3/12/21

Quinientos epigramas griegos

 


Quinientos epigramas griegos.
Edición bilingüe de Luis Arturo Guichard.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2021.


 Como “uno de los géneros más longevos y productivos de toda la literatura griega” define el epigrama Luis Arturo Guichard en la introducción de su edición bilingüe y anotada de Quinientos epigramas griegos en Cátedra Letras Universales. 
 
La brevedad y la concentración expresiva, la precisión y la agudeza son algunos de los rasgos característicos de estas composiciones cortas -habitualmente entre cuatro y ocho versos-, que tienen un origen funerario o votivo y que se convirtieron en un género poético autónomo de gran variedad temática, si bien predominan los de carácter erótico o satírico. 
 
 Espléndidamente comentados en las quinientas notas finales, los quinientos epigramas de esta antología bilingüe, la más extensa en español, muestran el desarrollo del género a lo largo de casi un milenio, entre el siglo III a. C. y el VI d. C. 
 
Precisamente la antología ha sido la vía de conservación de esta modalidad poética transmitida exclusivamente por escrito, desde su origen inscripcional, porque se destinaba a la estela funeraria o a la ofrenda del exvoto. Y así, los catorce libros de la Antología Palatina, con casi cuatro mil epigramas, y los siete libros de la más breve Antología Planudea, con unos dos mil cuatrocientos, se reunieron en la recopilación conocida en época moderna como Antología Griega, que contiene el corpus fundamental del epigrama clásico. 
 
 “A fecha de hoy -señala Luis Arturo Guichard- tenemos unos 4500 epigramas griegos, de unos 400 autores, y contando entre ellos casi 600 anónimos. En mi selección hay, pues, más o menos un 10 % del total de epigramas y de autores. Estoy seguro de que aumentar ese porcentaje no cambiaría la impresión general que se hace el lector, pero sí cambiaría la naturaleza del libro, volviéndolo más de consulta que de lecturas.” 
 
Se ofrece así una mirada panorámica al epigrama desde la época helenística a la imperial y la tardoantigua, con muchos textos anónimos y otros de autores conocidos como Calímaco, Meleagro, o Dioscórides, autor de este epigrama funerario sobre Tespis y la tragedia arcaica: 
 
Aquí yace Tespis, el primero que modeló el canto trágico 
y novedosos deleites para los campesinos,
cuando Baco conducía un coro estruendoso y el premio 
era aún un macho cabrío y una cesta ática de higos.
Si los jóvenes lo modelan de otro modo, sus innovaciones 
se verán con el tiempo; pero las mías, mías son.

Muy distinto es este encendido epigrama amoroso de Asclepíades:

Con su palmito me sedujo Dídime y yo, ay de mí,
me derrito como cera junto a la llama viendo su belleza.
¿Y qué si es negra? También los carbones. Y cuando
los encendemos resplandecen como cálices de rosas.

 
Este otro, de Antífilo, sobre la fragilidad de la vida:

Estaba llegando a mi patria. «Mañana», pensé,
«terminará para mí este largo viaje».
No había cerrado los labios, cuando el mar
se volvió el Hades y esa breve palabra me arruinó.
Guardémonos de decir la palabra «mañana»: ni siquiera
las minucias escapan a Némesis, enemiga de la lengua.


O estos dos de Lucilio, contra los poetas y gramáticos a tiempo completo:

Conoces las reglas de mis cenas. Hoy te invito,
Aulo, a un banquete con reglas especiales.
Ningún poeta que asista recitará, ni importunarás
o serás importunado con cuestiones gramaticales.


Y contra el peor atleta de pentatlon:

Ningún competidor ha sido derribado más rápidamente
ni ninguno ha corrido más lentamente en el estadio;
con el disco no me acerqué a la línea, nunca tuve fuerzas
para levantar los pies en el salto
y un tullido lanza mejor la jabalina. Fui el primero
en ser proclamado el último en las cinco pruebas.


Santos Domínguez