13/12/21

George Simenon en Anagrama & Acantilado

 





 
 George Simenon
El fondo de la botella.
 Maigret duda.
Tres habitaciones en Manhattan.
Traducciones de Caridad Martínez y Nuria Petit. 
 Anagrama & Acantilado. Barcelona, 2021.
 

Lo saben los que entienden de esto y lo intuyen los que lo degustan sin prejuicios de cultura impostada: el belga George Simenon (1903-1989) es uno de los grandes escritores del siglo XX y la serie del comisario Maigret, más allá de la mera condición de literatura de quiosco en que la encasillan los legos en materia literaria, es una muy meritoria construcción que, como la de Chandler en la literatura norteamericana, eleva el género negro a la dignidad de la creación artística.

García Márquez lo tenía por uno de los escritores más importantes del siglo XX, alguien tan refinado como Gide lo definió como “el novelista más grande y más auténtico”, Faulkner lo admiraba y alguien con tanta potencia intelectual como Walter Benjamín leía cada novela que publicaba. Y un dato incontrovertible añadido: Simenon es el autor en lengua francesa más traducido del último siglo.

Luego vendrían otros como Mankell, como Vázquez Montalbán, como Camilleri. Y criaturas literarias como Wallander, como Pepe Carvalho, como Montalbano y su indisimulado homenaje al novelista barcelonés. Son los herederos de Simenon, los discípulos de Maigret, esos fundadores.

Y por eso no es raro que dos acreditadas editoriales como Acantilado y Anagrama, que fundan su catálogo en la excelencia literaria, hayan emprendido una tarea de coedición de las novelas de Simenon con tres títulos fundamentales: El fondo de la botella; Maigret duda y Tres habitaciones en Manhattan, espléndidamente traducidas por Caridad Martínez las dos primeras y por Nuria Petit la tercera.

En una entrevista en Apostrophes, Simenon clasificaba sus casi doscientas novelas en dos grupos: las novelas policiacas y las ‘novelas duras’: “Las novelas policiacas -explicaba- tienen reglas. Esas reglas son como barandillas de escalera. O sea, que hay un muerto, uno o varios investigadores y un asesino, y, por tanto, un enigma. (...) Mientras que las novelas ‘duras’, como las llamo yo, son simplemente novelas sin barandilla.”

A esa última categoría pertenece El fondo de la botella, que inaugura la colección, una de las novelas americanas de Simenon. Ambientada en la frontera de Estados Unidos con México, es una novela sobre la culpa, el secreto y la traición a partir de la relación conflictiva entre dos hermanos, un prófugo irresponsable y un respetable abogado. Sobre el fondo del desierto de Arizona y el fondo de las botellas de bourbon, es una de las obras más potentes y amargas de Simenon.

Comienza con estos dos párrafos:

Tenía el vaso en la mano y miraba vagamente el fondo de whisky pálido que aún le quedaba. Podría decirse —y era sin duda verdad— que aplazaba el placer de apurar el último trago. Cuando finalmente se lo tomó, siguió un buen rato mirando fijamente el vaso. Dudaba antes de dejarlo en el mostrador, y de darle un empujoncito, de dos o tres centímetros. Bill, el barman, aunque parecía absorto en una partida de dados con unos cowboys, entendería la señal, porque estaba muy pendiente: siempre estaba muy pendiente, sobre todo tratándose de un cliente como P. M.

Está estupendamente organizado. Todo parece fortuito. Tus gestos son de lo más inocente del mundo, y, a fin de cuentas, eso te permite beber sin que lo parezca. Es como en la masonería, con signos que los iniciados entienden en todos los países del mundo.


Maigret duda,
una de las novelas más significativas de la serie policiaca. Ambientada en los círculos de la alta sociedad parisina, es una excelente muestra de la potencia narrativa de Simenon, de su agilidad narrativa y su habilidad para crear tramas detectivescas, de su precisión y su economía en las descripciones y los retratos o de su dominio magistral del diálogo.

Tres habitaciones en Manhattan, en torno a una pareja de solitarios desorientados y tristes, tiene resonancias del mejor cine americano de los años 50 y fue adaptada a la gran pantalla en 1965. Es una de las mejores demostraciones de la capacidad de Simenon para crear personajes vivos y tridimensionales, dotados de hondura psicológica y de comportamientos complejos.

“Lo que asombra de Simenon -ha señalado Muñoz Molina- no es que escribiera tantas novelas, sino el hecho de que prácticamente todas sean magníficas y de que además estén dotadas de algo equivalente a una sustancia adictiva, de una poderosa nicotina literaria en virtud de la cual el interés o la admiración del lector se convierten rápidamente en un hábito.”

Con estos tres títulos se ofrecen las tres primeras dosis. La adicción es inevitable.

Santos Domínguez