Jacqueline de Romilly.
Muros de Troya, playas de Ítaca.
Homero y el origen de la épica.
Siruela Biblioteca de ensayo. Madrid, 2022
“La Ilíada y la Odisea ocupan un lugar aparte en la literatura en general. Son las primeras obras escritas que produjo Grecia. De entrada, se han ganado la admiración general. Los poetas líricos griegos, los dramaturgos, los historiadores se alimentaron de ellas y las imitaron. Su texto sirvió de base a la educación en Grecia. Los héroes de ambos poemas pasaron después al mundo moderno, donde inspiraron otras obras, alusiones, sueños poéticos, reflexiones morales. Aquiles y Patroclo, Héctor y Andrómaca, Ulises se han convertido en seres familiares para todos y capaces de encarnar, según los casos, una u otra idea humana. Es más, cuando alguien relee el propio texto de Homero, aún hoy en día, es difícil resistirse a esa sencillez directa y sin embargo matizada, a esa vida radiante y sin embargo cruel, a esos relatos llenos de maravillas y sin embargo profundamente humanos.
Semejante situación merece que nos preguntemos por los factores que pueden explicarla.
Estos son esencialmente de orden literario. No obstante, hay que dar cuenta, ante todo, de la extraña circunstancia que hace que estas obras tan extraordinarias fueran también las primeras y que parezcan haber sido sacadas vivas de la nada”, escribe Jacqueline de Romilly en Muros de Troya, playas de Ítaca, que publica Siruela en su Biblioteca de ensayo.
Subtitulado ‘Homero y el origen de la épica’, se abordan en sus páginas asuntos como la problemática génesis de las dos epopeyas homéricas, los cuatro siglos de distancia entre la guerra de Troya y la Ilíada y la relación entre realidad histórica y mundo épico, la cuestión homérica, la geografía de la acción, la estructura simétrica de los poemas, los cambios narrativos y los procedimientos retóricos, las fórmulas propias de la recitación, la intervención de los dioses y el papel de lo fantástico y lo maravilloso en el desarrollo de la acción, la semejanza de los héroes a los dioses y su condición mortal.
Culminación de siglos de historia y tradición oral que eclosionan en el siglo VIII a. C., la Ilíada y la Odisea son también el comienzo de algo nuevo, porque “procedentes de la poesía oral, las dos epopeyas de Homero se separan de ella para abrir las puertas del reino de la literatura.”
Sobre ese reino versa este ensayo en el que la autora recuerda que la obra de Homero, además de como expresión artística de enorme influencia en la literatura occidental, fue utilizada desde desde que se fija su texto en el siglo VI a. C. no sólo como medio de entretenimiento del pueblo a través de la recitación, sino, de manera abusiva, como base de la educación y como modelo moral, como manual estratégico para la guerra, el gobierno o la vida diaria.
Era una equivocada manera de hacer decir a esas dos obras más de lo que dicen, que no es poco. Pero por encima de esas interpretaciones forzadas y hasta aberrantes, los poemas homéricos se mantienen vivos tras casi tres mil años de existencia, como destaca Jacqueline de Romilly en su conclusión:
Pertenecientes, conjunta o alternativamente, a los moralistas, teólogos, novelistas, arqueólogos, poetas e historiadores, los personajes de Homero siguen viviendo y cambiando: esta polivalencia y esta longevidad son el testimonio más preciado de un éxito literario único.
Santos Domínguez