13/1/23

Guadalupe Grande. Jarrón y tempestad


Guadalupe Grande.
Jarrón y tempestad,
La uña rota. Segovia, 2022.

“Pienso que escribir poesía quizá sea una derrota necesaria. Pienso en la palabra derrota y me abrazo a ella como el náufrago se abraza a la última ola. Pienso en la palabra naufragio. Escribo la palabra naufragio y veo las calles de esta ciudad, los coches, los trenes, las farolas, los alimentos llegando de no se sabe dónde, la gente que viene y va, como las olas, el movimiento confuso las cosas y los seres: tal vez los restos de un viaje transoceánico que nunca supimos a dónde conducía y que ha llegado hasta aquí, hasta la palabra naufragio, hasta la palabra derrota. Escribo la palabra derrota y pienso en la palabra sentido: en el sentido de abrazarse a la última ola, de abrazarse al rescoldo, a la memoria que tartamudea en el centro de cada palabra, a la ceniza desde la que la memoria arde en los ojos, al hueco oceánico y ceniciento por el que se desploman las palabras y que siento como la única juntura posible. Ver, mirar, hablar. El horizonte, el tiempo, la historia. El corazón que trabaja, envejece y no comprende. El alma que comprende, o lo intenta, que se abisma, se aturde, se ilumina, y como nadie sabe si existe dice su palabra con la cautela y la precaución del fantasma. Las palabras, su rescoldo, su ceniza, su sonido, su música de sentido. Pienso en la poesía como en las palabras de un náufrago. Pienso en cada poema como en las últimas palabras de este naufragio, de esta derrota necesaria.”

Ese es el texto elegido como contraportada de Jarrón y tempestad, el libro póstumo de Guadalupe Grande que publica La uña rota con cinco de sus collages, el de la portada y los cuatro de las guardas de un volumen admirablemente editado.

Perturbador en sus indagaciones temáticas, poderoso en su exploración de la memoria personal, familiar y colectiva, exigente en la radicalidad y en la potencia verbal de sus propuestas expresivas, Jarrón y tempestad es una bajada a los infiernos de la historia y un viaje ascensional por la dignidad y la conciencia a través de la palabra de una poeta irrepetible que seguramente alcanza aquí su cima creativa y su hondura más extrema y visionaria.

Las piedras’ se titula uno de los textos centrales del libro. No es una casualidad que así se titulase también el primer libro de Félix Grande. Y es que, entre muchas otras cosas, Jarrón y tempestad es en algunos de sus poemas un Libro de familia, por seguir evocando otro título de Félix Grande, el que cerró su trayectoria poética. 

Escritos desde un lugar moral muy parecido, en versos como estos de Las piedras’ se proyectan, benéficas y tutelares, las sombras del padre y la de Francisca Aguirre:

son las doce y media de la mañana las sábanas que guían la órbita de los planetas acaban de llegar de la lavandería mi padre cumple 77 años
[…]
la hija del pintor pone el despertador es tarde pero sabe que siempre es tiempo de dormir recordar soñar saber que en cada monda de patata en cada monda de palabra en cada rodaja de luz está inscrita la verdad de lo que es y porque justo eso es lo que ama no le da más vueltas y enciende las velas 83

Y aún más claramente en estos magníficos versos de ‘leones y jirafas’:

él en el 40 tenía 3 
ella nació seis meses antes que la república 
en el 39 le dijeron a ella que era masona 
o judía o republicana 
en el treinta y siete en mérida hacía mucho frío 
en el 42 se estrena en los bajos de un rascacielos de nueva york 
la película casablanca cuando las tropas aliadas la tomaban en ese mismo instante 
la única hermana entre cinco hermanos moría 
y el padre de ella es condenado ejecutado y no desaparece 
deja tres hijas esposa algunos cuadros 
así eran las películas entonces 
en blanco y negro 
y las águilas 
y los caimanes 
este es el colegio donde ella aprendió a hablar francés en 1940 
y este el convento donde le raparon el pelo dos años después 
estas son las cabras que él cuidaba con su hermano 
y esta la guitarra que lo iba a sacar de la pobreza 
así era la raya del pelo arriba españa 
y estos los escarpines del mago de oz 
ella se hizo amiga de una cantante sefardita 
él se hizo amigo de un bibliotecario que escribió las primeras novelas policiacas de la patria 
así eran las máquinas de escribir 
así la policía secreta 
así la universidad a la que no fueron 
se conocieron en el 56 en una tertulia literaria donde se comían cacahuetes 
y se sabía que siempre había algún secreta camuflado de junfry en casablanca 
todos evitaban temas espinosos y comían muchos cacahuetes
este es el ciclostil y así eran las trastiendas de las librerías 
cuando se casaron en el 63 allen ginsberg ya había escrito aullido y él las piedras 
ella quiso tomarse un tiempo en ítaca 
sartre repartía panfletos y camus había muerto 
la raya del pelo con peinado arriba españa se cardaba un poco más alto 
y ese seguía siendo el bigote del hombre del año 
howl no se publicó hasta milnovecientosochentayuno 
a tan solo unas manzanas del 14 de abril

Es una muestra de un espléndido libro en el que la poesía se concibe como revelación de la conciencia y como construcción de la identidad, en una práctica que ejecuta la escritura como salvación frente a la incertidumbre y como exorcismo de sanación. 

Así en ‘Las estaciones y el pájaro afilador’:
 
hace extraño en las primeras lluvias        hace más verdad en la sabiduría de las tercerasnieves
 
es difícil seguir vivos       aún más triste abandonar la casa de las palomasciegas donde dejamos la caja fuerte de las pérdidas la marca del herrero la cuchara de palo que regalamos al afilador

llega el invierno       los que se aman acuden al frío como acudieron al vuelo
los cormoranes en tiempos de guerra

nada salpica nuestra inocencia nada salvo la casicerteza        regresará el verano a la hoguera del frío y habremos de ocuparnos de quienes más nos necesitan

Eso desde su vertiente más individual, porque esta escritura intensa y ambiciosa que aspira al conocimiento y asume la perplejidad cobra todo su sentido cuando proyecta su mirada implacable sobre las heridas abiertas y las cicatrices del pasado para reivindicar la justicia y la restitución (“nada tan evidente como la eternidad de las víctimas”, escribe en el poema que da título al libro).

Y lo hace desde una admirable conducta verbal y ética que está en el sustrato de su palabra en libertad:

ahora todo se venda y se vende 
se salda la plata vieja en la aventura desnuda 
el edificio traslúcido calcula su subasta nupcial 
los pulgares rozan la quilla del cuchillo 
anudan las piedras frías oscuras profundas 
y absolutamente claras de la tempestad


Santos Domínguez