“En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte antes que vean el reino de Dios”, se lee en el Evangelio de san Lucas. De esas palabras, dirigidas por un Cristo camino del Calvario al zapatero judío que le negó acogida y reposo, surge, transformada a lo largo de los siglos, la leyenda popular del Judío Errante que Gustave Doré ilustró en 1856 con los magníficos dibujos que sirvieron de base a los grabados de Jahyer, Rouget y Gauchard que recupera Reino de Cordelia en una espléndida edición.
Esos grabados ilustraban el poema de Pierre Dupont que traduce Asunción García Iglesias, aunque la fuente de la obra gráfica, como señala en el Prefacio de esta edición el bibliófilo decimonónico Paul Lacroix, arranca también de la tradición centenaria de una antigua canción popular:
En su estupenda ‘Noticia bibliográfica acerca de la leyenda” y sus variantes, añade Lacroix: “Pero como los judíos redoblaran sus gritos, Pilatos liberó al ladrón Barrabás y les entregó a Jesús para que lo crucificaran. Los judíos entonces sacaron a Jesús fuera de la sala del pretorio y, cuando cayó en el umbral de la puerta, Cartafilo, que era portero del pretorio, lo empujó con insolencia, golpeándole en la espalda con el puño, mientras le decía con una sonrisa burlona: “¡Camina más deprisa, Jesús! ¿Por qué te detienes?”. Y Jesús, mirándolo con semblante severo, repuso: “Yo seguiré, pero tú esperarás hasta que regrese. Así que cumpliendo el mandato del Señor, Cartafilo sigue esperando el regreso de Jesucristo. Tenía unos treinta años en el momento de la Pasión y, cada vez que llega a los cien años, contrae una extraña enfermedad que parece incurable y que le provoca un estado de letargo, tras el cual vuelve a estar tan joven como en tiempo de la Pasión. Después de la muerte de Cristo, Cartafilo se hizo cristiano, fue bautizado por el apóstol Ananías y tomó el nombre de José. En la actualidad, este José suele vivir en una u otra Armenia y en alguna de las comarcas de Oriente.”
Santos Domínguez