mayo 2007

México en Minúscula


Emilio Cecchi.
México.
Traducción de Mª Ángeles Cabré.

Minúscula. Barcelona, 2007.

México no es alegre. Pero es mejor que alegre: está lleno de una furia profunda, señala Emilio Cecchi en México, un libro que edita Minúscula en la colección Viajes narrados, con traducción de Mª Ángeles Cabré y presentación de Italo Calvino.

Todo empezó cuando Emilio Cecchi, profesor en Berkeley, emprendió unas vacaciones que le llevaron a México a través de lugares de California y Nuevo México por paisajes que evocan las ciudades abandonadas de California tras la fiebre del oro, las diligencias y los salones del Oeste que luego popularizó el cine. El desierto de Sonora y el Hollywood de Keaton y Chaplin, Gloria Swanson y Beverly Hills.

No es, con todo, lo más espectacular. Al lector de estas páginas le esperan un criadero de caimanes a un cuarto de hora de Los Ángeles; una admirable descripción de Santa Fe, en Nuevo México, la ciudad más antigua de las que fundaron los europeos en los actuales EE.UU; la coexistencia de antigüedades y vitalidad, ruinas y miseria en la frontera de El Paso, con cowboys algo residuales ya en 1930.

Aparecen aquí los mismos indios y los mismos ritos que figuran en La mujer que se fue a caballo, de D. H. Lawrence o en Centauros del desierto. Y allí, entre otros, un párrafo tan admirable como este:

Cuando una mujer navaja está a punto de acabar uno de esos tejidos, deja en la trama y en el dibujo una pequeña fractura, un defecto, «para que el alma no quede prisionera dentro del trabajo». Esta me parece una profunda lección de arte: prohibirse, deliberadamente, una perfección demasiado aritmética y cerrada. Porque las líneas de la obra, soldándose invisiblemente sobre sí mismas, constituirían un laberinto sin salida; una cifra, un enigma del que se ha perdido la clave. El primero que caería en el engaño sería el espíritu que ha creado el engaño.

De Ciudad Juárez, que no era aún el escenario de los crímenes que es hoy, a una corrida en Ciudad de México: Hay juegos de bolsa, tratados poéticos y cartas de amor más crueles que cualquier tauromaquia.

Corridas en la plaza de toros y corridos de la revolución en el cine; una excelente descripción de los jardines flotantes de Xochimilco y una serie de observaciones sobre las máscaras y las calaveras de las que tanto escribió luego Octavio Paz a propósito del culto a los muertos.

Las ruinas de Quetzacóatl, la religiosidad popular, más azteca que cristiana, y la voracidad económica y sexual de un clero tan poderoso como corrupto dejan paso a Diego Rivera y sus murales en Cuernavaca.

Y en Cuernavaca un inglés que parece un presagio de Malcolm Lowry, un aventurero sesentón con muchas barrabasadas a sus espaldas y cargado de whisky desde las ocho de la mañana.

De una historia de escorpiones se pasa a un análisis del barroco colonial español visto por un crítico de arte como Cecchi y a la selva de oro de los retablos.

Ya de regreso a EE. UU., Querétaro, la ciudad de los ópalos, su mercado y sus conventos de 8.000 monjas, y un incidente en la frontera con la policía norteamericana, antes de esta despedida, bellísima y llena de dudas, de un viajero sensible y un notable escritor:

Cuando uno ha estado en un país que probablemente no verá nunca más, y no ha estado como un baúl, sino teniendo abiertos los ojos y el intelecto, es natural que este país le vuelva a la memoria. Y yo siempre he notado que los recuerdos de esta especie tienen algo de inocente remordimiento. Mientras defendemos su novedad del roce del vivir cotidiano, no podemos por menos que preguntarnos si estamos completamente seguros de haber sido leales a los testimonios que nos ofrecieron la naturaleza, la vida y los monumentos, y de no haber desfigurado, para mal o para bien, lo poco que nos parecía haber visto. Un viajero sensible repite en la mente sus peregrinaciones, un poco como un asesino de una clase especial, que de puntillas regresa al lugar de su involuntario y placentero crimen.

Santos Domínguez

13 mayo 2007

¿Qué es la 'patafísica?



Enrico Baj.
¿Qué es la ‘patafísica?
Seguido del Calendario patafísico y otros documentos.

Traducciones de Carlos García Velasco,
Margarita Martínez y Cinthia Daiban.
Pepitas de calabaza. Logroño, 2007.


Para Enrico Baj (Milán, 1924 -Varese, 2003) la patafísica, la ciencia de las soluciones imaginarias que fundó Alfred Jarry, es una actividad anarquista, surreal, escandalosa y absurda, un ariete poderosísimo contra la ciencia, el robot consumidor y consumido, la masificación de la sociedad posindustrial, megaindustrial o industrial a secas. El triunfo de la imaginación frente al racionalismo economicista, el humor que desafía y desnuda al poder, la alegría de vivir pese a todo y contra todo. Lo explica el autor en este párrafo:

En el fondo la ‘patafísica, como el arte y como la anarquía, defiende el principio de la libertad y de la libertad existencial y recomienda precisamente la imaginación fantástica como la mejor arma de defensa para preservar por lo menos la autonomía de nuestro pensamiento.

En definitiva, y tal como la definió el propio Baj, en la falsa entrevista que simula ser este ¿Qué es la ‘patafísica?, se trata de una manera de resistencia del individuo contra toda forma de abuso de poder, de arrogancia.

Pepitas de calabaza ha reunido en un volumen esta obra y dos complementos imprescindibles para entender las claves de la patafísica, un Calendario Patafísico perpetuo y el Cymbalum Pataphysicum, un cuadro recopilativo de las Comisiones, Co-comisiones, Sub-Comisiones & intermisiones del Cymbalum Pataphysicum.

José Manuel Rojo ha escrito el prólogo y el epílogo de esta edición. Dos textos que sitúan la vida y la obra de Enrico Baj y de sus compañeros de la Internacional Situacionista en el marco de los movimientos de resistencia intelectual de la segunda mitad del siglo xx, herederos del dadaísmo y del Cabaret Voltaire.

Baj, pintor y escritor, fue una figura capital en las vanguardias culturales y artísticas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, un revolucionario y un artista en un tiempo en el que ser ambas cosas era inevitable, porque una implicaba a la otra. La creación artística, la imaginación y la poesía fueron su forma de ser y los vehículos con que ejerció una crítica feroz, sutil e irónica contra la degradación de la realidad contemporánea, del hombre contemporáneo, diríamos mejor, en una época que ha engendrado monstruos como Berlusconi o ese Andreotti que parece, en palabras de Baj, hijo de un Papa:

Más que vivir una vida real o aprender de los acontecimientos reales a través de un discurso coloquial o mediante la lectura de un periódico, accedemos al conocimiento de hechos monitorizados. Nuestras mismas emociones, que derivan de la visión de la sangre, de una tragedia o de un niño al cual se debe amputar una pierna o extirpar un ojo, se suministran normalmente por la televisión. Después de un cierto ciclo de representaciones de esas cosas, como ha ocurrido con la reciente guerra del Golfo o con la guerra yugoslava, se produce en nosotros la indiferencia y el rechazo de esas violencias sanguinarias. Totalmente privados de cualquier capacidad de entender y querer, caemos en brazos de FIAT y de Renault, de Dash y de Swatch, del «pague uno y llévese dos». Esa es la visión virtual, hacernos repeler y olvidar también nuestras más inmediatas reacciones humanas frente a la sangre, el homicidio, el hambre y lo que sea.

José Manuel Rojo cierra su epílogo, titulado Los robots no pasarán. De cómo el Cardenal de Anti-Espacio desafió a la Máquina de Descerebramiento, y qué sucedió después, con estas palabras, que reproducimos para terminar porque nos parecen el mejor resumen del libro:

Resistir, poner palos en las ruedas de la Máquina de Descerebramiento, esbozar un camino de salida hacia delante o hacia atrás o mejor hacia la otra parte, invocar los poderes perdidos y restañar lo roto, agitar a los que duermen bajo el letargo de la gran incubadora para que recuerden que el verdadero sueño está ausente, rehacer una a una las piezas del entendimiento humano, sabotear la mercancía, reinventar el amor y reapasionar la vida: todo es utópico, todo es imaginario. Son soluciones imaginarias, como la ‘patafísica, como la poesía. Por eso Baj no quería dejar de imaginar. Y esta será su última y mejor lección ‘patafísica. ¿Será verdad, como pensaba Alain Jouffroy, que «en la medida en que sean felices, los hombres futuros deberán a Baj algunos secretos de su alegría»?

Luis E. Aldave

12 mayo 2007

Un filandón



Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino.
Palabras en la nieve.
[Un filandón]
Prólogo de Sabino Ordás.
Rey Lear. Madrid, 2007.

Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino, tres reconocidos narradores de la literatura española contemporánea, se han reunido en una empresa común: la de contar historias breves con la precisión característica del género y el valor añadido de su demostrada maestría.

Palabras en la nieve, el volumen que presentará la editorial Rey Lear en la inminente feria del libro, reúne los principales cuentos del Filandón de Aparicio, Díez y Merino. Narraciones cortas o micro-relatos caracterizados por su concentración expresiva y su intensidad dramática, uno de sus rasgos fundamentales es su vinculación con el relato oral del noroeste asturleonés. Relatos anclados en la memoria colectiva tradicional, narrados al amor de la lumbre que calentaba las reuniones nocturnas e invernales mientras hilaban las mujeres o trenzaban el mimbre los hombres. Esas reuniones, que se llaman en el dialecto leonés filandones, acaban designando metonímicamente también a los narradores y a los cuentos.

A esas tradiciones orales del relato se vinculan los textos de estos tres autores leoneses, que aprenden de los filandones su eficaz economía narrativa y proyectan en ellos las técnicas renovadoras de la literatura contemporánea. No es una casualidad que este tipo de relatos cortos, que hunden sus raíces en la tradición más ancestral, recobren su fuerza con Kafka muchos años antes de que los talleres de escritura norteamericanos pusieran de moda las shorts stories y las exportaran a Hispanoamérica y a España.

Hay un lugar de encuentro entre la antropología cultural y la teoría literaria, y puede parecer sorprendente que existan casos en los que ese lugar esté en la experiencia de una persona, en su biografía, en su memoria.

Con esas palabras inicia el prólogo con el que presenta estos textos Sabino Ordás. Y seguramente en ese mismo lugar de encuentro se junten lo individual y lo colectivo, lo antiguo y lo moderno, la tradición oral y la escrita, la narración y la poesía.

Desde ese lugar la tradición y modernidad se conjugan en la voz experta de estos tres narradores, que antes fueron poetas, para ofrecer al lector los frutos maduros de relatos redondos e inquietantes como La confesión, de Juan Pedro Aparicio, Un crimen, de Luis Mateo Díez o Mosca, de José Mª Merino.

De ahí que, inmediatamente antes de que los editara esta joven editorial, obtuviera un reconocimiento entusiasta del público que los oyó en boca de sus autores, que leyeron este Filandón en el festival Hay-on Wye de Segovia en septiembre de 2006 y en Cartagena de Indias en enero de 2007.

Esta es ya la sexta entrega de la colección Breviarios de Rey Lear, que reúne una esmerada selección de títulos editados con excepcional cuidado y elegante diseño. De uno de ellos, El juicio de Dios, de Heinrich Von Kleist, hablaremos en estas páginas.

Santos Domínguez

11 mayo 2007

Los libros del blog



Félix de Azúa.
Abierto a todas horas.
Alfaguara. Madrid, 2007.


Alfaguara acaba de lanzar una nueva colección, Los libros del Blog, que reúne textos que se han ido publicando en El Boomeran(g), el blog literario latinoamericano.

Como explica Basilio Baltasar, editor de El Boomeran(g) y director de la Oficina del Autor, en Un blog no es un bloc, el texto que presenta esta colección, se trata de fomentar la relación que debe existir entre la Galaxia Gutenberg y la Galaxia Google, de evitar el divorcio de ambas culturas y de promover nuevas formas expresivas en la red, de proporcionar a la literatura un espacio en el que se reinvente.

Con ese objetivo, se invitó a unos cuantos autores a escribir diariamente en el blog del Boomeran(g). Y el resultado, uno de los resultados, es la edición de tres libros que recogen una selección de entradas del blog de Félix de Azúa, Abierto a todas horas; de Santiago Roncagliolo (Jet Lag) y de Marcelo Figueras (El año que viví en peligro).

Los tres autores reflexionan sobre la experiencia en los textos iniciales de cada volumen:

El Boomeran(g) me ha ofrecido una herramienta invalorable, parecida a la que encendía el alma de Homero cuando recitaba en público, un Teatro del Globo virtual, un contacto similar al que Dickens experimentaba cada vez que convocaba a sus lectores para leer —¡y actuar!— sus textos. Marcelo Figueras

La ventaja del ciberespacio es la libertad creativa y la flexibilidad total: en un periódico, uno escribe entrevistas o reportajes o críticas o crónicas. Tienes una sección y un género. El blog puede ser todo eso alternativamente, ya que es un soporte, no un género. Y a la vez, es personal. No hay líneas editoriales ni perspectivas corporativas. Sólo una voz. Un blog es lo que su autor quiera hacer de él, simplemente. Y lo que pueda, claro. Santiago Roncagliolo

Del prólogo de Abierto a todas horas, el libro del blog de Félix de Azúa, extraigo este párrafo:

Durante un año traté de mantener una sana esperanza y no escribir sino palabras verdaderas. Todos los días, sin descanso, como los antiguos trabajadores de las canteras de Carrara, los cuales creían estar proporcionando bloques a los grandes escultores del Renacimiento cuando, en realidad, estaban tallando el paisaje más bello de Italia, un abismo blanco de escalones de mármol que conducen a la sima invisible de la cantera. Paisaje, por cierto, que se divisa desde el tren. Así un año entero, sin descanso, como un galeote. Algunos días mis palabras resbalaban sobre el éter como grasa atacada por detergente y comprendía que aquellas frases no eran verdaderas y que, si miraba de cerca, no me las creía ni yo. En ocasiones tenía que decir insensateces o trivialidades para no mentir. Alguna vez me parece que incluso traté de silbar. Hice el ridículo. Como el lector puede comprobar si ha llegado hasta esta línea del prólogo, al cabo del año fracasé. No pude librarme del escepticismo, en las últimas semanas tuve un ataque de mentiras semiborrosas, algunas estrellas comenzaron a toser como tubos de escape horadados escupiendo mis frases, y acabé decepcionando a mi infernal apoderado. Ésta es la razón por la que regreso a la página de papel y a la celulosa. Han pasado unos meses desde que lo dejé. Miro sin cesar el firmamento. Hago esfuerzos para librarme de la incredulidad. Pruebo, aunque sea con tinta, a escribir palabras verdaderas con buena letra. Si consigo ponerme en forma a la manera de los boxeadores, perder peso, afilar los músculos, endurecer los puños, este verano volveré a la tasca en donde me encontré con Mefisto para proponerle un nuevo contrato. No es cosa de dejarlo ahora que ya tantas voces responden entre las estrellas.

No ha sido el blog –género o soporte- el que le ha dado el talento a Félix de Azúa, pero en los textos de Abierto a todas horas también lo ha proyectado. Con diversos temas (desde la más alta literatura a una modesta casa de comidas), con pasmosa variedad de tonos y de enfoques, entre memoria, relato y artículo, tienen estos textos una calidad literaria y una exigencia intelectual que son la mejor demostración de que el empeño mereció la pena. Y de que estamos ante una forma expresiva de enorme versatilidad.


Santos Domínguez

10 mayo 2007

La Universidad Desconocida


Roberto Bolaño.
La universidad desconocida.
Anagrama. Barcelona, 2007

Roberto Bolaño (1953-2003), conocido sobre todo como narrador, siempre se consideró un poeta. Cuando sus herederos ordenaron los archivos se encontraron varias carpetas con una serie de manuscritos que se titulaban La Universidad Desconocida.

Fechado en 1993,
cuando Bolaño ordena y clasifica su poesía, porque le acababan de diagnosticar la grave enfermedad que le haría desaparecer diez años después, es una summa poética, una obra en marcha revisada en 1996 en la que Bolaño recoge poemas escritos desde 1978.

Un amplio volumen que su autor dejó cerrado y listo para publicar, con un índice y una serie de notas aclaratorias sobre la fecha y la procedencia de los poemas. Lo acaba de editar Anagrama con una nota inicial de los herederos de Bolaño y un breve y certero epílogo de Carolina López en el que traza la historia de este libro.

La Universidad Desconocida está escrito en los años decisivos en que se configura definitivamente la obra narrativa de Bolaño con una voz literaria que atraviesa las fronteras de los géneros y pasa con naturalidad del verso a la prosa, de la actitud lírica a la voluntad de contar. De ese tipo de transferencias da buena cuenta el hecho de que una de las secciones de este volumen, Gente que se aleja, se publicase antes exenta como Amberes. O los abundantes textos que en este libro contienen materiales narrativos o constituyen plenamente un cuento, como Lupe, o una novela corta, como la magnífica y fragmentaria Prosa del otoño en Gerona.

De la primera sección del libro, La novela-nieve, es este texto, titulado Amanecer:

Créeme, estoy en el centro de mi habitación
esperando que llueva. Estoy solo. No me importa
terminar o no mi poema. Espero la lluvia,
tomando café y mirando por la ventana un bello paisaje
de patios interiores, con ropas colgadas y quietas,
silenciosas ropas de mármol en la ciudad, donde no existe
el viento y a lo lejos sólo se escucha el zumbido
de una televisión en colores, observada por una familia
que también, a esta hora, toma café reunida alrededor
de una mesa: créeme: las mesas de plástico amarillo
se desdoblan hasta la línea del horizonte y más allá:
hacia los suburbios donde construyen edificios
de departamentos, y un muchacho de 16 sentado sobre
ladrillos rojos contempla el movimiento de las máquinas.
El cielo en la hora del muchacho es un enorme
tornillo hueco con el que la brisa juega. Y el muchacho
juega con ideas. Con ideas y con escenas detenidas.
La inmovilidad es una neblina transparente y dura
que sale de sus ojos.
Créeme: no es el amor el que va a venir,
sino la belleza con su estola de albas muertas.
Santos Domínguez

09 mayo 2007

Antología de la poesía española del siglo XX
















Antología de la poesía española del siglo XX.

Volumen I 1900-1939.
Volumen II 1940-1980.
Edición de José Paulino Ayuso.
Clásicos Castalia 35 aniversario. Madrid, 2007.


Para conmemorar el 35 aniversario de la emblemática colección Clásicos Castalia, que fundó Rodríguez Moñino y dirige en la actualidad Pablo Jauralde Pou, se editan las novedades o las reediciones en la presentación clásica en rústica y a la vez en formato mayor y encuadernado en tela con sobrecubiertas de papel y acetato.

Ese es el caso de la Antología de la poesía española del siglo XX, en dos volúmenes preparados por el profesor José Paulino Ayuso.

Hasta el final de la guerra civil el primero, analiza las dos perspectivas antológicas de la poesía entre 1900 y 1939: la reivindicación modernista de la antología de Federico de Onís de 1934 y, aunque dos años anterior, la de Gerardo Diego, más atenta a la nueva poesía, en la que la poesía se presenta como fervor de grupo.

El segundo tomo, entre 1940 y 1980, se mueve entre dos fases: la poesía situada en el tiempo (1939-1959) y la integración de subjetividad y lenguaje que caracteriza el periodo comprendido entre 1960 y 1980, con tres categorías de poetas: tutelados, críticos o emancipados, como representantes del proceso evolutivo de la poesía de posguerra. O las líneas de fuga que miran al 27 y enlazan con su ejemplo para atraerlo al presente en una relectura de la tradición o de la vanguardia. Una relectura actualizada por el grupo Cántico o por el postismo a la luz de una nueva modernidad que no era ya la de la España de los años veinte.

Para explicar el enfoque de su selección, definida desde el principio como una antología para lectores, escribe José Paulino Ayuso estas líneas esclarecedoras:

La poesía española del siglo xx parece haber concentrado, y, a la vez, decantado, las experiencias más hondas y permanentes de nuestro vivir y de nuestra realidad cultural y social. Tal vez por esto fue, durante muchos años, un género literario privilegiado, además marcó la evolución de otros géneros (novela, teatro, prosa poética) y recogió la mejor contribución de los más grandes escritores. Con ello ha traspasado los límites de la literatura para formar parte de los procesos históricos y dar voz a las convulsiones sociales. Incluso la misma poesía ha sido objeto de debates, enfrentamientos y polémicas, bien por la actitud combativa de los escritores o por motivos de presencia en el sistema cultural. Las antologías, desde comienzos del siglo, han sido vehículos privilegiados para la difusión de la poesía y para la consolidación de la influencia de algunos autores, pero también causa de discusión y de polémicas. La presente antología aspira a reunir y ofrecer un conjunto de piezas que son únicas, significativas históricamente y, sobre todo, valiosas estéticamente, perdurables más allá de los cambios, por lo que han recibido el reconocimiento y la adhesión de los lectores cualificados. De esta manera, se quiere lograr que su lectura llegue a ser una experiencia gozosa y cumplida para quien la emprenda, que sea una antología para lectores.

En más de mil páginas se va sucediendo la amplia representación poética de un género particularmente intenso, variado y brillante en ese nuevo siglo de oro de la poesía española que fue el XX.

Están aquí representados no sólo los grandes nombres, sino las letras minúsculas de la poesía española contemporánea, los marginales, los olvidados, en una muestra comprensiva, global y de consulta imprescindible para quien quiera hacerse una idea de la complejidad y la riqueza de direcciones poéticas del XX en España, con los poetas en la plaza o en su torre de marfil. O en Babia.

Y un mérito más, que agradecerá el buen lector de poesía: la selección de textos ha procurado huir de la rutina y ha buscado y presentado algunos textos infrecuentes en este tipo de selecciones.

Santos Domínguez

08 mayo 2007

Mala gente que camina


Benjamín Prado.
Mala gente que camina.
Punto de lectura. Barcelona, 2007.

Entre zanjas negras, árboles cortados y chimeneas frías que completan el desolador paisaje de la posguerra, una mujer llamada Gloria busca a su hijo pequeño desaparecido en la calle y duerme en las zanjas que se abren en la ciudad, a medio camino entre los enterrados y los desenterrados.
Ese es el argumento de una pesadilla que toma forma de novela. Se titula Óxido y la escribió en 1944 Dolores Serna, una enigmática novelista amiga de Carmen Laforet y de Delibes. Escrita a la vez que Nada, de Carmen Laforet, tiene su misma atmósfera opresiva, sus mismas calles grises.

Como Max Aub con su Jusep Torres Campalans y Muñoz Molina en Beatus ille, Benjamín Prado inventa a una autora, Dolores Serma, amiga de Carmen Laforet, que en aquellos años escribe una novela en la que denuncia el tema de los niños perdidos del franquismo.

Sobre otra busca menos dramática, la de esa misteriosa escritora, se organiza la trama de Mala gente que camina, la polémica novela que Benjamín Prado publicó el año pasado y que ahora reedita en bolsillo Punto de lectura. Y así sobre una investigación se superpone la otra, sobre la búsqueda del niño por su madre, la búsqueda de datos sobre aquella escritora. Y sobre una novela, Óxido, otra, esta Mala gente que camina.

El peso de la novela lo lleva la voz narrativa de un profesor de instituto, Juan Urbano, que está escribiendo el primer capítulo de su libro Historia de un tiempo que nunca existió (La novela de la primera posguerra española). Con una peripecia que tiene tanto de investigación literaria como de novela de detectives sobre los niños secuestrados del franquismo, el centro de la novela lo constituye una de las manifestaciones de la guerra de exterminio: el tráfico de niños cuarenta años antes de que esa práctica fuera frecuente en las dictaduras salvajes del cono sur. También en eso la madre patria dio ejemplo.

Un viaje a Atlanta para presentar una ponencia sobre Nada, Vallejo Nájera, Carmen de Icaza, Mercedes Sanz Bachiller y los falangistas del grupo Escorial son los referentes constantes de una novela llena de altibajos, una novela que con cien páginas menos probablemente habría ganado peso, musculatura y ritmo narrativo.


Santos Domínguez

07 mayo 2007

Poesía en pie de paz



Luis Bagué.
Poesía en pie de paz.
Pre-Textos. Valencia, 2007.

Modos del compromiso hacia el tercer milenio es el subtítulo de Poesía en pie de paz, el ensayo con el que Luis Bagué obtuvo el VI Premio Gerardo Diego de investigación literaria, que acaba de publicar Pre-Textos.

Luis Bagué hace en él un análisis riguroso de las distintas tendencias que se aproximan a una poesía comprometida desde los años 80 hasta hoy. Es este un periodo convulso y plural. Porque, como ha ocurrido siempre en poesía y literatura, antes de que el tiempo decante las características que permitan una perspectiva global, lo que se observan son las ebullliciones y las tentativas confusas. Y en eso radica la valentía del planteamiento de Bagué y el mérito de su estudio: en lograr distanciarse de una realidad vigente, viva en la discusión y en las realizaciones. Frente a la narratividad de lo cotidiano y el tono coloquial de la poesía figurativa, la poesía metafísica, abstracta y silenciosa, se coloca en la frontera de la intransitividad, del hermetismo y la elipsis.

Tras la polémica entre la poesía figurativa y la abstracta, entre la experiencia y la metafísica, entre la otra sentimentalidad y el silencio, incluida la alternativa peleona y plural de la poesía de la diferencia, en el marco de la posmodernidad, del pensamiento débil y el fin de la historia, han aparecido una serie de propuestas que enlazan con las diversas formas de la poesía reivindicativa o crítica, enriquecidas ahora con las propuestas ecologistas y los movimientos antiglobalización.

Con ese trasfondo se ha ido configurando una nueva lírica social, una rehumanización de la poesía que se ha concretado en un nuevo realismo y sobre todo en una búsqueda: la de una escritura poética que crea un lugar de encuentro, el espacio donde conversan el poeta y el lector y dialogan la subjetividad y el mundo.

En medio de una escena lírica que a veces parece una zarzuela o un sainete, entre el irracionalismo órfico y la lógica meditativa (Villena), entre la poesía del diálogo y la poesía del fragmento (Lanz), las dos tendencias que inaugura el Adonais de 1982, con el premio para El jardín extranjero, de Luis García Montero y el accésit a Ludia, de Amparo Amorós, asumen su perfil definitivo entre 1983 y 1988.

En la estela del último Cernuda y de Gil de Biedma, la primera de las direcciones dominó la década de los 80. Con su lenguaje figurativo y su narratividad, con su utilización del monólogo dramático y su elaboración de un personaje poético, el realismo posmoderno supone una reorientación de la experiencia hacia lo meditativo y el compromiso.

El estudio de Luis Bagué, escrito con inteligencia y distancia, aporta una admirable ordenación de materiales y contiene brillantes propuestas interpretativas que se cierran con cuatro aproximaciones al compromiso en la poesía española de los últimos diez años a través de cuatro libros: El día que dejé de leer El País (1997), de Jorge Riechmann; Cinco años de cama (1998), de Roger Wolfe; La semana fantástica (1999), de Fernando Beltrán y La intimidad de la serpiente (2003), de Luis García Montero.

Santos Domínguez

06 mayo 2007

Irak, Afganistán e Irán


Nazanín Amirian y Martha Zein.
Irak, Afganistán e Irán.
40 respuestas al conflicto en Oriente Próximo.

Desórdenes. Biblioteca de ensayo.
Lengua de Trapo. Madrid, 2007.


La editorial Lengua de Trapo acaba de poner en las librerías un valiente análisis que plantea cuarenta preguntas sobre el conflicto en Oriente Próximo. Lo firman Nazanín Amirian, una politóloga iraní que reside en España desde 1983 y es actualmente profesora en la UNED, y Martha Zein, narradora y columnista alemana.

Se trata de un trabajo riguroso que ha manejado un verdadero caudal de informaciones actualizadas hasta casi el mismo momento de la publicación. El libro se abre con una introducción en la que plantean el conflicto de Oriente Próximo en su contexto regional, en relación con los intereses expansionistas de Israel y los yacimientos petrolíferos de la zona, y en su dimensión internacional con una única potencia hegemónica que aspira a perpetuarse según los planteamientos de los neocons convencidos del fin de la historia.

Y a partir de ahí se plantean cuarenta preguntas y se ofrecen cuarenta respuestas articuladas en torno a cuatro ejes:

Irak o la guerra de Israel.
Afganistán o la guerra de EE. UU.
¿Irán amenaza o es amenazado?
La actual crisis nuclear con Irán.

En torno a esas cuatro cuestiones se plantean preguntas tan cruciales como estas, que exigen un análisis agudo y complejo:

¿Se han cumplido los planes de EE UU-Israel en Irak?

¿Qué es eso que atrae tanto a las potencias occidentales que una vez derrocados los talibanes no se marchan de Afganistán?

¿A qué se debe esa extraña tranquilidad desafiante del régimen iraní ante las amenazas de EE UU?

¿Serán capaces de lanzar un ataque nuclear sobre Irán?

Cuando las mismas mentiras que se utilizaron como excusa para invadir Irak empiezan a esgrimirse contra Irán, resulta muy oportuno un libro como este, que deja al descubierto el entramado de manipulaciones propagandísticas y de intereses oscuros que esconden los múltiples conflictos de la zona:

A estas alturas, la mayoría de los analistas y millones de personas en todo el mundo consideran que la verdadera razón de la criminal agresión militar de Estados Unidos y sus aliados contra el Estado soberano de Irak fue el control de su petróleo. Sólo algunos ex presidentes (y contados aún presidentes) siguen insistiendo en que si invadieron al moribundo Irak fue por las armas de «destrucción masiva» que poseía Sadam Husein, no dándose por enterados de la probada inexistencia de este armamento. Este mismo argumento vuelve a convertirse en un pretexto para la siguiente (e inminente) agresión: Irán. Por otra parte, quienes denunciaban la farsa, insistían en que el objetivo real de la Alianza era, principalmente, apoderarse de los inmensos campos de petróleo del país asiático. Se equivocan si arguyen que Sadam —ese gran títere de Washington— de repente se volvió anti imperialista y que, de forma parecida, la República Islámica de Irán se está convirtiendo en una enemiga de la Administración Bush... suposiciones absolutamente irreales. En este libro barajamos otra posibilidad: que el objetivo primordial de las guerras en Oriente Próximo promovidas por Washington no ha sido el control sobre el oro negro sino cumplir las directrices del gobierno israelí para debilitar e incluso destruir los dos grandes estados de la región, Irak e Irán, que son quienes pueden cuestionar su hegemonía y expansionismo militar y territorial. En el transcurso de este análisis político demostraremos, de paso, que estas aventuras bélicas perjudicarán a medio y largo plazo los intereses estratégicos, económicos y políticos de EE UU (que no de la élite gobernante actual). Decía el estudioso palestino Edward Said que la política de EE UU para Oriente Próximo se asienta en dos pilares centrales: el control de las abundantes reservas de petróleo de la región y la seguridad de Israel. Al sabio palestino se le escapó precisar que, a veces, como es el caso del actual caos en Irak, los proyectos geoestratégicos de Tel Aviv no sólo no convergen con los planes de Washington sino que colisionan de frente.

A pesar de esas colisiones, el libro aporta datos inquietantes sobre el lobby judío en Estados Unidos y el control político y económico que ejerce no sólo sobre los republicanos, sino sobre el Partido Demócrata.

Al control del petróleo y a la protección de los intereses del Estado de Israel, habría que añadir una tercera causa para entender las acciones armadas norteamericanas en la zona: la pedagogía del miedo y la demostración de músculo.

Ello provoca situaciones tan explosivas como la que se está incubando en torno a Irán:

En las circunstancias actuales, los presidentes de Irán y de Estados Unidos se retroalimentan. No hay duda de que una agresión militar sobre Irán incrementaría el poder y la popularidad de Ahmadineyad, y no sólo en Irán, sino también entre millones de musulmanes del mundo. Por su parte, el presidente Bush también puede recurrir a una agresión militar limitada —eso sí, después de una fuerte campaña de demonización de Irán que acabe presentándolo como el principal peligro para la paz mundial y la del cosmos—, para enviar las noticias sobre el caos en Irak y en Afganistán a un segundo plano, exportar la crisis política interna a la que se está enfrentando y, sobre todo, realizar los deseos de Israel de llevar a cabo «la doble contención» a Irán, pues ésta amenaza su política hegemonista en Oriente Próximo.

Las situaciones son tan complejas que no se agotan en una sola explicación ni en una sola causa. De ahí que el enfoque de esta realidad tenga que ser geoestratégico, financiero y tal vez ideológico. No son demasiado optimistas las previsiones de las dos autoras, a juzgar por la respuesta a la penúltima pregunta del libro, la que plantea la posibilidad de una ataque nuclear contra Irán:

Pues, sí. Todo indica que el ataque será más nuclear que convencional, sobre todo para no repetir fiascos como el de Irak. Por todos es sabido que un arma nuclear «borra» más y de forma más rápida cualquier huella del enemigo; por eso, para evitar que la opinión pública vuelva a dejar en evidencia la honorabilidad de los atacantes con sus dudas sobre si los atacados poseen armas de destrucción masiva, EE UU-Israel atacarán «nuclearmente» a Irán y así acabarán de un plumazo con cualquier evidencia que pudiera demostrar la inocencia iraní. Lo hacen por razones «preventivas», por si los ex presidentes y aún presidentes tuvieran que enfrentarse a la pregunta «¿Dónde estaban las armas nucleares de Irán?»; llegado el caso la respuesta sería absolutamente incuestionable: «Han sido destruidas en el ataque nuclear». De este modo, mandatarios como el ex presidente Aznar no tendrán que recurrir a perífrasis embarazosas del estilo:
Tengo el problema de no haber sido tan listo y no haberlo sabido antes, pero es que, cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía... y todo el mundo creía que las había.

La técnica consiste en crear un bulo estremecedor y luego destruirlo para siempre.


El volumen, una aportación imprescindible al tema, lo cierra una larga serie de referencias bibliográficas. No es la bibliografía al uso. Se trata de algo bien distinto por su actualidad y su actualización: cinco páginas de enlaces a sitios de internet en revisión permanente.

Luis E. Aldave

05 mayo 2007

Corambo





José Antonio Ramírez Lozano.
Corambo.
DVD. Barcelona, 2007.


Corambo, el último libro de poesía de José Antonio Ramírez Lozano, es un nombre de lugar, del lugar de la palabra creadora que funda el mundo y, antes que la luz, ilumina la realidad. Porque la lengua inaugura las cosas al nombrarlas, empieza por fijar un territorio, un espacio propio.

Corambo es el nombre de ese lugar, refugio y defensa frente a un mundo en el que acechan la destrucción, el tiempo y el olvido, porque el sentido de la literatura es ese, el de enfrentarse al tiempo. De ese combate contra el tiempo trata este libro, porque, como asegura el premeditado final del libro, lo que importa es, al cabo, derrotar a la Muerte.

Y por eso el reino de Corambo es no sólo un espacio, sino un estado de ánimo, que tiene nombre de caballo:

El hombre que bautiza con un nombre un caballo
lo hace suyo al instante y no habrá ya enemigo
que lo monte si antes no le arranca sus sílabas.

Es este un libro de aliento amplio, de hondura reflexiva y ambición poética semejantes a la del Ramírez Lozano más meditativo, el de Sybila Famiana, el de Teluria o El arquero ciego.

Un libro compacto, recorrido por un motivo central, el de la palabra creadora, y por una voz sola, madura, potente y -aunque lo disimule- dolorida. No una voz impostada, una voz personal, severa en su cadencia alejandrina y reflexiva, consciente de estar cercada por las postrimerías y de que vivir en la palabra es vivir contra la muerte:

Las palabras no fueron más que ese alrededor,
esa débil corola que circunda el abismo,
esa boca terrible en que mana el silencio.

Y mientras, como una de las ciudades invisibles de Italo Calvino, Pontinia resiste el asedio porque las ciudades se fundan con palabras hermosas.

En el que posiblemente sea el texto central del libro, el bien articulado diálogo que construye el Martirio de San Icasio, un poema clave y de una extraordinaria hondura, se lee este verso, que podría cifrar el sentido total de este Corambo, de poderosa palabra alzada contra la muerte y el olvido y otras afecciones no menos insidiosas:

Vivirás mientras digas. La palabra es el reino.

Santos Domínguez

04 mayo 2007

Las bodas de Pentecostés


Philip Larkin.
Las bodas de Pentecostés.
Traducción y prólogo de Damián Alou.
Lumen. Barcelona, 2007.


En 1964, diez años antes de publicar Ventanas altas, Philip Larkin (1922-1985) se convirtió con Las bodas de Pentecostés en una de las voces más personales y renovadoras de la poesía inglesa.

Áspero y directo, insolente e incisivo, Larkin ejerció una influencia determinante también en la poesía norteamericana con este libro que se publicaba en febrero de 1964 en Inglaterra y en octubre en Estados Unidos y se convertía en un éxito de ventas inmediato: en dos meses vendió 4.000 ejemplares y las reediciones se sucedieron con cadencia más propia de la narrativa que de la poesía.

Tras unos inicios juveniles con poemas marcados por la lectura de Yeats o con meros pastiches impostados de Auden, Larkin encuentra en la lectura de Thomas Hardy un modelo poético: una modesta atención a la realidad, una incursión en lo cotidiano es lo que le enseña esa poesía.

No se trata sólo de una cuestión de temas. El tono coloquial y la actitud de retraimiento ante el mundo sitúan esta poesía en las antípodas de Pound, Eliot o Auden.

En un artículo sobre Hardy, Philip Larkin habla de ese autor en términos que definen su propia poesía, su propia literatura:

No es un escritor trascendente, no es un Yeats, no es un Eliot; sus temas son los hombres, las vidas de los hombres, el tiempo y el paso del tiempo, el amor y el apagarse del amor.

Es justamente esa modestia de los temas la que define esta poesía y orienta su tono. Lo anota el propio Larkin:

Mis poemas se explican tan bien solos que cualquier comentario sería superfluo. Todos derivan de cosas que he visto, pensado o hecho, y dudo que entre sus temas haya nada extraordinario.


El dolor, el fracaso y la angustia, las humillaciones o el complejo por su tartamudez escolar y su voz aflautada, la dureza degenerativa de la vida cotidiana en la Inglaterra de posguerra son algunos de esos temas.

La poesía, señalaba Larkin en una reseña para la radio, debería comenzar con una emoción en el poeta, y acabar con esa misma emoción en el lector. El poema no es más que el instrumento de transferencia.

Larkin era bibliotecario en la Universidad de Hull, un lugar situado en el extremo oriental de Inglaterra. Lejos de todo, desde ese rincón periférico, un Larkin solitario y aislado escribe Las bodas de Pentecostés en un tono elegiaco que convive con la ironía para construir una poesía autobiográfica que tiene menos de confesión que de venganza y de ajuste de cuentas con los agravios de la vida:

La vida primero es tedio, luego miedo.
La utilicemos o no, pasa,
y deja lo que algo ajeno a nosotros eligió,
y la vejez, y luego el único fin de la vejez.

escribe al final de Dockery e hijo, uno de los mejores textos de un libro alejado a veces de un mundo de sombras industriales y del sonido gutural de los apeaderos bajo la niebla, de suburbios con solares de maleza y desperdicios. Otras veces, Larkin escribe una partitura compasiva como Sidney Bechet, el clarinetista más famoso de Nueva Orleans, al que está dedicado uno de los poemas más emocionados del libro.

Damián Alou ha escrito para esta edición un prólogo exacto y directo, el que requería una poesía y una personalidad como la de Larkin. El mejor elogio que se puede hacer de su traducción es decir que cumple eficientemente la parte que le corresponde en esa transferencia de emociones que es la poesía para Larkin.

A la vez que esta versión de Las bodas de Pentecostés, Lumen recupera en su espléndida colección de narrativa la traducción de Marcelo Cohen de Jill (1946), la primera de las dos novelas de Larkin. Una novela de college, sobre los ambientes universitarios de Oxford en el trimestre de otoño de 1940, en los primeros meses de la segunda guerra mundial.

Hay más de un punto de contacto entre esta novela y la poesía de Larkin: el mismo tono incisivo, la misma ironía turbia, la misma amargura ante la dureza de la vida, idéntico pesimismo ante una realidad gris. El mismo contraste entre el aquí y el allí, entre la realidad y el deseo, un tema que atraviesa toda la literatura de Larkin.

Santos Domínguez

03 mayo 2007

Metamorfosis del jardín



Giovanni Quessep.
Metamorfosis del jardín. Poesía reunida (1968-2006).
Edición de Nicanor Vélez.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.


Casi desconocido en España, en donde no había sido editado ningún libro suyo hasta ahora, Giovanni Quessep (1939), ocupa con Álvaro Mutis, Darío Jaramillo o Juan Gustavo Cobo Borda, y probablemente por encima de ellos, un lugar fundamental en la poesía colombiana del siglo XX.

Lo recuerda Nicanor Vélez en el prólogo que ha preparado para esta edición de su poesía reunida (1968-2006) en Metamorfosis del jardín, un libro deslumbrante que incorpora un inédito escrito entre 2004 y 2006, Las hojas de la Sibila. Lo acaba de publicar Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores simultánemente en España y Colombia.

De origen árabe, Quessep, como uno de aquellos comerciantes sirios o turcos que aparecen en las novelas de García Márquez, es hijo de un libanés emigrado a Colombia. Y más allá del mero mestizaje personal que le hace conjugar la tradición española con la poesía árabe, su estancia de dos años en Italia marca profundamente los intereses poéticos de quien, con los otros autores de su edad, renovó la poesía colombiana del siglo XX.

“Soy un cruce de culturas” ha declarado Quessep alguna vez. Y así es su poesía. Una poesía de encrucijada entre culturas, influencias y tradiciones, su autor ha sido acusado a menudo en su país de practicar una poesía evasiva, de ignorar la realidad en una actitud que recuerda al modernismo y que lo situaría en su estela anacrónica.

Nada más superficial, más injusto ni más falso, porque Quessep va más allá de la superficie libresca, de la alusión culturalista, para construir con ellas un correlato figurativo, una metáfora alusiva a una realidad interior y profunda, marcada por el tema constante del tiempo.

Fusión de culturas, historia y leyenda en una espléndida revisión del Carpe diem, con un tiempo que colecciona mariposas en La alondra y los alacranes, uno de los mejores poemas de uno de sus mejores libros, Duración y leyenda (1972):

Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás el canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Espérame desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Que el tiempo colecciona mariposas

Hay poetas
- ha dicho Darío Jaramillo- que, desde su primer verso, poseen un lenguaje propio por el cual filtran su realidad. Quessep es uno de estos: un lenguaje.

Y no sólo ese lenguaje propio, claro, sino una realidad filtrada a través de una serie de temas: la temporalidad y el olvido, simbolizados en unas nubes que son otra/de las formas del tiempo; la sensación de exilio, la vivencia del poeta como un extranjero que recuerda a Jabès en este fragmento del Canto del extranjero (1976):

Cómo entrar a tu reino si has cerrado
La puerta del jardín y te vigilas
En tu noche se pierde el extranjero
Blancura de isla

Pero hay alguien que viene por el bosque
De alados ciervos y extranjera luna
Isla de Claudia para tanta pena
Viene en tu busca

O el jardín y el pájaro que inauguran el que quizá sea su mejor libro, el excelente Un jardín y un desierto (1993), donde aparecen poemas como Hiedra:

Destino de la hiedra
que va aferrada al tiempo, al blanco muro:
penetrar en la piedra
y revelar los lirios de lo oscuro.

¿Qué silencios persigue?
¿De qué músicas huye?
¿No hay ala que hacia el cielo la desligue?
Vuela un pájaro en torno, el agua fluye.

Jardín y desierto que se convierten en metáforas de la escritura, como en este Jardín final:

Jardín final: al cielo
renuncia el girasol que se desdora.

Perdida en su desvelo
el agua del aljibe da la hora.

Todo ha sido cantado;
quizá un tapiz se teje en el pasado.

En Mito y poesía, un texto en prosa que figura como introducción de Carta imaginaria (1998), escribe Quessep estas palabras que podrían aplicarse a toda su poesía :

El poeta no teme a la nada. Sabe la lengua del coloquio de los pájaros, que aprendió Adán en el Paraíso terrenal. Y sabe, también, que la poesía es una danza, y que hay un arte de pájaros en su asombro y en su vuelo. Los ojos del poeta están tejidos de un cristal mágico; en su pasión tienen la esfericidad de los cielos y de su música extremada. A medida que se distancian de lo real, hallan la verdad de la poesía, o duración de las fábulas, que es el alma. El poeta, que no lo ignora, pone en juego su ser; pero, si quiere perseverar en éste, debe entregarse a la única ley que rige la creación poética: la palpitación del abismo. Y el abismo es el centro del universo: están en él las constelaciones, pero también la rosa, «espejo del tiempo», semejante a la luna en la metáfora del místico persa. Belleza o abismo, palabra y música: encantamiento total, orden del espíritu que descubre la ciencia del amor y abre las puertas de lo desconocido.

Santos Domínguez

02 mayo 2007

El anarquista de las bengalas



Santiago Montobbio.
El anarquista de las bengalas.
March Editor. Barcelona, 2005.

Una lengua la crea el dolor, y yo he sido una lengua,
el modo extraño en que alguien se salva.


Esos versos los escribía Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) en Ética confirmada, un conjunto de textos de 1990. De esa misma época son los poemas que aparecieron en Hospital de inocentes y en El anarquista de las bengalas, un libro fechado en 1987 que fue el año pasado finalista del premio Quijote al mejor libro de poesía de 2005.

Lo publicó March Editor en su Biblioteca Íntima, que dirige Antonio Beneyto, y en la que han aparecido textos de Javier Tomeo, Alejandra Pizarnik o Joan Perucho.

La poesía -ha explicado Santiago Montobbio- es una rama civil y laica de la soterología, la ciencia de la salvación.

Poesía, pues, para la supervivencia, trabajada con intensidad por la voz verdadera de quien escribe para salvarse y para salvarnos.

Poesía abismada en la hondura de su mirada hacia dentro, que plantea preguntas y busca comprenderse a través de la expresión y expresarse una vez lograda o entrevista esa comprensión del fondo oscuro de la conciencia de la angustia y la memoria del dolor.

Porque la soledad y la muerte son los dos temas que recorren una obra poética consistente que ha sido traducida a las más importantes lenguas de cultura y en la que la melancolía se expresa a través de un estilo que huye del destello deslumbrante y prescinde del ingenio imaginativo. Y en ella dos constantes: la reflexividad y la búsqueda de respuestas que descifren las razones del desasosiego.

La poesía de Montobbio se convierte así en revelación de zonas secretas y realidades clandestinas. Y a veces el poeta se convierte en portavoz de ese misterio, porque como dijo Pound es el poema el que le ocurre al poeta.

Esta es una poesía que no se parece a ninguna otra. Y en ella coexisten varias voces, tonos diversos. El humor o la ironía que acercan alguno de estos poemas, como Lo dijo el policía, a la tradición epigramática

Más frecuente es el tono confesional del poeta que se lava el alma sobre el papel, como explica en el poema que da título a este libro. Y es en esos textos donde el libro alcanza sus momentos más altos, su versos más intensos.

Por ejemplo, cuando Montobbio habla de la literatura como forma/de tomarle el pulso a las miserias o de su vocación interrogativa al concluir que la única carne/del hombre es la pregunta.

O al definir la soledad, uno de sus temas vertebrales, con esta imagen: una flor seca/que alguien me había puesto/en el silencio de un ojal.

De un pozo muy oscuro y verdadero
decía Carmen Martín Gaite que surgían los poemas de Santiago Montobbio. Una poesía perturbadora y honda, porque llama a una zona oscura y dolorosa del ser, a la conciencia atormentada de un hombre ante un espejo.

Santos Domínguez

01 mayo 2007

El insurrecto


Jules Vallès.
El insurrecto.
Traducción de Manuel Serrat Crespo.
ACVF Editorial. Madrid, 2007.


ACVF Editorial completa la brillante publicación en español de la trilogía de Jacques Vingtras de Jules Vallès. Tras El niño y El bachiller aparece ahora el último volumen, El insurrecto, la más comprometida, la más radical y amarga de las tres novelas.

El insurrecto se publicó póstuma en 1886 y es probablemente la novela de más calidad de la trilogía, su ápice autobiográfico, documental y literario. Jacques Vingtras, el alter ego de Vallès, el niño maltratado de la primera parte, el ba­­chiller desorientado, hambriento y sin oficio de la segunda, es ya un escritor y un activista político que ejerce su oposición al decadente régimen imperial.

Activista y agitador periodístico, los artículos en la prensa y las conferencias de Vingtras, como las de Vallès, su modelo y su inventor, alarman a un régimen en descomposición, que niega la libertad de prensa y le encarcela por ejercer la libertad de expresión. Cuando cae el emperador y se proclama una república autoritaria, será uno de los pro­tagonistas de la Comuna de París de 1871.

En el prólogo que Andreu Nin escribió en 1935 para la primera traducción española de El insurrecto figuraban estas palabras:

La obra, que tiene un carácter autobiográfico, es no obstante una novela con todos los puntos y las íes, que nos lleva a la época turbulenta que Vallès vivió intensamente, a las postrimerías del segundo Imperio y de la “Commune” de Paris. El estilo se distingue por su originalidad deliberada, la extraordinaria riqueza de expresión y la abundancia de palabras, con abundantes giros populares, una parte de los cuales han desaparecido del lenguaje corriente. Sobre todo al evocar los años escolares, Vallès consigue, por la fuerza de su arte, hacernos revivir la emoción profunda de los momentos dramáticos de los que fue testimonio y actor.

Esta es la culminación de la obra de Vallès, su testamento político y literario, un relato crítico y de primera mano de la revolución, la crónica de su derrota y el homenaje conmovido a quienes lucharon por la libertad y la construcción de una república federal, democrática y social.

Y este es el final de la novela:

Estoy en paz conmigo mismo.
Sé, ahora, a fuerza de haber pensado en silencio, con la mirada fija en el horizonte sobre el patíbulo de Satory —¡nuestro crucifijo!—, que el furor de las multitudes es el crimen de la gente honrada, y ya no sufro por mi memoria, llena de humo y manchada de sangre.
El tiempo la lavará, y mi nombre quedará inscrito en el taller de las guerras sociales como el de un obrero que no fue perezoso.
Los rencores han muerto. He tenido mi oportunidad.
Muchos otros niños fueron abofeteados como yo, muchos otros bachilleres pasaron hambre, y han llegado al cementerio sin haber visto vengada su juventud.
Tú has recogido tus miserias y tus penas, y has llevado un pelotón de reclutas a esta revuelta que ha sido la gran federación del sufrimiento.
¿De qué te quejas?
Es verdad. Los investigadores pueden venir, los soldados pueden cargar sus armas: estoy dispuesto.

Acabo de atravesar un riachuelo que sirve de frontera.

¡Ya no me podrán detener! Y podré seguir al lado del pueblo si, de nuevo, se lanza a la calle y le fuerzan a luchar.
Miro el cielo hacia el lado donde está París. Es de un azul frío, salpicado de nubes rojas. Parece un enorme blusón manchado de sangre.


Santos Domínguez