Antonio Pereira.
Todos los poemas.
Prólogo de Juan Carlos Mestre.
Siruela. Madrid, 2022.
No hay nada más cansado que el rostro de un domingo
si son las cinco de la tarde y llueve,
no hay recuerdo más triste que el de los soportales
y la humedad calando la suela del zapato.
Pero a veces con sol y en día de diario,
más veces cada vez, casi todas las veces,
la fatiga del mundo hace eternas las horas.
Si supieras qué largos van los trenes,
el regreso obstinado de las moscas,
lo inútil de esperar al camarero,
la lacerante tos de los dentistas,
el avión que nunca llega a este aeropuerto de El Ecuador,
Disculpen por favor señores pasajeros
con destino a Guayaquil,
y nunca llega.
No creas que te engaño.
Reconozco también las horas tensas,
ocasiones de amor, corazonadas
que avisan de una súbita alegría.
Pero tú ya no corres,
los jaguares
se suben a la acera a atropellar ancianos,
tú piensa en el futuro que te perdonan
y en tanto aburrimiento.
Recuerda los dentistas.
Y aquello que enseñabas, El que no se consuela
es porque no quiere.
Descansa, madre.
Duerme.
Ese espléndido poema de Antonio Pereira (1923-2009) cierra uno de sus mejores libros de poesía, Dibujo de figura, que junto con el resto de su escritura poética se recoge en el volumen Todos los poemas que publica Siruela cuando está a punto de celebrarse el centenario de su nacimiento.
Lo abre un prólogo de Juan Carlos Mestre que comienza así: “Si la poesía es la conciencia de algo de lo que no podríamos tener conocimiento de ninguna otra manera, la obra poética de Antonio Pereira nos sitúa ante la invención de un universo en el que la dinámica de su existencia nos viene dada por la memoria significativa de las palabras que lo nominan: identidad y magnetismo de los lares, «préstamos» de la oralidad, cultura de lo simbólico y mentalidad de lo colectivo. El poeta descubre las otras razones de lo desconocido, su lenguaje desentraña las zonas de misterio donde la muerte y la vida, ambivalentes en su paradoja ante la duración del tiempo, dan cuenta del proyecto espiritual de lo humano. Acaso no otro fuese el persuasivo empeño del Pereira lírico: ver y trasformar, abrir las vainas de la noche para sementar de estrellas los predios sirvientes del olvido.”
Entre los iniciales El regreso, Del monte y los caminos y Cancionero de Sagres y los finales Una tarde a las ocho y Viva voz, Dibujo de figura, que surge de una profunda crisis personal, ocupa un lugar central en la muy estimable trayectoria poética de un autor más conocido como narrador.
De la vinculación de sus cuentos y su poesía habla Pereira en el epílogo, “El poeta hace memoria”: “Al tiempo que componía y publicaba mis poemas, cultivé la narrativa breve. El cuento literario tiene mucha afinidad con el poema y, además, en mi poesía -soy del devoto del Romancero- no es difícil encontrar ingredientes narrativos. Por otra parte, la disciplina del verso me proporcionó recursos impagables para el relato: economía verbal, renuncia a los meandros y digresiones, poder de sugerencia de las palabras.”
Variada en registros, en tonalidades y en estructuras métricas que van del endecasílabo y el soneto clásico a la lírica popular octosilábica y asonantada y a la libertad del versolibrismo, en la obra poética de Antonio Pereira se funden ejemplarmente el lirismo y la narratividad en una voluntad conversacional que reúne en sus textos la mirada al exterior y el intimismo autobiográfico, la melancolía y la celebración de la vida, la conciencia del tiempo, la ironía civilizada y tolerante y la honda emoción, la cercanía humana y la verdad de la palabra viva, con su potencia salvadora. Por eso, en “El poeta hace memoria” confiesa Pereira que “la poesía, más que conocimiento o comunicación, es para mí una tregua de consolación.”
Por encima de su notable calidad literaria, hay una constante que recorre toda la poesía de Antonio Pereira: “la cálida temperatura humana de la emoción que el poeta transmite”, a la que se refería Melchor Fernández Almagro en una reseña de su primer libro.
De su penúltimo libro, Una tarde a las ocho son estos dos poemas que podrían trazar un completo dibujo de figura del autor y de su tono poético:
POÉTICA
Ahora sé que es un crimen de lesa poesía
exprimirle a la almendra del verbo su licor
y entregarlo a los indiferentes.
Oh, tú, poeta pródigo,
malgastador de lo que sólo es tuyo
durante un breve relajo de los dioses.
Retén el aire en el pulmón florido
hasta la hora en que tu canto sea
disculpado por la necesidad,
no vayas a jurar el verso en vano.
ORACIÓN
Señor ya sabes mis cuidados con el butano y los grifos
todo lo cierro bien pero es difícil desentenderse
inspecciono la antena
las macetas con tantas criaturas que por debajo pasan
sufro mucho Señor
y aunque te agradezco no haberme hecho cirujano
ni conductor del autobús escolar
te pido que un ratito te quedes responsable
que aguantes todo esto mientras voy a un recado
y cualquier día no vuelvo.
Santos Domínguez