29/5/23

David Fideler. Restaurar el alma del mundo

 


David Fideler.
Restaurar el alma del mundo.
El vínculo vital que nos une a la inteligencia de la naturaleza. 
Traducción de Amelia Pérez de Villar.
Atalanta. Gerona, 2023. 

El vínculo vital que nos une a la inteligencia de la naturaleza. En ese orientativo subtítulo se resume el sentido de Restaurar el alma del mundo, el luminoso ensayo de David Fideler que publica Atalanta con una espléndida traducción de Amelia Pérez de Villar.

‘En busca del universo vivo’ se titula la introducción, que abre esta cita de Einstein: “La experiencia más bella que uno puede tener es la de lo misterioso. Es la emoción primigenia que se encuentra en el origen de todo arte o ciencia verdaderos. Aquel ajeno a esta emoción, que no sea capaz de maravillarse y conservar el rapto que provoca el asombro, estará como muerto.”

Sobre esa cita se construye este planteamiento inicial: “Hemos alcanzado el nivel más alto de conocimiento tecnológico al que haya llegado  cualquier civilización, pero a expensas de olvidar lo que significa vivir en este mundo, en un universo vivo. Sin esta conexión –también viva– con el mundo, nuestra existencia se vuelve trivial, rutinaria y mecánica. Este distanciamiento nos lleva a preguntarnos por el sentido de la vida, entre otras cuestiones abstractas, pero tal sentido es en sí mismo una experiencia que consiste en establecer el vínculo más profundo posible con el mundo y con los demás.”

Y a partir de ese pórtico David Fideler aborda el despertar de la humanidad a la belleza de lo natural, un despertar al universo desde el impulso cosmológico, el deseo y la búsqueda de la belleza y el alma del mundo.

Muchos de los planteamientos del libro tienen su apoyo en citas de poetas como T. S. Eliot, que se preguntaba en el primer coro de La roca: 

¿Dónde está la Vida que perdimos viviendo? 
¿Dónde la sabiduría perdida en el conocimiento? 
¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?

Platón y Goethe, Blake y Wordsworth, Coleridge y Emerson, Séneca y Jung, Plotino y Leonardo, Schelling y Giordano Bruno son algunos de los referentes en los que se apoya Fideler para renegar de la alienación que provoca la mecanización del mundo, para evocar el redescubrimiento del alma en la Florencia renacentista, para redescubrir el universo reanimado y vivo, para reivindicar una recuperación de la psique o para fijar el patrón que conecta a los seres vivos en una integración colaboradora de la vida y la mente en la naturaleza.

Una integración que se percibe también en la mirada abarcadora que Fideler proyecta sobre la historia de la cultura y la evolución de la ciencia, sobre la poesía y la astrofísica, sobre la teología y la filosofía para reivindicar la recuperación de los vínculos perdidos con un cosmos viviente y con la inteligencia sutil y creativa de la naturaleza.

Vínculos que se contemplaban en la cosmología antigua, en la filosofía griega o en las tesis de la alquimia y se despreciaron desde el racionalismo y la revolución científica del XVII, con su concepción mecanicista del universo. La propuesta central de Restaurar el alma del mundo es justamente la de restaurar esos vínculos desde una nueva conciencia de la naturaleza para contemplar la relación entre el hombre y la realidad desde una nueva perspectiva cosmológica que incorpore no sólo elementos científicos y físicos, sino también artísticos y espirituales.

Y así, en la tercera parte del libro, titulada Anima mundi. Redescubrir el universo vivo,  Fideler recuerda que “para Schelling, Naturaleza y Espíritu -los polos objetivo y subjetivo- no son más que dos caras de la misma realidad subyacente. A su juicio, la naturaleza es ‘espíritu visible’, y el espíritu, ‘naturaleza invisible’. En la humanidad, el espíritu adormecido de la naturaleza despierta en la autoconsciencia. Pero el conocimiento humano es en último término el conocimiento que la naturaleza tiene de sí misma, y naturaleza y mente son sólo aspectos distintos de un único patrón dinámico.”

Algo parecido escribió Wordsworth en La excursión:

En todas las cosas, en todos los naturalezas […], 
el espíritu, que no conoce ningún lugar aislado, 
ningún abismo, ninguna soledad; de un eslabón a otro 
pasa el Alma de todos los mundos. 
Tal es la libertad del universo; 
cuanto más se despliega, más visible se vuelve 
y más lo conocemos; y, sin embargo, poco se venera 
y poco se respeta en la Mente humana, 

Santos Domínguez