Miren
Agur Meabe.
Cómo guardar ceniza en el pecho.
Bartleby Editores. Madrid, 2021.
“No todo el mundo tiene un destino de
dos caras, una que es testimonio y otra que es amenaza”, escribe Miren
Agur Meabe (Lequeitio,1962) en ‘Mi Phoenix canariensis’, uno de los
poemas de Cómo guardar ceniza en el pecho, que publica Bartleby Editores, traducido
por la propia autora, que obtuvo con este libro, publicado en 2020 en
su lengua original vascuence con el título de Nola gorde errautsa
kolkoanen, el Nacional de Poesía en 2021.
Y
esas dos caras, la del testimonio y la de la amenaza, la que mira al
pasado y la que mira al futuro vertebran gran parte de este conjunto
organizado en seis partes y compuesto por poemas que hablan de la
experiencia de la herida y del renacer, del deseo y de la soledad, del
aprendizaje del dolor y de la esperanza, del cuerpo y de la condición
femenina, de los daños del tiempo y de la escritura como forma de
supervivencia y de reconstrucción personal.
El
mito y la literatura, el cine y la naturaleza, el sueño y los
recuerdos, el relato infantil o las voces femeninas de las películas o
los relatos sirven de referentes en los que se proyectan unos poemas
intensamente confesionales, un diálogo de la autora consigo misma, con
el árbol o el animal, con los paisajes cercanos que dibujan la orografía
de la soledad sobre la naturaleza muerta, como en estos ‘Horizontes’:
Entrar con el temblor del pulmón.
Respirar el germen de los días.
Escrutar las arrugas:
lo lejano contiene los lugares amados.
Un diálogo con las sombras y
los huecos que han dejado las pérdidas en su espacio vital y en su
memoria, depositada en el álbum familiar o en la potente figura de la
madre. Tan potente
como los poemas de este libro que toma
su título del leitmotiv del primer poema, ‘El método’, que funciona como un
prólogo o una obertura de sus seis partes, porque en él se anuncian
algunos de sus motivos principales y se fijan el tono y la mirada que
recorren estos poemas:
¿Cómo guardar ceniza en el pecho?
No existe método.
Tan solo resistir en el lindero
sin pensar en eso que se añora.
Aceptar que la vida no dispone ningún plan para nosotros.
Y cuando sea la hora,
soltar la urna, cruzar la falla.
No importa si es de noche.
Responder, dure lo que dure la llamada.
Hay un sutil camino entre los árboles
hasta mi placenta.
Santos Domínguez