María Isabel
Cintas Guillén.
Manuel Chaves Nogales.
Andar y contar.
Editorial Confluencias. Almería, 2021.
“Tal
vez, algún día, alguien se decida a novelar la vida de Chaves Nogales,
de la que no todo está dicho. No faltaron en ella episodios del mayor
interés. En mi caso ha supuesto un gran atrevimiento intentar hacer una
biografía, profesional, ante todo, de quien ha sido considerado por su
Belmonte el mejor biógrafo del siglo XX español. Por eso este libro es,
simplemente, una exposición de los datos de su vida profesional que he
logrado ir reuniendo en muchos años de búsqueda”, escribe María Isabel
Cintas Guillén en el prólogo de su monumental biografía Manuel Chaves Nogales. Andar y contar, que publica la editorial Confluencias en dos amplios volúmenes.
Es
la versión ampliada y actualizada de la obra con la que obtuvo en 2011
el premio Antonio Domínguez Ortiz de biografías Maria Isabel Cintas,
seguramente la mayor especialista en Chaves Nogales, a cuya figura ha
dedicado más de treinta años en los que ha publicado su obra completa en
cinco tomos que recogen su obra narrativa y periodística.
“Había algo en Chaves Nogales -escribe en el prólogo- que me atrapó desde el primer momento. Quizá era su pasión por la profesión, su entrega a la búsqueda de la noticia, su desapego de cualquier cosa que se interpusiera en el camino hacia su plena consecución. […] La pasión por el relato de la noticia se interponía entre él y el mundo: su familia no sabía dónde andaba cuando salía a cumplir con el oficio, y los retos de la distancia, la lejanía o las dificultades de aquellos arriesgados trabajos eran nimiedades ante el reto de cumplir la información.”
Publicada en dos tomos y organizada cronológicamente en cuatro partes, cada una de las cuales se cierra con un nutrido álbum fotográfico, la obra aborda los años de formación de Chaves Nogales, la continuidad con la labor de su padre, Manuel Chaves Rey, que fue redactor de El Liberal de Sevilla; la consolidación en el Madrid de los años veinte con su trabajo periodístico en el Heraldo de Madrid, o la composición de cuentos como alternativa a la censura de prensa primorriverista. Desde ese momento hay una evidente conexión entre periodismo y literatura en Chaves Nogales.
Esos relatos que aparecieron en el Heraldo se recogieron en 1924 en el libro Narraciones maravillosas y biografías ejemplares de algunos grandes hombres humildes y desconocidos. En esos años publicó otros dos libros que recogían sus reportajes de prensa: La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja y Lo que ha quedado del imperio de los zares, donde denunció la naturaleza totalitaria del régimen soviético.
Este último reúne los reportajes con los que inició su colaboración en el nuevo diario Ahora, que se fundó en diciembre de 1930 y al que se incorporó muy pronto por iniciativa de su propietario Luis Montiel, dueño también de la revista Estampa, en donde aparecerían en 1934 y 1935 por entregas dos de sus obras periodísticas de referencia: El maestro Juan Martínez que estaba allí, una nueva denuncia de la tiranía comunista, y Juan Belmonte, matador de toros, que se editaron poco después en forma de libro.
Es también la época de excelentes reportajes de prensa sobre la revolución de Asturias o sobre la romería del Rocío, que tituló ‘Andalucía roja y la Blanca Paloma’ y apareció poco antes de la guerra civil.
De la experiencia de la guerra civil, ya como director de Ahora, surgieron las crónicas periodísticas de Los secretos de la defensa de Madrid y los relatos de A sangre y fuego. Y ya en el exilio, en París escribió La agonía de Francia y de allí salió hacia Londres, donde dirigió la agencia Atlantic Pacific Press, colaboró en la BBC y murió en 1944, a los 46 años, tras una operación de peritonitis.
Los dos tomos de Manuel Chaves Nogales. Andar y contar van mucho más allá de los límites de la mera biografía y son un estudio riguroso y pormenorizado de la obra periodística y narrativa del escritor a quien María Isabel Cintas define como “periodista, liberal, republicano, pequeño burgués y masón.”
Esos son los adjetivos que figuran también al frente del Epílogo, en el que la autora destaca de las maneras periodísticas de Chaves Nogales “su querencia al texto bien escrito, a la corrección y sencillez en el lenguaje y a la esencia pedagógica, rasgos que son la marca de sus trabajos”, resalta el naufragio de sus ideas liberales y centristas en la dictadura de Primo, en la guerra civil y en su exilio, donde escribe La agonía de Francia, en la que se leen estas líneas:
En
el fondo de esta espantosa lucha de nuestro tiempo y a pesar de las
fuerzas demoníacas que se ponen en juego, no hay más que una verdad.
Hasta ahora no se ha descubierto una fórmula de convivencia humana
superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más
perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de
selección mejor que el de la libre concurrencia. Es decir, el
liberalismo, la democracia.“Había algo en Chaves Nogales -escribe en el prólogo- que me atrapó desde el primer momento. Quizá era su pasión por la profesión, su entrega a la búsqueda de la noticia, su desapego de cualquier cosa que se interpusiera en el camino hacia su plena consecución. […] La pasión por el relato de la noticia se interponía entre él y el mundo: su familia no sabía dónde andaba cuando salía a cumplir con el oficio, y los retos de la distancia, la lejanía o las dificultades de aquellos arriesgados trabajos eran nimiedades ante el reto de cumplir la información.”
Publicada en dos tomos y organizada cronológicamente en cuatro partes, cada una de las cuales se cierra con un nutrido álbum fotográfico, la obra aborda los años de formación de Chaves Nogales, la continuidad con la labor de su padre, Manuel Chaves Rey, que fue redactor de El Liberal de Sevilla; la consolidación en el Madrid de los años veinte con su trabajo periodístico en el Heraldo de Madrid, o la composición de cuentos como alternativa a la censura de prensa primorriverista. Desde ese momento hay una evidente conexión entre periodismo y literatura en Chaves Nogales.
Esos relatos que aparecieron en el Heraldo se recogieron en 1924 en el libro Narraciones maravillosas y biografías ejemplares de algunos grandes hombres humildes y desconocidos. En esos años publicó otros dos libros que recogían sus reportajes de prensa: La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja y Lo que ha quedado del imperio de los zares, donde denunció la naturaleza totalitaria del régimen soviético.
Este último reúne los reportajes con los que inició su colaboración en el nuevo diario Ahora, que se fundó en diciembre de 1930 y al que se incorporó muy pronto por iniciativa de su propietario Luis Montiel, dueño también de la revista Estampa, en donde aparecerían en 1934 y 1935 por entregas dos de sus obras periodísticas de referencia: El maestro Juan Martínez que estaba allí, una nueva denuncia de la tiranía comunista, y Juan Belmonte, matador de toros, que se editaron poco después en forma de libro.
Es también la época de excelentes reportajes de prensa sobre la revolución de Asturias o sobre la romería del Rocío, que tituló ‘Andalucía roja y la Blanca Paloma’ y apareció poco antes de la guerra civil.
De la experiencia de la guerra civil, ya como director de Ahora, surgieron las crónicas periodísticas de Los secretos de la defensa de Madrid y los relatos de A sangre y fuego. Y ya en el exilio, en París escribió La agonía de Francia y de allí salió hacia Londres, donde dirigió la agencia Atlantic Pacific Press, colaboró en la BBC y murió en 1944, a los 46 años, tras una operación de peritonitis.
Los dos tomos de Manuel Chaves Nogales. Andar y contar van mucho más allá de los límites de la mera biografía y son un estudio riguroso y pormenorizado de la obra periodística y narrativa del escritor a quien María Isabel Cintas define como “periodista, liberal, republicano, pequeño burgués y masón.”
Esos son los adjetivos que figuran también al frente del Epílogo, en el que la autora destaca de las maneras periodísticas de Chaves Nogales “su querencia al texto bien escrito, a la corrección y sencillez en el lenguaje y a la esencia pedagógica, rasgos que son la marca de sus trabajos”, resalta el naufragio de sus ideas liberales y centristas en la dictadura de Primo, en la guerra civil y en su exilio, donde escribe La agonía de Francia, en la que se leen estas líneas:
Una definición que se completa con el autorretrato que incluye en el prólogo de A sangre y fuego,
compuesto ya cuando estaba refugiado en París: “Yo era eso que los
sociólogos llaman ‘pequeño burgués liberal’, ciudadano de una república
democrática y parlamentaria.”
Periodista de oficio y dueño de una
de las prosas más fluidas y limpias de su época, Chaves Nogales poseía
además una inusual capacidad de observación y un talento narrativo que
le permitía conocer la importancia del punto de vista. Y así en El maestro Juan Martínez y en Juan Belmonte intuyó que la superposición del biógrafo y el biografiado en una sola voz serían la clave de su eficacia, mientras que en A sangre y fuego,
sin embargo, se impone a sí mismo la perspectiva distanciada y se sitúa
“en un segundo plano, el que le gustaba: cerca, pero no encima”, como
señaló Andrés Trapiello.
Esa doble condición de narrador y
periodista que articula su obra la destaca María Isabel Cintas en su
Epílogo: “Ambas facetas se imbrican, se enredan, a lo largo de su vida
periodística, a lo largo de su producción periodística, como las dos
caras imprescindibles e inseparables de una misma moneda. En un
principio, la escritura fue la preparación para el gran trabajo, el
trabajo vital, el trabajo de informador. Pero los recursos de la
escritura, de la literatura, estuvieron siempre presentes en sus
escritos, sin que podamos establecer una línea de separación tajante
entre uno y otro menester. […] De ahí quizá el éxito actual de Chaves,
cuando ya no nos alcanza de pleno el fragor de los acontecimientos que
recoge.”
Santos Domínguez